
La academia de magia de runaterra estaba llena de entes de todo tipo. Desde seres que irónicamente no eran mágicos hasta otros con una percepción de la realidad distinta a los demás.
La directora Yuumi, una gata que cargaba con el gran libro del sabio, y a su vez, que heredaba del mismo la propia academia, era la de mayor cargo en el lugar, y a su vez, regía el grupo de profesores y coordinadores de cada área.
Desde clases de magia, armas, historia y biología humana. Y con ello la religión. Aphelios, un humano con sangre lunari, era uno de los muchísimos estudiantes. La religión era diversa, algunos no creían en nada y otros simplemente tenían su propio dios, pero las que tenían más peso eran las creencias crepusculares; El amor hacia la luna, el sol y los cosmos.
"Aphelios pertenece a los lunaris, aquellos que se dirigían hacia la luna. Se conocen por ser callados y de un carácter muy sereno, no les gusta llamar la atención y mucho menos te influenciaran a que pertenezcas a uno de ellos. No como esos Solaris tan molestos." El libro pasó de página, a la vez que relamía su yema para agregar fricción a la hoja. Aurora, una vastaya del área de freljord, ahora le dirigía la vista a quien tenía en frente.
"¿O sea que si le hablo se molesta?" Sett, el niño bestia bastardo. Otro vastaya, solo que joniano... O medio noxiano, algo así. Un hombre respetado (temido) por ser el lider del club de pelea del instituto.
La coneja suspiró y rodó los ojos, picando con un lapiz la nariz de Sett.
"Solo si eres un molesto, como ahora." Bufó la muchacha, y saltó en un pequeño agujero mágico creado por su varita, desapareciendo de la vista de Sett.
"Yaa... Sabes que siempre puedo confiar en ti como método de información. Después te lo pagaré." Los colmillos del pelirrojo se ensancharon en una sonrisa al levantarse de la banqueta en la que estaba sentado. A su vez, la coneja volvió a aparecer a su lado.
"Su hermana es muy simpática. Si quieres acercarte a él sin parecer un imbécil, puedes hablar con ella." Un libro se extendió a la vista de Sett. Aurora le había ofrecido un libro "Mundos inversos" estaba grabado en su portada. Sett sonrió aún más y no tardó en abrazar con fuerza a la chica.
"¡Gracias! ¡Gracias! Te conseguiré ese boleto a la próxima exhibición de magia del profesor Aurelion. Solo dame tiempo." La felicidad desbordaba del pelirrojo, y Aurora, no tardó en reír y apartarlo.
Con un "estamos a mano" la muchacha tomó su bolso y sus cosas y se alejó del vastaya. Sett sonrió para sí mismo mientras veía el libro. Nunca había sido tan intenso a la hora de conocer a alguien, normalmente se acercaban a él antes de poder hablarles, pero esta vez... Uff, si que había caído profundo.
Metió el libro en el bolso, y se dirigió fuera del campus, en dirección a los dormitorios de la academia.
Había conocido a Aphelios en una de esas clases raras compartidas de actividad física. A primera vista el pelinegro era llamativo por su poca interacción con las actividades, quedándose en su pequeño grupo de amigos.
No obstante, no tardaron en que el profesor Kled los pusiera en parejas. Ese malnacido Yordle con problemas mentales decidió elegirlas el mismo y lo colocó junto con Aphelios... Aunque bueno, le agradecía por eso, ya que tuvo la oportunidad de poder interactuar con él.
Algo simple, circuitos en pareja, actividades normales que siempre se hacen en ese tipo de materias, pero hubo un momento en donde la distracción se apoderó por extrañas señas que vio por parte de Alune, la hermana de Aphelios.
No parecía estar captando lo que sucedía, puesto que Aphelios tenía una expresión rara en su rostro- No fea, claro, y los dos se perdieron de la única e inigualable explicación de ejercicio de Kled; Y dios santo, pedirle una repetición a esa rata que parece condón usado era una sentencia de muerte.
De pensarlo volvió a salirse un suspiro de sus labios. Aphelios al ver que no entendía lenguaje de señas (gracias a Dios), ni mucho menos podía usar algún texto para escribirle y planear algo, tomó su hombro y lo bajó hasta su altura, acercando la boca hacia sus sensibles orejas...
"Vámonos detrás de todos... Después copiemos lo que hacen."
Se supone que Aphelios era mudo.
Se supone.
Pero su voz había movido su pene de forma muy extraña. ¡No era que solo le gustaba ese aspecto de él! Para nada, tras eso y al ser arrastrado por él al fondo de la clase lo único en lo que podía pensar era... "Dios mio, eso fue muy cool."
Su voz había sonado demasiado sexy, y con cada segundo que pasaba solo veía detalles aún mas bonitos de él. Ese tono ronco, como si no hubiese sido usada hace mucho tiempo, al igual que el acento targoniano que era inolvidable. La forma tan rápida en la que captaba las cosas, y las repetía con lentitud y sigilo para que él lo hiciera de vuelta. Sus toques silenciosos y llenos de detalle, manos ásperas pese a parecer suaves, lo llenaban de misterio.
Era de conocimiento general que Aphelios era mudo, solo se comunicaba con idioma de señas o papeles, supuestamente por petición de su religión o cosas por el estilo. Pero escuchar su voz y descubrir que era mentira todo esos rumores le habían alterado una neurona.
Había caído rendido de la forma más estupida posible. Lo peor es que había escuchado tan claro ese verso suyo que se había grabado en su mente de forma profunda. No era solo un enamoramiento normal. Después de tanta mierda, había aprendido a distinguir entre el gusto pasajero y el interés verdadero.
Aphelios le llamaba la atención, y quería conocer más de él. Y esperaba que fuera recíproco.
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La escalera de madera tambaleaban ante el peso que tenía encima. Sobre ella estaba la hermana de Aphelios; Alune. Su brazo se extendía al intentar agarrar un libro que estaba hasta la cima de la estantería de su hermano, no fue que hasta que dio un pequeño salto que pudo coger el libro y caer milagrosamente sobre la inestable escalera sin morir en el proceso.
A un lado estaba Aphelios, sentado en su escritorio arrugando la pluma que había en sus manos. El exámen de runas salvajes lo estaba matando, y si no pasaba el próximo exámen su promedio estaría en peligro.
"Calma Phel, llevas mucho tiempo leyendo la misma hoja. Creo que es momento que liberes tu mente un rato antes de que explotes en polvo cósmico." Dijo la muchacha, ya sana y salva en el suelo mientras acariciaba los hombros de su hermano.
Estaba tenso como una piedra, podía sentirlo. Seguir estudiando de esa forma lo único que haría sería matarlo de estrés. Miró por la ventana que estaba a un lado, y sonrió y con una pizca de malicia.
"Ve a caminar, estoy segura que encontraras una guía en la luna." Aphelios miró a Alune, y pues, era de conocimiento cultural que la muchaha era una adivina empedernida. Conocida por su extraña clarividencia, otorgada por la luna. La profesora de religión Lunari, la señorita Diana, alababa mucho a Alune por esos dotes.
¿Por qué no hacerle caso?
Suspiró y se levantó de la silla, sabía que Alune le estaba haciendo porras detrás, y tan solo salió de su habitación. Los dormitorios de Runaterra estaban divididos en la región de procedencia de los estudiantes. Aphelios pertenecía a las frías montañas de Targón, casa de los cultos y la sabiduría mágica. Muchos estudiantes de este lugar eran muy conocidos por sus habilidades y creencias, y él solo gozaba de su religión y sus habilidades.
Se estiró una vez salió del edificio. La luz de la luna iluminaba con sobriedad el camino, a contrariedad de los rincones oscuros que no hacían más que agregar disturbio a su mente.
Habían edificios divididos en regiones, Jonia, Piltover, Zaun, Targón, Aguasturbias, Noxus, Demacia, Freljord, Shurima, Ixtal... Los regentes conocían la xenofobia que algunas zonas compartían contra otras, por lo que arriesgarse a conflictos era un gasto innecesario.
La zona de Targón era muy tranquila en la noche, aquellos Solaris molestos no estaban mostrando propaganda de su religión a tal hora como si fuera un producto. La mayoría de los Lunari se sentían cómodos de salir en ese momento, no obstante, no significaba que no estuviese prohibido rondar por ahí.
Agradecía de corazón a la señorita Diana, quien había logrado apaciguar la ira del profesor Aurelion ante tal hecho le hizo discutir y repetir por horas con la Lunari; 'Sin importar tu etnia, las reglas deben ser acatadas por igual', había dicho, no obstante, bastó acostumbrarse para que lo dejara pasar por instantes.
Caminó por varios minutos, llegando hasta la salida de los dormitorios y viendo el extensor del campus. Las estrellas adornaban el oscuro cielo y su querida madre Luna era el faro central de esa noche.
No habían escobas voladoras, ni hechizos, plumas, o armas, solamente la tranquilidad y la paz.
Y una cabeza rojiza con un par de orejas peludas alzándose sobre ellas. Caminaba mientras parecía pensar en su fantasía más profunda, ya que la vía no era su principal objetivo en ese momento. Lentamente se acercaba hacia la entrada, y el solamente se mantuvo neutro.
Conocía a ese muchacho, Sett; El hombre Bestia-Bastardo. Era alguien que definitivamente no olvidarías si lo conoces, más como él lo había hecho, no podía negar que le guardaba un profundo respeto que su hermana confundió con gusto.
El recuerdo de Alune haciéndole señas para nada sugestivas sobre Sett había sido el colmo, y gracias a Dios esa experiencia como compañero suyo en esa clase había sido corta.
Solo bastó con dar un leve asentimiento como saludo, que no tardó en ser ignorado por completo con el hombre pasando al lado suyo como un Zombie.
Su ceño pasó a ser fruncido, claro, había sido totalmente ignorado, pero su lado más calculador se había activado por la vergüenza del momento, queriendo enterrarse en el suelo mientras permanecía de pie.
Sett, de su parte aún gozaba en su imaginación, recordando como disco rayado la voz de Aphelios en su mente, y una imagen de él asintiendole en forma de saludo cruzó en su pensar. Demasiado vívida como para ser algo normal, pero sonrió creyendo en ello.
No obstante, mientras más caminaba más se daba cuenta de que no había recuerdos de ese fragmento de Aphelios, y miró hacia atrás, viendo en el umbral de la entrada de los dormitorios una figura bastante conocida.
Instantáneamente retrocedió sobre sus pasos hasta quedar frente a Aphelios, quien lo vio con una expresión un tanto sorprendida.
"¡Hola!" Gritó. Y parecía que un pájaro que dormía sobre la reja acababa de ser despertado.
Aphelios, aún sorprendido por su regresar, alzó la mano y lo saludó de vuelta. Al menos lo había notado. Aunque su actuar era muy extraño.
Sett, quien ahora lucía avergonzado, se rascó la mandíbula e intentó explicarse.
"Perdón por... Eso, realmente no te había notado." Y le creía, lo que sea que estuviera pensando lo tenía bien en las nubes. Tampoco era su problema, el silencio que hubo entre los dos fue incómodo, ya que uno no podía comunicarse correctamente y el otro era un imbécil. "Eh... Supongo que nos vemos luego phel-... ¡Ah no, cierto!"
Al parecer las neuronas de Sett, que normalmente funcionaban, habían estado como cucarachas bailando salsa y recién ahora habían decidido trabajar, recordándole lo que, Aurora la coneja mágica, le había ofrecido.
Aphelios realmente no estaba entendiendo nada, y solo lo vió buscar algo en su mochila totalmente inmóvil, su rostro gozaba de serenidad hasta en momentos como ese. Era increíble.
No fue hasta que un libro se posó frente a él, con Sett ofreciéndoselo. "Mundos inversos" Se titulaba.
"¿Conoces a la conejita de Freljord? ¿Aurora? Me dijo que le entregara esto a tu hermana. ¿Podrías hacerme ese pequeño favor?"
Comentó, extendiendo el libro. El pelinegro aún estaba procesando toda la información posible, y no fue hasta que lo tomó, que algo cayó de entre medio de las páginas del cuaderno.
Era una nota.
Tanto Sett como Aphelios se agacharon al mismo tiempo para tomarla, y sus frentes chocaron en una colisión que los dejó derrumbados en el piso, cada uno sobrándose las sienes con muecas de dolor.
"¡Ay-ayay!"
El vastaya soltó un quejido de dolor, mientras Aphelios solamente masajeaba la zona con una expresión dolida, había sido un golpe duro, que vergüenza.
Sett una vez se calmó el dolor, intentó extenderse hacia Aphelios para revisar que todo esté bien, no obstante fue detenido con una mano en su pecho. Negó con la cabeza varias veces, indicando estar bien.
Sett, aún inseguro (porque sentía que la frente le iba a reventar) solo asintió.
Aún así, la nota permaneció en el suelo, hasta que nuevamente los dos intentaron tomarla, rozando accidentalmente sus dedos.
...
Eso se había sentido mágico, pensó Sett, y con vergüenza tomó fuerzas para agarrar la mano de Aphelios (que retrocedió inmediatamente) y posar el papel sobre su palma.
"Perdón Phel, realmente estoy un poco dormido. No fue mi intención herirte."
El lunari miró fijamente a Sett, sus ojos estaban abiertos de par en par mientras miraba al vastaya. Sus mejillas lentamente agarraron un color rojizo, y terminó por alejarse y esconder el rostro en el ladar de su mano y la carta.
Sett pudo leer sus labios y un... "No te preocupes" fue audible hasta en un insonoridad.
Los dos se levantaron ayudándose mutuamente y una vez de pie, Sett volvió a hablar.
"Y bueno, ¿Qué dice? Soy muy curioso. Lamentablemente quiero saber."
Aphelios lo miró y normalmente se habría negado. Si era un mensaje para su hermana ella tenía el derecho a tener su privacidad, pero desde hace un segundo sentía una extraña calidez hacia Sett. Fue raro, pero entre disfrutar la noche en soledad, o pasar esto con el vastaya, debía admitir que había disfrutado esa pequeña interacción (menos el cabezazo).
Miró hacia los lados para ver si no había más nadie, y tomó de la manga de la camisa a Sett, dirigiéndolo hacia los adentros de los dormitorios. Se acercó hacia un banco iluminado por una farola que definitivamente había tenido mejores días, y guardó asiento. Sett lo siguió, colocándose a su lado, tal vez un poquito cerca.
Abrió el papel y los dos leyeron el contenido.
'El reino espiritual siempre ha sido un lugar muy solitario, si bien han habido muchas criaturas que me acompañan en él, nunca he conocido a un igual.
Desde pequeña he estado rodeada de magia, y llegué a pensar que ya he descubierto todo, que todo lo que tenía por leer lo había leído, y que mi vida seguiría igual de aburrida. Hasta que te conocí.
No eres una igual, ni una diferente. Desde que te vi en el reflejo del mundo espiritual mi corazón se agitó ante tu belleza. No creí conocer tu magia, y ante tu explicación me cautivaste. Por favor, reunámonos más seguido, traeré más de esos macarrones si tú vuelves a darme esos dulces besos. ¿Biblioteca a la misma hora de ayer el miércoles?
Atentamente; Aurora - La bruja entre mundos <3'
El rostro de Aphelios era uno de incredulidad total. La palidez del mismo se destacaba más ahora que nunca, mientras Sett apachurraba las orejas sobre la cabeza. Eso había sido demasiado adorable.
Aphelios lo volteó a ver, y comprobar su reacción y Sett no pudo contener la vergüenza, soltaba humo por las orejas.
"¡Eso fue... Demasiado lindo! ¿Es acaso una carta de amor? Jamás pensé que Aurora estuviese interesada en..." No obstante, la mirada de Aphelios era una que le indicaba que algo no estaba bien. "Phel, todo bien?"
Los dedos del muchacho arrugaron la carta y casi proceden a partirla por la mitad. Sett no entendía qué sucedía, pero tomó las muñecas del mismo en un intento de detenerlo.
"¡Hey, hey! Suelta eso- ¡No lo hagas¡ ¿Qué tiene de malo?" Exclamó, Aphelios no se detuvo.
El forcejeo se extendió por varios minutos, jalones y tirones por doquier. Sett conoció de la increíble flexibilidad y fuerza que cargaba el pálido, ya que podía aguantar un forcejeo contra él. No fue hasta que los dos se cansaron y la carta (ahora arrugada, pero sorprendentemente sana) cayó sobre la mesa.
Los dos estaban tomando aire mientras se miraban. Aojelios estaba rojo, el sudor bajaba por su frente y su sudadera estaba toda arrugada, mientras que Sett tenía una cesta de pajaros por peinado y varios rasguños en el cuello. Aphelios estaba incrédulo por la actitud de Sett: A él no le incumbía nada de lo que respecta a su hermana.
"La situación amorosa de tu hermana no te incumbe." Fue lo que dijo Sett apenas recuperó el aliento.
Aphelios tragó saliva.
¡Y a él también! La rabia era notoria en el lunari, quien no sabía como expresar su frustración sobre la situación. Se sentía celoso de que su hermana no hubiese expresado tal encuentro con la coneja mágica, o simplemente no haber estado al tanto. Siempre estaban juntos, él siempre se enteraba y viceversa, y alguien como esa coneja ¡Siempre de un lado para otro, en asuntos que no le importaban!
"Sé que sonará feo Phel, pero tú y Alune son personas distintas. No puedes simplemente... Controlar- Creo que debí haberle entregado yo esto en persona. Lo lamento."
En la expresión de Sett se notaba la vergüenza, la situación había escalado mucho, y meterse en una pelea de hermanos ya era demasiado, no obstante, no podía dejar pasar algo como eso.
Estaba al tanto de la situación de los hermanos. Eran personas que no buscaban llamar la atención, y siempre estaban juntos; Él también estaría molesto de que su madre encontrara a alguien a quien amar.
Pero guardar el amor que uno siente es lo más doloroso que le puede pasar a alguien. Todos tenían su derecho a querer.
Tomó la carta, y Sett vió el rostro de Aphelios. Parecía reflexivo, quizás debía darle tiempo, no obstante, cuando intentó levantarse, una mano lo agarró del brazo, y lo detuvo.
El pelinegro, incluso sorprendido de su propio movimiento, negó con la cabeza y hizo señas a Sett de que no era importante, quizás motivado por la emoción del momento el vastaya llevó su palma al cabello del lunari, acariciándolo.
"Ya Phel, tu también encontrarás a alguien. No te sientas celoso." Y al instante, el rubor que creyó por cansancio se intensificó en la pálida piel del lunari.
Los ojos oscuros del muchacho se enterraron en el vastaya, y compartieron un incómodo minuto en silencio. Sett se arrepentía de su comentario, y Aphelios parecía entrar en una especie de trance ancestral.
Giró su rostro a otro lado, siendo cubierta su expresión por su flequillo. Para Sett, debido a sus capacidades vastayanas, fue fácil escuchar el murmullo débil, pero avergonzado por parte de Aphelios.
"Gracias... Solo que..."
Los ojos amarillentos de Sett parecieron brillar en la oscuridad al abrirlos de tal manera. No tardó en volver a sentarse en la silla y retorcerse hacia Aphelios para escucharlo mejor.
Una expresión de sorpresa se escuchó por parte del lunari, y luego no aguantó una risa.
"Alune siempre ha sido... Mi única compañía- Temí que alguien pudiera alejarla de mí pero..."
Sett achinó los ojos.
"Pensé que- tal vez... Solo tal vez no estaría tan solo- Cough-"
Al instante de terminar la frase, una tos se escapó de su boca y después fue una línea de los mismos. Quizás su garganta se había forzado demasiado. Sett buscó en su mochila (que dejó tirada a un lado de la mesa) una botella de agua y se la extendió a Aphelios con una sonrisa tímida.
"¿Quieres acompañarme al próximo juego de fútbol? Un amigo mío va a jugar y no quisiera ir solo."
Aphelios miró la botella de agua, y después levantó la mirada y se encontró con la expresión más linda que había visto en su vida. Una débil sonrisa y un asentimiento bastó para que Sett ensanchara su sonrisa.
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Aphelios entró en su dormitorio y se dejó caer en la cama. Su espalda fue atrapada por el suave futón y su pecho apretado por el libro que abrazaba. Al parecer Alune ya se había ido a su propia habitación.
Lo único que podía reproducir en su mente fue la expresión tan tierna de Sett a la hora de ofrecerle salir juntos. Maldita sea.