Wayne's en Hogwarts y El Torneo de la Muerte

Harry Potter - J. K. Rowling Batman (Comics) Young Justice (Cartoon)
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Wayne's en Hogwarts y El Torneo de la Muerte
Summary
Draco había estado eufórico ante la llegada de su hermanita, aún más cuando él y sus amigos pudieron ir al mundial de quidditch, pero… ¿Por qué la gente corre? ¿Qué es eso en el cielo? ¿Por qué Jason y Dick están peleando? ¿Qué Caliz? Y… ¿Por qué Draco persigue a Cedric por todo el castillo?Un mundial, un torneo y mucha mala suerte.Cuarto año, es la regla de que: cuando lo hay todo para que algo salga mal, definitivamente saldrá mal.
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Wally West y el Artde de Rresolver Desastres Ajenos

Harry era una bomba de tiempo, una verdad que todos conocían, incluso aquellos que solo habían intercambiado un par de palabras con él. 

 

—Viejo, cálmate. Si sigues así, vas a ganarte otro castigo de McGonagall —advirtió Ron, con una mezcla de cansancio y preocupación. 

 

El comentario, lejos de aplacar a Harry, solo avivó su irritación. Sin molestarse en dirigirle siquiera una mirada a su mejor amigo, sus ojos seguían fijos en la mesa de Slytherin. Allí, Draco Malfoy, ajeno a la tormenta que se gestaba en la mente del ojiverde, leía un libro con su característica elegancia mientras anotaba algo en un pergamino. Pansy Parkinson, sentada a su lado, intentaba con insistencia que comiera algo más que fruta, una escena trivial que, inexplicablemente, hacía hervir la sangre de Harry. 

Pero lo peor llegó cuando Jason Todd, ese insolente Gryffindor que parecía moverse entre casas como si todas fueran suyas, le arrebató la pluma de la mano a Draco. Con la misma confianza, le empujó una tostada con mermelada, obligándolo a comer. La sonrisa que Draco le dedicó a Jason fue la chispa que encendió el estallido interno de Harry. 

Sin darse cuenta, una copa de jugo de calabaza explotó frente a él, derramando el líquido ámbar por toda la mesa de Gryffindor. 

 

—¡Harry! —Hermione dio un respingo, mirando la copa rota y luego a su amigo, como si intentara adivinar si ese arranque había sido intencional. 

 

Harry apretó los dientes. Sabía que no podía seguir así. Si no hacía algo pronto, iba a terminar perdiendo la cabeza, y con ella, cualquier posibilidad de mantener la compostura. 

Con una determinación que apenas reconocía en sí mismo, Harry tomó una decisión. Ya era hora de pedir ayuda.

No era algo que hiciera con facilidad. Pedir ayuda no estaba en su naturaleza, no después de años en los que sus súplicas cayeron en oídos sordos o, peor aún, fueron atendidas solo a medias, dejando problemas con resoluciones a medias. Harry había aprendido a guardarse las cosas, a lidiar con ellas como pudiera, porque confiar en alguien era un lujo que rara vez podía permitirse. 

Pero esta vez era diferente. No podía seguir así. Sentía que algo en su interior estaba al borde de romperse, y aunque detestaba admitirlo, sabía que necesitaba orientación, aunque fuera la más mínima pista de cómo manejar lo que sentía. 

Sorprendentemente, su reciente castigo con McGonagall, que en cualquier otra circunstancia habría considerado una pérdida de tiempo, le había dejado algo útil: una pista. Roy Harper había mencionado a alguien de forma indirecta mientras ambos arreglaban el desastre de Harry en la sala común. 

Ahora, mientras se movía por los pasillos, esquivando estudiantes que regresaban del almuerzo, revisando el mapa, buscando a una persona en específico.

 

—¿Dónde estás, Wallace West? 

 

Wallace, conocido por todos como Wally, no era el tipo de persona que Harry habría buscado en otras circunstancias. Pero Wally tenía algo que Harry reconocía, aunque no lo admitiera en voz alta; ese temple único para entrar en el entorno de los Wayne y no ser sacado del medio en el proceso era algo que sin duda era digno de admirar.

Encontrar a Wally había sido la parte fácil; lo realmente complicado era lograr que estuviera solo, ya que parecía una sombra inseparable de Dick. No fue hasta el día previo al baile que Harry finalmente consiguió acercarse al pelirrojo sin la presencia del mayor de los Wayne. La oportunidad era perfecta, aunque el nerviosismo lo hacía sentir como si tuviera plomo en los pies.

 

—Wally West. —Harry llamó con voz algo temblorosa al ver al pelirrojo a solas. —¿Puedo hablar contigo un momento? 

 

Wally se giró hacia él con su característica sonrisa despreocupada. 

 

—Claro, aunque no entiendo por qué un estudiante de cuarto año querría hablar conmigo. Según tengo entendido, tus problemas académicos llegarán el próximo curso. —respondió con un tono ligero, como si intentara bromear. 

 

Harry respiró hondo, intentando mantener la compostura. 

 

—No es algo académico. —aclaró, esforzándose por sonar claro. —Me peleé con Draco. Aunque supongo que ya lo sabes. 

 

La sonrisa de Wally se amplió un poco, aunque sus ojos brillaron con una chispa de curiosidad. 

 

—¿Te refieres a la pelea? ¿A la razón de la pelea? ¿O al hecho de que eres, oficialmente, una de las personas menos queridas por los Wayne? —respondió con un tono juguetón, pero no cruel. —Algo escuché, claro. Quiero decir, todos en Gryffindor saben que te peleaste con Draco. Y bueno, Draco se quejó de ti con Jason, luego Jason se quejó de Draco con Dick, y ahí estaba yo, invisible para ambos como de costumbre. 

Harry frunció el ceño, incapaz de contener su frustración.

 

 —¿Cómo lo soportas? —preguntó, exasperado. —¿Cómo aguantas ser constantemente relegado? 

 

Wally alzó una ceja y lo miró fijamente, como si Harry acabara de decir algo especialmente absurdo. 

 

—¿Relegado? Yo no soy relegado, y francamente, tú tampoco. —respondió con firmeza, aunque su tono seguía siendo amable. —Creo que empiezo a entender por qué quieres hablar conmigo, pero me estás dando señales muy confusas. —añadió, cruzándose de brazos. —¿Vienes a quejarte de ellos o realmente quieres arreglar las cosas con Draco?

 

Harry respiró profundamente, esforzándose por contener su frustración y su habitual mal humor. Finalmente, respondió con firmeza:
—Quiero arreglar las cosas con Draco.

 

Wally asintió, adoptando un tono más serio pero manteniendo la amabilidad.


—Bien. Entonces, empecemos desde el principio. Quiero escuchar tu versión de lo que pasó. Más o menos sé cómo Jason lo contó, pero quiero entender qué te llevó a montarle una escena por la primera prueba del torneo.

 

Harry bajó la mirada por un momento, incómodo, antes de comenzar a hablar con honestidad.


—Realmente no sé cómo llegué a este punto. Últimamente siempre estoy al borde de mi paciencia y, cuando exploto, parece que lo hago en los peores momentos. Ese día... —vaciló, su voz disminuyendo, pero luego continuó con más decisión— iba a invitar a Draco al baile.

 

Wally alzó una ceja, sorprendido pero sin interrumpir.

 

—Quería que fuera conmigo, pero entonces mencionó a Diggory, y claro, siempre está con Jason, como siempre ha sido desde primer año. Y sé que eso es normal, lo entiendo, pero algo dentro de mí simplemente explotó. —Harry frunció el ceño, tratando de ordenar sus pensamientos.

—¿Y qué pasó? —preguntó Wally, genuinamente interesado.

—Le eché en cara que parecía que ayudaba más a Jason que a mí. Le dije que seguro Jason ganaría, que él siempre lo priorizaba... —Harry apretó los puños, como si al recordarlo volviera a sentir el peso de su error. —Simplemente estallé y, bueno, ahora no hablamos.

 

Wally observó a Harry con una mezcla de compasión y juicio, pero no dijo nada, dejando que terminara.

 

—Y soy un completo idiota. —admitió Harry, dejándose caer en una banca cercana mientras se llevaba una mano al cabello, despeinándolo más de lo habitual. —Draco resolvió el problema del huevo por mí, y yo solo me quejé de que siempre ayudaba más a Jason. No lo agradecí. Ni siquiera me di cuenta en ese momento. Solo... Me quejé.

 

El silencio que siguió fue breve, pero suficiente para que el peso de sus palabras cayera sobre ambos.

 

—Bueno… Para empezar, es un buen paso que reconozcas tus errores. —Wally comenzó con un tono tranquilo pero firme, apoyándose en la pared con los brazos cruzados. —Es válido que te sientas frustrado, Harry, pero lo que no es válido es que decidas descargar esa frustración en alguien más. Quiero que pienses en esto: ¿Cómo crees que se sintió Draco cuando le soltaste todo eso? 

Harry desvió la mirada, sus hombros hundiéndose ligeramente bajo el peso de la culpa. 

 

—Es que no lo sé... Lo he arruinado tanto que no veo una salida. —Admitió, su voz cargada de frustración y tristeza. —Draco no quiere verme. De hecho, estoy empezando a pensar que ha vuelto a odiarme. Quiero decir... —Se giró un poco, señalando un botón que colgaba en la parte interna de su bolso. El objeto llevaba un mensaje que decía “Potter apesta”. —Estas cosas no se hacen solas, y no necesito ser un genio para saber que fue idea suya. 

 

Wally arqueó una ceja, intentando mantener la compostura.

 

—¿Y no te molestan esos botones? —preguntó, aunque le costaba ocultar una sonrisa que amenazaba con asomarse. —¿Por qué llevas uno?

 

Harry suspiró, pasándose una mano por el cabello con frustración. 

 

—No, bueno, sí, un poco. Pero es que... —Su tono se suavizó, y una pizca de nostalgia asomó en su voz. —Draco se veía muy contento mientras los repartía por los pasillos hace unos días. Y... últimamente no lo he visto sonreír mucho, parece estresado. 

 

Wally lo miró por un momento, evaluando la situación. Algo en la expresión de Harry, tan cargada de arrepentimiento, le recordó a sus propios días complicados intentando acercarse a Dick. Recordó las bromas, los rechazos disfrazados de burlas y cómo, a veces, parecía que el mayor de los Wayne disfrutaba haciendo de su vida un caos, siempre con una sonrisa traviesa. 

Por un instante, el pelirrojo sintió una extraña mezcla de nostalgia y simpatía. Esa línea borrosa entre soportar las pullas de alguien y, al mismo tiempo, sentirse agradecido por esas pequeñas muestras de atención. Quizás Harry no lo entendía del todo, pero Draco todavía estaba hablando su idioma, aunque fuera con botones sarcásticos y desplantes exagerados. 

 

—Déjame ver si entiendo bien... —empezó Wally, con un destello de incredulidad en su voz. —Te preocupa que Draco te odie, pero también te das cuenta de que estaba genuinamente feliz al burlarse de ti con esos botones. ¿No te parece curioso? 

 

Harry alzó la vista, algo confundido por el comentario. 

 

—¿Qué quieres decir? 

 

Wally esbozó una sonrisa enigmática, como si estuviera disfrutando de un chiste interno. 

 

—Solo digo que si alguien realmente te odiara, no se molestaría en hacer algo tan elaborado solo para fastidiarte. Quizás no estás tan perdido como crees. 

 

Harry y Wally hablaron toda la tarde, Harry estaba gratamente sorprendido de que, por primera vez en algún tiempo, alguien realmente lo escuchara sin juzgarlo  o intentar hacerlo desistir de sus sentimientos. Wally, por su parte, realmente comprendía un poco al chico,  aunque se sentía un poco culpable al no poder ayudarlo con nada más que escucharle y darle uno que otro consejo.

 

—Draco no irá al baile. —Mencionó Wally, calmado. —Pero el hecho de que él no vaya no significa que no va a enterarse de si fuiste o no con alguien más, recuerda que aquí los chismes no corren, sino que vuelan.

—Gracias. —Agradeció Harry el ya tener una idea de cómo debía proseguir con Draco.

—Tranquilo. —Dijo Wally levantándose del piso para irse, cuando recordó algo. —Deberías empezar a cuidarte las espaldas, Damian y Tim son peligrosos, créeme, lo sé por experiencia. No importa que creas que justo ahora se llevan mal; ellos aún pueden hacer treguas para ir en tu contra. Lamento no poder ayudarte más, me temo que tu vida será mucho más complicada a partir de ahora.

 

Harry tomó esas palabras como un apoyo genuino, sin darse cuenta de que, en realidad, para Wally también eran una forma de aliviar su propia conciencia. Porque unos días después, cuando Dick finalmente accedió a tomarse un respiro de su agotadora y casi fructífera búsqueda de un objeto maldito, terminó saliendo con Wally a Hogsmeade. 

Sentados en Las Tres Escobas, con dos cervezas de mantequilla frente a ellos, Wally miró a Dick, notando el ligero cansancio en sus facciones. 

 

—¿Semana pesada? —preguntó, dándole un sorbo a su bebida. —Debe ser complicado entre la búsqueda y los TIMOS. 

 

Dick suspiró y giró el tarro entre sus manos. 

 

—Sí, bueno, he tenido que reorganizar mis prioridades. —respondió con calma. —Lo más urgente ahora es encontrar lo que me pidieron, aprobar los TIMOS y descubrir quién puso el nombre de Jay en el Cáliz. Aunque bueno, mi padre ya está en eso. 

 

Wally levantó una ceja. 

 

—¿Y cómo va la búsqueda? ¿Alguna pista? 

—Sí. —Dick sonrió de lado, con ese aire enigmático que usaba cuando no quería revelar demasiado. —He hablado con algunos fantasmas y estoy cerca de conseguirlo. 

 

Wally rodó los ojos con diversión. A estas alturas, ya estaba acostumbrado a las respuestas crípticas de Dick. 

 

—Bueno, al menos me alegra saber que estás cerca de quitarte un peso de encima. —dijo, apoyando los codos sobre la mesa y dándole otro sorbo a su cerveza. 

 

Dick solo sonrió de lado antes de cambiar de tema, como si la conversación anterior no hubiera sido sobre algo potencialmente peligroso.

Tomó un sorbo de su cerveza de mantequilla y echó un vistazo a su alrededor. El Baile de Navidad ya era cosa del pasado, reducido ahora a chismes murmurados en los pasillos y a los siempre escandalosos titulares de El Profeta y El Planeta.

A pocos parecía importarles la noticia de cierta directora de cierto colegio francés compartiendo momentos sospechosamente cercanos con cierto guardabosques británico. En realidad, la gran primera plana de El Planeta fue la evidente falta de “profecionalismo” por parte de los dos campeones de Hogwarts: uno apareció sin pareja, y el otro… ni siquiera se presentó.

Dick dejó su tarro sobre la mesa y, con un tono casual, comentó:

—¿Sabes de qué me di cuenta? Jay y Roy han vuelto a llevarse bien. Pensé que Jason tardaría más en dejar de estar molesto.

 

Wally se encogió de hombros.

 

—No puede estar enojado toda su vida. Además… en parte fue tu culpa.

Dick entrecerró los ojos, mirándolo con una expresión peligrosa. Wally, con el instinto de supervivencia bien desarrollado, decidió redirigir la conversación antes de que el resentimiento de Dick se enfocara en él.

 

—¿Te acuerdas de Harry Potter? —preguntó con fingida inocencia.

 

Dick soltó una risa seca.

 

—¿El niño que vivió? Sí, Walls, lo conozco. Aunque no estamos en muy buenos términos ahora mismo.

—Y no lo estarán en un futuro cercano. —murmuró Wally, lo suficientemente bajo como para que pareciera un pensamiento en voz alta, pero lo bastante claro para que Dick lo escuchara.

 

El Ravenclaw alzó una ceja, claramente intrigado.

 

—¿Por qué lo dices?

—Porque sé de buena fuente que busca convertirse en algo parecido a un cuñado tuyo.

 

Dick parpadeó. No tenía que ser un genio para sumar dos más dos.

 

—No puedo decir que estoy sorprendido. —musitó con voz amarga. —¿Qué tan seguro estás? 

 

Wally se apoyó en la mesa con una sonrisa traviesa.

 

—Bueno, como sabes, soy prefecto de Gryffindor y la gente suele venir a mí por temas de los TIMOS, permisos y esas cosas. Al principio, pensé que Potter se me había acercado por eso… pero no. Vino a preguntarme por Draco. Buscaba consejos sobre cómo hacer que lo perdonara.

 

Dick exhaló lentamente antes de vaciar su tarro de un solo trago.

 

—Espero sinceramente que lo hayas saboteado.

 

Wally rodó los ojos.

 

—No es un mal chico, lo sabes.

—Eso no cambia el hecho de que es un idiota. —replicó Dick con dureza.

—Está lidiando con mucho.

—Todos estamos lidiando con mucho. —contrarrestó Dick, cruzándose de brazos. —Eso no es excusa para comportarse como un imbécil.

 

El descontento de Dick hacia Harry era evidente, casi tangible. Cualquiera podría jurar que no era solo cosa suya; los Wayne y los Malfoy estaban hundidos hasta el cuello en problemas, problemas que claramente superaban las capacidades de cualquier adolescente. Como si no fuera suficiente, los conflictos personales de sus hermanos añadían más peso a la carga, como el último clavo en un ataúd ya sellado. Y en medio de todo, Harry Potter no era más que una piedra en el zapato, una variable demasiado peligrosa en una ecuación que ya bordeaba el desastre y que para colmo de los males de Dick este estaba intentando conseguirse un lugar al lado de uno de sus hermanos.

Al final del día, Wally apareció con una selección de dulces y una confianza inquebrantable en que las cosas, de alguna manera, terminarían por resolverse. Después de todo, después de los últimos años, ¿cómo podría ser peor el futuro?

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