
Celos.
Nop, no, ni un millón de años, se niega, por completo, no autoriza, no permite.
Porque no lo estaba, no importa la opinión de Edmund, no, no lo hace, porque él sabe bien que no es así. No es un niño que pudiera sentir tan tonta emoción, hace mucho paso su etapa de pelearse por ese tipo de cosas, ahora era casi un adulto.
Pero no le costaría nada a Karkaroff…abrirse a la chingada.
Un poco, solo un poquito, unos centímetros, unos metros, no objetaría nada si se vuelven kilómetros, es más, si se cambia de continente estaría perfecto, nada complicado.
El Torneo de los Tres magos sería ese año escolar, y aunque normalmente eso le traía sin absoluto cuidado, no espero que el evento se tornara en su contra de ese modo. Cuando el viejo director interrumpió su sesión “Molestar a Verus y comer las aceitunas que le quita a su plato” durante la cena para dar su aviso, se permitió perderse un poco dentro del espíritu competitivo, todo Hogwarts vibraba de emoción ante la idea de ser cede de los juegos, del peligro de los juegos y todas esas cosas. Siendo un hombre de deportes, también encontró cierto gusto en la idea de participar, pero no estaba tan encantado con la idea, Verus a su lado tampoco amaba la idea de tener que lidiar con más gente de la justa y necesaria.
Entonces entraron las dos escuelas. Las francesas siempre eran lindas, entrando con un paso sincronizado que cualquiera podría haberlas confundido con siamesas, sus suaves y bellos movimientos, sus suspiros gráciles y las mágicas flores que sueltan de sus dedos como si fueran besos. Se burla en su mente de los suspiros enamorados que alcanza a escuchar. Y después entra Drumstrang, encontró admiración hacia sus piruetas, hacia su presencia tan varonil en general, con sus pesadas capaz y uniformes de corte alto. Sonríe ante eso y mira a Verus, listo para soltar algún veneno sobre su director cuando notó algo peculiar en Verus: no estaba dando un ceño fruncido ni tampoco ignorando la situación, al contrario, su atención estaba en los chicos que saltan por el pasillo, sus ojos abiertos y siguiendo cada movimiento mientras juega con un mechón de cabello entre dos de sus dedos.
Hay que dejar una cosa clara, y es que Klaus siempre supo que él no tenía preferencia, le gustaban tanto hombres como mujeres, podría acostarse con cualquiera de los dos y disfrutar la experiencia. Sin problemas ahí, pero ahora habia uno nuevo, y es que Verus estaba viendo a esos húngaros como veía al equipo de Quiddicht entrenar sin camisa.
Y eso no le gusto absolutamente nada. Se veía tan asombrado por simples saltos hacia atrás, como si fuera difícil, de repente las capas no le gustaban y esos uniformes aun menos. Resoplo molesto y se resigno a ver a los húngaros, eso al menos hasta que uno de ellos salto y con ojos puestos en Verus, le sonrió y dedico un guiño antes de usar la antorcha frente suya para soltar una bocanada de fuego, el cual se combino con el de su compañero y las llamas se doblaron en la forma de un dragón, el rugido de las flamas saco gritos y aplausos de todos. E incluso Verus a su lado abrió la boca, sorprendido.
Edmund estaba disfrutando el show hasta que Evan llamo su atención al jalar su manga, confundido se volteó, pregunta en cara, pero a como toda respuesta, Evan señala con los ojos hacia delante, y al seguir su mirada, tiene que morder su lengua para no reírse.
Y es que Severus esta tan concentrado en ver al chico de Drumstrang que no nota la mirada asesina de Klaus sobre los dos ni el tenedor en su mano, el cual lentamente va perdiendo su forma por el duro agarre al que es sometido. Evan y Edmund intercambias miradas y resoplan, esta semana el torneo no será lo único divertido.
Ay, cuanta razón tenían.
Había una rutina, una rutina cuidadosamente establecida que le tomo tiempo, paciencia, sudor y dolor a Klaus poder desarrollar con Verus, y que era el más feliz al cumplirla: desayunarían juntos, hablarían de la primera clase, caminarían juntos al aula y Klaus se sentaría a un lado de Verus, tomaría las notas necesarias o copiaría las de Verus y después se dedicaría a ayudar/molestar a Verus durante el resto del día.
Fácil.
¡Bueno, ahí esta ese húngaro! Acaparando, no solo el asiento a un lado de Verus, sino que también su completa atención al hablar sin parar de como es su propia escuela. Klaus respira varias veces mientras se sienta al otro lado de Verus. Claro que sonríe de regreso cuando Verus se gira al reconocer su presencia y empuja en su dirección el pequeño platito con las aceitunas que quito de su comida. Come a su lado, pero la pequeña charla que debían haber tenido le fue arrebatada porque Karkaroff seguía hablando y haciendo preguntas.
Vale, un desayuno callado, no su favorito, pero no el peor que ha pasado. Podría llevarlo bien, sí, Karkaroff era un extranjero, era normal que se aferrara a la mínima atención amable para no estar tan perdido, se obliga a entender y respirar. De todos modos, pasaría todo el día con Verus, podía perdonar un desayuno.
O eso pensó, cuando salieron del Gran Comedor, tenía la intención de pasar su brazo por los hombros de Verus para dirigirse hacia su primera clase y hablar todo el camino allá, tal vez soltar uno o dos cositas sobre el húngaro. Pero antes de poder tan siquiera abrir la boca, Karkaroff se adelanta a volver a reclamar la atención de Verus.
—¿Podrías guiarme a este salón? —le pide el húngaro, mostrándole un mapa de papel de Hogwarts y señalando un numero de aula.
Y Klaus ladea su cabeza, a Verus no le gusta que lo muevan de sus rutinas, y si algo le gusta aun menos, que sea por incompetencia, que lo arrastren a arreglar y socorrer a otros que no pueden hacer algo tan simple como leer un mapa de las instalaciones. Klaus casi se siente mal por Karkarof-
Verus suspiro y asintió, devolviendo el papel.
—La próxima vez estas por tu cuenta. —Entonces Verus se gira a hacia Klaus, —¿Te veo en clase?
¿Acaba de ser dejado de lado? ¿Verus acaba de elegir a alguien más sobre él? Klaus, demasiado sorprendido para contestar, solo logra asentir un par de veces, no confía en su voz ni en su lengua, pero sus ojos no abandonan a esos dos mientras se pierden por los pasillos.
¿Qué carajo? Lo ha visto mandar a volar con palabras venenosas a otros alumnos por pedirle cosas aun más sencillas, ¿Pero esta dispuesto a llevar de la mano de Karkaroff por los pasillos del castillo? ¿Qué no tienen mejores cosas que hacer? ¿Por qué aceptaría hacer tal cosa?
Evan se tapa la boca para no reír, siendo empujado por Edmund para que haga un mejor trabajo en suprimir su risa, aunque el mismo no tiene mucho éxito. Los dos fueron testigos de la escena completa y ninguno se pierde como el ceño de Klaus se frunce y su sonrisa cae un poco. Ignorándolos en favor de ver por donde se fueron, como si pudiera aun verlos rondar, uno cerca del otro, con Karkaroff acercándose cada vez a Verus, solos en los pasillos enredados de piedra y—Nop. No, no va a seguir ese tren de pensamientos.
Tuvo que resignarse y caminar con Evan y Edmund hacia su clase, claro que disfruta su compañía, se conocen desde antes de entrar a Hogwarts y se volvieron buenos amigos siendo compañeros de cuarto, pero, aun así, extrañaba las gotas de sarcástico veneno que Verus agregaría a la conversación.
Se sienta donde mismo y arroja su mochila al asiento a su derecha, bloqueando cualquier intento por ocuparlo. No está molesto, solo irritado, sí, solo esta irritado de que Severus se vea en esas situaciones y no puedan cumplir su rutina.
—¿Cuánto antes de que estalle en celos? —pregunta Evan a Edmund, que mira a Klaus, su puchero y la mochila que resguarda el lugar que, TODOS saben, es para Snape.
—Mhm, le doy una semana para alcanzar nivel “Te mato”
—Callense, par de estúpidos— le ladra Klaus, volteándose en su asiento.
Solo esta irritado porque su rutina sea interrumpida y movida, no hace falta darle más palabras a un simple sentimiento.
Severus no es bajito, para nada. Es fácilmente uno de los chicos más altos de su año, y a juzgar por su linaje familiar, va a crecer aun más, por lo que es fácil para él alcanzar los libros u otros objetos que necesite. Pero hay veces, contadas ocasiones, donde su altura no es suficiente para que obtenga lo que quiere, preciosas ocasiones de oro para Klaus, porque serían las únicas veces cuando Severus dejaría atrás su actitud necia y cedería a pedirle ayuda. No del modo más amable ni gentil, de hecho, se limitaría a acercarse y decir: “Se útil y trae eso”, es un gran avance si se tiene en cuenta que ante usaba su varita y/o cambiaba de parecer sobre cuanto quería ese libro.
Por lo que Klaus espera. Ahora están en la biblioteca, en una de esas sesiones de estudio a las que Klaus se auto invitó, Severus no es el mejor de su generación por nada, se mata estudiando los temas que le gustan y eso lo hace evidente en sus notas. Para él, pasar largas jornadas encerrado en la biblioteca no es nada más que mera diversión para entretener su curiosidad. Y aunque Klaus siente que se muere después de leer la tercera pagina de Blancanieves y los siete enanos, prefiere pasar el tiempo con él en silenciosa compañía. Al principio era echado por un arisco azabache, y ahora el mismo Verus lo espera en la misma mesa siempre.
Lo vio levantarse y acercarse al librero, ver entre los ejemplares y fijar su atención en uno unas repisas más arriba. Lo vio estirarse para intentar alcanzarlo y lograr rozar la tapa. La varita del mestizo en la mochila a un lado de Klaus, quien solo lo ve, expectante. Espera como un tigre a que Severus voltee, a que esos ojos negros lo busquen y su cabeza de un ligero movimiento para señalar lo que quiere, para que pida su ayuda y el tenga la excusa perfecta para acercarse más de lo necesario y acusar a los apretados pasillos de su cercanía.
Lo espera.
Pero nunca llega.
—¿Te ayudo?
Una misera pregunta jamás le había causado tanta ira.
Ante sus ojos, Karkaroff aparece de la maldita nada y sigue con la vista. Su maldita altura de Húngaro Europeo lo hace más alto y logra darle el libro que quiere.
No, Klaus no esta nadita celoso del modo en que Severus acepta el libro y agradece, no esta celoso ante la indiferencia hacia la cercanía que comparten ni como Karkaroff no se quita. No Klaus no esta celoso. Solo…cansado de leer y que Severus se tome tanto tiempo escogiendo el material de estudio no ayuda. Se endereza en su lugar, Edmund a su lado baja el libro que obviamente no estaba leyendo y lo mira con una sonrisa.
—Molesto, ¿No? Yo estaría-
—Con un ojo morado—casi ladra en respuesta. Edmund alza ambas manos con una sonrisa burlona.
El frío de diciembre es suficiente para congelar huesos, de verdad que a veces se pregunta si la estación es una maldición disfrazada de proceso terrestre. A él le resultaba muy tediosa, la nieve, sobre todo. Durante invierno, no había día donde saliera con menos de tres capas de ropa abrigadora, cuatro si planea estar fuera del castillo. Pero siempre, siempre, trae un suéter extra, doblado en su mochila. Un suéter bastante bueno de un bello color verde de esmeralda con un hechizo calentador. Siempre lleva consigo el dichoso suéter. Pero nunca se lo pone, no.
Porque ese suéter tiene otra función.
Verus es terco, a veces descuidado con su propio cuerpo y bienestar, acostumbrado a una vida muy dura, se deja olvidar las pequeñas comodidades que estar en Hogwarts le provee, como, por ejemplo: No contraer una puta hipotermia.
Y esa mañana lo vio salir más temprano que el sol a hacer Merlín sabrá que, pero usando solo una túnica negra de manga larga, en palabras del mago, es de tela más grueso y por eso es suficiente para hacerle frente a frío. Bueno, eso es una mentira, porque todas las veces que sale con la dichosa túnica, se la pasa frotando sus manos y brazos para buscar más calor. Klaus alcanzo su punto de quiebre cuando vio sus labios tornarse azules. Desde ese día, (después de que Klaus se arrancara el suéter y envolviera a Verus en él, contra la voluntad de este último) Klaus llevaba ese suéter en particular. Porque era cálido, suave y de un color que le gustaba al otro, no tenía nada que ver con que Verus mencionara que olía a su colonia. No, tampoco con que era tan grande como para quedar con las mangas demasiado largas y el borde sobre su cadera. Ni siquiera porque tan bien se veía en la prenda de Klaus.
No, no, nada de eso, era puramente una cortesía para evitar que su amigo se volviera la próxima reina del hielo.
Por lo que ahora espera paciente en el salón de clase, esperando la llegada de Verus. De antemano sabe que el frío de esa mañana fue suficiente para hacerlo desistir en pelear por el suéter y accederá a usarlo por el resto del día. Se distrae con Wilkes y Vanity, entre los dos logran una platica que tiene rodando los ojos a Edmund y matando de la risa a Evan. Entonces Edmund voltea cuando ve a alguien acercarse y abre más los ojos, un brillo emocionado cuando absorbe la imagen del otro. Un codazo a Evan para llamar su atención y llama.
—¡Sev! ¡Este clima es terrible! ¿No crees? —lo saluda tan alto como para alertar a todos de su presencia. Klaus no voltea al instante, pero alcanza su mochila, listo para agarrar el suéter y dárselo a Verus.
—Mhm. Molesto, sí.
Severus se sienta al lado de Klaus, y es en ese momento que este voltea. La sonrisa casi se le cae con lo que ve: Pelaje café, tan grande como para cubrir la silueta entera de Verus, la vista de su tunica negra cubierta por completo. Esa no es una prenda que el mago tenga, lo sabe. Parpadea, su mente a mil por hora y respirando profundo, no le cuesta sumar dos más dos, mientras que Verus, en la ignorancia total sobre lo que causa su apariencia, saca sus cosas con relativa calma, mientras Klaus siente más calor en su sangre que en su ropa.
A sus espaldas, Edmund se muerde la lengua y Evan ladea la cabeza, atentos al intercambio.
—Verus. —Lo llama, una sonrisa forzada en su boca, aun más forzada que su voz amable.
—Dime.
—¿Estás usando una piel?
—Correcto, Qiviut, creo. —Le responde mientras pasa una mano sobre el pelaje.
— ¿Y de donde sacaste una piel de Qiviut? ¿Fue un regalo de Malfoy? ¿O tal vez el pequeño Black te la presto? —trata de averiguar del modo menos aprensivo que puede. Aunque sabe que falló por la risa ahogada de Vanity a su izquierda.
—Dudo mucho que Regulus disfrute una pieza de piel de un animal muerto. No es mía, es de Karkaroff.
—¿En serio? —pregunta con falsa sorpresa, ahogando las ganas de prender un fuego. — ¿Y como terminaste usando su abrigo de piel?
—Me lo encontré de regreso del invernadero. Esta helado afuera, me vio, dijo que este frío es nada comparado con los inviernos de Drumstrang y me presto su…no estoy seguro de que sea un abrigo, es más una capa. Se la regresare al final del día.
Klaus puede sentir sus muelas tronar.
—No me dijiste que te gustaban las pieles. —Se cruza de brazos y recarga por completo la silla, aguantándose las ganas de resoplar y farfullar más.
No es como que ha Klaus le tomara un año que Severus aceptara su suéter y a Karkaroff le tomó, ¿Qué? ¿Tres días? No, claro que no. Solo es que…. Severus es muy confiado, sí. NO debería estar aceptando pieles ni prendas de nadie más, menos si son tan caras, aunque no sabe el valor de la piel de ese reno en el mercado, asume que es alto. Por lo que… es mejor que se limite al suéter de seda de vicuña con engargolados de hilos de araña dorada que Klaus ofrece.
—Oye, el Qiviut es grandioso para este clima, que amable de Karkaroff prestártelo. —se mete Wilkes.
—Tal vez ni la quiere de regreso— sugiere Vanity, una sonrisa conocedora en su rostro cuando ve el enojo creciente de Klaus a las implicaciones, y ella nunca ha estado por encima de molestar a sus compañeros de equipo. —Dar la piel de un animal es un gesto de cortejo en algunas culturas nórdicas— comenta casualmente. Ahoga la risa cuando ve el ceño fruncido de Klaus.
Edmund se inclina sobre la mesa para llegar al oído de Klaus y susurrar:
—Sabes, con un coqueteo tan obvio, no te culparía por estar ce—
—¡Cegado al clima! —lo interrumpe el moreno, empujando su cara fuera de su hombro, con una sonrisa rabiosa y de advertencia. —Porque no estoy molesto.
La campana sonó y la clase comenzó. Evan y Edmund tuvieron que morderse la lengua para no reírse cada vez que Severus se reacomoda la piel sobre los hombros, Klaus mira la prenda como si lo hubiera ofendido personalmente.
Gracias a quien sabe que deidad, el torneo estaba avanzando rápido. Un pobre desgraciado de Hufflepuff había sido seleccionado como campeón de Hogwarts, y Karkaroff no fue seleccionado como campeón, por lo que no sería el centro de atención… aunque ahora que lo piensa, hubiera sido mejor, al menos así tendría un millón de gente con la que hablar y podría soltar a Verus por quince putos minutos. Y es que ahí está, todo el maldito tiempo,
Persigue a Severus como un cachorro perdido, habla y sonríe con él. Todo el día, todos los días. No importa si la primera prueba ya fue y su escuela salió en segundo lugar, no, solo le importa si Severus sabe que pociones pueden hacerse con escamas de dragón, (Por favor, ¿también va a preguntarle si sabe hacer té?), en los desayunos le habla, en los almuerzos y las cenas también, oh, y que el cielo le prohíba encontrárselo durante los recesos porque se pega a él.
Por favor, ¿Es que ese húngaro no tiene jodidos amigos? ¿Por qué tiene que robarse al suyo? ¿Por qué a Verus? Edmund y Karkaroff se llevarían muy bien, ambos con sus obsesiones sobre objetos malditos, tienen cosas en común. Pero Karkaroff no podría saber eso porque no deja en paz a Verus. Klaus tiene que arrancarlo de su lado para decirle una palabra. Ahora, no lo malentiendan, Klaus sabe que Verus es una maravillosa, intrínseca y misteriosa persona que fácilmente cautiva a cualquiera con suficiente paciencia como para pasar el veneno inicial, y está contento de que tenga más amigos…pero ese amigo no tiene que pasarse de la raya. Como ahora. Los dos caminando por el pasillo, cerca, demasiado cerca, la única clase que Klaus y Severus no compartían, y claro que ese húngaro metió su presencia en el lugar que le correspondía a Klaus.
Klaus apretó los libros en sus manos, aun no era visto por esos dos y no sabe porque le irrita tanto que Verus tarde tanto en encontrarlo. Para él es casi un instinto, lo encuentra entre multitudes como si fuera un punto de color en un mundo gris, no se distrae por las personas o la insistente francesa que lo persigue. Sabe que tiene algo que ver con Serwyn, pero no le interesa lo suficiente a decir verdad.
—Sabes, harían buena pareja.
Volteó tan rápido que de milagro no se fracturó el cuello, y de milagro no estiraba sus manos para romper el de ese idiota.
—¿Qué? —pregunta con una risa incrédula. Abott solo se hunde de hombros y señala a Karkaroff y Severus con el mentón.
—Esos dos. Karkaroff tiene el temple para manejar el carácter de Snape y Snape tiene la inteligencia para controlar la fuerza de Karkaroff.
“Soy más fuerte que él” —Piensa amargamente mientras rueda los ojos y se cruza de brazos.
—Pues no lo creo. —refuta. —Karkaroff no es el tipo de Snape— dice muy seguro.
—¿Y tu como sabes?
—Por que lo sé— sisea. Tiene que poner pausa a su mal humor cuando los ojos negros lo encuentran entre la multitud, sus hombros se relajan y se dirige a donde él, Klaus le dedica una pequeña sonrisa y alza una mano como saluda. Y su mano se cierra en un puño cuando Karkaroff reclama la atención de Snape, se agacha y susurra algo en su oído antes de darle una palmada en el hombro e irse por otro lado.
—Te escuchas como un novio celoso— hace la observación tan inocentemente que eriza los nervios de Klaus aun más.
—¡Cállate, no estoy celoso! —ladra en su dirección antes de ir al lado de Verus.
Son amigos, eso es claro. Increíbles amigos, mejores amigos, muy cercanos, casi hermanos, bueno, no, pero íntimos si son. Klaus logró romper la barrera que Verus construyo a su alrededor para protegerse, desconfiado y cuidadoso, como un gato erizado a todas horas. Tomó tiempo y paciencia de parte de Klaus que el otro se acostumbrara a su cercanía y lo aceptara, claro, tal vez podría haber dejado de ser tan complaciente una vez el mismo Verus los llamo amigos, pero venga, ya era su rutina, ¿Qué mal podría hacer?
Bueno, mucho mal aparentemente.
El mundo le da vueltas mientras observa al mago azabache extender túnicas sobre su cama, extendiéndolas para elegir cual usar, todas hechas de una cara tela, todas regalos de Malfoy, nunca las usa porque insiste es que son demasiado como para usar día a día y prefiere atenerse a sus ropas cotidianas. Pero ahora, las saca de su lugar y extiende mientras analiza. La razón aun vibra en sus oídos y tiene que respirar para mantenerse tranquilo.
—Perdón, ¿Cómo dijiste? —pregunta suave.
Verus no deja su tarea para responderle.
—Karkaroff me invito al Yule. —Le repitió tan campal, analizando una de sus túnicas con ojos más duros, decidiendo si era suficientemente elegante para esa tarde. Klaus no quiere que pase esa tarde.
—Y tu aceptaste ir con él—. Completa, lanzándole una mirada envenenada a Edmund cuando este saco otra túnica del closet de Severus y la mostró. A como toda respuesta, el mago le sonrió con falsa inocencia.
—Esta es mejor y más suave. Además, te resalta las piernas. —dice Edmund mirando directamente a los ojos a Klaus, pequeña mierda sabe bien lo que esta haciendo.
—Bueno, sí, creí que eso era obvio— Verus alza una ceja en su dirección y acepta la túnica que le ofrece Edmund. Klaus no tiene problemas con Edmund, pero justo ahora no se quejaría si su amigo de repente se pierde en el bosque prohibido.
—¡¿Por- Se interrumpió a si mismo a media palabra, tratando de controlar su tono de voz para no demostrar la amargura que sube por su garganta—Quiero decir, ¿Apenas ahora te lo pidió? ¿Por qué aceptarías ir? Odias las fiestas.
—Mhm, nunca me habían invitado al baile, es todo.
Y Klaus quiere chocar su cabeza contra una pared de piedra. Nunca se molesto en intentar jalar a Verus fuera de su zona de confort, temeroso de presionarlo y alejarlo, es decir, Verus no le dirigió la palabra a Barty por dos semanas cuando este intento hacer lo mismo. No pensó jamás en invitarlo a fiestas o reuniones, a sabiendas que la respuesta sería “No” y una maldición si pregunta más de tres veces en una semana. Pero no, una vez más la cuidadosa dinámica construida alrededor de ambos se ve desafiada por un húngaro con una asquerosa cantidad de tiempo libre y aun más grotesca determinación.
Klaus ya sentía su ojo temblar.
—¿Y estás totalmente seguro de que quieres ir? No tienes que, si no quieres, es decir, si te esta presionando, no le debes nada— tal vez presiona demasiado a Verus para que salga, y Verus accede solo por aceptación.
—No, quiero ir.
—Del brazo de un guapo chico húngaro— canturrea Edmund.
—Verus, no hay vergüenza en decir que no. —Se apresura a aclarar Klaus.
Pero Verus toma la túnica elegida y se mete al baño del cuarto, cerrando la puerta tras suya. Aprovechando la distracción, salta sobre Edmund, lo sujeta de las solapas y acerca a él. Klaus era bastante alto y, para desgracia de Edmund, los Avery no se identifican por su altura, por lo que el agarre resulta más agresivo, con Klaus imponiéndose sobre Edmund, claro.
— ¿Qué mierda crees que estás haciendo? —gruñe, pero Edmund sonríe alzando las manos.
—Nada, ayudo a uno de mis mejores amigos a arreglarse para una cita— responde inocente.
—¡No es una cita! —susurra/grita, más llevado por la negación que otra cosa.
—¿Estás seguro? Pensemos, lo lleva siguiendo desde que lo vio, habla con él, le presta su ropa y ahora lo lleva al Yule, donde entrara del brazo con él enfrente de todos. A mí me suena como el desenlace natural de su relación.
—No tienen ninguna relación— Klaus no esta seguro si va para Avery o para si mismo.
—Aún— y la sonrisa se Avery se vuelve ruin. —Pero si esta noche sale bien, tal vez nuestro pequeño Sev tenga un novio prometedor.
Esas palabras lo golpean en la cara, una bofetada de realidad y posibilidad a la que no se había dado cuenta. Ese desagradable burbujeo regresa a él, dobla y gira su estómago, escala por su garganta y se cierra sobre su boca con un amargo sabor, hace que sus venas se prendan en llamas y cada musculo de su cuerpo reaccione como si fuera atacado. Todo porque su corazón se tuerce aun más y se vuelve doloroso, tan doloroso que lo hace enojar.
—Estás demente si crees que Verus va a salir con ese tarado —suelta a Edmund como si quemara al tacto. Como si al alejarlo, pudiera alejar la situación.
—¿Qué pasa? Te ves molesto, ¿Podría ser que Klaus Mulciber está celoso?
—¡No estoy celoso!
—¿Quién está celoso?
No escuchó la puerta abrirse y la voz de Verus lo sobresalta. Voltea y toda palabra muere en su boca ante lo que ve.
Ahí esta Verus, vestido con esa elegante y costosa túnica negra, la tela negra abraza su torso completo, realza la forma de su pecho y cintura, los bordados negros que no se ven a simple vista relucen ante el más mínimo movimiento, dando un sentimiento de sombras mágicas. Los pliegues caen a los lados de su cintura como una catarata, perfecta y brillante. Al seguir el forro, Klaus quiere agradecer y matar a Edmund al mismo tiempo, porque esa túnica de hecho hace ver increíbles las piernas de Verus. Las dos hileras de botones le dan ese acabado masculino tan sutil, pero tan claro, en conjunto con las afiladas hombreras. Su piel blanca se realza entre tanto negro como nieve sobre tierra, cada parte de la túnica realza cada rasgo de Verus, muestra la finura y filo de todo su ser. Y su cabello, ahora echado para atrás menos dos mechones que sirven para enmarcar su rostro.
Todo Verus grita miterio, elegancia y penumbra, atrayente y seductor sin darse cuenta. La garganta de Klaus se seca por la vista, esa sequedad baja por su tráquea al recordar que Severus se vistió así para verse con alguien más, para pasar la tarde con Karkaroff.
Se peino y arreglo para estar con Karkaroff.
—¡Ahí estás! ¡Mírate nada más! ¡Espera que esas piernas no sean minas porque muchos buscarán oro! —lo molesta Edmudn mientras camina a su alrededor, el descarado lo revisa de ies a cabeza y Klaus tiene que aguantarse las ganas de estrellar la cabeza de Edmund contra la pared de piedra cuando este fija sus ojos en la espalda baja de Verus por más tiempo del que debería. No debería en primer lugar.
Verus rueda los ojos ante el albur y empuja a Edmund.
—Callate, no quería hacer el ridículo.
“Es ridículo que quieras salir con él” piensa amargamente Klaus, aun sin tener suficiente facultad mental como para hace su boca funcionar otra vez. Entonces los ojos de Verus caen en él, serio y pacíficos, pero con una obvia pregunta en ellos.
Siempre pasa, cuando Verus se siente inseguro sobre algo, una decisión, una situación o implicación, buscaría a Klaus con la mirada y buscaría su aprobación, su apoyo o algún tipo de guía que le asegurara que todo esta bien, que esta haciendo lo correcto. Pero en ese especifico momento, Klaus no encuentra fuerza en sí para asentir o calmar esa ansiedad, no cuando lo único que quiere es gritarle que es una mala idea, que ir al yule con Karkaroff es mala idea y podría ponerse en una situación incómoda, pero al mismo tiempo… no quiere arruinarlo. Verus preguntaría, preguntaría porque y las razones por las que Klaus no esta de acuerdo, y Klaus se encuentra en la embarazosa situación de decir que… no tiene respuesta. No sabe exactamente porque tiene tantos problemas con Karkaroff, no entiende porque le irrita tanto sus atenciones con Verus, porque los quiere a mínimos 10 metros uno del otro. No sabe y Verus no acepta respuestas sin fundamentos.
O tal vez si lo sabe, pero se niega aceptarlo, en ese caso tal vez—
—¿Klaus?
La voz de Verus lo llama, lo saca de su tren de pensamientos con más insistencia a que responda su pregunta.
—Te ves muy guapo, Verus. —le dice la parte que es verdad, lo que si puede aceptar.
Los ojos de Verus se abren un poco más ante le cumplido, un sutil rubor ilumina sus mejillas. Sabe que respondió la pregunta equivocada, pero al menos calmo una inseguridad no dicha.
—Gracias… ¿Ustedes irán también?
—Yo iré— anuncia Edmund, muy concentrado en la escena frente a él. —No tengo cita, pero Rodolphus ira con Bellatrix y Rabastan me pidió acompañarlo.
—¿Entonces es una cita con Rabastan? —cuestiona Verus, pero Edmund niega.
—Nah, solo acompañar a un compadre.
Los dos presentes le quitan total credibilidad a esa respuesta, Verus suspira y abandona el tema para girarse a Klaus.
—¿Y tú? ¿Iras al Yule?
—¿Cómo no iría? —pregunta Klaus, una ligera amargura escapa de su lengua, ¿Por qué no iría si Verus estará ahí?
—¿Quién es tu cita?
Y esa pregunta derrumba algo en Klaus.
Verus ve esa salida como una cita, se arreglo pensando en una cita, se preparo para una cita y planea manejar la situación con Karkaroff como una cita, como una posibilidad. No esta siendo denso ni ciego, no, está interesado en lo que Karkaroff ofrece, está interesado en dejarlo acercarse, en intentar algo. Cita, piensa que Klaus, de todas las personas, tiene una cita con alguien más, como si Klaus no usara todo su tiempo en Verus, como si pudiera interesarse en alguien más, mejor dicho, porque Verus pudo interesarse en alguien más, asume que Klaus también puede, que Klaus, al igual que él, puede dar la espalda a todo lo que han hecho y la relación que han construido juntos para irse de jerga con alguien más, para abrirle las puertas a un desconocido o una desconocida que conoció hace menos de un mes.
No sabe porque esa amargura se vuelve dolorosa, y menos comprende porque se vuelve tan filosa.
—¡Oh! ¡Eso! Fue difícil escoger una— se ríe sin gracia, es decir, todos quieren ir al baile con un prometedor sangre pura, todos excepto Verus al parecer.
Verus parpadea ante su respuesta, sin una respuesta clara a su pregunta. Y verlo tan perdido lo hace irritarse más, su mandíbula pierde el seguro y su lengua se sale de control.
—¡Muchas! ¡Muchas chicas me preguntaron! ¡Tanta que no sabía que hacer con ellas! Pero al final me decidí por esa belleza francesa— es decir, la prima de Serwyn si le preguntó si estaba buscando cita para ir al baile, nadie tiene que saber que le respondió que no iría.
—¿Belleza francesa? —cuestiona Severus, su ceño se frunce un poco.
—Sí, esa rubia de ojos verdes, la haz visto, es una prima de Serwyn.
—¿La prima de…?
—¿Adila? —Edmund recuerda el nombre, pero su rostro ya no es burlón, sino que serio y confundido por la actitud de Klaus, pasa su vista entre él y Severus.
—¡Ella! Sí, después de que me preguntara, le dije que sí.
—Pensé que ella no te agradaba— dice Severus, su rostro serio y su tono firme, hay algo en eso que prende más su irritación.
—Oh, no es la mejor conversando, pero tiene otros atributos que lo compensan.
—Siempre dices que no iras a mierdas sociales con personas que no soportas— Verus cita a la perfección sus palabras anteriores, aquellas que suelta después de asistir a una gala y ser forzado a platicas con aburridos herederos.
“Y pensé que tu no irías a citas y fiestas” reclama su mente.
—Esto es diferente. —es diferente porque incluso Verus va con Karkaroff a una cita. Por que permite la entrada de ese húngaro en el lugar de Klaus.
—¿Cómo es diferente? Rechazaste a la mitad de las Ravenclaw que querían ir contigo. —insiste en saber, como si no estuviera haciendo lo mismo. Como si no hubiera aplastado la confianza de Klaus frente a sus ojos, como si no lo hubiera reemplazado y otorgado su lugar a un puto húngaro que llegó hace un mes y se iría en dos semanas.
Un mes, eso le tomó a Karkaroff, mientras que Klaus lleva años sin éxito, y Klaus no puede soportarlo más.
—¿Y quién aceptaría ir esas sangres sucias si puedo tener una sangre pura hermosa del brazo?
Se arrepintió tan pronto como lo dijo. De verdad que sí. No estaba pensando, no era verdad, esa francesa no le interesaba, en lo absoluto, no le interesaba su sangre, carajo. No era a lo que se refería, pero no sabe como arreglarlo. Verus se tensó, sus ojos negros se tornaron fríos y desviaron su atención a otro lado, incluso su cuerpo se hizo para atrás.
—Cierto, gran elección.
Verus se da vuelta para alcanzar su abrigo de la cama, ese puto abrigo de piel de Qivut. Klaus intenta alcanzarlo, tomar su brazo y regresarlo, pero no encuentra control para moverse, no logra reaccionar a tiempo.
—Verus, espera, no me refería a-
—No tienes que explicarte, entiendo perfectamente. —Le quita importancia, ajustando la piel sobre su brazo. —Tienes una reputación que mantener y estándares para tus citas, está bien, es lo esperado de ti. Lo siento, quedé de verme con Aurora antes del Yule y llegar juntos. Nos veremos allá.
Como arena entre los dedos, Severus se escapa de la habitación, imposible de detenerlo, demasiado rápido y decidido como para volver a atraparlo. Escapa de la situación. La puerta se cierra y Klaus siente la pesadez caen sobre sus hombros y lengua.
Carajo.
—Que reverendo pendejo. —interrumpe su enojo Edmund.
Su amigo esta a pies de su propia cama, con sus brazos cruzados sobre el pecho y viendo la puerta, por donde se fue Severus, antes de girarse a él.
—¿Perdón?
—Oh, perdonado por mí, pero no por Sev.
—¡No me refería a eso! —se defiende débilmente.
—¿A qué? ¿A que solo aceptarías una salida de una mujer sangre pura? ¿Las dos cosas que no es Severus?
—Mierda— farfulla para sí, pasa sus manos por su cabeza y entre sus trenzas.
Edmund niega lentamente.
—Klaus, Klaus, grandísimo idiota, Klaus. ¿Qué carajo fue eso? Si querías que Severus te volteara a ver, le hubieras preguntado primero, no puesto un muro social entre ustedes.
—¡Él ira con Karkaroff! ¡Él puso el muro! ¡Él me reemplazo! —acusa desesperado.
—¿¡Realmente quieres señalar con el dedo a todos por tu estupidez en vez de aceptar que estas celoso?!
Sí, efectivamente, así es.
—¡No son celos! —Pero Edmund se burla cruelmente de su respuesta.
—¡Acabas de decirle que un sangre sucia no tiene oportunidad contigo porque un llegó un chico que lo trata como un príncipe!
—¡No lo trata mejor que yo!
—De todo lo que dije decides responder eso, dime que son si no celos— lo reta.
Un reto cruel porque es imposible, porque lo fuerza a abrir los ojos y enfrentarse a esa fea parte de si mismo. No había tenido un problema con sus celos en años, desde que aprendió que su madre no deja de amarlo por prestarle atención a otros niños y Naackú no deja de ser su elfo por cumplir otras tareas. Y ahora tiene un puto problema titánico.
Le costó tanto tiempo derribar ese miedo en Verus, en calmarlo respecto a la diferencia social y sanguínea, darle la calma suficiente de que no importa si no es un sangre pura, Klaus lo aprecia de igual modo, para ahora sacarlo y echárselo en cara. Algo que no está en manos de nadie cambiar. Todo porque otro sangre pura le prestó atención a Severus, porque alguien más vio su belleza y magia. Todo porque Klaus no fue tan valiente como para reclamarlo primero, temeroso de espantarlo.
Edmund se ríe bajo ante su silencio y mirada perdida, tomando una túnica de su baúl y camino al baño.
—Me encantara verte en el Yule.
Adila lo ignora como él la ignora a ella.
Y es que, si bien, Klaus tenía algo en mente, no estaba en su agenda humillarse a si mismo al aparecerse solo después de haber gritado como obtuvo una cita con la chica.
Encontrarla para que lo acompañe de ultimo momento fue una cruzada, al menos las francesa no tomó ofensa en su apresurado pedido y aceptó en un parpadeo, algo dijo sobre como Klaus era el único ingles que no se veía miserable de existir. Gracias, supone Klaus. Ninguno de los dos estaba interesado en el otro para algo más que remarcar sus imágenes aun más, para quedar bien con conocidos y amigos de entre los 28 ingleses y las familias influyentes francesas. No harían el vano intento de ser más que compañeros de tarde, y eso por unos cuantos minutos.
El Gran Comedor esta hermosamente decorado, con temática de hielo y cristal, nieve falsa cayendo alrededor y cada decoración echa del cristal más frío, candelas y faros, elegantes y detallados, las largas mesas fueron puestas en los bordes, a reventar de bebdias y pequeños bocadillos, el resto del salón con mesas redondas donde varias personas ya estaban tomando asiento. La pista de baile se abre orgullosa.
Cuando llegan, aun es temprano, pero el lugar está semi lleno.
Se queda en su lugar, la mano de Adila sobre su brazo y ella platicando en francés con unas amigas suyas, la cita de dos de ellas habla francés y se unen a la plática, Klaus y el otro pobre Abott no, por lo que se quedan a un lado, sin hablarse entre sí. (Tal vez porque Klaus, pese a tener una sonrisa en boca, tiene cara de que matara al primer pobre diablo desgraciado que se atreva a cruzar palabras con él o porque Abott no quiere tentar su suerte con los colmillos blancos y ojos relampagueantes). El evento le trae sin cuidado, igual que esta supuesta cita. Su vista y atención en otro lado. Su posición le permite ver la entrada sin hacer mayor esfuerzo que alzar los ojos, observa cada pareja que entra, cada grupo de amigos que se reencuentra en la entrada los mira sin atención, es un escaneo de microsegundos el descartarlos como irrelevantes cuando se da cuenta de que no son las personas que esta buscando.
Eso es hasta que si lo son.
Sus dedos se aprietan sobre el vaso de ponche en sus dedos y tiene que respirar para que su rostro y magia no alerten a nadie cercano sobre su humor.
Porque ahí está Verus, luciendo hermoso, como la noche misma hecha persona, su largo cabello negro sujetado fuera de su rostro y adornado con metálicas flores plateadas, del brazo de Karkaroff. Su mentón en alto mientras camina, sin dejarse atormentar y tan jodidamente majestuoso, como si la presencia de tantos mortales a su alrededor le fuera igual a ver hormigas en el suelo, indiferente e inalcanzable. Inalcanzable en todo el sentido de la palabra, desgraciadamente.
El amargo sabor seguía en su lengua, seguía molesto, aunque toda razón le gritara que no tenía derecho a estarlo, no podría evitarlo. Verus no le debe nada, todo lo que Klaus ha hecho lo hace por el placer de verlo completo, no tiene obligación de sentir algo más, pero aun así, no puede evitarlo. No pudo evitar ver su reflejo en el espejo y pensar, “¿Por qué le hizo caso a Karkaroff y no a mí?” No hay una respuesta real a esa pregunta, en primera porque solo Verus sabe la respuesta y en segunda, porque nunca lo sabrá.
Karkaroff se ve tan…. Irrelevante a su lado, en vez de servir como un apoyo o un acessorio, solo sirve como un muro, un muro que repele a Klaus. No le gusta y está apunto de cometer un asesinato. Karkaroff lleva a Verus a las mesas alargadas, le sirve una bebida y procede a platicar, Klaus da una mirada alrededor para pretender desinterés antes de espiar por el rabillo del ojo.
Verus acepta el vaso, pero no bebe de él. Claro que no, el ponche puede ser una de las bebidas más odiadas por Verus, su sabor ridículamente dulce le es pesado en la lengua, pero Karkaroff no sabe eso. Klaus sí.
Mira con insistencia, observando cada segundo de esa interacción, comienza una lista mental con todas las cosas que Karkaroff esta haciendo mal en esa cita. Está muy cerca de Verus, esta hablando muy fuerte, mueve demasiado sus manos, se traba demasiado con las palabras, no escucha cuando Verus le habla, tiene que agacharse todo el tiempo, tiene que pedirle que lo repita muchas veces. Cada error le irrita más que el anterior, Verus a rechazado a demasiada gente por menos y aun así, ahí está, soportando a Karkaroff, escucha en silencio y asiente de vez en cuando, se limita a respuesta de una palabra. Imparcial.
Entonces los ojos negros se mueven del rostro del húngaro y caen sobre los dorados de Klaus.
El invisible brillo en los ojos negros despierta algo cálido y doloroso en el pecho de Klaus, pero en cuanto bajan hacia la mano que sigue sobre su brazo y la compañía en la que se encuentran, pierden toda suavidad, se vuelven vacíos e irritados. Tiene que morderse la lengua para no decir nada ni hacer nada cuando Verus alza una elegante ceja, se pega un poco más al costado de Karkaroff y alza su vaso en su dirección, como felicitándolo por su decisión, por su acción y distancia, el desgraciado el ofrece un brindis a la distancia. Klaus aprieta su sonrisa y levanta su vaso de regreso, no está feliz y no regresa un brindis.
No rompen contacto visual mientras beben de sus respectivos vasos, Klaus cuenta los segundos para que Verus haga una mueca por el menjurje dulce, pero la atención del azabache y de todo el salón se va a la entrada.
Los campeones hacen una entrada tan dramática que Klaus no se contiene de rodar los ojos, todo ese teatro ya lo tiene cansado, sí, sí, la armonía entre escuelas mágicas esto y la cooperación entra magos aquello, sí, ya entendieron. Pero no hay mucho sentimiento de compañerismo y cooperación cuando es otro mago de otra escuela mágica el culpable de que este perdiendo la cabeza.
Como dicta la tradición, los campeones inauguran la ceremonia con un baile. Un vals lento donde dan vueltas sobre la pista con sus respectivas parejas, algunos lo hacen con gracia, otros con torpeza, pero alegría y otros con una torpeza que es dolorosa de ver. Si las cosas se hubieran dado diferentes, Klaus estaría escuchando susurros crueles sobre como los pasos del pobre chico tienen más similitud con un pato usando zapatos de payaso y un resoplido divertido cuando respondiera con algo peor. Pero lo único que tiene ahora es una mano acalambrada por la tensión prolongada al ver que es Karkaroff quien se abstiene de reírse por lo que sea que le susurró Severus.
Esa tediosa melodía va tan lento que bien podría ser música de fondo para una carrera de caracoles. Acostumbrado a las largas galas, Klaus no es desconocido al aburrimiento extremo, solo sabe disfrazarlo mejor.
Y una vez, por fin, la primera balada termina, el resto del alumnado es libre de unirse. Los profesores se unen primero, Slughorn toma la valiente decisión de invitar a McGonagall por un baile, una invitación que la bruja acepta con gracia.
Las amigas de Adila se adelantan con sus respectivas parejas, a bailar al son de la música, Adila y él se unen. Ambos en contra de la misma idea de ser vistos tan juntos, se apegan a las reglas de etiqueta y el lenguaje social, por lo que Klaus no sostiene la cintura de la chica, sino que toma su hombro y comienzan. Ambos haciendo l necesario para completar la rutina, protegerse de chismes y seguir con sus vidas. Adila es linda, de frente o de lado, es una mujer preciosa, pero los ojos de Klaus pasan sobre su cabeza para ver la escena detrás de ella: Ahí está, Karkaroff con su estúpida cara, pidiendo la mano de Verus en una media reverencia e invitándolo a bailar. Verus sabe bailar un vals, lo sabe porque fue Klaus quien le enseño.
Durante una noche donde estaban solos en el dormitorio, Klaus se quejaba por las aburridas baladas y como fue obligado a bailar con Aztla Zabinni durante la última gala. Entre risas, comentarios y preguntas, Verus confesó no saber bailarlo. Klaus saltó sobre la oportunidad más rápido que una piraña. Costo hacerlo confiar en él, en hacerlo bajar las paredes que alzó sobre sí para que se prestara a hacerlo, pero después de un par de sonrisas y una promesa de no decirle nada nunca a nadie, Verus tomó la mano que le ofreció Klaus.
Así como ahora acepta la mano que le ofrece Karkaroff.
Esa noche, Klaus pegó a un nervioso Verus a su pecho, lo animo a poner su mano sobre su hombro, sonreír ante el brinquito que dio cuando Klaus puso su otra mano en su cintura. Mirando al suelo durante todo ese rato, sus mejillas salpicadas de rojo por la vergüenza y ansiedad, incapaz de encontrarse con la mirada de Klaus.
Ahora Karkaroff rodea la cintura de Verus con un brazo, suelto y confiado, y Verus se acomoda, pega su propio pecho al de Karkaroff mientras coloca una mano en su hombro y una su otra mano con la Karkaroff. Cabeza arriba y ojos negros fijos en Karkaroff, ni una pizca de duda. La piel de Klaus quema.
Esa noche, Klaus dio el primer paso para adelanto, chocando con el cuerpo de Verus, pese a su intento de reaccionar rápido, confundido y perdido sobre la secuencia de movimientos. Klaus sonrió paciente y explico cada paso, primero lento, mostrando con su propio cuerpo como hacerlo. Tres pasos para delante, dos para atrás, marcar el tercero nada más y balancearse para avanzar. Rígido y nervioso, Verus fue incapaz de mantener el paso, piso sin querer y casi cae al balancear.
Ahora Verus sigue el ritmo de la música y el movimiento de Karkaroff con facilidad y gracia. Se desliza entre el sonido como si fuera un pez en el río, corta entre el aire con el filo de una flecha, pero con la misma flexibilidad que un listón, de memoria y confiado, sus pies son ligeros al moverlo en la pista, sin tropezarse ni dudar, lo alejan de los pies de Karkaroff cada que este avanza, pero lo acercán cuando retrocede. Repiten ese patrón tan fácilmente.
Esa noche, Klaus fue pisado varias veces, pero no le importó, porque era Verus, porque Verus estaba ahí, con él, haciendo algo que nunca haría con alguien más, permitiendo que Klaus estuviera cerca, que lo sostuviera y guiara, permitía que Klaus lo viera ser torpe y desequlibrado, algo que no dejaba ni que el mismo Merlín viera de él. Lo relajó con algunas bromas, hasta que encontraron el ritmo, hasta que Verus entendió la coreografía repetitiva y su cuerpo enterod e destensó, la cautela reemplazada con entendimiento y curiosidad. Se movió al mismo tiempo que Klaus, y en un parpadeo, estaban bailando en medio del dormitorio. Hasta que Klaus decidió ser más atrevido y hacer girar a Verus en sus brazos. Inesperado movimiento que casi hace caer a Verus, pero nunca tocó el suelo, no, porque Klaus lo atrapó entre sus brazos y estallo en carcajadas ante la cara de regaño del otro mago, segundos después, Verus también rió por la ridiculez.
Ahora, Karkaroff hace girar a Verus entre sus brazos, sin separar sus manos. Como un rosa en el viento, como un cisne negro, Verus gira con perfecto equilibrio, su largo cabello negro ondea al mismo tiempo que sus túnicas, una laguna de oscuridad que por segundos pierde todo rastro terrenal. Y vuelve a la cercanía del pecho de Karkaroff, con cabeza erguida y una sonrisa satisfecha de que su vuelta fue perfecta, calculada y ejecutada con perfecta excelencia.
Ese feo retortijón en su estomago regresa, la amargura de su lengua se vuelve insoportable y su mandíbula se aprieta para obligarlo a contener una mueca, su cuerpo se tensa y podría gruñir de la misma vista. Su propio baile le parece ridículo y aburrrido, torpe y pesado, un quehacer que se vuelve más tedioso conforme mira hacia allá, ni siquiera cuando da la vuelta deja de verlo, voltea sobre su hombro cada vez que es necesario, y cada segundo que pasa, lo vuelve más odioso.
—Vas a prenderlos en fuego si sigues mirándolos así— la voz de Adila rompe su trance. Reclama su atención de nuevo, esas son las primeras palabras que Adila le ha dedicado en toda la noche.
—No te entiendo— le dice con una sonrisa falsa, tiene la mínima decencia de mirar a los ojos verdes de la bruja mientras hablan.
Adila alza una ceja, nada divertida por su falsa ignorancia.
—¿Entonces miras a todos como si fueran un tesoro sobre la tierra menos a mí? Me voy a ofender, Mulciber. —amenaza mientras se separa para girar. Su vestido azul marino ondea como el oleaje del mar y Klaus la recibe de regreso.
—No pretendo insultarte— continua su charla cuando la tiene cerca otra vez.
—No, pero estás aquí, bailando conmigo mientras deseas a otro tan descaradamente. Dime una cosa, ¿Eres masoquista o solo un cobarde?
—Para ser yo quien te ofendió, estoy recibiendo demasiados insultos en tan poco tiempo. —le responde con una ceja arqueada, Adila se hunde de hombros.
—Estoy aburrida, mi novia esta allá, haciendo lo mejor que puede para hacer que un pelele como Abott no la deje en ridículo y mi propia cita está babeando sobre mí por un mestizo.
Klaus no se abstiene de reírse ante la cruda lengua de Adila. No tiene que girar para ver a la probe chica hacer milagros para que Abott no se confunda con sus pies.
—Estoy sorprendido, ¿Cómo sabes que es por un mestizo?
—Por favor, ¿De verdad crees que hay posibilidad que sea alguien más? Cuando llegué aquí, lo primero que llegó a mis oídos fueron los chismes.
—¿Oh? ¿Como cuales chismes? —Ladea su cabeza, interesado. Adila asiente, pegándose un poco más para hablar más bajo y que solo Klaus la escuche. Klaus baja su propia cabeza, para dejar su oído a su altura,
—Como que Bellatrix Black asesinaría a cualquiera que viera por más de tres segundos a Alecto Carrow.
—Dos segundos y medio si Alecto está usando un vestido con escote. —corrige.
—También que Pandora Rosier tiene un punto suave para las locuras de Lovegood.
—Es tan dulce que te pudre los dientes.
—Y— y entonces se acerca tanto que Klaus puede sentir su aliento en su cuello— que Klaus Mulciber adora tanto al mestizo Snape que es capaz de prender en fuego a quien intente quitárselo.
Klaus quiere reírse. Burlarse de ese rumor, de ese chisme, porque nadie podría entender que tan cierto es, cuanto queman sus manos por tomar su varita e incendiar a Karkaroff. Burlarse de si mismo porque creó un rumor así y no se entera hasta que una francesa se lo cuenta.
—Ese idiota se cruzó en mi camino, no fue más que un accidente. —Le quita importancia, no le ha prendido fuego a nadie, pero bien cerca que estuvo de hacerlo.
—Un accidente desafortunado, ya veo. Ire a visitar a Karkaroff si le sucede algo a él también.
La balada llega a su final y quedan uno frente al otro, la mano de Adila sobre la de Klaus.
—Eres una terrible cita y un pésimo acompañante, pero entretenido conversador, te reconozco eso.
—Y tu una increíble informante, nos veremos después, Adila Selwyn, ve a rescatar a tu novia antes de que Abott haga una escena que la avergüence.
Se agachó como si fuera a besar sus nudillos, pero se detuvo a centímetros, solo dio un ligero apretón a su mano y la dejo ir. Ambos intercambiaron un asentimiento.
Entonces Klaus miro alrededor, en busca de esa cabellera negra. Bufó al verlo del brazo de Karkaroff, ya descansando de la elegante velada. Se limitó a ver desde lo lejos, observar como un halcón, incapaz y desinteresado en hacer nada más.
Esa sería una larga noche.
Obviamente la formalidad y decencia del evento se fue al carajo cuando los alumnos vertieron tanto brebaje alcohólico como pudieron en el ponche. La música clásica, lenta y aburrida fue reemplazada por el rápido ritmo de rock y pop.
La pista de baile estaba reventar de alumnos, todos alebrestados por el alcohol en la vena, las luces parpadeantes y la música alta. Los cuerpos se pegan entre si en lo que se supone es un baile. Por el rabillo del ojo puede ver a Alecto Carrow bailando entre los afilados brazos de Bellatrix, borracha y contenta, sin vergüenza de restregar su cuerpo en la otra bruja, más por allá puede ver a Edmund hecho sándwich entre ambos Lestrange y uno que otro toque indecente entre Barty (que sabrá Merlín cuando apareció) y Evan Rosier.
Para él, el mundo deja de tener sentido, borracho por el enojo. Bailo un rato con quien sabe quiénes, un vano intento de distraerse, de perderse en el espíritu de fiesta y divertirse, pero no pudo. Sentado en una de las mesas abandonadas, su vista en la pista de baile.
Incluso ahora, en la misma pose que un soldado derrotado, su atención no flaquea.
El tarado de Karkaroff fue arrancado por sus propios compañeros, los mismos lo instigan a bailar y beber aun más. Gritos y empujones cada vez más bruscos, todos son deportistas, no es una sorpresa que disfruten de un ritmo pesado y ruidoso, el mismo Klaus hace lo mismo con sus compañeros de equipo, pero esa noche no.
Cualquiera podría haberlo perdido, pero Klaus no, sería imposible cuando lo ha seguido con sus ojos toda la noche. Vio el segundo exacto en que Verus se escabullo del agarre de Karkaroff, huyo de él y sus amigos para irse a otro lado de la pista, donde fue pescado por una emocionada Charity Burbage, Klaus casi rueda los ojos.
Burbage puede ser la persona que lo odia más que nadie en este mundo, y aunque tenía sus opiniones sobre la cercanía de Verus con ella, la bruja siempre cuidaba del azabache, lo defendía de los leones y otras burlas, e incluso llegaba a ser tan protectora que se enfrentaba a sangre puras. De todas las razones que tenia Klaus para alejarla, ninguna era demasiado convincente si pensaba en todo lo que hacia la rubia por Verus. Una amiga de verdad es un tesoro que rara vez se puede ver en el mundo.
Su Verus se veía hermoso, pero rodeado de sus amigas, brillaba con su sonrisa confiada y postura relajada. Burbage y Sinistra reían y se movían a su alrededor, lo animan aún más, lo contagian de alegría y diversión inocente, los tres con sus ropas de gala más elegante y mejores peinados se divierten con la música. Lo exaspera. Porque él debería estar ahí. Él debería bailar con Verus, divertirse por sus casuales perdidas de equilibrio o atraparlo como Sinistra lo hace cuando sus pies se enredan con las faldas de sus vestidos. No lo está por su propia culpa y eso lo hace enojar aun más. Vigila paciente, cuenta los minutos y espera el momento adecuado.
Inminentemente, llega.
Verus se separa de Charity y Aurora para ir por una bebida, cansado y abrumado por el ruido, aguanto más tiempo del que ha hecho antes. Las dos brujas asienten a lo que sea que les gritó y se retiró. Salió de entre el mar de cuerpo para ir a la alargada mesa con bebidas. Solo.
Ahora o nunca.
Se mueve con demasiada rapidez, su mareo por ebriedad se vuelve una molestia menor, la distancia que los separa se vuelve de centímetros, su atención en la silueta engra que ahora le da la espalda. No piensa demasiado, su mente y razón nubladas por el alcohol y resentimiento, y extiende sus brazos. Sus manos atrapan los hombros de Verus con suficiente fuerza para sostenerlo, no dejarlo escapar y no lastimarlo en lo absoluto.
Verus brinco, como un gato sorprendido se giro con varita en alto, alertado y espantado ante la posibilidad de recibir daño. La punta de su varita se pega al cuello de Klaus, quien sonríe con falsa inocencia y alza ambas manos en rendición.
—Klaus. —Suspira aliviado al reconocerlo, bajo su varita pero su ceño se frunció y dio un leve golpe a su brazo— Tarado, no hagas eso, por poco te mando a Venecia en trocitos.
Quien sabe que nuevo hechizo fabrico que vuelve esa una posibilidad real, pero Klaus no va a jugársela.
—Lo siento, era demasiada buena oportunidad para desaprovecharla. —Le quita pesadez, se coloca a un lado de Verus y apoya su cadera en la mesa a su costado, sus brazos cruzados sobre su pecho mientras miran la pista de baile. — ¿Y por que estás tan solo? Pensé que tu húngaro favorito estaría pegado a tu cadera toda la noche. —pregunta con falso interés, como si no supiera la respuesta a esa pregunta y como si deseara que fuera diferente.
—Sus amigos lo distrajeron.
—Ah, entendible. Los deportistas tienen más aprecio por sus amigos que sus citas.
Verus lo mira con una ceja alzada, el veneno en sus palabras llegó a sus oídos alto y claro. Pero a como toda respuesta se sirve un poco de ponche e imita la postura de Klaus.
—Debe ser verdad si tú estás aquí y Adila Selwyn por allá— señaló vago con el mentón hacia la pista de baile, donde Adila estaba muy ocupada bailando con su novia entre brazos.
Klaus cierra los ojos y aprieta los labios, sip, olvido ese pequeño detalle.
—No te preocupes, ya encontrarás a otro húngaro deportista que te preste atención.
—Mhm, y tu no tardaras en encontrar a otra sangre pura que te quiera cortejar.
No van a llegar a ningún maldito lado si siguen escupiéndose veneno uno al otro. Demasiado metidos en su propia molesta que recurren a ser mezquinos con tal de no ser primero, no decir las palabras de sus sentimientos, la tensión entre ambos crece y aun así ahí están, en una silenciosa competencia por ver quien se quiebra primero.
—¿Y que planeas? ¿Entretener un rato a Karkaroff y después mandarlo con sus amigos cada que te aburra?
—Para ser honesto, no es un mal plan. Puedo divertirme con él y después verlo chocar cabezas con sus compañeros cuando me harte. —se hunde de hombros. — Me preocupas tu, que de repente quieres traer a cada belleza francesa que no tenga un acento tan marcado.
—De ellas abundan bastantes. Me miran, aunque no les agrade del todo, pero ¿Cuántos de esos húngaros pueden ignorar la sangre?
Entonces Verus se tensa en su lugar, el vaso entre sus dedos es apretado con sutileza y su suavidad se pierde, mira a Klaus con ira. Apenas un gramo comparado con toda la odisea de sentimientos que Klaus a atravesado a lo largo de esa noche.
—Solo necesito que UNO lo ignore, uno que es un gran deportista y nada feo. —Le responde en un siseo. Klaus asiente sin verdadera seriedad, alza un poco más su cabeza.
—¿Entonces de eso se trata? ¿De tener un idiota con renombre tras tu sombra para jugar un rato? Verus, nunca te tome como un cazafortunas. Nos habríamos ahorrado tantas cosas.
Era más fácil. Mucho más fácil. Era mucho más fácil pensar que Verus solo estaba interesado en el renombre y dinero de un extranjero que genuinamente interesado en ser algo más, en sentir algo por ese idiota, es más fácil que aceptar a que ese idiota ocupa un lugar más alto en el corazón de Verus. Mil veces prefiere una atracción superficial que no puede juzgar del todo a una conexión real que no podría romper jamás.
—Incluso si fuera así, ¿Por que mierda sería tu problema?
—No lo es, solo agradezco la honestidad y el seguro de mis galones en Gringotts.
—¿Qué carajo sucede contigo? —se gira Severus. Deja con demasiada brusquedad su vaso en la mesa, algunas gotas salpican en el mantel y en su manga, pero no le presta atención, su mirada matadora en Klaus.
—¿Conmigo? Nada, tu eres el que está haciendo un show por salir con un sangre pura. —de defiende débilmente. El whisky le hace pensar que tiene todo el sentido del mundo, mientras el amargo sabor en su lengua se encarga de moverla sin su control.
—¡¿Yo?! —incrédulo ante su audacia, Severus lo mira como si planeara exterminarlo en ese mismo instante— ¡Tu eres el que está aquí! ¡Enojado y reclamándome quien sabe que!
—No estoy reclamando nada.
—¿No? ¿Y que estás haciendo?
—Buscar respuesta, es obvio.
—¡¿Respuestas a qué?!
Entonces Klaus se gira para encarar a Verus, su enojo mengua cuando ve la confusión en el rostro del otro, pero el recuerdo de verlo bailar con Karkaroff fue suficiente para avivar ese fuego.
—A porque de repente te importa tener una relación con alguien como Karkaroff. Nunca antes habías volteado en dirección de alguien más, mucho menos dignado a platicar y aquí estas, bailando con él como si fuera cosa de todos los días.
“Mientras me ignoras a mí, que podría hacer eso y más por ti” —Completa su mente. Severus frunce aun más el ceño ante sus palabras, el enojo se vuelve obvio.
—¡¿Y a ti que te importa?! ¡Tienes una lista de mujeres a las que rechazar después de bailar!
“Me importa porque eres tú, porque a ti no te rechazaría jamás, no deseo a ninguna mujer, te quiero a ti”
—¡Karkaroff no es bueno para ti! —Exclama desesperado. Pero Severus resopla irritado.
—¡¿Ese es el problema?! ¡¿Qué no te agrada Karkaroff?! ¡Es a mí a quien quiere, no a ti!
“Si, mierda, ese es el puto problema. Que te desea del mismo modo que yo lo hago, y tiene más éxito del que yo tengo”
—¡¿Y se lo crees?! ¡¿Crees que, teniendo a todas las mujeres importantes de Noruega tras de él, va a quedarse contigo?! ¡Para él no eres más que un amorío escolar! ¡Una aventura pasajera!
“Él no podría adorarte, no te conoce como yo, y en el momento en que no seas lo que él quiere, te lastimara. No quiero eso, te quiero completo, no a la mitad, amo tu sombra como tu luz”
Pero sabe que golpeo bajo cuando Severus cierra la boca ante su respuesta. Lo ve cerrar los ojos y alzar la cabeza, sus manos en alto, como si intentara agarrar la calma del viento y hacerla suya. Sin éxito. La sangre de Klaus corre fría cuando Severus vuelve a abrir los ojos y los ve enrojecidos con lágrimas.
—No sé cuál es tu problema, Klaus, pero estás siendo un puto cretino justo ahora.
Y sin cuidado, Severus sale del salón, choca su hombro con el de Klaus al pasar. Entonces la realización de todo lo que dijo e hizo vino a él como un látigo.
—Mierda. —Farfulla antes de correr detrás de él.
No le importa empujar a todos fuera de su camino, ignora los insultos o gritos ofendidos. Al salir del gran salón mira alrededor, tratando de adivinar que dirección tomó, la respuesta viene cuando ve la cola de su túnica desaparecer entre los muros de piedra escaleras arriba. Y no duda en ir en esa dirección. Las escaleras demuestran ser un obstáculo formidable cuando uno se encuentra tan borracho como un Marín en mareas bajas, pero Klaus está dispuesto a subir en cuatro con tal de llegar, y una vez llega al pasillo, vuelve a correr como alma que se la lleva el diablo. Jamás entenderá como Severus se la ingenia para caminar tan dramáticamente y tan rápido al mismo tiempo sin deliberadamente correr. Pero ahí está.
—¡Severus! —corre para intentar alcanzarlo, pero Severus no se detiene. —¡Mierda, espera! —casi ruega, alcanzando su mano para detenerlo.
—¡Jodete, Klaus! —Severus se gira, soltando su mano de un fuerte tirón mientras retrocede.
Pero no es suficiente. Klaus atrapa su otro brazo y lo fuerza a acercarse.
—¡Escúchame, por favor!
—¡Te escuche suficiente para una década entera! ¡Déjame en paz! ¡No que carajo sucede contigo o porque estás así! —Severus se sacude violentamente, intenta por todos los medios posibles alejarse. Klaus lo hirió antes que Karkaroff, Karkaroff consiguió una cita con él, consiguió su atención primero, y es Klaus quien lo aleja, quien lo hiere, quien arruina su noche.
No, no debe ser así. Aleluya la locura que lo caracteriza, porque hace su siguiente paso sea creíble a cualquiera que se entere. Porque en un momento desesperado, Klaus suelta el brazo de Severus y se aferra a su cintura, cayendo de rodillas al suelo y plantándose como una estaca.
—¡¿Qué carajo!? ¡Klaus! ¡¿Qué mierda estás haciendo?! ¡Suéltame y párate! —las manos de Verus se posan en sus brazos, intentan empujarlos fuera de su cuerpo para alejarlo por completo, pero no cede.
Sujeta con fuerza el cuerpo más delgado, la verdad que tanto tiempo a negado golpea el muro que construyó y escapa por su boca más rápido de lo que puede detenerla.
—¡Con un carajo, Verus! ¡Me estoy muriendo de putos celos! —exclama de una vez por todas en ese pasillo vacío.
El cuerpo que sostiene se queda quieto de golpe, tenso y rígido. Las manos que lo empujaban ahora se quedan congeladas en su brazo y hombro,
—¿Qué? —pregunta en un susurro.
—Puta madre— susurra para sí mismo, pero sigue hablando desde su escondite en el costado de Severus, incapaz de levantarse y sin el valor suficiente para verlo a los ojos. — Desde el primer puto día, desde el tarado de Karkaroff llegó, con sus estúpidas acrobacias y estúpida cara húngara, y robo toda tu atención. Lo vi llevarse tu tiempo y atención, le dabas más atención que a mí, le pedías las mismas cosas que a mí, aceptaste todo de él como aceptas todo de mí. Los celos me tragan entero, no tienes idea lo que fue verte arreglarte para él, vestirte y peinarte para gustarle a un pelele que no existía en nuestras vidas hace un mes. Mientras que yo… ¡Yo estoy aquí! ¡Atrapado por mi propia ansiedad! ¡Muerto de celos por verte querer a alguien más que a mí! ¡Por verte desear a otro y no a mí! —Jadea un par de veces, recuperando el aliento, su visión borrosa por las ligeras lagrimas que no escapan de sus ojos, esta alterado y dolido, pero, sobre todo, arrepentido de todo. —No puedo… no puedo con estos celos. —Se abraza con más fuerza a la cintura ajena y entierra su rostro en la curva, aterrado de que será la primera y ultima vez que tiene permiso de hacerlo. —Dije cosas horribles, te hice sentir tan mal porque estaba herido y lo siento tanto. Nada me debes, debería ser feliz con verte ser feliz, pero soy tan jodidamente egoísta que quiero que seas feliz conmigo. Solo conmigo.
Se quedan en silencio, la noche es tan callada que no interrumpe la quietud del pasillo, el mayor ruido es el lejano murmullo del baile. Klaus tiembla cuando la mano que estaba en su hombro da un ligero apretón y se mueve a su espalda, como si quisiera consolarlo.
—Tu…Tu viniste al Yule con Adila Selwyn. Pensé…
Klaus se ríe sin gracia.
—Es imagen, nada más. Es aceptable que una prima de Selwyn sea visto con un heredero Mulciber, mejor que sola, por lo que aceptó venir cuando fui un idiota y te lastime. Estuvimos juntos apenas lo necesario para hacer una buena presentación, su novia me habría matado de otro modo. No me importa su sangre, no me importa la tuya, lo juro que no me importa, solo…no podía con que quisieras a otro sangre pura cuando yo estoy justo aquí.
No quiere soltarlo, pero sus brazos ceden cuando Verus da un paso para atrás, demasiado rendido y cansado. Verus entonces se arrodilla para quedar a la misma altura de Klaus, su mano en su espalda se pasa a su cuello y termina por acunar su mejilla. Klaus no puede evitar recargar más su rostro en ese suave tacto, hambriento desde hace tanto tiempo de cariño de Verus que esa prueba sabe a mil néctares.
—Eres un tremendo idiota, ¿Lo sabías? —susurra Verus en su recién encontrada cercanía.
—Llegue a esa conclusión esta tarde. —Suspira, viendo a todos lados menos a los ojos negros.
—Karkaroff es uno de los más altos de Drumstrang, deportista estrella, fluido en maldiciones, conoce de magia oscura y no tiene un problema con la sangre si hay ingenio.
—Con todo respeto, Verus, no podrían importarme menos las cualidades de ese alcornoque.
—Te diré algo… no me gusta la piel de Qivut.
Klaus parpadea un par de veces, confundido.
—¿Cómo, perdón?
—La piel de Qivut, no me gusta— repite tan tranquilo Verus, —es demasiado pesada, su pelaje es duro y el color es feo.
—Verus… no te entiendo…
—Pero, de algún modo, el pelaje de Qivut es parecido a la seda de vicuña. Y pensé que…desde que no puedo tener un suéter de vicuña, bien podría aprender a disfrutar una piel de Qivut.
Tal vez es que esta demasiado borracho, pero nada de esa conversación tiene sentido ni lógica, ¿Qué carajo tienen que ver las pieles de animales con su reciente confesión? ¿De que habla? ¿Por qué mete el suéter de vicuña? Klaus siempre se lo da, la única vez que no se lo dio fue porque traía el abrigo de Karkaroff, pero de habérselo pedido, lo hubiera hecho
—¿Y por qué no puedes tener uno? Verus, tengo como cinco distintos, si quieres uno, podrías haberme dicho y te lo habría dado sin…. —entonces las piezas hacen click sobre su cabeza. —Oh.
Sus ojos abandonan el suelo y se pegan al rostro de Verus, que tiene un ligero sonrojo en sus mejillas blancas, tímido a lo que esta diciendo, aun más cuando ve los ojos de Klaus iluminarse con entendimiento a lo que se refiere.
—¿Estabas con él… por que se parecía a mí? —pregunta su teoría, asustado de que su mente ebria confunda las cosas.
—No físicamente, —remarca lo obvio mientras rueda los ojos. —Pero usan casi el mismo perfumen, tienen altura similar y comparten mismos intereses…
Klaus toma la mano que esta en su mejilla, asombrado. El corazón le esta latiendo como loco en el pecho, tanto que teme una taquicardia, incluso se le bajo lo ebrio ante la posibilidad que se revela. ¿Sera verdad? ¿No esta soñando? ¿No esta doblando la realidad para complacer sus deseos? ¿Verus de verdad está diciendo que estuvo con Karkaorff…por que pensó que no podría estar con Klaus?
—¿Y porque obligarte a disfrutar piel de Qivut cuando el suéter de vicuña esta preparado para ti? —Siguen hablando ene se extraño código, tal vez sería buena idea cambiar a hechos reales, pero la situación se siente tan íntima y precaria como una estatuilla de cristal, vulnerable al peso de la realidad y hechos fríos.
Verus sonríe triste mientras baja sus ojos, alertando a Klaus.
—Pensé que solo los sangre pura pueden usar vicuña.
—Y yo soy el idiota. —Se burla sin malicia Klaus. Aprieta un poco la mano de Verus y lleva la otra al mentón del azabache, alzando su cabeza y hacerlo verlo a los ojos, se acerca aun más, susurrando: —Ese suéter de vicuña es solo tuyo.
Es Verus quien se rompe primero, quien cede primero. Cansado desde hace tanto tiempo de estar enamorado de Klaus, de sentir mariposas en su estómago con cada gesto suyo, cada atención, cada detalle y cercanía, cansado de estar con el feo nudo en su estomago cuando habla de galas, de como sus padres intentan presentarle futuros prospectos de matrimonio que no lo incluyen a él. Ese cansancio es el que lo hace moverse y cortar de una vez por todas la distancia y reclamar lo que siempre deseo con tanto fervor, pero obligo a ignorar por temor.
Klaus es rápido en regresar el beso. Los labios de Verus sobre los suyos son cauteloso, tentativos y buscan permiso, un permiso que obtienen con demasiada alegría de parte de Klaus. La electrificante sensación causa un delicioso escalofrío en todo su cuerpo, las manos frías de Verus rodean su cuello cuando cede y abre su boca, entregándose aún más. Los brazos de Klaus se mueven solos y atrapan de nueva cuenta la cintura de Verus, quitándolo del suelo y atrayéndolo a su regazo. Poco y nada le importa estar a la mitad de un jodido pasillo, todo lo que le importa es tener más, más de esas manos, más de esos labios, más de esa atención, más de Verus. Verus tiembla cuando sus lenguas se encuentran, pero no retrocede, envisiado también, el único sonido que Klaus puede escuchar ahora es su propio corazón en sus oídos, mientras una euforía lo recorre completo.
El beso es largo y se separan cuando ninguno de los dos puede jalar más aire. La distancia es de milímetros hasta que Verus suspira pesado y junta su frente con la de Klaus, aun abrazado a sus hombros y sobre su regazo.
—De verdad odio el ponche.
Klaus estalla en carcajadas ante la queja de Verus, una risa que se contagia a Verus después de unos segundos.
—Me lavare los dientes y podemos seguir con esto.
—¿Más?
—Llevó queriendo esto desde hace dos años, Verus, no es suficiente.
—Cabrón codicioso.
—TU cabrón codicioso.
—Sí…solo mío. —Acepta con gracia, abrazando más fuerte sus hombros y pegando el pecho de ambos. Klaus ronronea ante la cercanía y acerca de nuevo sus labios.
—Verus.
—¿Mhm?
—Ya no aceptes ninguna piel de Qivut, por favor.
—Y tu no aceptes la mano de nadie más.
—¿Teniéndote aquí y así? La única mano que aceptare jamás es la tuya en el altar.
Verus resopla divertido.
—Cuidado, Mulciber, o tal vez termine por decir que sí.
—Carajo, sí por favor.
Sus labios vuelven a encontrarse y sellar aquella pregunta sin decir.
Sí, Klaus Mulciber es un hombre celoso, pero nunca lo va admitir. No es necesario, Severus Snape disfruta de su total atención.