Diferente

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Diferente

Se removió en su asiento. Frente a él, las tazas de té humean y llenan la sala con su dulce aroma floral, era un té caro que solo las personas de más alta alcurnia podían disfrutar, y aunque Klaus es bastante privilegiado, ese té tenía la firma de nadie menos que Narcissa Black.

La hermosa rubia bebe de su propia taza, sentada al frente de Klaus en uno de los elegantes sillones de cuero, con su perfecta postura y agraciados movimientos, una mujer de la alta sociedad sin lugar a duda. Si bien, los Mulciber y los Black podían considerarse socios/aliados en el mundo de los negocios, sus relaciones eran limitadas a las justas y necesarias para mantener la armonia y formalidades.

¿Entonces que hacia Klaus Mulciber tomando el té con Narcissa Black?

La rubia solicito su presencia, y desde que fue ella quien se la pidió, Klaus ya sospechaba que iba todo ese asunto. Mueve un poco su té, y espera a que Narcissa empiece la conversación, algo que la bruja no se demora en hacer.

—Mulciber, gracias por aceptar pasar conmigo esta tarde— comienza con educación, bajando su taza hasta volver a dejarla sobre el plato de porcelana, Klaus sigue el movimiento, expectante, —Te invite porque hay un asunto que llama mi atención y me preocupa.

Klaus toma un trago de su té e imita a la rubia, acercándose a la mesa y cortando un poco la distancia entre ambos.

—¿El asunto tiene cabello negro, talento natural en pociones y una inhumana cantidad de sarcasmo bajo la lengua?

Narcissa ladea ligeramente su cabeza y asiente, bingo. Klaus se endereza.

—En efecto, como sabes, Severus es un ser querido para mí, sé que ustedes tenían una relación cordial, pero no tengo los detalles a cuando comenzó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La primera vez que convivieron como tal, fue durante clases de pociones. Llegado el tercer año, debieron cambiar sus asientos y sus parejas de trabajo para la clase, asignadas todas por Slughorn. No presto mucha atención hasta que fue emparejado con Severus Snape.

—Suerte con él, es un maniático con sus amadas pociones— le advirtió Evan, antiguo compañero del mestizo. Klaus no le presto mucha atención, fue hacia donde estaba el mestizo y se sentó a su lado.

Snape no separo la vista de su libro, no le dirigió la palabra y tampoco hizo un gesto que pudiera ser considerado como saludo, es decir, fue ignorado. Y aunque su orgullo sangre pura le dijo que no debería importarle ser reconocido por un mestizo cualquiera, no negara el ligero enojo por un acto tan grosero.

Pero claro, antes de que pudiera abrir la boca para reclamar o exigir la atención de su nueva pareja de banca, Slughorn se robó la atención al comenzar a dar las instrucciones para la poción, y después desearles suerte. Snape, como si por fin decidiera hacerle caso a su alrededor, se levantó de su lugar y fue a por los ingredientes, confundiendo a Klaus.

Las otras mesas estaban hablando sobre como hacer el trabajo, mientras que Snape ya se había puesto manos a la obra, sin decir nada, ¿Le pediría cortar las cosas mientras él las agrega? ¿Querría hacerlo por turnos? Leyó las instrucciones, en caso de que esas fueran las intenciones de Snape él no estuviera tan perdido en que hacer. Cuando Snape regresó con todos los materiales y acomodo en un minucioso orden, solo para ponerse a cortar las raíces.

Algo curioso, Klaus toma entre sus dedos una delgada raíz morada, se siente débil y reseca, como si pudiera convertirla en polvo con tan solo apretar sus dedos, intenta saber que es, pero entonces es arrebatada de entre sus dedos. Snape ignora la mirada de Klaus en son de partir la raíz en dos y lanzarla al caldero, ajustando la flama del caldero y al instante Klaus notó que la puso a fuego medio cuando el libro decía que debía estar a fuego alto, por lo que intento romper el silencio.

—Oye, hay que subir la tem—

—No.

Klaus parpadeó, sorprendido.

—El libro dice que es a fuego alto. —Fue totalmente ignorado. Y ahí fue cuando Klaus se rindió.

Claro que no más de cinco minutos después, explotaron al menos cinco calderos diferentes. Slughorn se acercó a uno de ellos y tomó la misma raíz con la que Klaus había estado jugando al comienzo, mostrándosela a sus alumnos.

—La almatra es un tipo de raíz muy especial, se disuelve rápidamente, pero si alcanza su punto de ebullición es altamente reactiva, tanto que incluso una pizca de polvo de aconito puede hacerlo estallar. Su error, jóvenes, fue temperatura y tiempo —explica el maestro antes de asignarles una montaña de tarea a aquellos que no pudieron completar la primera fase de la poción.

Por su parte, Klaus se gira hacia Snape. Quien sigue trabajando sin prestar atención a su alrededor.

—¿Por qué no me dijiste que esa cosa explota?

—No me preguntaste.

Vaya, que literal.

Klaus se queda callado, sin saber bien que responder a eso, sí, es cierto, no preguntó, pero asumió que para cosas así, hay advertencias de adelantado, pero al parecer no es el caso, al menos no con Snape. No se atrevió a tocar nada más ni a intentar corregirlo en alguna otra cosa, eso de antes fue suficiente para hacerlo entender que Snape sabe bien lo que hace y es mejor dejarlo trabajar, además, a partir del dichoso aconito, la mezcla se vuelve demasiado laboriosa.

Es incomodo quedarse como un jarrón, sin hacer absolutamente nada, ni siquiera puede platicar con Snape porque este no se digna ni a reconocer su presencia cerca si no es para regañarlo por mover sus ingredientes, por lo que se distrae rayando y medio dibujando en su papel, nada muy bueno, pero hacer esos trazos es suficiente entretenimiento.

Eso al menos hasta que algo cae en su cuaderno. Una bola de papel. Confundido, abre el papel, hubiera deseado no hacerlo: una bomba de polvo azul lo baño de pies a cabeza, haciendo un estruendo en el lugar y poniéndolo a él como centro de atención. El polvo no es purpurina, sino que es seco y pegadizo, pica un poco en la piel, pero no es nada que Klaus no pueda ignorar. Se quita el polvo de la cara lo mejor que puede y mira al papel, dibujado muy mal, esta un dibujo que supone (si juzga bien la exagerada nariz) representa a Severus, rodeado de ratas y basura.

"Felicidades, el azul te hace ver menos asqueroso, ahora tal vez las ratas quieran hablarte"

Dio una mirada a Snape, este se había quedado totalmente quieto, sus ojos negros viendo a Klaus por primera vez desde que empezó la lección y con sus manos cubriendo sus oídos, pero al instante baja la mirada, respirando profundo varias veces, sus movimientos delatan confusión y estrés. Las únicas risas que se pudieron escuchar fueron la de los leones, todos los demás aterrados de su reacción y Klaus sintió las venas en el cuello palpitarle, el papel entre sus manos cayéndose a pedazos.

—¡Joven Mulciber! ¡¿Esta bien?! —pregunta Slughorn, acercándose con prisa y con un movimiento de su varita se deshace del polvo. A lo que Klaus planta su mejor sonrisa y asiente.

—No pasa nada, profesor, es solo polvo— le quita importancia.

—¿Esta seguro? ¡¿Quién fue el responsable?! —pregunta, como si Black y Potter no estuvieran partiéndose de risa en sus lugares.

—No, no, profesor, no pasa nada. —Le asegura. —Puedo continuar.

—¿Seguro que quiere continuar? —entonces le da un vistazo a la poción en el caldero, la sonrisa temblorosa del profesor re relaja solo un poco— Su poción ya está terminada, si quiere, puede retirarse, limpiarse y—

—No es necesario—, repite más contundente. Slughorn aprieta sus labios en una fina línea y termina por asentir, dándole unas palmadas en la espalda. Y se va, pero en cuanto Slughorn se va al fondo del salón, Klaus fija su mirada en el caldero de esos idiotas, una idea pasando por su cabeza, sin quitar la vista de ellos, se inclina hacia Snape.

—¿Vas a necesitar más almatra? —le susurra Snape. Pero Snape, no responde. Klaus se voltea para preguntar de nuevo, pensando que no fue escuchado, pero se encuentra con que Snape tenso como una piedra, sus ojos negros fijos en los pedazos de papel frente a Klaus y su respiración aun pesada, perdido en sus propios pensamientos, si bien, ya no está cubriendo sus oídos, sus manos no han abandonado su cuello, sus uñas dejando marcas rojas en la pálida piel del cuello. Esta alterado, muy alterado.

Klaus no entiende que esta pasando, pero lo que ve no lo ayuda en lo absoluto para calmarse. Por lo que extiende su mano y pesca las raíces sobrantes de almatra, cerrando con fuerza su mano para convertirla en una pequeña bola no más grande que una snicth.

—Voy por más almatra— le avisa.

Solo para rodear las mesas e ir al estante donde están las raíces, y para eso tiene que pasar al frente de los merodeadores, al instante las risas mueren un poco, Potter y Black haciendo el intento de poner un frente desinteresado y orgulloso, pero el sutil modo en que ambos buscan el mango de sus varitas es suficiente para revelar su ansiedad.

Klaus primero los ignora, más ocupado en ir hacia los estantes, localiza el frasco con raíces y toma un puñado. Sin voltearse, junta las nuevas raíces con las que ya tenía en mano y vuelve a cerrar el puño, lo hace hasta comprimirlas en una pequeña bola. Satisfecho, emprende su camino de regreso. Deliberadamente se pasa aun más cerca de la mesa con idiotas de rojo, disfruta su falso bravado, les sonríe y de un sutil y rápido movimiento, deja caer la bola que armo. Siguió su camino, regreso a su propia mesa, con prisa se pone enfrente de Snape.

—Cúbrete los oídos. Fuerte —ordena, Snape se confunde, pero obedece, de nuevo tapando sus oídos.

Y como si hubiera sido calculado, el caldero en la mesa de los merodeadores explota y en grande. Los más cercanos son aventados hacía atrás con tanta fuerza que se estrellan con los estantes, la mesa se rompe y las otras se vuelcan por la explosión. Snape por su parte se tira al suelo, esa sola acción lo salvo de ser golpeado por varios escombros de mesas e ingredientes, cubriendo con más fuerza sus oídos. Nadie del salón esperaba la explosión, por lo que los gritos no se hicieron esperar, Klaus sonríe ante el caos, Snape parece confundido a que esta pasando, estresado y sin saber como reaccionar, viendo a aquí a allá desde el suelo.

Los Gryffindor son enviados a la enfermería, gritando insultos y echando la culpa en Klaus, que finge total demencia mientras se queda cómodamente sentado en su lugar. Los ve llevarse el escándalo antes de girar a ver a Snape, aun en el suelo. No sabe que fue la vena que le pico que lo llevo a hincarse frente a él, al instante tiene su atención, como siempre, no lo mira a los ojos, pero ve sus manos, señala los oídos en una muda forma de decir que ya acabo. Snape obedeció un tanto inseguro, bajando sus manos y viendo alrededor.

—Podemos irnos, después de este escándalo no creo que a Slughorn le importe. —le dice mientras le ofrece una mano para levantarse, Snape la rechaza con un gesto y se levanta por si solo, ambos guardando sus cosas.

Mejor dicho, le importaría si solo fuera Snape, pero siendo que Klaus ya no quiere estar ahí, el vejete no va a decir nada con tal de tener a un Mulciber con poder feliz. Snape aun así obedeció lo que dijo Klaus y ambos salieron del salón.

Lo que Klaus no se esperaba es que después de una tarde de trabajar con cierta paz y una broma mal redirigida, el mestizo intentaría volverse a acercar. Sentandose cerca durante los desayunos, las cenas y las clases. Donde se sentara Klaus, no muy lejos se sentaría Snape.

Hasta que un día, de camino a la torre de astronomía, se voltea de golpe, exaltando al silencioso azabache.

—¿Por qué me sigues? ¿Te debo algo? —pregunta, espera miedo o una especie de disculpa, pero Snape ladea su cabeza antes de responder.

—No, pero si estas cerca, es menos posible que la panda de tarados de Potter me moleste.

—Oh, ¿Entonces soy tu escudo personal?

—Dejare de hacerlo si te molesta la idea de tener una oportunidad de golpear a Potter— le promete, viendo en su dirección.

Muy extrañamente, Klaus notó que no lo estaba viendo a los ojos, más parecía que estaba viendo su nariz, su frente o uno punto medio, pero daba la perfecta ilusión de que estaba viéndose de frente, eso...era extraño pero divertido. Además, el otro no mentía, si bien, odiaba a Potter y sus bromitas infantiles, la idea de poder golpearlo de forma justificada sonaba tentadora. Por lo que sonrió.

—Camina conmigo entonces, ahí atrás no puedo verte.

Y con eso Snape obtuvo la confianza de caminar a un lado de Klaus. A todas las clases.

Edmund y Evan lo vieron confundidos, una interrogante en toda la cara cuando llegó por tercera vez en el día a una clase con Snape a su lado, pero Klaus le quitó importancia, por completo.

 

 

 

 

 

—Accidente durante pociones en tercer año, estoy seguro de que te enteraste— le responde, a lo que Narcissa asiente un par de veces, más pensativa.

—Escuche al respecto del mismo Severus. La explosión fue tan grande que tuvieron que renovar las sillas. Tengo entendido que después de eso, tu y él siguieron hablando, ¿No?

Klaus mueve su cabeza un par de veces, no un sí ni un no, si no un simple "mas o menos"

—Siendo que lo conoces de más tiempo que yo, asumo que sabes lo...difícil que puede ser hablar con él.

Narcissa sonríe comprensiva. Vuelve a tomar un sorbo del té, meditando sus siguientes palabras ante de seguir hablando.

—Sí lo que dices es correcto, asumo que a estas alturas ya te habrás dado cuenta de que Severus es un tanto...diferente, en más de un modo.

A lo que Klaus sonríe.

 

 

 

 

 

 

Severus es callado, pero escucha cuando le hablan. Y eso le tomó a Klaus un tiempo de darse cuenta. Después del accidente de pociones, Klaus se encontró con que el mestizo no era mala compañía. Una mirada suya bastaba para que Potter y compañía desistieran de cualquier broma fuera un mero sueño, ninguno queriendo repetir la fea explosión de la cual Klaus se salió con la suya.

Con cinco horas diarias de convivencia, logró hacer un poco de avance. Es decir, Severus lo saludaba con una mano cada vez que se sentaban a trabajar y respondería las preguntas que Klaus hiciera en base a la poción, y tras unas cuantas charlas, Klaus tomó la confianza para solo hablar. Hablaría mientras el Slytherin trabajaba, de cualquier cosa, si el partido de Quidditch, si los exámenes, si Nott es un tirano en el campo, si Edmund no se apiada de nadie cuando esta enseñando maldiciones. Todo en general. El azabache trabaja sin pausa ni descanso, por lo que Klaus llegó a la conclusión que el otro se limita a ignorarlo, y parecía una teoría muy acertada si tomaba en cuanta el silencio y la inexpresión de su rostro.

Por eso, una tarde de pociones, cuando comentó lo irritado que estaba con Evan, pues al intentar atrapar una quaffle, termino por confundirse de dirección y chocar con el pequeño Black a media práctica, se sorprendió con creces cuando escucho la voz del otro hablar.

—¡Le dije derecha! ¡De-re-cha! ¡Y se va para la izquierda! —se desplomó sobre la mesa, demasiado irritado.

—Las únicas bolas con las que Rosier no se confunde son las que le cuelgan. No sé de que te sorprendes.

Klaus se levanto como si tuviera un resorte, viendo al Slytherin que sigue trabajando como si nada. Si sus compañeros de escuela ya sospechaban que Klaus estaba demente, como se partió de la risa a la mitad de la clase de pociones no hizo nada más que confirmarlo.

Lo único que interrumpió su risa fue la forma en la que una rama fue deslizada en su dirección por el mismo Severus; almatra. La tomó por mera inercia, volviendo a encontrar divertida la forma en la que sus ramas se encuentran las unas a las otras.

—Para ti. Ví que te gustan las raíces así.

Klaus podrá ser un sangre pura que recibe regalos más costosos que una mansión de verano en Italia cada año, pero siempre le han gustado las raíces extrañas, tal vez tiene que ver con su madre teniendo todo un huerto de plantas estrambóticas que crecen de formas impredecibles. Por alguna razón, recibir un detalle así de Severus se siente bien, mira la raíz un poco más antes de abrir su libro y colocarla entre las paginas con cuidado. Así podría mantener su forma y secarse bellamente.

—Gracias, me gustan. —confirma eso.

Y esa no fue la única vez. De vez en vez, Severus se acercaría y le entregaría raíces con formas extrañas, sin importar si Klaus recién salía de su práctica de Quidditch, si estaba hablando con alguien más, a la mitad de una comida, nada le importaba, saludaría a Klaus, le entregaría la raíz, a veces todavía se movían cuando eran entregadas, y se iría. Klaus siempre ponía buena cara y las recibía para después colocarlas en un libro, y si no, en un pequeño frasco.

—A este paso, vas a tener un invernadero— comentó Edmund cuando dio un vistazo a la colección que ya había logrado juntar, a lo que Klaus se hundió de hombros. Los dos de pie frente al baúl que esta a reventar de frascos y cuadros con los regalos.

—Me gustan.

—¿Y si te gustan o solo te gustan por que Severus te las da? —pregunta Evan, a lo que Klaus se cruza de brazos, aun admirando su baúl.

—Mhm, me gustan las raíces extrañas...pero me encantan cuando él me las da. —Y con eso cerro su baúl.

 

 

 

 

 

—No tengo idea de que hablas.

La Black arqueo una de sus perfectas cejas, sin creer sus palabras.

—Por favor, Mulciber, podrías notar cual es la pata coja de una araña siamesa a un kilometro de distancia, no quieras fingir que no entiendes a donde va mi punto. —Su respuesta hace reír a Klaus, quien solo asiente, dándole la razón.

—Si hablamos de cojeras, puedo decirte que los ruidos fuertes pueden con él.

—Demasiado, le mostré un par de hechizos que ayudarían a aminorarlos, pero los gritos repentinos son una constante en esta escuela— ella toma el té. Klaus la observa hacer ele elegante movimiento antes de insistir.

—¿Y? ¿Cuáles son sus sospechas? Estoy seguro de que tú y el pavorreal ya tiene algo en mente.

Ella acomoda su túnica.

—Lucius y yo sospechamos...algo dentro del espectro autista. Con unas cuantas clases, Lucius le enseño a hablar sin trabarse y yo pude enseñarle a aparentar confianza, aun así, hay cosas que ninguno de los dos logró que Severus hiciera o dejara de hacer.

 

 

 

 

Severus era quisquilloso de un modo distinto.

A principios de su cuarto año, Klaus ya se había vuelto un amigo para Severus, aunque le tomó preguntarle muy directamente.

—Ese no es tu lugar.

Fueron las primeras palabras que Severus le dedico, no un saludo, no una pregunta a como le fue durante las vacaciones, una acusación durante el festín de bienvenida, parado atrás de él. Evan lo miro como si estuviera loco, pero Klaus se volteo sobre su asiento. Paciente a la torpeza social que maneja el mestizo frente a él.

—No hay lugares asignados durante los banquetes— le responde. Severus hace una muy sutil mueca antes de señalar donde estaba sentado Edmund.

—Tu normalmente te sientas ahí, cerca de la puerta y con vista hacia las demás mesas.

—Ahora somos de cuarto año, tenemos que recorrenos.

—Pero ese no es tu lugar.

—¡¿A quien le-?! — Klaus calla a Evan, tomándolo del hombro con suficiente fuerza como para dar a entender su punto.

Entonces se dirige a Severus.

—¿Quieres sentarte aquí? —ofrece, a lo que Severus niega.

—Ese no es mi lugar. Yo siempre me siento a tu izquierda.

Vale, Klaus ya va entendiendo cual es el problema. Cambiarse de lugar ahora sería muy complicado y no tenía ganas de rodear toda la mesa, sin mencionar que Edmund no estaría muy feliz con que interrumpieran su comida para hacerlo caminar, así que no. Por lo que solo le queda girarse a Evan con una sonrisa.

—Evan, amigo mío, recórrete un poco— "pide", bonita forma de decir que lo empuja con su hombro, ignorando las quejas e insultos de sus amigos y se vuelve a girar a Severus, señalando el lugar que recién acaba de liberar. —Esta a mi izquierda, mañana tomare mi lugar habitual.

Severus se la piensa antes de aceptar y tomar el lugar recién liberado. Solo para comer en absoluto silencio y no decir nada más, Klaus resopla divertido, solo Severus puede decidir hacer un problema de los lugares y exigir que se corriga para después ignorarlos. Bien, se tomaría mal el gesto de cualquier otra persona, pero le causaba inmensa gracia viniendo del Slytherin.

—¿Y tu por que lo complaces? Lo hubieras mandado a la mierda— se queja sin pena Evan.

—Por la misma razón por la que no te mando a ti a la mierda; somos amigos.

—¿Somos amigos? —se escucha la voz de Severus, causando que Klaus se volteé.

Klaus parpadea un par de veces ante la pregunta. Severus se ve totalmente serio, ni una pisca de broma ni en su rostro ni voz.

—Quiero decir, sí, pensé que era obvio.

—Oh, bueno.

Y volvió a comer, Klaus golpea el hombro de Evan con más fuerza de la necesaria cuando lo escucha reírse. Sobra decir que Klaus no volvió a cometer el pecado de sentarse en un lugar distinto.

 

 

 

—Autismo...sorprendente, también lo sospeche— le confiesa, recordando todas las veces que Severus parecía tener un fuerte problema con las cosas sintiéndose mal entre sus dedos y la forma en la que solo conseguía que hablar si hablaban de pociones. —Pero no veo porque cambiarlo, las cosas que hace lo hacen....autentico— le quita importancia Klaus, es cierto que lo hacen un poquito tedioso y lo hacen parecer grosero. Muy grosero, pero para Klaus, solo es Severus siendo Severus.

—La sociedad no sería tan paciente con él. Le di las herramientas que pude para que andar en una sociedad no le fuera tan difícil ni estresante, pero aun con todas las cosas que aprendió de mí y Lucius, sigue sin encajar del todo. —Casi se lamenta Narcissa, —Incluso aunque lo intenté, no logre que dejara sus túnicas negras y se pusiera túnicas de lino belga.

—Tsk, no lo juzgo, incluso a mí me molesta el lino. —sí, Severus se aferraba a las prendas que le gustaban hasta que estas prácticamente se caían a pedazos sin remedio, luego compraba una exactamente igual. Notaba hasta la más mínima costura contra su piel, y si había un hilo fuera de lugar, se volvía enemigo numero uno.

—Noté que esta vez traía una elegante túnica de seda que es exactamente igual a su túnica favorita, y por la forma de los botones, sé que Lucius no se la compró— comenta casual Narcissa y Klaus alza ambas manos.

—Culpable. Tu lo dijiste, no soy ciego y es fácil ver lo que le gusta.

La mujer entonces cruza sus piernas y recarga su espala el respaldo del sillón.

—Descifraste lo que le gusta, ¿Eso significa que también sabes lo que odia?

A lo que Klaus se limita a alzar una ceja.

 

 

 

 

 

A Severus no le gustaba ser tocado.

Klaus era una persona táctil, le gustaba pasar sus brazos por los hombros de sus amigos, empujar, dar palmadas, a veces saltar a la espalda de Evan para espantarlo u otras luchar de juego con Edmund. Pero a sus ojos era MUY obvio que a Severus no le gustaba que lo tocarán.

Fue cuestión de verlo reaccionar a su alrededor. Se aleja de multitudes, cada vez que Slughorn va a su mesa e intenta felicitar al Slytherin con una palmada, Severus haría una mueca y se alejaría para quedar fuera del alcance del profesor. Si McGonagall intentaba acercarse para mostrarle el modo correcto de usar su varita, Severus retrocedería y se zafaría de su suave agarre. Y cuando Lockhart intento sujetarlo para tratar de convencerlo de hacer su tarea, Severus se volteo con varita en mano y lo saco volando al menos 3 metros de él, mientras rascaba el lugar que Lockart tocó.

No le gustaba y ya.

Por lo que Klaus siempre fue cuidadoso a su alrededor, siempre manteniendo sus manos donde el otro pudiera verlas y mantener una prudente distancia. También evitaba que algunos otros intentaran tocarlo, aunque Severus se la ingeniaba muy bien en ese ámbito.

Por eso fue una enorme sorpresa cuando en su quinto año, después de un día estúpidamente ruidoso y donde demasiada gente se aglutino en los pasillos como para poder pasar a gusto, Severus se plantó enfrente de Klaus. Este dejó la snicth con la que estaba jugando a un lado, preocupado y sorprendido en igual forma.

—Verus, pensé que ya estarías acostado.

Severus no dijo nada, se quedo parado unos segundos más, los dedos de sus manos comenzando a tallarse entre sí en un gesto ansioso, pensando en algo hasta que se animó a hablar.

—Somos...amigos, ¿verdad? —pregunta en un susurro, a lo que Klaus se sienta en su cama, un tanto alarmado por esa pregunta.

—Sí, lo somos.

—... ¿Puedo pedirte algo...extraño?

Klaus asiente, intrigado. ¿Qué podría querer que tiene tanta vergüenza de pedírselo? ¿Qué tiene en mente que lo pone tan ansioso? ¿Se habrá metido en problemas? ¿Mando al diablo la paciencia y asesinó a Potter y ahora necesita ayuda para ocultar el cuerpo?

—¿Puedes, por favor...abrazarme?

Sorprendentemente, Klaus se imaginó mil y una cosas por las que Severus podría verse tan ansioso, pero esa, esa especifica opción, no se le había ocurrido. Todas las veces que Severus huyo de saludos y abrazos ajenas se reproducen en su cabeza, ese mismo Severus que tan ariscamente se aleja de cualquier contacto humano, es el mismo que ahora le pide un abrazo a Klaus.

Su sorpresa es mal entendida por el otro, pues Severus traga y desvía la mirada, escondiendo su cara en su cabello negro. Volviendo a retroceder, volviendo a alejarse de Klaus.

—Si no quieres está bien, no ti—

—No, no, no— se apresura a negar Klaus, levantándose y acercándose a Severus, —no es eso, es solo que...me tomaste por sorpresa, es todo. —sonríe conciliador, y agradeciendo como a cinco deidades diferentes en su cabeza —Pero se lo pediste a la persona correcta, ven aquí— y abre los brazos en una invitación, dispuesto a que sea Severus quien inicie el contacto.

Severus parece relajarse, mira sus brazos abiertos y corta la distancia entre los dos, metiéndose en el espacio personal de Klaus, acurrucándose contra su pecho. Al instante Klaus cierra los brazos tras la espalda del azabache y recarga su mentón en la cabeza del otro. Podría saltar de alegría, pero se fuerza a quedarse quieto, desde ahí puede oler el ligero aroma a lavanda que sale del cabello negro, puede sentir la frialdad de su piel y su delgada silueta cave tan perfectamente entre sus brazos, como si estuvieran pensados para estar así.

—¿Puedes...apretarme? —pregunta en otro susurro.

Severus siempre habla en susurros cuando esta cansado. Pero eso no evita que Klaus lo escuche.

—Seguro. —Y con eso, aplica un poco más de fuerza, quiere ser cuidadoso en no abrumar a Severus, pero este se acurruca más contra su pecho, Klaus toma confianza y aprieta más. Un suspiro aliviado sale de Severus mientras su cuerpo entero se relaja.

Se queda en silencio, sosteniéndolo entre sus brazos y alternando fuerza de brazo en brazo.

—Lucius salía hacer esto— susurra Severus. Klaus no sabe porque, de un tiempo para acá, la mención del Malfoy le causa un ligero tinte de irritación, —, o acostaría su torso sobre mí cuando estaba bajo las cobijas, no sé porque, pero se siente bien.

—El peso correcto puede sentirse como un masaje, es relajante— explica, varias teorías formándose en su cabeza. No lo suelta hasta que es el mismo Severus el que retrocede.

Klaus casi lamente en alto la perdida del calor.

—Gracias.

—Cuando quieras.

 

 

 

 

 

 

 

—Bueno, no me odia, me atrevo a decir que sí, se cuando odia algo.

Narcissa siente y Klaus suspira, cansado.

—¿Ya vas a decirme a que vas? El tema es Severus, obviamente, ¿Pero que pasa con él y porque de repente tienes la urgencia de hablar conmigo? Creo que ya demostré que soy un amigo real y no un cabrón que quiere burlarse de él, además, soy amigo suyo desde tercero y ahora quieres hablar, eso es sospechoso.

Narcissa entonces sonríe, como si Klaus hubiera dado justo en el clavo.

—Correcto...excepto que no eres su amigo.

Al instante Klaus se endereza, tenso pero curioso.

—¿No lo soy? Por todo lo que he hecho, yo diría que lo soy.

—Justamente por lo que has hecho, no lo eres. —Klaus respira, no es momento para caer en provocaciones ni en juegos mentales. Narcissa sigue hablando antes de que Klaus pueda contestar algo de lo que seguro se arrepentiría después. —Severus mantiene contacto conmigo y Lucius por medio de cartas, y puedo entender que hayas estado en cada una de sus cartas durante todo el primer año en que fueron amigos, pero ahora... sus cartas están plagadas de ti. —Narcissa finge no ver el ego de Klaus crecer frente a sus ojos ante esa revelación, o la sonrisa satisfecha que se instala en su cara e intenta esconder, en vano, tras su taza de té, —imaginaras mi sorpresa cuando tu nombre venía adjunto a una pregunta para saber como cortejar a otro mago.

Y la tos de Klaus inunda el cuarto, aleja la taza de sí y tose. Narcissa espera paciente a que Klaus termine de ahogarse con las noticias y el té que estaba tomando, al parecer la sorpresa fue para ambas partes. Después de unos buenos minutos de toser, Klaus por fin puede jalar aire.

—¿Perdón? —pregunta con voz rasposa.

—En efecto, perdonado. —Narcissa suspira— Me contó que le dijiste que te gustaba.

Klaus se tensó de golpe. Eso había sido un error, hace dos días, enojado porque el otro no le hiciera caso, prácticamente se confesó en medio de una discusión y, por ende, asustó a Verus, ya sabía que al Slytherin no le gustan los cambios bruscos, y tener a tu amigo confesando amor es un cambio MUY repentino. No era como había querido manejar su situación, pero ahí va, a hacer estupideces. Verus no dijo nada y se fue en silencio, en veinticuatro horas no dijo palabra alguna, se escondió en su cama con los doseles abajó y no lo había visto en todo el día, apenas ayer se sentó a su lado, igual sin decir nada, pero al menos ya estaba a la vista de nuevo.

—Mira, sé que parece una broma de mal gusto, de verdad, lo entiendo. Pero no es un chiste— se apresura a asegurar, tener contenta a la bruja frente a él es importante si quiere una relación con el otro Slytherin. —De verdad me gusta.

—Te convoque aquí porque no estaba segura, —explica ella, — han sido amigos mucho tiempo, pero no sabía si sabías del todo como sería una relación con él. Severus es complicado, a veces incomodo con su propia piel por la forma en la que la magia lo creo, no es su culpa, pero andar con él puede volverse laborioso. No quiero que te dejes engañar por su forma de disimular y después te hartes, frustres y enojes con él por no saber o no entender tus emociones o tu no entiendas cuando el intenta comunicarse.

Klaus entonces ladea su cabeza, una risa cínica en labios.

—Black, me dices que tengo la vista de un halcón y luego crees que me enamore de una máscara, tienes que ser más consistente. —Narcissa le manda una mirada afilada que Klaus ignora por completo en son de por fin decir la verdad, —Yo me enamore de un Severus genuino, que dice lo que quiere, si bien, él no entiende el lenguaje social, yo sí, y puedo vivir con eso. Me enamore de sus muestras de afecto, de su personalidad tan peculiar, de sus palabras y gestos, sus gustos y disgustos, de todo lo que significa él. No de un Severus educado, callado y sarcástico, me enamore del chico con intereses específicos, un carácter del diablo y una dulce necesidad de un fuerte abrazo o algo pesado cuando está cansado y sobre estimulado.

—¿Estas seguro de tus palabras? —cuestiona ella, una pregunta que está a milímetros de ofender a Klaus.

—Te puedo hacer un juramento si eso quieres— responde, varita en mano como una ofrenda. Pero Narcissa niega, toda dureza abandona su postura y rasgos, sus ojos azules volviéndose amables y su sonrisa suave, asiente con la misma delicadeza de un cisne mientras sonríe.

—Entonces tienes mi bendición para cortejar a Severus. Claro que ganar la de Lucius será...efectivamente más difícil.

Y Klaus sonrió, por fin una sonrisa sincera. Si bien, todavía quedaba convencer a Lucius, con el voto a favor de Narcissa sería mucho más sencillo, por lo que simplemente asintió y extendió su taza de té. Ambos sangres puras brindaron.

Pero que idiota había sido.

Que Severus estuviera solo por tanto tiempo llamaría la atención de la gente equivocada. Supo que algo andaba mal desde que, al salir de su reunión con Narcissa, los pasillos estaban vacíos. Sus sentidos se agudizaron, apenas logrando captar un susurro lejano de bulla, pero no le da mucha importancia.

Hasta que, al seguir caminando, ese susurro se vuelve un grito. Y planeaba ignorarlo, hasta que una voz sobresalió de por encima de todo.

—¡Anda, grítanos ahora Snivellus! —Su sangre se volvió lava de golpe, volteando a de donde vino esa voz, y antes de darse cuenta, ya estaba corriendo para allá. Los pasillos se volvieron centímetros de tan rápido que los recorrió, pero al encontrar la fuente del sonido, lo que encontró en definitiva lo dejó furioso:

Ahí estaba Severus, despojado de su túnica y con el mismo maldito polvo rasposo que Klaus recibió en tercero, siendo empujado entre Black, Potter y Pettegrew como si fuera una pelota, Lupin como un puto inútil parado al lado, haciendo comentarios de como deberían dejarlo. Pero lo peor, eran las trompetas aladas que volaban alrededor de su cabeza y gritaban con mil voces, eso, sumada a la risa de esos hijos de perra, solo incrementaba el ruido.

Y Verus...Verus estaba en pánico. Incapaz de huir, su piel ardiendo por el polvo, siendo zangoloteado y tocado por varias personas y ese ruido atroz destrozando sus oídos sin piedad, sin poder protegerlos por intentar escaparse de las garras. Su respiración era pausada y errática mientras su vista estaba perdida en todo y en nada, asfixiado, abrumado, confundido y desorientado al siguiente nivel. Esos ojos negros, casi cristalinos de lagrimas marcarón un antes y después en Klaus.

No sería exagerado que lo que se escucho esa vez en el pasillo fue un rugido. Le importo un carajo que trono cuando tomó a Potter de detrás del cuello y azotó contra la pared, no le importó si debió controlar su fuerza cuando golpeo a Black ni que tan dolorosa es la maldición que le arrojo a Pettegrew, ni como lo hizo volar contra Lupin.

Nada de eso importó, porque acto seguido, las endemoniadas trompetas ardieron en llamas, por fin callándose. Severus estaba de rodillas en el suelo, un temblor en todo su cuerpo y sin saber que hacer, tratando de cubre sus oídos, pero sus brazos y manos llenos de polvo, haciéndolas insoportables para el mismo Severus, soltando sonidos desesperados que partieron aún más el corazón de Klaus, que al instante va corriendo en su dirección.

Un movimiento de varita, el polvo se fue, un parpadeo y la tunica de Klaus esta cubriendo a Severus del mundo exterior. Klaus deja caer el peso de su torso sobre el otro ya que esta cubierto, apretándolo contra su pecho en una desesperada oportunidad de que la presión, el silencio y la oscuridad puedan calmarlo.

—Verus, soy yo, Klaus, estoy aquí, todo está bien, ya paso— trata de no hablar alto en son de alterarlo más. El cuerpo bajo suyo tiembla y puede escuchar sonidos inconexos. Por lo que lo aprieta más. Los merodeadores ya se han levantado, o al menos Black, Potter sigue medio inconsciente con sangre saliendo de su cabeza y Lupin trata de liberar a Pettegrew de la maldición, sus labios se suben en un gesto de asco, pero habla suavemente hacia el chico en sus brazos—Se acabo.

Y aunque pretende ser un consuelo para Severus, es una orden para los otros. Un reto que ninguno toma, pues como cualquier Gryffindor, su valor se acaba cuando llega un enemigo más grande. Entre Black y Lupin tienen que arrastrar a los otros dos lejos, no le importa si van con el mismo Dumbledore, Klaus ya se encargara de hablar con su madre.

En cuanto se van, su furia su aplaca y regresa su completa atención a Verus.

—Respira conmigo, ¿Okay? Sigue mi respiración. Inhala, —Klaus infla lo más que puede su pecho, —exhala—, suelta el aire. Marca un ejemplo para poder guiar un poco la mente de Verus, que debe aun estar demasiado estresada. Lo repite unas cuantas veces, sintiendo al otro calmarse y dejar de temblar. —Te llevare al dormitorio, ¿Quieres caminar? —ni de chiste espera que el otro hable, por lo que presta atención. Verus niega, sí, lo veía venir, pero no pueden quedarse ahí Merlín sabrá cuanto tiempo, por lo que una idea se le viene a la cabeza. Y ruega que no le cueste dicha cabeza— Verus... ¿Me dejas cargarte?

Klaus espera, la quietud matándolo por la incertidumbre, hasta que Verus asiente. Con cuidado se separa del otro,  maneja su cuerpo con toda gentileza posible y recarga la cabeza de Verus sobre su hombro, acercándolo más hacia él, supone que el modo más fácil de cargarlo es al estilo nupcial. Al diablo lo que otros piensen, por lo que asegura su agarre y pasa su brazo por debajo de las piernas de Verus, y se separa del suelo. Los brazos de Verus se enrollan en su cuello y este esconde su rostro entre su hombro y su cuello. Klaus pega su cabeza de regreso.

—Todo esta bien. —vuelve a susurrar.

Verus es ligero para el tamaño que tiene, por lo que no es problema cargarlo todo el camino de regreso a la sala común. Ignora por completo las miradas y simplemente va al dormitorio, después podría explicarte a Evan y Edmund, pero por ahora solo importa Severus. Apenas entra, las luces se atenúan por un hechizo sin varita, lo suficiente para dejar una comoda penumbra.

—Ya llegamos— le avisa mientras se acerca a la cama de Severus y lo deja sentado, pero Severus no lo suelta. —Verus, estamos aquí.

—No...te vayas...—es apenas un susurro. —Por favor.

—No me iré.

Y con eso, Klaus se sienta a su lado, recibiendo de nuevo el peso de Verus en su regazo, por escasos segundos antes de ceder y acostarse en la cama. Verus se acurruca contra su pecho y Klaus lo recibe con brazos abiertos. Deja largas caricias a lo largo de su espalda mientras Severus se queda quieto, no dice nada cuando es el mismo Severus quien se quita la túnica de encima y se aferra más a él, pero si lo abraza de regreso cuando ve el rastro de lagrimas secas en sus mejillas. Se quedan en ese relajante silencio, Klaus podría quedarse dormido...hasta que algo es empujado en su mano, entre sus dedos.

Klaus abre los ojos, inspeccionado lo que Severus acaba de entregarle, tiene que acercarlo a su cara para ver que es: Una rosa roja fosilizada en lo que parece ámbar, la flor brilla al ser acariciada por su pulgar. Se avergüenza de decir que le toma un par de segundos entender que sostiene entre sus manos, y cuando lo hace, el peso de Severus es lo único que evita que salte como si tuviera un resorte.

Un regalo de cortejo.

El primer paso; una flor con las intenciones y una piedra del color de ojos de la persona que deseas cortejar.

—¿Verus? ¿Qué...? —ni siquiera puede completar la oración, pero no es necesario.

—Me gustas también.

Directo y al punto, tan típico de Severus, sonríe, sintiendo su corazón acelerarse a mil por hora mientras analiza el regalo, se atreve a soltar una risa al recordar las palabras de Narcissa, la Black nunca dijo que no respondió la pregunta de Severus y tampoco arruino la sorpresa, vaya temple.

—Gracias, Verus, lo atesorare— promete, la emoción y el amor por ese chico toman el control de su cuerpo y, antes de poder detenerse, planta un pequeño beso en la coronilla del azabache.

Verus no reacciona mal, solo se acurruca aun más con Klaus, y Klaus lo abraza de regreso. Al diablo las diferencias y expectativas, si tener que dejar de usar lino es el precio a pagar por tener a un chico tan hermoso para sí, Klaus Mulciber está dispuesto a quemar toda la puta fabrica.