
Secretos y Dragones
Si le preguntara a cualquier persona en Hogwarts quién era el estudiante más amable, la gran mayoría respondería sin dudar que era Richard Grayson Wayne. Un Ravenclaw ejemplar, conocido por su inteligencia, encanto y disposición para ayudar a los demás. Su sonrisa iluminaba pasillos, y su actitud lo hacía destacar. Sin embargo, pocos sabían que esa misma sonrisa se desvanecería como un espejismo cuando se encontraba en reuniones de conspiración o discusiones estratégicas. En esos momentos, Dick se transformaba: el niño amable daba paso a un estratega implacable, sarcástico y con un enfoque que intimidaba incluso a los más valientes. La transición era tan drástica que cualquiera que lo viera en ambas facetas podría dudar si eran la misma persona.
—No sabía que los Malfoy tenían una propiedad en Hogsmeade —dijo Dick, sus ojos azules escaneando con curiosidad cada detalle de la villa que se alzaba ante él. Era una construcción elegante, discreta y claramente de una opulencia que solo los Malfoy podían permitirse. Cada ladrillo y cada detalle hablaban de perfección y planeación. Su tono llevaba implícito un asombro sincero—. Para ser honesto, ni siquiera sabía que existía una casa así cerca del castillo.
Narcissa Malfoy, siempre impecable y con un aire de gracia inalcanzable, se detuvo para mirarlo antes de responder con una voz suave, pero cargada de significado.
—La mandé a construir cuando estaba embarazada de Draco. No podía soportar la idea de estar lejos de él si no podía adaptarme a la distancia entre el castillo y Malfoy Manor. Mi plan era mudarme aquí para verlo con más frecuencia. —Un destello de nostalgia cruzó su rostro, apenas perceptible para cualquiera que no conociera su amor incondicional por su hijo—. Pero logré superarlo. Así que, como un regalo para su séptimo año, le dejaré esta villa para que tenga la opción de no vivir dentro del castillo.
Con un movimiento elegante, Narcissa abrió la puerta de la villa, dejando al descubierto un interior que reflejaba el gusto refinado de los Malfoy. Antes de que Dick pudiera responder, Sirius Black, con su habitual expresión entre divertida y sarcástica, lanzó la pregunta que todos tenían en mente.
— ¿Cómo va Dick con la búsqueda del Horrocrux? —Había un tinte de impaciencia en su voz, como si estuviera ansioso por respuestas.
Dick dejó escapar un suspiro, dejando entrever su frustración.
—Sigo pensando en dónde podría estar. No es fácil algo cuando ni siquiera sabes qué es o dónde buscarlo —admitió buscar, pasando una mano por su cabello oscuro, un gesto que repetía cada vez que sentía la presión acumulándose.
Lucius Malfoy, quien había entrado con un bebé de unos meses en brazos, intervino con su habitual tono de superioridad, aunque esta vez teñido de pragmatismo.
—El 'dónde' puede ser un problema relativo, pero en cuanto al 'qué', creo que puedo ayudar. —Sus palabras atrajeron de inmediato la atención de los demás—. Regulus logró robar un relicario que perteneció a Salazar Slytherin. Lo sabemos porque fue encontrado en la casa de Walburga. La copa de Helga Hufflepuff la encontramos en la bóveda de Bellatrix. Si seguimos esta lógica, lo que buscas debe ser una reliquia de Rowena Ravenclaw. Y, considerando tu casa en Hogwarts, eso facilita un poco las cosas, ¿no crees?
Dick ascendiendo, procesando la información. Aunque las palabras de Lucius ofrecían un rayo de claridad, la magnitud de la tarea seguía siendo abrumadora.
Mientras tanto, Harry Potter se enfrentaba a una situación completamente diferente. Si le pagaran por cada vez que las cosas en su vida tomaban giros inesperados, probablemente sería uno de los magos más ricos de Gran Bretaña. Y en aquel momento, estaba deseando gritarle a Draco Malfoy, que parecía haberse vuelto completamente loco.
— ¿Dragones? ¿La primera prueba son dragones? —repitió Harry, su voz cargada de incredulidad mientras trataba de similar la información.
Draco lo miró con seriedad, una rareza para alguien que solía ser tan expresivo y dramático.
—Me encantaría decir que es una broma, Potter, pero mi padre lo confirmó. —De su túnica, Draco sacó varios pergaminos que se extendieron sobre la mesa. Las hojas estaban llenas de anotaciones y esquemas minuciosos—. Llevo días investigando. Aquí tienes varios hechizos contra el fuego, junto con algunos que podrían servir para defenderte. También estaré ayudando a Jason. No puedo permitir que ninguno de los dos muera.
Harry, todavía tratando de procesar todo, alzó una ceja.
— ¿Vas a ayudarnos a los dos?
Draco bufó, como si la pregunta fuera absurda.
—Obviamente. Jason es como mi hermano, y tú... bueno, supongo que eres mi amigo.
Draco continuó explicando cómo dividiría su tiempo entre ambos, con un horario meticulosamente planificado. Las semanas siguientes fueron un caos absoluto. Draco, a pesar de no ser un campeón, trabajó sin descanso para asegurar que ni Jason ni Harry terminaran hechos cenizas. Sin embargo, sus constantes comentarios mordaces no ayudan a aliviar la tensión.
—¿Granger quiere ayudar? —dijo Draco cuando Harry mencionó que Hermione se había ofrecido a colaborar. —Dile que mucho ayuda a quien no estorba.
Harry sospechó.
—Es mi mejor amiga, Draco. Y deberías dejar de llamarme por mi apellido. Ya llevamos tiempo siendo amigos, ¿no?
Draco se encogió de hombros, con una sonrisa sarcástica.
—Jason es mi mejor amigo. Además, no fue él quien rechazó mi amistad frente a todos de primer año. —Draco arqueó una ceja, claramente disfrutando de la incomodidad de Harry.
— ¿Cuándo vas a superar eso? —suplicó Harry.
—Nunca. Aprende a vivir con mi resentimiento, así como yo vivo con ese rechazo.
Harry se quedó sin palabras, pero no pudo evitar sonreír. Había algo genuinamente encantador en la testarudez de Draco.
Las bromas iban y venían durante el resto de la tarde, creando una atmósfera ligera que contrastaba con la tensión que se avecinaba. Harry, casi incrédulo, se dio cuenta de que nunca antes se había llevado tan bien con Draco; Lo curioso era que, a pesar de lo extraño que le parecía, también sentía que era lo correcto. La compañía del rubio se había vuelto cada vez más natural, hasta el punto de que no podía evitar preguntarse qué hubiera pasado si hubiera aceptado su mano aquel día, si las circunstancias hubieran sido diferentes. Un suspiro salió de sus labios sin que lo pudiera evitar. A veces, la vida parecía tener una forma peculiar de poner las cosas en su lugar, aunque fuera de la forma más desconcertante.
Los días volando volaron, y tanto Jason como Harry se sumergieron en intensos entrenamientos para prepararse para la prueba. Aprendió múltiples hechizos antifuego y algunos con el potencial de ser más útiles frente a los dragones. El tiempo parecía evaporarse en su búsqueda de perfección, pero cada jornada los dejaba más preparados para lo que estaba por venir. Sin embargo, la sombra de la competencia y la presión del torneo nunca desaparecían del todo, y no era solo el desafío de los dragones lo que rondaba sus mentes.
La prensa, como era de esperarse, estaba completamente sobreexcitada. Si bien la atención hacia Jason y Harry era más que evidente, las críticas variaban dependiendo del periodista. Rita Skeeter, como siempre, no desaprovechaba la oportunidad de añadir su toque sensacionalista, y si bien había escrito un artículo relativamente aceptable sobre Jason, su fantasía desbordada no se hizo esperar cuando tocó el turno de hablar sobre Harry. Describió al "niño que vivió" de una manera tan retorcida que Harry sintió la necesidad de esconderse bajo su capa. Con frases como: "En sus ojos empañados se reflejan los fantasmas de su pasado" , la periodista había tejido una narrativa casi poética de sufrimiento. Sin embargo, la sorpresa llegó cuando fue Jason quien se llevó la peor parte de la prensa. Lois Kent, una reportera de El Planeta, no dudó en mostrar su desdén hacia el joven Wayne. En un artículo que no tenía ningún pudor en insinuar lo que pensaba, Kent lo pintaba como un joven arrogante y desconsiderado, un muchacho tan ajeno a la realidad que ni siquiera se daba cuenta de cómo su padre había manipulado todo para que él estuviera allí, en el centro de todo el circo mediático, en una farsa con la que sólo pretendían quedar bien ante el mundo mágico.
Este artículo no pasó desapercibido. En un giro irónico, la misma burocracia que Kent tanto odiaba sería la que la pondría en aprietos. Un equipo de abogados se encargó de enviarle una notificación de demanda por difamación, una acción que dejaría claro que tendría que retractarse públicamente, retirar el artículo y disculparse de manera formal y pública, o enfrentar las consecuencias de perder su puesto en el periódico. Lois no era fan de la burocracia, pero incluso ella entendió rápidamente que, si quería seguir escribiendo, tendría que seguir sus reglas.
En cuanto a la comprobación de varitas, el procedimiento fue tan sencillo y sin complicación como se suponía debía de ser, pero lo que realmente sorprendió a Draco fue el hecho de que, al final, lo único que parecían revisar eran las varitas. ¿Cómo era posible que la seguridad de los hechizos de protección de las cadenas que mantenían a los dragones bajo control pasara desapercibida? En sus ojos, el ministerio demostró una vez más lo incompetente que podía llegar a ser, dejando más preguntas que respuestas en su mente. "¿No es más importante asegurarse de que los dragones estén bien atados?" , se preguntó, mientras observaba el caos en torno a los organizadores y las carpas.
No era la primera vez que pensaba que el sistema estaba roto, pero cada vez se hacía más difícil ignorarlo.
Los dragones fueron seleccionados al azar, y el destino, como siempre, parecía tener un retorcido sentido del humor. Jason terminó con la Bola de Fuego Chino, una criatura imponente cuya agilidad y letales llamadas lo hacían uno de los más peligrosos. Por su parte, Harry recibió al Colacuerno Húngaro, famoso por ser no solo el más agresivo, sino también el más territorial. Ambos, sin lugar a dudas, enfrentaban los retos más aterradores de la primera prueba.
En la carpa previa al enfrentamiento, Harry ajustaba los bordes de su túnica nerviosamente, tratando de ignorar el nudo que se formaba en su estómago. Draco, de pie frente a él, cruzado de brazos, lo miraba con una mezcla de burla y preocupación.
—Sabes, Potter, mi padre y yo hemos apostado por todo. —Draco alzó una ceja, su tono cargado de sarcasmo—. Él dice que no durará ni cinco minutos. Yo, en cambio, te tengo más fe. Considerando que te he ayudado, creo que durarás al menos unos diez minutos.
Harry rodó los ojos, pero la sonrisa que luchaba por formarse en sus labios delataba que conoció a Draco lo suficiente como para ver más allá de sus palabras.
—Gracias por la confianza, Malfoy. Realmente inspira. —Su voz tenía un déje de ironía, pero los nervios la empañaban.
Draco suavizó su expresión, dejando entrever la preocupación de que sus bromas intentaban ocultar. Se inclinó ligeramente hacia Harry, reduciendo la distancia entre ambos para hablar con mayor seriedad.
—Escúchame bien, Potter. No juegues con tu vida. No importa si ganas, pierdes o lo que sea. Tú concéntrate en mantenerte con vida. —Sus ojos grises se encontraron con los verdes de Harry, con una intensidad que hizo que este último tragara saliva—. Y cualquier cosa que Sirius te diga sobre saltar al peligro, haz lo contrario. Si haces algo arriesgado y el dragón no te mata, lo haré yo.
Antes de que Harry pudiera responder, Draco se enderezó, volviendo a su postura habitual.
—Debo ir a ver a Jason. Sirius quiere verte. —Con un gesto rápido, salió de la carpa, dejando a Harry con sus pensamientos y la llegada inminente de Sirius.
Mientras tanto, Draco cruzaba el campamento con una urgencia poco común en él. Su destino era la carpa de Jason, quien estaba siendo revisada por Cass y Dick. A pesar del reciente disgusto entre los dos hermanos, Jason y Dick parecían haber encontrado una tregua tácita, al menos por el momento. Cuando Draco llegó, los tres alzaron la vista hacia él, pero fue Jason quien habló primero.
—¿Vienes a desearme suerte oa regañarme por adelantado? —bromeó Jason, aunque el tono de su voz reflejaba una ligera tensión.
—Ambas cosas. —Draco respondió secamente, aunque sus ojos lo recorrieron con rapidez, asegurándose de que estaba en óptimas condiciones para lo que estaba por venir.
Los enfrentamientos con los dragones comenzaron poco después, y para Draco, que observaba desde las graduadas, fueron un suplicio. Desde la perspectiva del público, era emocionante ver a un grupo de adolescentes enfrentarse a bestias míticas. Para Draco, cada segundo parecía una eternidad, y en más de una ocasión, sentía que su corazón se detenía.
Harry fue el primero en enfrentarse al Colacuerno Húngaro. Desde el momento en que pisó la arena, el dragón lo recibió con un rugido ensordecedor, lanzando una llamadaada que casi lo alcanza. “¿En qué estaba pensando cuando dije que algo como esto sería divertido?”, se preguntó mientras levantaba su varita para convocar su escoba con un firme Accio. La estrategia era clara: dependencia de su velocidad y maniobrabilidad en el aire para distraer al dragón y capturar el huevo.
Con una maniobra arriesgada, Harry atrae la atención del Colacuerno, esquivando sus ataques por el aire mientras lo alejaba del área donde estaba el huevo dorado. Las llamas pasaron peligrosamente cerca, pero finalmente, con un giro rápido, Harry descendió en picada, extendió la mano y logró arrebatar el huevo. El rugido del dragón retumbó en la arena mientras el público se establecía en aplausos, pero Harry apenas podía pensar. La adrenalina lo había dejado tembloroso, y al aterrizar, tuvo que apoyarse en su escoba para no caer.
Mientras tanto, Jason parecía estar más concentrado en probar lo aprendido durante semanas de entrenamiento que en capturar el huevo. La Bola de Fuego Chino lo recibió con una explosión de llamas, pero el hechizo congelador de fuego que había practicado con Draco funcionó a la perfección, haciendo que las llamadas fueran lo menos preocupante. El problema radicaba en los ataques físicos del dragón, que lo embestía con su cuerpo y golpeaba el suelo con su cola, obligándolo a moverse constantemente.
—Vamos, gran, ¿eso es todo lo que tienes? —murmuró Jason para sí mismo, esquivando un golpe que dejó una grieta en el suelo.
Después de esquivar durante lo que parecía una eternidad, Jason decidió dejar de jugar con los nervios de sus hermanos, quienes observaban con rostros más pálidos. Con un impedimento preciso, inmovilizó al dragón por el tiempo suficiente para agarrar el huevo dorado y salir de la arena.
Mientras caminaba de regreso, sosteniendo el huevo con aire triunfal, Jason miró hacia las graduadas, donde Draco lo esperaba con una expresión que no dejaba lugar a dudas sobre lo que le esperaba.
— ¿Podré quedarme con la Bola de Fuego Chino? Creo que es más amistoso que mi amigo. —Jason murmuró para sí mismo, dejando escapar una risa nerviosa.
La vida no era nada fácil ni para Harry Potter, ni mucho menos para Jason Todd Wayne… Y ese torneo recién comenzaba.