
La primera vez que se vieron fue de todo menos ideal, le hubiera gustado conocerlo en otras circunstancias. Paso gran parte de su infancia lejos de Inglaterra, lejos de los problemas en los que su padre se metió con el ministerio y la sociedad por su marcado carácter, y siguiendo a su madre, aprendiendo diferentes cosas de todo el mundo, diferentes valores e historias, diferentes culturas y tipos de magia y entrado a otras escuelas para magos, incluso paso por Drumstrang, por lo que, para cuando el cielo se despejo para la familia Mulciber y él puso el primer casco en Hogwarts, ya estaba cursando su quinto año.
A Edmund y Evan los conocía desde antes, siendo que Avery y Rosier mantienen buenas relaciones con Mulciber, eran amigos por correspondencia, ellos dos fueron los que fueron a recibirlo el primero día.
Mismo primer día que cruzo caminos con el centauro más bello que haya visto jamás.
Mientras caminaba con Edmund y Evan por los pasillos, escucharon la conmoción de risas y el sonido de varios cascos en galope. Intrigados pero cautelosos se detuvieron, sacando sus varitas al notar como toda esa bulla iba en su dirección.
Realmente fueron segundos, pero Klaus lo recuerda tan vivido como si se hubiera detenido a admirarlo por horas.
Ojos negros y piel centrina. Su torso vestido con los colores de Slytherin, su largo cabello negro hacia juego con el pelaje de su cuerpo, opaco pero brillante como una noche sin estrellas, su cola siendo tan larga como su cabello, todo su cuerpo equino era delgado, afilado y refinado. Su marcada mandíbula, rasgos marcados y una elegante nariz romana, todo él gritaba misterio y oscura belleza, a excepción de sus ojos.
Estaba aterrado. Pues la única razón por la que Klaus lo vio fue por la brusca forma en la dio la vuelta en el pasillo, sus cascos casi resbalando sobre la piedra y ve al frente, demasiado tarde, un hechizo impacta con su costado trasero, dando sobre una de sus patas y causando una explosión que le arrebato la estabilidad. La explosión sorprendió a todos, incluso Klaus tuvo que obligarse a no subir sus cascos delanteros, como Evan y Edmund lo hicieron.
Ve al hermoso centauro ser empujado por la explosión y rodar por el suelo, escucha su cuerpo chocar demasiadas veces con la piedra, incapaz de frenar sus girar hasta quedar tirado frente a Klaus. Aún demasiado sorprendido, no sabe hacer otra cosa más que mirar al chico que ahora está tirado frente suya, no es ni siquiera para ofrecerla una mano para levantarse, atrapado entre la sorpresa y el susto. Al otro le toma un par de segundos reaccionar también, pero cuando lo hace, nota las patas de Klaus frente suya, siguiendo la forma, por fin sus miradas se encuentran.
Klaus no creía en las historias de amor a primera vista que su madre siempre implanto en él, pero ahora, viendo directamente a los ojos de ese Slytherin, puede jurar que fue amor.
Al menos para Klaus, porque el otro tira sus orejas para atrás y abre sus ojos como platos, su cuerpo animal haciendo el intento de alejarse, pero con una pata herida no puede hacer más que empujar su torso hacia atrás. No puede tampoco decir nada cuando la razón por la que corre tan bello ser se revela.
Klaus se mueve por instinto, de un salto, esquiva al chico a sus pies y su varita invoca un protego que evita que un hechizo impacte con ellos. Sus reflejos y hábitos actuando por él, no es hasta que la barrera de magia se baja que ve a sus rivales, resoplando enojado por ser atacado apenas llega.
Otros cuatros centauros llegan al mismo pasillo, varitas en mano y sus risas llenando al aire, al menos hasta que sus ojos caen sobre los tres sangres puras de ahí.
Klaus los ve, una pregunta escrita en toda su cara mientras los recorre con la mirada, dos de ellos se ven tan llamativos y costosos, uno totalmente negro con simétricas manchas blancas en sus patas y el otro de un color chesnut quemado, esos dos se ven como cualquier sangre pura, los otros dos, un rubio cenizo y un buckskin pinto, se ven más como cualquier otro centauro del lugar. Los dos más cercanos alzan su varita en su contra, a lo que Klaus ladea su cabeza y golpea el suelo con su casco delantero, alzando la propia.
Pero antes de que las preguntas, provocaciones o hechizos salieran, Evan relincho encabronado.
—¡A ti te estaba buscando, hijo de mula! —prácticamente grita Evan, está enojado, y eso significa impulsividad y agresividad a la siguiente potencia.
—¿Quiénes son? —pregunta a Edmund, que llego en silencio a su otro lado, pero este tampoco se ve muy feliz, sus orejas echadas para atrás y su cola dando latigazos, alterado.
—Potter y su panda de idiota.
Suficiente información, las cartas que eran mandadas hablaban de Potter, un vástago de la línea que salió tan mal como un cruce entre mula y vaca, arrogante, idiota y tramposo, un hipócrita, un niñato que no cumple sus responsabilidades como heredero porque no se le da la gana. Y con un largo historial de trampas, bromas y accidentes detrás que lo mantienen como el dolor cabeza de Hogwarts.
—¡¿Sigues enojado por esa bromita, Rosier?! —se burla con una sonrisa mezquina, uno que supone es Black. Pero claro, esa sonrisa dura segundos antes de borrarse por la obvia respuesta.
Apenas logra esquivar el hechizo que lanzó Evan, pero este no se detiene, sino que con un salto, arremete contra los recién llegados, corriendo hacia donde ellos. Edmund gritando frustrado antes de seguir el ejemplo de Evan y ambos ir a por esa panda de idiotas. Los Gryffindors al instante intercambian posición con el primer chico y pegaron la vuelta, ahora siendo perseguidos por dos enojados centauros pura sangre con miles de hechizos y maldiciones a la mano. Klaus los ve irse, no cree que sea una buena idea meterse en problemas durante su primer día.
Además, Edmund y Evan se las pueden arreglar bastante bien sin su ayuda. Por lo que da uno paso para atrás y voltea, buscando al chico. Por obvias razones, esta ya no esta tirado en el mismo lugar, Klaus lo encuentra cerca de una pared, tratando de usar la piedra como soporte e impulsarse para arriba. Sus patas delanteras logran levantarse, pero las traseras tiemblan, más la que fue herida por el hechizo. No parece haber sangre, por lo que el daño debe ser interno, lo cual es peor.
Klaus se acerca, falla en ser cuidadoso y la mirada negra lo encuentra, acusándolo de miles de cosas diferentes en silencio y sin decir palabra alguna. Klaus alza sus manos, mostrando rendición y buena fe.
—¿Necesitas ayuda? —que pregunta más estúpida, se da cringe a si mismo.
El otro resopla, nada contento con esa pregunta o con la misma atención de Klaus.
—Estoy bien, sigue a Rosier y Avery, no diré que fueron ustedes— es la única respuesta que consigue. Una que confunde bastante a Klaus.
—Ehm...¿Gracias? Pero, en serio, creo que necesitas una mano— insiste.
El chico vuelve a verlo, irritado pero curioso, suelta la piedra para encarar del todo a Klaus, mirándolo de arriba abajo, sus orejas alzándose durante su análisis de segundos, antes de volver a resoplar con sorna.
—Oh, ya veo, eres nuevo aquí— lo dice como si eso explicara absolutamente todo, una respuesta a una problemática a la que Klaus es ignorante. Sus orejas se agachan ante la obvia brecha de información y solo puede avanzar otro paso hacia él Slytherin.
—¿Perdón? ¿Qué tiene que sea nuevo?
—Nadie que lleve un mes aquí se preocuparía por algo así y menos por mí— dice tan seguro. Klaus vuelve a ladear su cabeza, sus orejas se suben, curioso, intrigado y algo preocupado, ¿Cómo puede ser que tan bello ser reciba tan poco cuidado y preocupación? ¿Por qué parece más reacio a recibir ayuda que daño?
—¡Sev!
Ambos voltean ante ese llamado. Llegando desde el otro lado del pasillo, llegan a galope un par de centaureas, una rubia con pelaje palomino pinto y una morena de pelaje tipo brindlye gris. Las dos corren hacia donde el Slytherin.
La rubia echando sus orejas para atrás en cuanto ve a Klaus, llegando y alzándose en sus dos patas traseras, usando las delanteras como una amenaza y hacerlo retroceder, cosa que logra meramente porque Klaus esta más concentrado en el bello azabache que en una molestosa pony.
Porque sí, esa palomina pinta es mucho más enana que Klaus, y tal vez no es necesariamente su culpa, Klaus es bastante grande por si mismo, más alto que Evan y el presumido de Dolohov. De igual modo, la rubia se ve exageradamente pequeña en comparación, al menos la morena se ve normal.
—¡Aléjate de él! ¡Te matare! ¡Tú, maldito-
—Calma, Char— interrumpe el insulto el chico, ahora de pie con la ayuda de la brindlye gris. —No fue él.
La tal "Char" aterrizo sus cuatro cascos sobre el suelo otra vez, ve con recelo a Klaus, que solo le dedica una mirada dura, la verdad ella le trae sin cuidado, el objeto de su atención es el azabache.
—¿Puedes apoyarla? —susurra la morena, viendo con preocupación la pata herida, el casco esta casi flotando sobre el suelo, el azabache hace el intento de recargarla por completo, pero desiste al instante, negando. —Tendremos que llevarte con Promfey.
—Puedo llevarlo— se ofrece rápidamente, no sabe donde o quien es la tal madame Promfey, pero asume que es un tipo de enfermería.
—¡Claro que no! —se interpone la pony rubia.
—¿Y como piensas llevarlo? Te saca tres cabezas de altura y dos cuerpos de largo—le reclama, agachándose demás y estar a su altura para demostrar su punto, la otra no cede, su cola dando latigazos de advertencia y su varita en mano.
—Puedo ir por mi cuenta, muchas gracias. —interrumpe aquel intercambio el azabache, aun de pie con ayuda de su amiga, pero ni tantito vulnerable.
—Apóyate en mí— ofrece de nuevo la brindlye, a lo que Klaus resopla, ya irritado de no poder ayudar y ser ignorado con tanta insistencia.
—Eres fuerte pero no lo suficiente para lidiar con el peso de otro, y esta pony se metería entre sus cascos— ignora el relinchar ofendido y la pasa de largo, volviendo a extender una mano en dirección del chico, que aun mantiene un frente firme y temple serio. —Puedo llevarte. Mucho más fácil y rápido.
Hay una silenciosa discusión después de su oferta, los ojos negros pasan de la rubia a la morena, Klaus se fuerza a ser paciente, pese a que lo que más le gustaría es ladrar que se decidieran ya o discutieran en voz alta, no le gusta estar fuera de discusiones que pasa a su alrededor, pero no, si quiere una oportunidad, tiene que esperar.
La rubia esta fuertemente en contra, pero la morena da un vistazo a Klaus y luego a la pata herida de su amigo, es obvio que caminar por su cuenta hasta la enfermería sería lento, doloroso y podría empeorar el musculo.
—Sev...—trata de convencer la morena.
—Rory— advierte la rubia.
—Char— casi resopla el azabache,
Era la primera vez que una discusión se reducia a decir los nombres de los participantes, siguieron con su duelo de miradas unos segundos más hasta que el azabache suspiró y sus delgados dedos tomaron la mano que Klaus le ofrece.
—Una palabra y te corto la lengua— es lo primero que advierte. A lo que Klaus sonríe.
—Entendido y anotado.
Con cuidado y sin soltar su mano, se posa a su lado, costado con costado, una invitación a apoyar su peso contra su cuerpo. Su mano baja hasta la cintura del otro, este bajando las orejas ante el contacto y lanzándole una mirada acusatoria, a la que Klaus solo sonríe inocente.
—Para sostenerte mejor, ¿O prefieres que te cargue en mi lomo?
El azabache respondió pasando su propio brazo por los hombros de Klaus.
—Es por aquí— comienza a guiar la tal "Rory", Klaus asiente y la sigue.
Los primeros pasos fueron torpes, con el azabache siendo extremadamente cauteloso de Klaus, de sus intenciones y movimientos, fácil de hacerlo saltar y sobresaltarse, pero después de dar la vuelta sin accidentes, decide soltarse un poco. El cuerpo de Klaus es capaz de mantenerse como soporte al peso ajeno, capaz de mantener el equilibrio y el paso para aliviar la presión que se acumularía en su casco herido.
Mientras avanzan, Klaus no puede evitar dar una mirada de más de cerca.
Que bello azabache.
Su ropa esta desgastada y vieja, no duda que sea de segunda o tercera mano, demasiados guangas y ocultando su figura, esconden la perfecta curva de su cintura que Klaus sostiene, pero incluso con ellas puestas, su belleza no se arruina en lo absoluto, más parece una capa extra al misterio carga. Su cabello, de lejos pareciendo grasoso, de cerca más parece aglutinado, como si hubiera estado encerrado en una sauna de vapor.
Las dos chicas se adelantaron a abrir las (exageradamente grandes, en opinión de Klaus) puertas de la enfermería, anunciando su llegada. La medimaga de ahí no desperdicia ni un instante en dirigir a su paciente a una cama, el azabache se separa de Klaus para dejarse colapsar en el colchón, aun así, Klaus no suelta su brazo hasta que esta totalmente acomodado en el mueble y su pata en manos de mujer.
—¡Joven Snape! ¡¿Cómo sucedió esto?! ¡Estas heridas no se obtienen en clásica! ¡¿Accidente durante salto?!
Así que su apellido es Snape, algo que hizo las orejas de Klaus subirse. Snape, ese no era un nombre que el pudiera reconocer, no se escuchaba del mundo mágico, asume que no es sangre pura. ¿Nacido de muggles o mestizo? ¿De qué lado es cuál?
Snape niega, viendo su herida ser tocada con la punta de la varita, un hechizo diagnostico que causa un espasmo en la extremidad. Todo el se remueve, incomodo.
—No, me caí en el pasillo.
Lo dice tan campal que Klaus ladea su cabeza.
Él vio el modo en que fue expulsado del suelo, estuvo ahí cuando un hechizo y una explosión causaron esas heridas, vio a los responsables de ambas cosas reírse y celebrar su caída, ¿Por qué él otro no dice nada de eso? ¿Por qué no comenta como sus cascos arañados son de derrapar y huir y sus heridas son resultados de un ataque a su persona? ¿Por qué miente a una medica?
¡¿Y porque chingados la medica se cree su mentira si esta viendo una herida que es obvio que no se hizo por un casco resbaladizo?!
Su cola se mueve irritado ante la falta de atención de ambas partes a la gravedad del asunto.
—Fue una caída fuerte. Pero puede arreglarse— termina por decir la médica, un bote de una extraña sustancia flota hacia ella— aplicare un poco de ungüento y usted se quedará aquí hasta la hora de la cena, así dejara el ungüento actuar y no forzará su pata.
Nadie dice nada a como Klaus se queda parado a un lado, con los brazos cruzados sobre el pecho y atento al diagnóstico. Tampoco cuando se queda y observa la herida ser tratada, al menos hasta que la mujer se endereza y mira duramente a Klaus.
—Debería retirarse, jovencito, tengo entendido que usted es de nuevo ingreso y debe apresurarse a adaptarse a Hogwarts, bien, debería aprovechar el día de hoy para buscar su horario y conocer a sus compañeros de habitación.
Klaus la mira, escéptico e indiferente. Esta mujer podía ignorar y aceptar una mentira improvisada y mal hecha para justificar las heridas de un estudiante, pero se ponía toda firme y estricta con la presencia de un desconocido de dicho paciente. ¿Es cruel, tonta o está desesperada por no tener más ojos juzgones sobre ella? A fin de cuentas, cede, la pony no dejaría que se acercara y el azabache parecía cansado hasta de existir, no sacaría nada bueno de estar ahí, por lo que agacha su torso humano para quedar cara a cara con el azabache.
—No escuche tu nombre— le dice con una sonrisa.
El otro encuentra su mirada y alza su rostro aun más, un sutil gesto de reto y desconfianza que no mitiga ni un poquito el interés de Klaus, su batalla de miradas dura segundos antes de que el otro se digne a responder.
—Severus Snape. Ahora vete.
¿Se puede poner mejor? Klaus sonríe aún más.
—Fue un placer conocerte, Severus— saborea el nombre en su lengua, ve las orejas del otro moverse nerviosas ante el sonido y esa reacción le sabe a mil fresas. —Espero nos encontremos de nuevo en mejores circunstancias, amaría un tour por el castillo contigo como guía—le promete, su cabeza ya maquinando planes para hacer dicha cosa realidad, —Me llamo Klaus Mulciber.
Las orejas de Severus se suben, curioso al nombre, a diferencia de la morena o de la medimaga, no hay ni una pizca de miedo en los ojos negros, nada más que mera curiosidad e intriga, tal vez desconfianza.
Klaus da la vuelta y se va, dejando detrás solo un aura de incertidumbre, porque ahora es conocimiento público: Los Mulciber han regresado a Inglaterra.
Y de hecho se hizo de conocimiento público. Ya han pasado dos meses desde su llegada a Hogwarts y ya puede decir que tiene una rutina respetable.
Le tomo un buen numero de semanas tener todo en orden, montar el acto que sus padres recomendaron, como un adolescente despreocupado, desvergonzado y alivianado, como si no hubiera pasado gran parte de su vida reconstruyendo una red de movimientos, alianzas y negocios que le trajeran poder, estabilidad y renombre a su familia a lo largo del mundo. En parte, este acto se volvió divertido, tenía la oportunidad de jugar a ser un joven centauro que cree que puede comerse el mundo, un tontillo creído, porque si todos los demás piensan que él es tan descuidado como para olvidar sus herraduras mientras avanza, no pensarán que pueda ocultar más secretos. Es lindo estar libre.
Se vuelve fiestero, no tiene problemas en seguir la bulla que inicia Evan, se ríe de chistes tan malos que se vuelven buenos y presume como todos los demás las cosas que consigue con solo una carta, y claro, se pavonea en la atención que obtiene.
Ofrece sus mejores sonrisas a las centauras que se acercan, sigue sus bromas y permite que se le peguen, no había momento donde no tuviera alguna cerca. Todas impresionadas por su tamaño y atraídas por la reputación de peligro que rodea su nombre, todas son chicas jóvenes, casi infantiles, tal vez es la única razón por las que las entretenía.
Levanta tierra con su casco delantero en un intento de terminar de zafar la ultima bota que le queda después de una desenfrenada practica de Hooveditch. Se queda parado sobre los enromes campos de Hogwarts, a la salida de la pista que usan para practicar el deporte.
La primera vez que vino fue con Evan, cuando este lo metió al deporte, apenas durante el tercer día de su estadía. Dejó que Evan lo guiara a las afueras del castillo. Él, más que nadie, estaba emocionado por mostrarle el catálogo de actividades que Hogwarts ofrece a los jóvenes magos. No está seguro de poder encontrar algo como los RAID que tanto disfruto en Drumstrang o las carreras de saltos extremos que practicó en Nigeria, pero tomaría lo que pudiera ofrecerle un buen desafío. Evan hacia una y otra vez la promesa de que tenía el deporte perfecto para él y Klaus lo deja prometer, ya haciéndose una idea de a donde quiere meterlo.
A las afueras del castillo y antes de encontrarse con la barrera del bosque se encuentran el catálogo de opciones. El enorme campo verde esta seccionado con barreras mágicas y de madera en cinco pistas, cada una es diferente a la anterior, con sus propias gradas para observadores, pero Edmund dice que todos los eventos de cualquier diciplina se presentan en el estadio centra, el suelo de este siendo cambiado para adecuarse. Por orden del director, tiene que ver todas las opciones, por preferencia de Klaus, deja que Evan lo guíe directo lo que quiere mostrarle. Lo vio y lo acepto.
El juego es pesado, rápido y se necesita fuerza, Klaus goza de la última y eso rápidamente lo puso en una alta posición entre sus propios compañeros de equipo, todos dependiendo de su altura, fuerza y puntería para anotar, todos preferían ir protegidos por Klaus que por otro. Disfruta la adrenalina, la brusquedad y en general todo lo que conlleva ese deporte, y eso se nota en los resultados que muestra.
Sus demás compañeros de juego se ríen a sus espaldas, emocionados y exhaustos, celebrando una futura victoria, y antes de que Klaus pueda seguir peleándose con un zapato necio, unas risas llaman su atención.
—¡Mulciber! ¡Hola! —saludan dos chicas, una rubia y otra castaña. Las reconoce como Vanity y Bulstrode, ellas trotan emocionadas, alcanzándolo y acaparando su atención, el les dedica una sonrisa encantadora y las recibe.
—¡Te vimos practicar! ¡Eres asombroso!
—-¡En definitiva le ganarás a Ravenclaw!
—Oh, eso es seguro— les sonríe.
Entretiene sus cuchicheos vacíos, sus risitas y sonrojos no significan la gran cosa, lo harían por cualquier otro. Ninguna esta de verdad interesada en él, solo en lo que significa.
A quien de verdad quiere, no lo voltea a ver.
Mientras ignora cualquier anécdota que le esté diciendo Bulstrode, él ve por encima de su hombro, sus orejas subiéndose en interés en cuanto su vista lo nota.
Porque en la pista vecina, una tranquila y sin tanto movimiento, estaba él.
Igual de bello que la primera vez que lo vio, incluso más. Sus túnicas guangas reemplazadas por una camisa deportiva de manga larga que abraza sus curvas y realza la finesa de sus rasgos, su largo cabello recogido fuera de su rostro. Cabeza en alto y con un distinguido andar, Klaus se pierde en su rítmico y elegante trote, marcado y contado, practicado, supone que es el ejercicio del momento por como todos los demás hacen lo mismo, pero ninguno con la gracia que ese azabache. Sus largas patas, delgadas, pero nada débiles, esbelto cuerpo y cola ligeramente alzada lo hace ver como una danza en cámara lenta.
Se mueve con tanta soltura como una pluma en al aire, pero con la firmeza de una piedra que rueda, como si nada en este mundo pudiera distraerlo, tan etéreo, tan perfecto e inalcanzable, perdido en su mundo y concentración.
Al parecer su obvia distracción es notada por las chicas, pues las dos se giran con duda.
—¿Qué te tiene tan distraído?
— ¿Te llama la atención Clásica? —pregunta Bulstrode, una sonrisa esperanzada en su rostro, una que a Klaus le es tan desabrida y poco bella junto al ceño ligeramente fruncido del otro mestizo.
—Sí...es un deporte hermoso— su lengua se suelta, entonces voltea hacia ellas y da una ligera reverencia, —lo siento, justo ahora debo hacer algo, después podemos hablar. Tengan una buena tarde, damas.
Sin esperar respuesta, las deja atrás, apresura el trote para llegar a esa pista. Como calculado, cuando esta frente a al cerca de madera, la trompeta que marca el final de la practica suena y la bella fila de trotes se dispersa como un cardumen de peses que llega a mar abierto. Algunas chicas le mandan algunos saludos, él sonríe, pero sigue la figura negra. Severus no se detiene a charlar con nadie, sino que va a un borde a tomar de la botella abandonada ahí, lejos de la demás.
—¡Verus! ¡Hola! —se apresura a llegar a esa orilla, Verus voltea y en cuanto lo ve, sus orejas se echan para atrás.
—Mulciber— responde Severus mientras lo ve llegar, sus brazos cruzados sobre su pecho.
Resulta que la reputación que tiene varios beneficios tiene un defecto, un terrible defecto.
—Oh, vamos Verus, te he dicho que me llames Klaus— sonríe mientras se recarga en la barda de madera, con una sonrisa en labios.
—Y yo te he dicho que me llames Snape, por lo visto, ninguno obtendrá lo que quiere. —Es la cruda respuesta que obtiene mientras se da vuelta para irse también.
Klaus suspira y lo sigue por el otro lado de la cerca.
—Excelente práctica, te veías increíble con ese trote, aunque te verías mejor si trotaras hacia mí— sonríe, pero a como toda respuesta recibe una mirada indiferente.
—Entonces Bulstrode te ha de parecer preciosa.
Y la sonrisa de Klaus se tensa, obviamente Verus respondería así.
—Sí, ella es linda pero no se ve tan hermosa como tu— intenta defender.
—¿Y Vanity no es etérea?
¡¿También eso?! Demonios, los rumores de verdad corren como pólvora en todo ese castillo.
—¡Sabes, podríamos salir alguna vez! ¡Aun no me has dado ese tour! —intenta por ultima vez mientras ambos alcanzan la puerta de salida y por fin quedan frente a frente.
—Con un mes aquí, creo que ya has conocido cada esquina. Y si no, —Severus hizo un ademán y señaló con los ojos hacia espaldas de Klaus— alguna de ellas amaría dártelo con atención al cliente personalizada.
Y Klaus no tiene que voltear para saber que Bulstrode, Vanity y tal vez alguna de las otras que tienden a estar a su alrededor ya están en grupo y esperando por su regreso.
—Sí, pero yo quiero TU atención— intenta ahora.
Severus resopla y su casco trasero golpea el suelo, exasperado, su ceño aun más fruncido que antes mientras su cola da latigazos, no tan letales como los de sus ojos. Y aunque eso debería espantar a Klaus, hace lo opuesto, mueve más esa intriga que tiene por el joven enfrente suya.
—Escúchame bien, Mulciber— lo enfrenta, enderezando su torso para mostrar su altura, si bien, Klaus es alto, Severus no se queda atrás. —Te aviso desde ahora que con tus juegos de palabras, frases estúpidas y vergonzosos intentos de coqueteo no va a ser suficiente para encantarme. No soy de esas muchachitas, tontas e ingenuas, con las que amas rodearte y todo el mundo te ha visto andar. Ahora, metete en la cabeza que no me interesa y lárgate.
Y con eso le dio la espalda, su cola dando un ultimo latigazo mezquino y siguió su camino, dejando a Klaus parado a la mitad del campo. Lo observa irse, incluso con ese andar molesto e irritado, se ve tan bello y elegante.
—Bueno, eso es un rechazo— Evan llega a su lado, viendo por donde se fue el otro azabache.
—Nah, si me hubiera rechazado de verdad, no me habría dirigido la palabra— le quita importancia Klaus, cruzando sus brazos sobre su pecho mientras ve con una sonrisa esa silueta negra moverse.
Lo ve llegar con sus amigas, las mismas que el primer día: Charity Burbage y Aurora Sinistra. Burbage no tiene reparo en mandarle miradas envenenadas mientras que Sinistra es más cautelosa, ambas rodean a su amigo y se lo llevan, usando sus cuerpos para esconderlo de su mirada de un modo casi cómico que saca un resoplido burlón de parte de Klaus.
—Te rechazan en la cara y tu piensas que es una declaración de amor.
—Se sabe mis líneas de coqueteo, sabe con quien las use, me recibió, pudo haberse ido por el centro de la pista para salir, pero se quedó junto a la cerca porque venía hablando conmigo. Esta interesado, solo que es desconfiado.
Evan rueda los ojos, aquí viene otra semana de ridículos intentos por ganar la atención del corcel.
Severus iba de salida de una de sus clases cuando su camino es bloqueado por la enorme silueta que siempre parece saber donde esta. Suspira mientras encuentra los ojos dorados y la gran sonrisa en labios, sus manos escondidas tras su espalda.
—Verus— saluda Klaus.
—Mulciber— casi gruñe Severus, siguiendo su camino. No se sorprende de escuchar como el otro lo sigue de cerca y pasea a su lado.
—El día es hermoso, ¿No quieres caminar conmigo?
—No me interesa, Mulciber.
—¿Qué tal mañana, entonces? Toda esta semana habrá el clima perfecto para una cita.
—No saldré contigo. —En cuestión de unas cuantas zancadas, Mulciber vuelve a interrumpir su camino.
—¿Y si te llevo rosas? —Y por fin muestra sus manos, mostrando ante él un bello ramo de brillantes rosas rojas, bellamente cortadas y acomodadas para ser discretas y con un perfume tan dulce.
Severus las mira por el rabillo del ojo, sin detenerse.
—Como sea se me van a marchitar.
Y con un toque de su varita, la vida de esas bellas flores se extingue por completo, pudriéndose lo que les toma días en apenas unos segundos. Klaus lo ve irse con el ramo moribundo entre manos, cuando el otro gira el pasillo y se pierde, él alza más el ramo, analizándolo antes de reír asombrado.
No había visto a nadie hacer un hechizo así de manera no verbal, con solo un toque e irse tan campal, como si no tomara una inmensa cantidad de magia el poder hacerlo. Ni tantito desanimado se va trotando de regreso a donde esta Evan.
El tercer intento tampoco fue muy bueno, la verdad.
Cuando le pago a la banda de Hogwarts para comenzar a tocar en el momento en que vieran salir a Severus, tal vez se le fue un pequeñísimo detalle. Evan y Edmund le advirtieron hasta el cansancio que era una terrible idea, que no ganaría nada más que una nariz rota y una demanda por acoso y contaminación auditiva, pero, siendo el terco aferrado que es, no les hizo caso y de todos modos hizo su plan.
Severus salió de esa sala con ropas formales, no sus viejas túnicas, su plan era salir y pasear un poco entre las jardineras para distraerse y disfrutar del sol, pero se encontró con un sonriente Klaus. A pies de los escalones.
—¿Saldrías conmigo?
—No me interesa.
—¿Y si te llevo serenata?
Y en ese instante noto a todos los demás estudiantes con sus instrumentos, un segundo antes de que cada uno comenzara a tocar y se vieran envueltos en una ruidosa melodía, tocando una canción que Severus no reconoce del todo.
Klaus se enorgullece de ver la sorpresa bañar por completo la cara de Severus, sus orejas alzándose y pasando su mirada por todos los presentes, sin el típico ceño fruncido y más confundido que molesto, y cuando dirige su mirada de ojos negros a él, esto no cambia. Ve el ligero tinte de sus mejillas y se da por vencedor.
Eso hasta que habla.
—Como quiera te va a correr Lucius. —Y señala por encima de su hombro.
Cuando Klaus lo sigue con la mirada, siente su corazón detenerse y su cuerpo congelarse.
Porque ahí, parado en la puerta, vestido con elegantes túnicas, sus orejas echadas para atrás y varita en mano, estaba parado Lucius Malfoy, tanto su cabello como su cola pulcramente arreglados en una coleta que cae por sus hombros y patas. Sus ojos grises relampaguean como una tormenta de ira ante lo que ve, ante el atrevimiento de Klaus.
Klaus no esta seguro de que es lo que lo hace más aterrador; el hecho de que Mulciber sigue peleado con Malfoy, la varita que saca chispas o que ese será su suegro si termina por lograr el favor de Severus.
—Ay. —Es lo único que sale de su boca.
—¡Mulciber! —casi ruge Malfoy.
Sobra decir que la banda entera salió corriendo en diferentes direcciones cuando Lucius Malfoy mando al diablo la aristocracia y las formalidades para saltar los escalones y correr tras de un muy apresurado Klaus. Ambos ocupados en maldecir y huir, Narcissa Malfoy sale de la misma sala y se para a un lado de Severus. Los dos observan a esos tercos perseguirse y huir como si fueran un par de potros.
—Creo que no está listo para que tengas novio— es lo que dice Narcissa mientras ve a su esposo soltar insultos y maldiciones a diestra y siniestra contra el interesado en Severus, en su joven aprendiz y pupilo.
—Primero, Klaus no es mi novio. Segundo, Lucius no es mi padre. —Le responde, desviando la mirada para no enfrentar los ojos azules que parecen conocer hasta los pecados de sus vidas pasadas. Pero Narcissa se ríe de su reacción.
—Creo que los dos piensan que sí a las dos cosas.
Frustrante, eso es.
Todos los pasillos del maldito castillo eran iguales, no había letreros que mostraran que salón era cual, y no estaba del todo claro a que lugar te llevarían las malditas escaleras, ojalá se caiga el cabrón que pensó que sería una buna idea poner escaleras que se mueven, a Klaus casi le da un infarto. Incluso con meses de haber llegado sigue siendo fácil confundirse con los millones de pasillos, vueltas y puertas.
Por lo que ahora se encuentra perdido, en medio de un pasillo básicamente desértico y con un mapa que ayuda en cero y nada a ubicarse. Golpea el piso con su casco a causa de la frustración, sin estar seguro de que dirección tomar.
—¿Necesitas una mano?
Voltea como su fuera una lechuza a donde esa voz.
Caminando tranquilo y con su mochila colgando de su hombro, llega Severus. Klaus siente su corazón acelerarse con cada centímetro que el otro avanza en su dirección, más cuando solo se detiene estando uno enfrente del otro.
—Necesito cinco, este lugar es un hormiguero. —sonríe, emocionado y algo torpe por esa misma emoción.
—¿Asumo que tienes Defensa Contra las Artes Oscuras? —pregunta, tan casual, como si no hubiera adivinado su siguiente clase.
—Correcto, pero creo que di vuelta mal en algún lado— un resoplido de burla sale en respuesta a eso.
—Caso contrario, estarías en el salón y no rondando por ahí como un pony descabezado. —No tiene oportunidad de defenderse cuando Severus lo pasa de largo, deteniéndose a unos cuantos pasos y mirarlo por encima del hombro, —Me dirijo para allá también, ¿Vas a quedarte ahí parado, como una gárgola, o vas a venir?
Dos de sus cuatro cascos se resbalaron en el liso suelo de piedra por los rápido que se giró para alcanzarlo, si no se cayo es porque eso lo retrasaría.
—Gracias, Verus.
—No lo menciones.
Y Klaus sonríe, porque esta vez no fue corregido.
—¿Esto cuenta como el tour que quedo pendiente? —pregunta para llenar el silencio.
—No, deja de molestar con eso. —farfulla Severus, pero Klaus sonríe aún más.
—Vamos, Verus, dime como quieres que te lo pida, este corcel trota al paso que tu digas. —promete mientras avanza unos pasos para poder ver su rostro, sintiendo la satisfacción e ver esas mejillas sonrojadas otra vez.—Voy a ganar esa carita hermosa, yo, por ti, haría cualquier cosa.
Severus se detiene sobresaltado cuando los dedos de Klaus alcanzan su mejilla en una suave y gentil caricia, solo para aprovechar y peinar un mechón de cabello tras su oreja, así mostrando aun más su belleza. Klaus espera ser insultado y mandado al diablo, tal vez incluso hechizado por su atrevimiento a hacer un movimiento así. Pero Severus suspiro, cansado y miro alrededor antes de cruzarse de brazos y enfrentarlo una vez más.
—¿Qué más quiere que te diga, Klaus? —escuchar su nombre ser pronunciado por esa grave y serena voz causa un escalofrío en él, una onda de electricidad alrededor de toda su vertebra y hace temblar un poco sus patas. —A ti no te quieren mis amigas, y un poquito menos mis tutores, ¿Qué van a pensar si un día nos ven juntos? A ti, a Klaus Mulciber, ricachón mimado y supremacista, conmigo, un mestizo de bajo nivel. Tus conquistas vendrán por mi cabeza. No planeo ser tu juguete solo porque estas encaprichado, te digo que no y te enojas, cuando te diga que sí, te aburrirás eh iras, como todos dicen que harás.
Y eh ahí el talón de Aquiles de todo su acto, porque de verdad piensa que planea usarlo para quitarse las ganas y después lo dejaría tirado. Es decir, él mismo comenzó ese rumor, pero ahora se arrepiente tanto que es capaz de usar un gira tiempos y darse una bofetada a su yo del pasado.
—Yo no soy tan malo como dicen por ahí— promete mientras da un paso más cerca, buscando que esos ojos negros lo vuelvan a mirar, porque es verdad, porque él no es así en realidad.
—No soy un tonto para dejarme engañar— casi sisea, pero puede ver la duda en su postura, el ligero temblor de sus manos mientras estas se aprietan sobre la correa de su mochila y el sutil movimiento de sus orejas.
Y Klaus sonríe comprensivo.
—No, no lo eres, por eso estás aquí.
Porque si Severus se dejara engañar, lo habría rechazado contundente desde el primer día, no habría tomado el tiempo de hablarle, de soportarlo o tan siquiera entretener sus intentos por llamar su atención. Lo trataría como trata a esos insufribles leones que lo acosan, lo trataría como a los tarados que se acercan a pedirle una cita como parte de un reto para ir a reírse con sus amigos como un montón de niños inmaduros.
Pero él no es un tonto y ve perfectamente bajo la reputación que Klaus confeccionó para si mismo. Y por eso mismo Klaus no se rinde, no rinde en sus intentos por borrar las dudas que aun plagan a Severus.
—Se acerca Baile Primaveral— dice Klaus, al instante Severus desvía la mirada y se lleva un trocito de Klaus con ese gesto dolido.
Una tradición arcaica que se basaba en centauras desfilando hasta encontrar un pretendiente interesante y aceptable, con el tiempo trasmutado a solo un baile, una fiesta elegante. El Baile Primaveral, un baile pensado para los jóvenes solteros tengan la oportunidad de encontrar un pretendiente compatible con ellos, con sus magias, con sus intereses y apariencias, una tarde dedicada a descubrir si vale la pena intentar una relación, aunque a esas alturas era más una prueba por baile cuyo principal lenguaje son las flores.
Claro que escucho la cruel broma que Verus sufrió durante ese baile. Y esta decidido a borrarla. Sus manos encuentran las del azabache en un suave agarre, las toca con gentileza y sostiene casi con ceremoniosidad.
—Elígeme de regreso en ese baile. —pide, pero Severus pega sus ojos al suelo.
—Si es otra broma, por favor detente, no es divertido— susurra, todo el tenso como una piedra mientras hace frente a los recuerdos del pasado.
—No, no, Severus, por favor, mírame— el otro duda, pero después de un par de segundos, esos ojos negros lo miran, cargados de heridas, de recuerdos e inseguridades, pero, entre todo ese mar de negatividad, puede ver la forma en la que brillan con anhelo y deseo, un deseo a una ilusión que Klaus quiere volver realidad. —Ve al baile y elígeme de regreso, dame la oportunidad de demostrarte que soy sincero. Si al final de la tarde, no me eliges de regreso...te dejare en paz, por completo.
Porque un rechazo así es el más definitivo, una bofetada de realidad, innegable e indiscutible rechazo.
Lo ve morder el interior de su labio, inseguro y dudoso, analiza lo que escucho, seguro en su cabeza lo compara con lo que paso antes, con la ultima vez que se permitió una fantasía así. Se siente morir con cada segundo lleno de expectante silencio, espera esa respuesta con ansias, con necesidad.
—Bien, — por fin cede, lo dice tan bajo que, si Klaus no estuviera hiper atento a él, no lo habría oído. —Solo esta vez.
No es exagerado que el resto del día, Klaus estuvo saltando de aquí para allá, como un potrillo extasiado, con una eterna sonrisa en el rostro y una mirada de tonto enamorado.
Los jardines de Hogwarts estaban bellamente decorados para la ocasión, con burbujas de luz que flotan y dan un ambiente cálido. Las hermosas cortinas de flores que cuelgan de los arboles y los rodean con un suave aroma, la música de fondo dada por algunos toca discos, y algunas bebidas ofrecidas en mesas con manteles.
Klaus siente su corazón martillar en su pecho, esconde sus nervios bajo una sonrisa y sus temblores tras una copa de ponche. Perfectamente arreglado, Evan y Edmund no dejarán jamás de molestarlo por el gran escandalo que armo hace apenas una hora, cuando estaba corriendo como una cabra desquiciada por todo el cuarto mientras se cambiaba de ropa, y es que cada vez que se probaba algo, esa ansiedad en su pecho le decía que no era una buena elección. Después de tapizar el suelo con túnicas, chocar con Edmund sin querer y recibir un golpe de Evan, es que se decidió por esa túnica con entre tejido verde satinado por dentro, con botones a lo largo y marcadas hombreras, todos el con la elegancia del negro, a excepción de la chispa blanca de su bolsillo, sobre su corazón, ahí reposa una Dalia blanca, una que significara todo al final de esa tarde. Calla las dudas que asaltan su cabeza sobre si era demasiado elegante, si tal vez debió optar por algo más casual, si su cabello se veía bien, si sus herraduras estaban limpias, si la flor estaba bien o debió pedir una aún más fresca.
Una y mil cosas mientras esperan a que el evento comience. Escucha los susurros y risitas alrededor, muchos al tanto de su reputación se preguntan que hace ahí, intentan adivinar a quien intenta cortejar. Afortunadamente, no tiene que soportar eso por mucho cuando el mayor de los Black llega y se roba esa atención, él tiene peor reputación y actitud que Klaus. Que ese tarado se lleve las malas lenguas. También llega Potter, pero es conocimiento publico que él ya está con la pelirroja de Gryffindor, una pobre elección a su parecer, nótese que sabe la historia detrás de esa relación y no le gusta en lo más mínimo. Más parece que todos en ese lado del globo tienen una filosofía de hipocresía e indiferencia al daño a los otros, ¿Con que cara se decía ser una buena persona y amiga si iba y se enamora del bully de su antiguo mejor amigo? ¿Es que ella no piensa cuanto tiempo tomara a ese tarado verla con el mismo desprecio?
Los otros dos merodeadores le traen sin cuidado, ninguno representa una amenaza por si solo y se limitan a ser la sombra de Potter y Black, pero con una ocupado y el otro distraído, son una molestia menor que puede ser ignorada.
Cerca puede ver a los profesores, todos con una copa en mano y atentos a que nadie se altere tanto, pero dispuestos a disfrutar la posibilidad de ver un joven amor nacer.
No es hasta que la música cambia y las burbujas luminosas bajan y se acercan a la cortina de flores que Klaus siente la ansiedad subir. Sus orejas se suben y tiene que controlarse para no empezar a zapatear en desesperación, si no que, con toda la compostura que logra juntar, se abre camino entre los jóvenes que ya se han agrupado y se adueña de un buen lugar.
La cortina se abre y comienza de verdad.
Ve sin interés a las distintas centauros y centauras que salen a trote, vestidas con elegantes túnicas y vestidos, cabello y cola decoradas con flores y accesorios que rebotan con cada paso. En una especie de modelaje, las ve trotar a lo largo del lugar, en círculos mientras sonríen y buscan entre la gente alguien interesante, recibe algunos guiños y saludos que responde con un corte asentimiento, pero Klaus espera.
Y la paciencia da resultados.
Casi como la primera vez que lo vio, el mundo y el tiempo se detienen para Klaus, todo alrededor deja de importar y todo se oscurece menos él.
Sale de entre las flores con la misma gracia que el viento al llevar una pluma, su cabello perfectamente peinado en una hermosa trenza que cae tras sus hombros, menos dos mechones que se encargan de enmarcar su bello rostro, la blanca orquídea al final de su trenza sobresale de entre todo ese mar de negrura, su largo talo se enrolla alrededor del cabello como una liga y broche. Casi como un juego del destino y una señal del universo, su torso viste de una túnica verde, tan verde como el color insignia de su casa y la misma sombra de verde que Klaus usa, esta remarca su finura, sus rasgos y su altura, con distintos brillantes en la tela. El verde realza su piel y su pelaje, el corte bajo de la túnica dando paso a su hermoso pelaje negro. Sus ojos negros no demuestran nervios, su rostro serio se queda etéreo ante la atención, y su andar se vuelve un hipnótico baile que Klaus persigue. Las flores trenzadas en su cabello no hacen más que separarlo más de esa mundana simpleza.
Severus avanza con mucha más gracia que los demás, el resultado de tantas clases de Clásica. Lo ve avanzar con la vista al frente, sin dignarse a mirar a los demás, sin buscar anda entre la gente que lo admira. Y entonces conectan miradas. A diferencia de la primera vez, no hay miedo en esos ojos negros, no hay ansiedad ni prisa en su andar, no está huyendo de nada.
Y cuando es hora de elegir, Klaus avanza.
Severus se queda parado cerca de un árbol, esperando por su cuenta mientras los demás están hablando y platicando. Sus orejas reaccionando al sonido de los pasos de Klaus y lo alerta de su presencia. Klaus sonríe y hace una reverencia como dicta la etiqueta. Severus, bien enterado de esta, la imita con gracia antes de que ambos se levantaran y Klaus extendiera su brazo en una invitación.
—¿Me concede su compañía? —procede a preguntar.
Verus rueda los ojos, pero asiente, dando un paso para aceptar su brazo, o al menos esa era la intención cuando una risa demasiado cercana y conocida los interrumpió. Klaus contó hasta diez para no maldecir y Severus hasta treinta para no matar.
Y es que el tarado de los Black se acerca a ellos, riendo mientras pasa su mirada entre Severus y Klaus. Igual que siempre, leal a un sangre pura, vestido pulcramente con hermosas túnicas y realzando la clase y porte característico de su familia
—Mulciber, te creí más original, ¿Vas a repetir lo que paso hace dos años o qué? —soltó en su dirección.
Klaus se endereza, una nueva ola de ira golpeándolo cuando notó como Severus desvió su mirada, incomodo y avergonzado, peor aun cuando tienen la atención del meope y la pelirroja. No le gusta como Severus se tensa cuando esta bajo la mirada verde, no le gusta como el tarado de Potter le quita importancia y ella se queda inmutada por lo que sucede. Y odia ver ese brillo emocionado morir a manos de una cruel posibilidad.
—Lárgate, Black— ordena mientras avanza, interponiéndose entre Black y Severus, así también bloqueando la vista a los otros.
—Pero míralo, se puso hasta flores, nosotros lo hicimos, ¿Pero qué cosa harás tú? Seguro algo mucho peor, ¿No será divertido cuando lo dejes plantado en-
—¡Sirius! —de repente llegó otro chico, también lo reconocía y tampoco le agradaba en lo más mínimo. Su pelaje echo un desastre, desigual y tan cicatrizado como su rostro, con viejas túnicas remendadas y una cobardía más grande.
Ese castaño llega, tomando el brazo de Black mientras intenta jalarlo.
—¡Se lo prometiste a McGonagall!
—¡No estoy haciendo nada! —se apresura a defenderse.
Klaus resopla y se gira a Severus, y vuelve a extender su brazo, llamando su atención. Sonríe conciliador cuando los ojos negros encuentran los suyos.
—Deja a los potros relinchar y berrear, tu y yo tenemos una cita pendiente.
Y parece ser suficiente, porque Severus acepta su brazo y ambos caminan, dándole la espalda a Black y a Lupin.
Ignora las miradas curiosas, ignora como varios voltean a verlos y señalan su andar junto con Severus. Tímido al principio, Severus estaba tenso, la interrupción de Black no ayudo nada para sus crispados nervios. Respira hondo y lo lleva a la mesa de bebidas, donde le ofrece una copa que el otro acepta, bebe de ella mientras ve alrededor, como si esperase ser atacado por algo o alguien, listo para reaccionar y sacar su varita a la mínima, puede ver sus orejas estar atentas y sus cascos dando nerviosos pasos.
—Felicidades por tu TIMOS, escuche que saliste con sobresaliente en pociones. Eres brillante en esa materia.
Y ese simple halago relaja a Severus, es suficiente para romper un poco el hielo.
—No pensé que lo notarías.
—Oh, me ofendes, ¿Quién no notaría a un genio en pociones? Ni siquiera un ciego pasaría por alto tu talento.
—¿Me halagas en esperanza que sea suficiente para hacerme olvidar que casi explotas el caldero la semana pasada? —y cualquiera confundiría ese tono y movimiento de cabeza como despectivo, pero a Klaus no se le escapa como trata de esconder una sonrisita divertida tras la copa.
—¡No!.... ¿Esta funcionando?
—Mhm, con tres más se me olvida.
Lento, paso a paso, logra que Severus baje la guardia, logra que se suelte un poco y logra sacar de él un par de risas, lo ve relajarse y de hecho disfrutar. La precaución que siempre lleva consigo se ve aliviada con cada roce, con cada toque.
Klaus aprovecha que están al aire libre para encontrar un lugar cómodo donde reposar, se acuestan entre la hierba alta, alejados para poder estar más relajados, pero aun cerca para que los profesores puedan mantener un ojo sobre ellos, ambos disfrutando del aire fresco, de la música que se escucha a sus espaldas y los rayos solares de media tarde. Mientras ven el cielo comenzar a oscurecer, Klaus se ladea lenta y sutilmente.
Casi se le atora el aire en la garganta cuando siente el peso de Severus, que se recarga contra su costado de regreso, lo mira, pero este tiene sus ojos pegados a las nubes del cielo.
—Lucius me dijo que era una mala idea aceptar tu invitación— comenta, casual mientras evita su mirada.
—Déjame adivinar; —se aclara la garganta y endereza el torso en una perfecta imitación a la postura de Malfoy— "Los Mulciber solo se divierten jugando con jóvenes ilusos, no le creas así te prometa la luna, no te engañes mi pequeño potro"
Severus se rio ante eso, también Klaus antes de volverse a acomodar a su lado. No dice nada cuando el más delgado se acerca aun más para quedar mejor recargado en el cuerpo del más grande.
—Sí, algo similar. Pero Narcissa dijo que sería bueno para mí. Que necesitaba comenzar a hacer conexiones con los demás para tener un buen futuro. Incluso me ayudo con mi cabello.
—Mhm, buenos argumentos, aunque me gustarían más si fueran sobre como es importante que te permitas disfrutar la atención positiva que tienes.
—No he tenido de esa antes.
—Entonces que bueno que yo estoy aquí.
Se volvieron a quedar en silencio, un cómodo pero expectante silencio.
—No lo entiendo, ¿Por qué? —pregunta de una vez.
—¿"Por qué" qué? —Klaus ladea su cabeza, confundido.
Severus se endereza solo un poco, viendo directamente a Klaus.
—¿Por qué te crearías una reputación tan alejada de la realidad? No he parado de escuchar como solo quieres jugar conmigo, que eres lo peor, que no te importan los sentimientos de los demás y solo buscas entretenerte un rato, pero...nada de eso parece real.
—Porque no lo es. —confiesa Klaus, con una sonrisa— Todo es parte de un acto para que me dejen en paz, una protección para que no pase lo mismo que sucedió con mi padre. Un vil acto, una charla aquí y allá y los chismes se hacen por si solos. —Se hunde de hombros.
Severus alza una ceja ante su respuesta, pero termina por sonreír un poco.
—Inteligente, cansado pero inteligente, aunque eso me ponga como el ligue del momento.
Pero Klaus resopla. Severus se sobresalta cuando su brazo se pasa por sus hombros, de un tirón acercándolo a su pecho aun más.
—Na-ah, no te hace mi ligue. Esto te hace Señor Mulciber, porque contigo, Verus, voy muy enserio. Eh viajado por muchos países, pero, aun así, eres el único en mis ojos.
Ese suave rubor en el pálido rostro valdría millones si se volviera una pintura y fuera expuesta en un museo, pero nadie la vería, porque Klaus la compraría al triple de su valor y escondería para si mismo, para disfrutarla y amarla solo él. De repente un cambio de música llama la atención de los dos. La ultima parte del baile esta dando inicio, todas las parejas acercándose al mismo circulo de flores y telas, la música apacible siendo reemplazada por una melodía más movida y animada, la ultima danza.
Donde se hace la decisión final.
Klaus se levanta, al igual que Severus, sus ojos puestos en la pista de baile que comienza a llenarse, con risas y gritos. Puede ver como la ansiedad regresa a Severus, puede ver el nervioso movimiento de su cola ante la repetición de su peor humillación en ese baile, pero esta vez no será así, no será así porque Klaus esta ahí.
La reverencia de Klaus arrebata la atención de Severus, pues este le pide su mano con ceremonia y una sonrisa dulce en labios.
—¿Me concederías esta pieza, Verus?
Severus lo ve sorprendido unos segundos, sus manos apretadas delante suya.
—Yo no...no se bailar.
—Qué bueno, porque yo tampoco— le dice conciliador, guiñándole un ojo.
Severus se ríe un poco, pero suspira al final, debatiendo con sus propios pensamientos antes de que esos delgados dedos tomaran la mano que le es ofrecida. Klaus sonríe y lo guía de regreso, en un trote juguetón llegan a donde los demás, sin perder velocidad mientras se meten en la pista y encuentran un lugar entre todos los presentes.
Klaus no mentía cuando dijo que tampoco sabía bailar, pero eso estaba hasta el fondo de sus prioridades. Al momento, lo único que importa es Verus, es ese hermoso mago que escucha la música y mueve su cuerpo al son, que resopla en su dirección cuando Klaus ocasionalmente extiende una de sus manos para picas su torso como un travieso juego que después sería regresado con un ligero golpecillo en una de sus orejas.
Klaus lo mira con la boca abierta mientras cubre su oreja atacada con una mano, y al ver esa sonrisa satisfecha en la cara del otro, decide que eso no se queda así. Tira de él para animarlo a acercarse, para animarlo a soltarse. Mientras los demás a su alrededor bailan, ellos juegan con la música, demasiados metidos en su pequeña burbuja. No cambian de pareja como todos los demás, no se separan ni siquiera cuando la pista se llena y varios pasan entre ellos, como imanes, regresan y orbitan uno alrededor del otro.
Y entonces los tambores suenan y Severus gira sobre si para quedar frente a frente con Klaus, al igual que muchos otros a su alrededor. Una vez más, la expectativa y ansiedad crecen en su pecho, porque en ese momento, en ese grácil baile, se decidirá.
Aceptación o rechazo.
Ahora o nunca.
Uno de cada pareja saca la flor más grande de sus respectivos lugares, de entre el cabello o la ropa, pero todos y cada uno de ellos la sostiene en alto frente a su pareja, antes de ofrecerla con otra semi reverencia. Klaus toma la dalia de su bolsillo, y sin romper el contacto visual, la levanta en su dirección, como una ofrenda ante un ser o ante un templo, Klaus ofrece su amor hacia Severus. Lo ve detenerse, analizarlo. La música muere para los oídos de Klaus, reemplazada por el sonido de su propio corazón latir, como un tambor que advierte, que espera para explotar, toda su cordura pende de un hilo, todo lo que es en Hogwarts depende de un solo movimiento.
Las orejas de Klaus se levantan y el alivio y emoción llegan como un diluvio sobre una sequía, pues puede ver como Severus acerca la flor a su pecho, aceptándola.Con soltura y casi práctica, Severus alcanza la trenza de su cabello y desencaja la orquídea de ahí. La flor libera su cabello y procede a desenredarse para mostrarse en todo su fulgor. Severus ve la dalia entre sus dedos y sus orejas se alzan ante el brillo mágico, como si esa imagen fuera toda la necesaria para borrar las dudas, suspira y cede. Apunto de soltar su orquídea en las manos de Klaus.
Un intercambio. Una positiva. Klaus fue aceptado.
Una sonrisa jala sus labios, pero un ruido capta su atención.
Sus reflejos actúan por instinto cuando se voltea de un salto cuando, por el rabillo del ojo, ve algo acercarse hacia ellos. Su cuerpo sirve como barricada cuando esa silueta se estrella con él, frenando el avance y protegiendo a Verus.
Años de deporte y ejercicio le dan la fuerza y el equilibrio para mantenerse de pie ante el impacto, y así hacerle frente a Black, que levanta su torso en el aire para aparentar aún más tamaño y fuerza, un desafío que Klaus es veloz en aceptar y regresar, ambos rostros encontrándose en el aire mientras sus cascos delanteros se empujan mutuamente. Los ojos grises sueltan chispas de la ira al ser detenido, peor cuando sus intentos por empujarlo desde sus hombros son inútiles y regresados. La secuencia de gruñidos y relinchos advierten de la hostilidad de los dos jóvenes magos. Klaus no esta dispuesto a ceder y menos contra Black. Y parece que se llevara la victoria si juzga bien el temblor en los brazos del otro.
Otra confrontación llama su atención, y es que, a su derecha, puede ver a Potter, intentar atacarlo por el costado para ayudar a Black, pero Verus se interpone y relincha en advertencia con varita en mano. La pelirroja atrás del sangre pura, por primera vez es útil y detiene al miope desde su brazo.
Típico de ellos, atacar el grupo.
De repente, un torrente de magia los separa, obliga a ambos a separarse y, para vergüenza de Klaus, sentarse en el suelo. Él se resigno antes, queriendo evitar hacer aun más grande la escena que estaban causando, pero Black estaba hecho una ira, intentando levantarse sin éxito alguno, sin importar cuando golpeara el pasto con sus cascos o intentara jalar su cuerpo, no lograba moverse ni un centímetro.
—Jovencitos, pensé que había quedado claro que, durante este baile, había que presentar el mejor comportamiento posible. —Llega McGonagall como la voz de la razón, su varita en mano y nada divertida por lo sucedido.
—Fue Black el que me ataco— se apresura a defenderse Klaus, acomondando las mangas de su túnica, irritado de ser interrumpido y de ese modo.
—¡Él se paro en medio! ¡Yo no iba contra él! —rebate Black, nada inteligente, pues McGonagall alza una ceja.
—¿Y contra quien iba, señor Black?
Y lo obvio que esa respuesta irrita a Klaus, pues él era lo único que se interponía entre Black y Severus. Obviamente ese tarado iba contra Severus, iba a arruinar aun más su noche, un intento por extinguir la felicidad de su vida.
McGonagall lo sabe, pues le mantiene la mirada a un muy enojado y resignado Black, que se queda callado ante la pregunta. La bruja entonces se gira hacia Klaus, un movimiento de su varita y Klaus fue capaz de levantarse otra vez.
—Puede retirarse, joven Klaus, disfrute su noche con el joven Snape.
Klaus solo asiente. Le regresa la mirada fulminante a Black y les da la espalda, se dirige hacia Severus, que espera su regreso, la expresión aburrida y ligeramente enojada pasa a ser más tranquila cuando lo ve acercarse, pero entonces se dobla en sorpresa y miedo. Todo paso en menos de un segundo.
—¡Joven Potter!
—¡James, no!
Es golpeado en la espalda, su magia vibra al ser atacada y el aire es arrebatado de sus pulmones, de repente todo da vueltas, como si la fuerza fuera arrancada de su cuerpo, sus patas son incapaces de sostener su peso y cae al suelo, la ultimo que ve es a Verus correr en su dirección, preocupado y asustado, y escucha:
—¡Klaus!
Demonios, ¿Hace cuanto no recibe un golpe así?
Ha recibido peores durante los RAID y en Hoovedicth, pero, aun así, este tiene su cabeza palpitando. Un quejido se escapa de su garganta mientras mueve su cabeza, solo encontrándose con una desagradable sensación de mareo, no tiene idea de que maldito hechizo lanzo Potter, pero se encargara de regresarle un jodido crucio.
Una fría caricia pasa por su frente, una frescura tan bienvenida y consoladora, tan suave que la persigue cuando se va, casi lamentando en alto la perdida de contacto.
Escucha una risita y entonces cae en cuanta de un par de cosas.
Primero, su cabeza no esta en una almohada, segundo, no esta sobre una cama, y tercero, no cayo inconsciente estando solo.
Forzó sus ojos a abrirse, a encontrarle forma a su alrededor pese al mareo y confusión, le toma un par de parpadeos el enfocar bien. Ramas de árboles, eso es algo, pero no siente frio, un hechizo calentador seguramente. Sigue afuera, y aunque el cielo estrellado revela que es de noche, no está oscuro, sino que están rodeados por cálida luz.
—Estas despierto.
Esa voz hace que sus orejas se alcen e intenta enderezar su cabeza.
Al instante su corazón vuelve a latir como loco; Ahí esta Verus, hermoso y elegante Verus, acostado sobre el césped y a pies de un árbol, la luz de las burbujas luminosas le dan un toque aún más hogareño y calmado, lo ve sobre su hombro mientras estira su mano para acomodar sus trenzas, que en algún punto se soltaron de la liga que las sostenía. Y es que, en ese momento, nota que su cabeza reposa sobre el lomo de Verus, lo que siente en su mejilla es el suave y oscuro pelaje de su cuerpo inferior, eso mantiene su torso y cabeza separados del suelo y le evitan un dolor de cuello y espalda.
—No te levantes aun— le dice mientras su mano baja a su hombro para mantenerlo ahí, mantenerlo recostado.
Y Klaus obedece, una boba sonrisa en sus labios mientras obedece la linda voz de Verus.
—Te ves demasiado feliz para alguien a medio desmadrar.
—¿Cuánto...cuanto tiempo estuve dormido?
—Menos de media hora.
—¿Potter y Black?
—Arrastrados de las orejas hacia su sala común por McGonagall, les tomara un buen semestre recuperarse de tantos puntos perdidos, —comenta mientras se inclina para alcanzar un vial y acercárselo, —bebe esto, te ayudara con tu cabeza.
Podría haber veneno en ese vial y Klaus lo bebería felizmente, todo con tal de seguir teniendo esas atenciones de Verus, los suaves roces de sus dedos, la forma en la que peina sus trenzas fuera de su rostro para que pueda tomar el remedio cómodamente. Sabe horrible, pero el efecto es instantáneo. Le gusta sentirse bien pero no quiere abandonar tan comoda posición aun, Verus no dice nada, no lo mira molesto ni hace gesto de querese levantar, al contrario, parece acomodarse mejor para quedarse más rato.
—Queda una hora y media del evento, pero recibiste un golpe fuerte, así que...descansa un poco más, si quiers.
Como si le leyera los pensamientos, lo ofrece y Klaus tiene que evitar reír por la ironía, se limita a asentir y acomodar su cabeza, sus ojos en el cielo estrellado de vez en vez se fijan en el otro, en su rostro y aparente calma. Entonces Verus se giró, dándole la espalda y mostrando su trenza, y la sonrisa de Klaus en definitiva es boba:
Porque en esa trenza, donde antes hubo una orquídea ahora esta la dalia que Klaus ofreció. Sin pensar mucho, alcanzo la flor, sus dedos bajaron por la bella trenza, por el suave cabello negro y rozaron la punta de los pétalos. Una ligera tristeza lo recorrió al pensar que la orquídea que debía recibir a cambio se perdió en el auge de la pelea. O eso pensó hasta que Verus se giro otra vez, y con el mentón señalo su pecho.
Ahí estaba la orquídea, en el bolsillo izquierdo de su túnica, justo sobre su corazón.
—Espero no te moleste, me tome libertades durante tu inconsciencia.
Y Klaus sonríe en su dirección.
—Si esa libertad incluye un lindo beso, puedes tomarla aun conmigo despierto.
A como toda respuesta recibió un sonrojo y un coletazo en la cara que le arrebato una carcajada. Discreto y sin querer arriesgarse a ser echado de tan cómoda posición, levanto una de sus manos, sutilmente rozándola con la de Severus, este no hace más que enredar sus dedos juntos con un suave apretón. Klaus sonríe y no dice más, así, con Verus y en soledad, juntos, es perfecto.
En definitiva, incluso si Malfoy intentaba matarlo, esta paz, familiaridad e intimidad valía por completo la pena.