Drabbles Dramione

Harry Potter - J. K. Rowling
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Dichosos los ojos...

—Dichosos los ojos que te ven, Granger —dijo Draco Malfoy sacando a Hermione Granger de su ensimismamiento.
Se encontraba de visita en una elegante galería de arte en París, disfrutando de la exhibición de pintura impresionista. Mientras se movía por las salas, admirando las obras, se encontró frente a una pintura particularmente cautivadora. La contemplaba con interés cuando una voz masculina, cargada de sarcasmo, interrumpió su concentración, sorprendiéndola.
—Malfoy —dijo con una mano en su pecho, sintiendo su corazón desbocado—. Como siempre saliendo de entre las sombras, ¿cierto? ¿Qué haces aquí?
Draco se acercó con una sonrisa ladeada que tan bien recordaba, aunque la sorprendió la gallardía y madurez que desprendía el hombre, tan diferente al de la última vez que lo había visto en persona, una década atrás.
—Sólo disfrutando de unas merecidas vacaciones en la ciudad del amor. ¿Y tú? No sabía que te interesara el arte. Creí que eras más de libros y elfos —dijo con ironía—. Encontrarte sí que es un inesperado giro del destino.
Hermione levantó una ceja.
—¿Así que te sorprende que me guste el arte? No pensé que te interesaras por algo más allá de los galeones y las pociones.
Draco volvió a sonreír, pero esta vez había algo de nostalgia, y Hermione se aclaró la garganta, recordando el hecho de que hacía mucho tiempo atrás, ellos habían tenido algo
Hermione podía jurar que él estaba recordando lo mismo pues se había puesto nervioso. Ambos se habían casado y habían continuado con sus vidas… Ella no era feliz, pero tampoco podía quejarse… Pero bueno, su esposo no era Draco…
El silencio se hizo pesado y Hermione no sabía qué decir; gracias a Merlín, él tomó la iniciativa.
—Fue bueno verte y saber que todavía tengo la capacidad de sorprenderte —dijo con una ligera inclinación.
Un intenso rubor golpeó sus mejillas.
—Cuídate —murmuró intentando sonreír, sabiendo que ya no podía seguir en esa galería, donde ahora tenía un recuerdo compartido con el que sin duda había sido, el amor de su vida.
Haciendo un esfuerzo por no correr tras él, se apareció en lo que consideró un sitio seguro, su hotel, donde luego de respirar profundo varias veces, envió lo ocurrido a lo más recóndito de su mente, el lugar de donde nunca saldría.

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