Toda Una Vida Juntos | Harron/Ronarry

Harry Potter - J. K. Rowling
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Toda Una Vida Juntos | Harron/Ronarry
Summary
Ron y Harry, Harry y Ron. Los dos niños que conformaban el trío de oro junto a Hermione. Esos dos mejores amigos que siempre se apoyaban. Esos dos chicos que siempre estaban juntos. Pero no era solo amistad lo que sentían, y ellos lo sabían. El amor los inundaba, la amortentia lo confirmaba.Acompaña a estos dos jóvenes a lo largo de su vida y observa como crean su propia historia de amor.Publicada originalmente en Wattpad en mi cuenta PinkFlower0220

Todo había acabado.

Voldemort había sido derrotado. La guerra había finalizado.

Pero con ella se habían llevado muchas vidas, demasiadas. Entre ellas, la de Fred Weasley, uno de los hermanos mayores de su preciado novio, Ronald Weasley.

Ya habían pasado casi ocho meses desde el final de todo aquello, pero aunque las pesadillas y los malos recuerdos eran recurrentes para ambos, Harry no soportaba más ver una noche sí y una también a su novio llorar desconsoladamente por su hermano.

Nadie de la familia estaba bien. La tristeza se podía notar en la madriguera, en el ambiente, en los rostros de todos ellos. George estaba devastado, pero Molly tenía una especial preocupación por Ron. Su Ronnie.

- Enserio Harry, tienes que animarlo. Ya no sé que hacer. N-no es el mismo que antes. Su sonrisa ya no ilumina la casa e incluso echo de menos su pánico hacia las arañas y los gritos que daba. Ayúdalo por favor. Eres mi última esperanza -. Eso se lo había dicho Molly hacía unos cuantos días junto con grandes lágrimas en los ojos.

Harry suspiró. Se levantó de la cama y se acercó a la de su novio, que lloraba en silencio, encogido como si de un feto se tratara. El azabache se sentó detrás de él y lo abrazó suave pero tiernamente. No dijo nada, pues no necesitaban palabras para comunicarse.

Ron le aceptó el abrazo y desplazó sus manos hacia las de él, que anteriormente se encontraban encogidas en su abdomen. Eso lo tranquilizó bastante, pero aún así las lágrimas seguían saliendo, y sus ojos rojos no mejoraban.

- Harry... - susurró Ron, pues le costaba hablar.

- ¿Si Ronnie? - contestó dulcemente el nombrado. Quería transmitirle toda la tranquilidad posible.

- ¿Por qué se lo tuvieron que llevar a él?

Harry titubeó durante unos segundos pero respondió lo más rápido posible.

- A ver Ronnie... Si tú vas a un jardín, ¿qué flores arrancarías? ¿Las bonitas o las feas?

- Las bonitas - contestó el pelirrojo, con voz triste.

- Exacto. Pues ha pasado igual. A Fred se lo han llevado porque era una flor bonita. Pero, tranquilo, él está en un lugar mejor. Y, aunque no te des cuenta, te está observando, siempre que quiera.

Ron sonrió levemente.

- ¿Eso significa que también nos observa cuando lo hacemos? - preguntó con un poco de burla, haciendo que el azabache se sonrojara levemente.

- Si, podría, pero... No creo que le gustara verlo. ¿A ti te gustaría ver a Ginny y a Hermione hacerlo?

Ron negó con la cabeza. No estaban de frente, pero podían notar los gestos del otro.

- Pues eso, que no creo que quiera hacerlo. Y si lo hace, pues entonces tendrá demasiadas cosas para meterse contigo cuando te reencuentres con él.

- Gracias Har - susurró, y giró su rostro para que el contrario le pudiera dar un pequeño beso en los labios.

- ¿Quieres que duerma contigo? - habló de nuevo Harry, a lo que su novio contestó rápidamente que sí.

Harry se levantó de la posición en la que estaba y se metió debajo de las sábanas con Ron. No era una cama muy espaciosa, pero no les importaba para nada tener que dormir pegados el uno al otro. Mientras, Ron se giró y abrazó a Harry por la cintura cuando se acabó de acomodar, y enterró su cabeza en el hueco de su cuello. Cualquiera que hubiera entrado en la habitación le habría parecido una muy bonita escena.

Y así fue. Molly, que se despertó por los leves sollozos de su hijo, había estado escuchando la conversación entre ellos dos, y aunque supiera que no estaba bien hacerlo, también abrió la puerta, solo por si acaso necesitaba un poco de consuelo, y, para su alegría, no hizo falta, ya que se los encontró durmiendo plácidamente acurrucados uno al lado del otro.

Sonrió y cerró la puerta de nuevo.

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Tres años ya habían pasado desde que todo aquello finalizara.

La joven pareja tenía su trabajo soñado como aurores, vivían en un apartamento en medio de Londres y visitaban a su familia todos los fines de semana.

Cualquiera diría que tenían la vida ya solucionada, pero Ron notaba que les faltaba algo para que ambos fueran felices del todo. Algo que para algunos podría ser insignificante, pero que a él le carcomía por dentro, pues, le quería pedir matrimonio a Harry Potter, a su Har, a su mitad, a su todo.

Ya tenía el anillo, y sólo esperaba que la valentía que se supone que poseía por ser un Gryffindor, hiciera el ademán de aparecer en el momento de la pedida.

En verdad, era el único de todos sus hermanos que todavía no se había casado, salvo Charlie, claro estaba, él siempre iba a ser el solterón de la familia. Incluso Ginny, su querida hermana pequeña, había consumado matrimonio con su mejor amiga la sabelotodo, Hermione Granger, hacía solo unos seis meses.

Lo único que le daba pánico era la prensa, pues tarde o temprano acabarían enterándose de que se iban a casar si Harry aceptaba, y sabiendo lo mucho que su novio odiaba ser el centro de atención por aquellos motivos, no le gustaba la idea de hacerse todavía más famoso por el hecho de casarse con un hombre, pues cuando se enteraron del noviazgo con él, salió en todos los periódicos nacionales, sufriendo fuertes críticas e insultos, tanto Harry como Ron.

Había amanecido, un nuevo día comenzaba, y por suerte para ambos, era sábado, lo que solamente significaba una cosa: ir a la madriguera a pasar el fin de semana.

El primero en despertarse, por extraño que pareciera, fue Ronald, que estaba tan sumamente nervioso por lo que tenía planeado que casi no había podido pegar ojo en toda la noche.

Pero al levantar los párpados y encontrarse de frente con Harry, que todavía dormía plácidamente, todo ese nerviosismo desapareció, y la ternura se hizo presente en el corazón del pelirrojo. Dios, lo amaba demasiado, y tenía suerte de que su amor fuera correspondido.

Sacó su mano de debajo de las sábanas lentamente para no despertarlo, y la acercó a la cara de su novio, para a continuación apartarle unos mechones rebeldes que caían despreocupadamente sobre su frente y ojos.

Pero no sirvió de nada, ya que, Harry, al notar el contacto de la mano de Ron, se despertó perezosamente, y sonrió.

- Buenos días - susurró el de ojos azules.

- ¿Qué hacías mirándome mientras duermo, acosador? - contestó el ojiverde con un poco de mofa.

- No sé, quizás es que tu belleza me deja deslumbrado - respondió el contrario sonriendo.

- Ay que tonto eres - farfulló Harry, levantándose levemente para poder darle un beso en los labios a Ron, que lo correspondió con gusto.

- ¿Sabes? - dijo Harry de nuevo, volviéndose a acomodar en la cama, pero esta vez con su cabeza en el pecho del pelirrojo -. A veces me gustaría quedarme así todo el día, sin preocupaciones, sin tener que hacer absolutamente nada...

- Harry, tenemos que ir a la madriguera - contestó Ron, recordándole sus obligaciones -. Siempre vamos, si faltamos, mamá nos va a matar.

- Anda ya, seguro que no nos echa en falta - respondió el azabache, extendiendo su brazo y casi retorciéndolo para poder tocar ese pelo pelirrojo que lo volvía loco.

- ¿Cómo no va a echar en falta a la mejor pareja de toda la familia? - contestó con burla el contrario, mientras se dejaba acariciar su cabello.

- Ronnie, porfaa - dijo suplicante Harry, girándose para mirarlo directamente, intentando poner ojos de cachorrito.

- No, no y no - se negó Ron -. Como mucho, te dejo quedarte en la cama mientras hago el desayuno.

- Me sirve - habló, y le dió otro beso antes de que Ron lo apartara y se levantara para preparar lo que acababa de decirle.

A los quince minutos Harry pudo distinguir un fuerte olor entre dulce y quemado proveniente de la cocina, que invadía cada rincón del pequeño piso en el que residían.

Se levantó y se dirigió a la cocina. Ron ya le estaba preocupando. El pelirrojo nunca había sido demasiado bueno cocinando, por mucho amor que le tuviera a la comida, pues por desgracia no había podido heredar el don de Molly en eso.

- Ronnie, amor, ¿qué has liado ahora? - preguntó con burla nada más entrar en la sala.

- Nada Har, nada - intentó responder con prisa el contrario, mientras abanicaba con un trapo una especie de pan medio negro que tenía encima de la encimera.

- ¿Has quemado el pan? - contestó riendo el azabache, mientras se acercaba a donde estaba su novio.

- Simplemente estaba intentando usar esa cosa muggle que nos regaló Hermione - protestó él.

- ¿La tostadora? - habló Harry incrédulo.

- Si, eso, la tostadora - asintió Ron con un leve sonrojo -. Creo que los aparatos muggles y yo nunca nos llevaremos demasiado bien.

Harry simplemente se volvió a reír de nuevo. Ron estaba en lo cierto. Por mucho que ahora vivieran en un piso muggle, rodeado de muggles, en una ciudad bastante muggle, no era capaz de usar las cosas sin acabar haciendo un desastre, incluso explicándoselo una vez tras otra.

- Ven, déjame, ya me encargo yo - dijo Harry, pillando otras rebanadas de pan para meterlas en la máquina y darle a la palanca a continuación -. Anda, vete preparando el café.

Poco después ya tenían todo listo y preparado.

- ¿Viste? Trabajando en equipo todo sale mejor - comentó el azabache, a la vez que cogía una de las tostadas que no habían sido calcinadas.

- ¿Mmm? - contestó el contrario, pues ya tenía la boca llena, masticando rápidamente para poder contestarle -. Ah sí, trabajo en equipo.

Harry sonrió y desayunaron en silencio, pero en un silencio cómodo, con solo sonando la radio de fondo.

Dos horas después aparecieron en la chimenea de la madriguera, y para su sorpresa, por temprano que pareciera, ya estaban todos allí reunidos.

- ¡Por fin llegan los tortolitos! - exclamó George en cuanto los vio pasar, llevándose un codazo de su esposa Angelina.

Por suerte, George ya se había recuperado casi totalmente del fallecimiento de su hermano, aunque todavía a veces le dolía, sobre todo en las fiestas como navidad o en su cumpleaños.

- Que gracioso Georgie - soltó Ron con retintín hacia su hermano, mientras buscaba a sus padres para saludarlos, a la vez que Harry se acercaba a Hermione para hacer lo mismo.

- ¡Ronnie! ¡Ya llegasteis! - se escuchó decir a Molly desde la cocina -. Hoy tardasteis más de lo habitual, ¿os pasó algo?

Eso último lo dijo mientras ponía sus manos en la cara de Ron para ver si tenía algún rasguño o algo fuera de lo normal.

- No mamá, es que a ALGUIEN se le pegaron las sábanas - ese último alguien lo recalcó para que Harry pillara la indirecta desde el salón, y de paso, toda la familia.

- Uy, pero que andarían haciendo los tortolitos - comentó ahora Ginny, siguiendo la burla de su hermano, y llevándose también un codazo, pero por parte de Hermione.

- Quemar tostadas - respondió el azabache, a la vez que Ron volvía al salón acompañado de su madre, y éste, al oír eso por parte de su pareja, abrió la boca y la cerró varias veces seguidas, intentando formular una excusa.

Harry sonrió y se cruzó de brazos, y caminó hasta el pelirrojo quedando de frente con él. Una situación un poco cómica, ya que Ron era más alto que el ojiverde.

- ¿Qué pasa Weasley? - dijo amenazante Harry -. ¿No querías que tu familia se enterara de tu sucio secreto? ¿Que no sabes usar una tostadora?

- No me das miedo Potter - respondió él con el mismo tono de voz, y ambos se quedaron viendo a los ojos el uno al otro, aunque se podía ver en sus miradas que en vez de odio y desafío lo único que expulsaban era amor y ternura.

- Ya basta, me va a dar diabetes - dijo Bill cortando la escenita, porque ambos jóvenes estaban a escasos segundos de comerse la boca. Fleur le dio también un codazo a él.

- Exagerado - reclamó Ron.

Ya había pasado la hora de la comida y era casi la hora del té. Todos estaban en el salón, hablando de cualquier chorrada y recordando viejas anécdotas de Hogwarts, aunque siempre evitando los temas de la guerra, Voldemort y Fred. No les gustaba hablar de ello, no les traía buenos recuerdos.

- Que alguien me ayude a poner la mesa por favor - pidió Molly desde la cocina, pues Arthur y ella estaban liados preparando todo para todos. Eran demasiadas personas en la casa.

Harry automáticamente se puso de voluntario, y en unos diez minutos ya estaba todo preparado de nuevo.

Ron estaba muy nervioso, demasiado. Iba a proponerle matrimonio a su querido novio delante de toda su familia, y realmente pensaba si había sido buena idea.

Suspiró frenéticamente, y su madre lo miró extrañada. Supuso que se olería algo. A fin de cuentas era Molly. Ella lo sabía todo. Y si no lo sabía, se acabaría enterando.

Esperó a que todos se sentaran alrededor de la mesa, salvo él. El pelirrojo simplemente se acercó, pilló la cucharilla de la taza de té que le pertenecía y, con una rapidez impresionante, se arrodilló frente a Harry.

Hermione al ver la escena escupió su té, y toda la mesa la observó contrariada, aunque a la vez, todos miraron asombrados, con una mezcla de impresión y susto en sus rostros a la pareja. No se esperaban que Ron, Ronald Bilius Weasley, le fuera a pedir matrimonio a Harry en ese mismo momento, en ese mismo instante.

Sacó el anillo, que lo tenía guardado en el bolsillo izquierdo de su pantalón, y lo puso en la cucharilla, como si fuera una ofrenda única y exclusivamente para su novio.

- Harry James Potter - comenzó a decir. Gracias a dios su Gryffindor había salido en su ayuda, pero el del azabache no parecía estar presente, pues solamente lo miraba con los ojos llorosos de alegría -. Tengo tantas emociones intensas en mi cabeza y en mi corazón que, lo único que me hace ordenarlas es poder mirarte a los ojos. Y, aunque no lo parezca, sigo sorprendido de lo que tú llegaste a hacer en mi interior desde el día en el que nos conocimos en aquel tren dirección a Hogwarts. Me hiciste sentirme extraño, confuso, loco, durante años. No entendía por qué aquel chico que decía ser mi mejor amigo me hacía sentir de esa manera. Hasta que me besaste. Esos dulces labios me acabaron de ayudar a encajar todas las piezas del puzle que estabas armando a mi alrededor, en ese en el que la imagen final eran dos chicos juntos, casualmente con sus cabelleras de color negro y pelirrojo. Nuestro amor no pudo ser tranquilo, pero nunca me quejé. Esa urgencia y pasión que me haces sentir cada vez que estoy a tu lado me definen como persona, y quizás también me han llevado a acabar ahora mismo aquí confesándotelo todo. Dicen que algo como esto solo se nota una vez en la vida, y, aunque lo hayamos probado con mil y una pociones, no lo siento real. Pero, si se supone que estamos en un cuento de hadas, porque es lo que a mí me parece estar contigo, sólo te tengo una pregunta para poder confirmarlo del todo. Harry... ¿Quieres casarte conmigo?

- ¡Sí! ¡Claro que sí bobo! ¡Acepto! - exclamó el azabache tirándose a sus brazos, haciendo que ambos cayeran al suelo de espaldas.

Todos los presentes aplaudieron y los felicitaron, aunque ellos no les estuvieran haciendo caso, ya que se encontraban dándose pequeños besos y diciéndose lo mucho que se amaban y se querían.

Cuando se volvieron a sentar en la mesa, Harry miró con determinación el anillo que ahora los mantenía como prometidos. Aparentaba ser sumamente costoso, con unas pequeñísimas piedras verdes que destacaban gracias a la plata de la joya.

- ¿Cómo lo has conseguido? Seguro que fue carísimo - susurró el azabache a su ahora prometido.

- Llevaba mucho tiempo ahorrando Har, no te preocupes - respondió el pelirrojo, depositando un pequeño beso en la mejilla del contrario.

Molly no se podía aguantar la emoción que sentía, igual que Arthur. Ahora todos sus hijos estaban casados. Bueno, menos Charlie. Pero Charlie era Charlie.

- Hermione, ¿no tienes nada que decir de tu preciosa reacción? - comentó Ginny burlesca.

- Yo no tengo por qué dar explicaciones - respondió ella cruzándose de brazos, aunque al segundo volvió a abrir la boca -. ¡Es que no me lo creo! ¡Me llegan a decir el primer día en el tren que el niño que se compró el carrito y el que lo acompañaba que iban a ser mis mejores amigos, mi futura familia y que se iban a casar y me reía en su cara!

Todos los presentes se rieron por el comentario de la castaña, dando paso a un ambiente agradable y totalmente familiar.

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Hoy era el gran día.

Tanto Harry como Ron estaban sumamente nerviosos. Es más, eran incapaces de sostener un vaso de agua sin que temblara de lo poco inestable que tenían el pulso.

La boda se iba a celebrar en la madriguera, con lo que Ron se encontraba en su antigua habitación y Harry en la de Ginny.

- ¿Y si en verdad no me quiere? ¿Y si me dice que no delante de todo el mundo? - preguntaba el azabache a su mejor amiga mientras se terminaba de preparar.

- Oh cállate Potter - soltó Hermione ya harta de las estúpidas inseguridades de su amigo -. Mírame -. Le cogió el rostro con las dos manos para obligarlo que la mirara a la cara -. Te ama con toda su alma, si algo te llega a pasar, sé que no duraría ni un segundo en ir en tu rescate, así que, NO te va decir que no delante de todos y SÍ que te quiere. ¿Entendido?

Harry asintió levemente y abrazó a Hermione, algo más tranquilo por las palabras de ella.

- ¡Es que no me lo creo! Mi hermanito el gay se va a casar - sonrió Ginny a la vez que se ponía de puntillas para retocar el pelo de Ron.

- Ginny no estoy para bromas - resopló Ron, consiguiendo que se movieran un par de mechones que le caían rebeldemente por el rostro.

- Perdón, perdón, mi hermanito el bisexual - volvió a decir con una cara que era de todo menos seria.

- Ginny...

- ¿Quién te lo iba a decir cuando estabas con Lavender?

- ¡Ginny!

- O cuando estabas obcecado diciendo que eras hetero. ¡Ni tu mismo te lo creías!

- ¡Ginny por favor! - saltó Ron ya algo molesto -. ¿Por qué tienes que recordarme todo esto el día de mi boda?

- Para que te replantees de una vez como es que te ha dado por casarte con el niño que vivió y venció.

- Dios como te odio.

- Y para que te replantees eso de querer llevar el apellido Potter.

- ¿Qué problema tienes con eso? Tú ahora eres una Granger.

- Pero porque sino se pierde el legado - se excusó ella.

- Pues es lo mismo con Harry.

- No es lo mismo.

- Si es lo mismo. Además, ¡tenemos otros cuatro hermanos! Ya va a haber suficientes Weasleys por ahí.

- Bueno, te lo compro - sonrió la pelirroja a su hermano -. Ahora dame un abrazo hermanito.

El nombrado sonrió y se fundió con su hermana en un abrazo, a la vez que pensaba en las palabras que le había dicho ella... ¿Cuál hubiera sido su reacción cuando estaba en Hogwarts el primer año si le llegaban a decir que se iba a casar con el niño que vivió? Se hubiera reído en su cara y sin duda hubiera preguntado si se trataba de una broma de los gemelos.

- ¡Ronald casi Potter Weasley y Ginevra Granger Weasley! - gritó Molly desde abajo -. ¿Vais a salir de una vez o voy a tener que arrastraros fuera de la habitación?

Los hermanos se rieron por lo bajo y se dirigieron a donde se encontraba su progenitora.

La ceremonia se celebraba en el jardín, en una carpa que habían instalado por si acaso las condiciones meteorológicas no eran las más adecuadas, aunque se suponía que iba a hacer buen tiempo.

Todos estaban ya sentados y listos cuando entró Ron acompañado de su madre, y se posicionó allí, al lado del ministro de magia que los uniría en matrimonio.

Poco después entró Harry, que lo llevaba Hermione, sujetándole del brazo. Ron no sabía si era para que no se escapara o para que el azabache se pudiera mantener en pie, pero en el momento en el que lo vio, se quedó aturdido de la belleza y felicidad que irradiaba. Su cara era todo un poema.

Cuando Harry llegó a donde estaba su prometido, lo miró con los mismos ojos que el pelirrojo. ¿Cómo era capaz de verse tan guapo? Ese traje negro a juego con el suyo, la corbata verde para reflejar los ojos del azabache, su cabellera naranja que destacaba con más brillo que nunca... Para Harry, todo de Ron era perfecto. Ron era perfecto.

Una voz los interrumpió de sus pensamientos, aunque tampoco le hicieron mucho caso. Era el ministro hablando.

- Bienvenidos a todos a este maravillosa celebración - empezó a decir el mayor -. El día de hoy estamos aquí reunidos para juntar a estas dos almas gemelas en santo matrimonio. Ellos han tenido que sufrir mucho para llegar hasta aquí, pero pudieron lograr su objetivo...

Él seguía hablando, pero ellos no le prestaban atención. Mirar a los ojos al otro requería todo su esfuerzo, y no podían hacer otra cosa a la vez. Pensaban. Pensaban en todos los momentos que habían vivido juntos, desde aquel día en el expreso de Hogwarts donde se conocieron, hasta hoy. Recordaban su primera interacción, su primer beso, su primer te quiero, su primera vez. Todo. De vuelta, el ministro los sacó de sus pensamientos.

- Ahora, por favor, tómense de las manos y presten atención - comentó, y ellos hicieron lo que les pidió. El roce de sus palmas se sintió como una pequeña descarga de electricidad entre ellos, lo que hizo que se sonrieran aún más.

- Harry James Potter Evans - dijo, con seriedad - ¿quieres recibir a Ronald Bilius Weasley Prewett como esposo, además de prometer serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

- Sí quiero - respondió Harry lenta y pausadamente, ganándose una mirada de Ron.

- Y tú, Ronald Bilius Weasley Prewett - siguió el ministro dirigiendo la cabeza hacia el nombrado - ¿quieres recibir a Harry James Potter Evans como esposo, además de prometer serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

- Sí quiero - contestó Ron, consiguiendo que toda su familia, que se encontraba en la primera fila, lo mirara con ternura.

- Bien, entonces, traigan los anillos.

El pequeño Teddy apareció con los anillos en un pequeño cojín, y con mucho cuidado, los ofreció delante de los dos enamorados, que se agacharon para coger uno cada uno.

- Ron Weasley. Recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad hacia ti - habló el azabache, colocando el anillo en el dedo del pelirrojo.

- Harry Potter. Recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad hacia ti - contestó el pelirrojo, colocando el anillo en el dedo del azabache como había hecho con él anteriormente.

- Entonces, sin nadie que se oponga a esta boda y a este matrimonio, doy paso a la recta final. Harry, Ronald, podéis besaros.

Los nombrados sonrieron, y se juntaron, para sumirse en un beso lento y agradable que lo único que transmitía era amor y felicidad. Ron agarró la cintura de Harry, y este subió sus manos a la nuca del contrario, a la vez que todos los invitados aplaudían y lanzaban pequeñas chispas de colores de sus varitas.

Al día siguiente, apareció en la portada del Profeta la exclusiva de su boda. No sabían como se habían hecho con la foto, pero tampoco les importó demasiado. Estaban en su propia burbuja.

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Era casi imposible que el tiempo pasara tan rápido, o eso quería pensar Ron mientras cruzaban de nuevo la pared para aparecer en la estación nueve y tres cuartos en King Cross.

Ya no iban a tener a ninguno de sus hijos correteando por la casa, haciendo preguntas tontas o pillándolos en momento algo incómodos, pues hoy, la hija menor de ambos, Lily Luna Potter Weasley, se iba a Hogwarts para estudiar su primer año.

Llevaban ya un rato andando por el andén cuando por fin distinguieron entre las personas a un grupo de cabelleras pelirrojas y castañas. Allí se encontraba su numerosa familia.

Nada más acercarse a ellos James se fue con Fred II, a la vez que Albus saludó a su prima Rose, aunque también buscaba con disimulo a cierto rubio. Ron no se creía eso de que solamente eran amigos Scorpius Malfoy y su hijo, Albus Severus. Sabía que había algo más entre ellos, aunque quizás todavía no había tenido tiempo de florecer.

Empezaron Harry y él una agradable charla con Ginny y Hermione, que también estaban algo nostálgicas porque sus pequeños, Rose y Hugo, partían hacia la escuela. Les pasaba lo mismo todos los años. Saludaron también a George, que también estaba algo nostálgico. En verdad, a todos les sucedía igual.

- Vaya, vaya, los señores Potter ya están aquí - una voz fría les recorrió la espalda, pero simplemente sonrieron y se giraron para verle. No era nada más ni nada menos que Draco Malfoy.

Ya no le tenían ni le guardaban rencor u odio, ahora eran amigos. Y gran parte de eso se le podía agradecer a su hijo mediano, el que era una viva copia de Harry, que por casualidades de la vida acabó en Slytherin y Scorpius, el hijo de Draco, se convirtió en su mejor amigo.

- Malfoy, que sorpresa - saludó Harry, dándole un pequeño abrazo al rubio, que el contrario correspondía. Ron hizo lo mismo, y saludaron de la misma manera a Astoria.

Aunque también era cierto, después de tantos años, se seguían llamando por el apellido la gran mayoría de veces.

- ¿Entonces hoy empieza Lily su primer año? - comentó Astoria mientras observaba a la pequeña cerca de su tío George, tirando de su mano.

- Sí - suspiró Ron -. El tiempo pasa muy rápido.

- ¿Cuánto apostáis a que acaba en Slytherin? - sonrió Draco burlesco, llevándose un codazo de su esposa.

- Ja, ja, que gracioso - siseó Harry -. Albus ya es demasiado, no necesitamos otro Slytherin en casa.

- ¿Nos estás discriminando papá? - soltó Albus apareciendo por la espalda, fingiendo indignación, y haciendo que se llevara un susto el mayor.

- Al, si sigues así me vas a matar de un susto - contestó él colocándose las gafas.

- Quien lo diría, el gran Harry Potter asustado por su hijo - bromeó Ron, mientras le revolvía el pelo a su esposo.

- Nadie de mi familia me comprende Scorpius. Esto de ser el único Slytherin me afecta mentalmente. Voy a tener que mudarme con vosotros - volvió a hablar Albus, agregando un dramatismo que no necesario.

- Me gusta la idea - soltó Draco sonriendo, llevándose una mirada de odio por parte del pelirrojo.

- ¡Hey enano! ¡Deja de darle al pico y vente! - gritó James desde la lejanía, haciéndole gestos a su hermano.

- ¡Enano tu madre! - respondió el nombrado.

- ¡No tengo madre listillo! - contestó de nuevo James con superioridad.

- ¡James Sirius! ¡Esa no es manera de hablarle a tu hermano! Y tú Albus, ¡esa no es manera de contestarle! - riñó Harry a sus dos hijos, pero de poco les sirvió, pues ya se alejaban en dirección al expreso.

Poco después este arrancó, dejando atrás la estación, donde los padres de los chiquillos miraban con nostalgia el tren, pensando que hacía no tanto eran ellos los que se dirigían en él hasta el castillo.

- ¡Harry! ¡Nos llegó una carta de Lily! - exclamó con nerviosismo el pelirrojo dos días después de la partida de la pequeña -. ¡Debe de decir para qué casa la seleccionaron!

- ¡Voy! - gritó el azabache desde la otra punta de la casa, mientras bajaba torpemente las escaleras casi haciendo que chocase contra el suelo en el camino.

Cuando Harry llegó al lado de Ron, él ya la estaba leyendo con detenimiento, como si le fuera la vida en ello.

- Vale, parece ser que James y Fred ya la liaron y McGonagall los castigó, Albus y Scorpius andan demasiado juntos como para ser solo amigos - enumeró -. Y... ¡La seleccionaron para Gryffindor!

Harry sonrió. Otra Gryffindor en la familia. Estaba orgulloso. Bueno, en verdad estaba orgulloso de todos sus hijos. Los amaba a los tres por igual.

- Creo que vamos a tener nuevo integrante en la familia muy pronto - murmuró, como si lo dijera hacia sí, pero lo suficientemente alto como para que lo escuchara el pelirrojo.

- ¿Te refieres por Al? Ya me estoy mentalizando, pero cuesta, te lo aseguro - le contestó Ron, a la vez que se sentaba en el sofá.

- ¿Te cuesta pensar que los Malfoy se unirán a los Potter-Weasley?

- Me cuesta pensar que nuestro pequeño ya no es tan pequeño.

- ¿Sólo eso?

- Y en que quizás Draco nos intente matar cuando se entere.

- Na, seguro que él ya se dio cuenta. Es Draco.

Ron sonrió, y se inclinó hacia delante para darle un pequeño beso en la frente a su esposo.

- Dime señor Potter - empezó el pelirrojo -. ¿Qué se siente ser el esposo del hombre más guapo y perfecto del mundo mágico?

- Ronnie - susurró él.

- Señor Potter o... ¿Señor Weasley? Porque si no me equivoco, ese era el apellido de soltero de su marido, ¿cierto?

- Ronnie.

- Y... ¿Hace cuánto que no tienen los señores Potter una noche para ellos solos?

- ¡Ronnie! - exclamó el azabache con las orejas como tomates, pero en un segundo su cara se tornó pícara -. Un momento, ¿cómo nos has llamado?

- Señores Potter - contestó Ron acercándose peligrosamente a su pareja.

- ¿Entonces tú eres? - siguió Harry, mientras pasaba la palma de la mano por el pecho cubierto de Ron.

- El señor Potter. Ronald Potter para ser más exactos - susurró el pelirrojo en la oreja del contrario.

- Pues señor Ronald Potter. Ven aquí y hazme tuyo - respondió Harry, y unió sus labios con los de él.