Error 404: Harry Potter is not found. Try again.

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Error 404: Harry Potter is not found. Try again.
Summary
Voldemort has won the Second Wizarding War.Harry Potter is dead. Right? Yes, yes, he... he is dead.But if he is dead, why is he working in a muggle Coffee Shop, and apparently, without remeber anything?OrWhere Draco Malfoy sees Harry Potter in a Coffee Shop by accident, and knows that the world will shake again. Because yes. Even if everyone hates him now, he is going to tell to Granger and Weasley. And if the Dark Lord gets to know? Well. He already has an obssesion with Harry, so actually... nothing is gonna change. Right?Where Voldemort won because he truly is a mastermind of evil.______________________If you wanted an story like this, that makes sense, is well written, and you LAUGH; welcome.
Note
I HOPE YOU LOVE THIS.I'LL BE POSTING A LOT. OR I'LL TRY.NOT AN ABANDON STORY.
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Can't concentrate

— Por tanto — habló el profesor Snape —, ¿qué efectos tiene una poción herbicida? Veamos, ¿señor Malfoy?

La silenciosa multitud miró a Draco, esperando a que el prefecto de Slytherin contestara. Draco apenas se dio cuenta de cuando Snape dijo su nombre, o de las miradas que se clavaban en él, casi angustiosamente. Tenía un pergamino sobre la mesa, y estaba garabateando pequeños dibujos con la pluma. No pensaba en nada en absoluto, simplemente dibujaba cosas al azar: la montura de unas gafas redondas, un rayo, una taza... y habría conseguido perfeccionar el torcido rayo de no ser por su profesor.

— ¡Señor Malfoy! — exclamó. El rubio lo miró al instante, soltando la pluma de golpe y dejando que la tinta manchara la parte aún en blanco del pergamino. — ¿Es acaso lo que está escribiendo, más importante que mi clase?

¿Clase? ¿Pero de qué estaba habland...? Ah, claro. ¿Al final había ido a pociones? ¿No iba a saltárselas? ¿Cuándo había decidido que no? Malfoy tragó saliva, esperando a que el profesor Snape se apiadara de él y le repitiera la pregunta. Por un momento, Malfoy revivió el desastre de la cafetería, cuando todo el mundo lo miraba como si fuera un bicho raro. ¿Sería por qué había gritado o por qué había entrado cómo un psicópata? ¿Y si se disculpaba, Harry, bueno, ese Harry, estaría dispuesto a hablar con él?

— Una poción herbicida — Snape se aproximó hasta su mesa. Theodore Nott, quién estaba a la derecha de Malfoy, hizo una mueca de absoluta conmoción cuando vio los garabatos tan específicos en el pergamino de Draco —. Iba usted a decirnos que uso tiene.

El profesor no pasó el gesto desapaercibido, y antes de que Malfoy abriera la boca, le arrebató el pergamino de la mesa. Si Nott lo había interpretado como un mal presagio, el profesor de pociones no se quedaba atrás. Cómo si lo escrito en el papiro fuera un mensaje escrito por la mismísima muerte. Malfoy, por su lado, continuó pensando.

— Una poción herbicida — repitió el rubio —. ¿Eso... no se utiliza para curar daños menores?

Snape apartó el pergamino de su vista, enrollándolo mientras despellejaba a su alumno con la mirada.

— Ese es el efecto de una poción herbovitalizante — ni siquiera hizo una pequeña pausa, o puso una pequeña excusa cuando se giró. — La clase ha finalizado. Malfoy, quédate.

Draco ni siquiera disimuló la mueca de disgusto. Recogió lo poco que había sobre la mesa y lo guardó en la mochila. Nott hizo lo mismo.

— Oye — Theo lo miró —. ¿Estás bien?

— ¿Por qué no iba a estarlo?

— Dímelo tú — Nott acercó su rostro, susurrando por lo bajo —. ¿Qué pasa con Potter?

¿Qué? ¿Qué pasaba con Potter? ¿¡Nott también había ido a la cafetería?! ¿¡Él también había visto a Potter?! ¿¡Malfoy había sido el último en enterarse?! ¿¡El Señor Oscuro ya lo sabía?! No. No. No. Imposible. ¿Pero entonces por qué? ¿Qué pasaba con Potter? Antes de que el chico rubio hablara, Nott se le adelantó:

— El pergamino — Nott lo miró con molestia —. ¿Estás loco? No puedes ir haciendo esos dibujos delante de Snape. De nadie, casi mejor. ¿Quieres que te acusen de traición, o qué?

— ¿Qué?

¿Cómo que traición? ¿Desde cuando era un delito hacer tres buratachos en un pergamino? ¿Se había vuelto el mundo en contra de él por haber ido a la dichosa cafetería muggle? Oh. Otra pregunta se asentó en la mente del chico: ¿volvería allí? Ya tendría tiempo de pensarlo, ahora Snape estaba esperando a que Nott se marchara del aula. Theo lo miró de reojo, saliendo del aula de pociones y perdiéndose por el pasillo. El profesor Snape sacó su varita, dejó que la puerta se cerrara con un fuerte sonido y se dirigió hacia Malfoy, con pasos firmes, casuales, y un tanto aterradores.

— Draco — su nombre, Snape lo había llamado por su nombre —. ¿Tienes idea de la gravedad de esto? El profesor Snape sostenía firmemente el pergamino, dejando ver los pequeños dibujos. Tres gafas redondas, cuatro rayos y dos tazas de café. Vaya. ¿Tanto había dibujado? — Lo siento — se disculpó enseguida, cualquier cosa para salir de ahí —. Solo... estaba dibujando al azar, no estaba pensando en nada.

— ¿Tienes idea — el tono rudo del profesor pareció quedarse al margen por un momento, sonaba más a una preocupación inquieta: — de lo que alguien podría pensar si viera esto? — hizo una pausa, acercándose al muchacho —. El heredero Malfoy, prefecto de Slytherin, haciendo dibujitos de Harry Potter en clase de pociones con... cierta melancolía — su voz no sonaba a burla, oh, como Draco lo hubiera preferido; Snape estaba realmente enfadado —. ¿Quieres acabar cómo Potter? ¿Es eso?

"Acabar como Potter". "Acabar como Potter". El profesor Snape se refería a acabar muerto, asesinado por el Señor Oscuro o cualquiera de sus mortífagos, pero... ahora Draco sabia algo más, algo único: Potter no había acabado muerto en una cuneta. Oh, no... Potter TRABAJABA en el Londres muggle. Sirviendo TÉ. En una cafetería. A pocos pasos del bar de Tom. ¿Y nadie se había dado cuenta aún? Draco no dijo nada.

— Puedes retirarte — tan frío como de costumbre, Snape se dio la vuelta, caminando hacia su escritorio —. Y que no se te olvide recoger el paquete de hoy.

Malfoy asintió, sin siquiera mirar al hombre. Caminó hacia la puerta, y valientemente, la cruzó, saliendo a los desolados y ahora grises pasillos de Hogwarts. Los mortífagos que se paseaban entre la multitud a veces lo saludaban, solo de reojo, o con un gesto educado. No por qué lo conocieran, sino porque Malfoy era eso: el heredero de la honorable casa Malfoy, mano derecha del Señor Oscuro. Draco avanzó por los pasillos hacia el comedor. Ya no era un lugar lleno de risas, con las divertidas velas flotando o los fantasmas alborotando la escena: se había convertido en un lugar tétrico, a juego con los pasillos grises y silenciosos. Ninguno de los estudiantes era soldado, y aún así, ahí estaban: pagando el precio de la guerra. Las ojeras y el cansancio era algo familiar, y por si fuera poco, las mesas ya no solían estar tan llenas como antes, lo que a veces lo hacía estremecer. ¿Tanta gente había... muerto?

— ¡Malfoy! — lo llamó Nott, el chico apareció tras él, siendo uno de los pocos que aún conservaba la sonrisa. — ¿Qué tal con Snape?

— Bueno — ambos entraron al comedor —. Que mi melancolía por Potter es realmente conmovedora.

Nott fue el primero en reír, en voz baja, y Malfoy no pudo evitar seguirlo. Se sentaron en la habitual mesa de slytherin, uno frente al otro. Nadie hablaba. Era raro hablar entre las comidas, y no tan raro pero aún extraño hablar en los pasillos. Así que Malfoy tuvo demasiado tiempo de pensar. Aquella misma noche, tendría que volver a por un paquete de pociones. De nuevo, tendría una excusa para visitar el Londres muggle si se las arreglaba bien. Aunque... volver, ahí, a la cafetería. Volver a ver a Harry. Una y otra vez las imágenes pasaban fugazmente por su cabeza, que no había sido capaz de acaparar tantos detalles cómo al rubio le gustaría. No había duda. Draco no se había equivocado. No ahí, no con él: no con Harry Potter. No era alguien que se le pareciese, ni alguien con una cicatriz parecida... Era él. El maldito cara rajada. Trabajando en una cafetería, de camarero. Por Salazar. ¿Sería capaz de superar esa última parte algún día?

— Ya sabes — Nott susurró, tratando de iniciar una conversación —, no es que quiera meterme en tu vida ni nada que se le parezca, pero... ¿Por qué ahora? — hizo una pausa, asegurándose de que su amigo lo estuviera escuchando. — ¿Por qué te ha dado por acordarte de Potter? ¿Por qué has dibujado eso?

Malfoy tragó saliva. ¿Qué por qué? Oh, pues mira, porque justo ayer lo ví sirviendo té como un idiota en una cafetería muggle. Sí, es increíble, ¿verdad? No, no estoy loco, de verdad era él. Pero por favor, no se lo digas al Señor Oscuro, que el idiota de Potter además parece no acordarse ni de dónde está parado.

— No lo sé — mintió. Aún no podía contárselo a nadie, y mucho menos a alguien de slytherin, aunque fuera Nott. Si alguien llegara a enterarse... — No estaba pensando en nada, solo me aburría, y salió eso.

Theo pinchó la carne asada del plato con el tenedor, sin parecer muy convencido. Sabía que Malfoy no le estaba diciendo la verdad, pero definitivamente, sí Draco optara por contarle su gran descubrimiento, no sería ahí: en medio del gran comedor. Pronto, el silencio fue interrumpido por varios pasos dirigiéndose al comedor. Snape, acompañado de su tía Bella, y dos mortífagos jóvenes tras ellos. Agh. ¿Es qué Malfoy no podría tener ni una comida en paz? Fue inconsciente: el agarre del tenedor se volvió inquieto y nervioso, y la necesidad de terminar el plato se volvió imperiosa. Solo quería largarse de allí. Nott trató de imitar a Malfoy, aunque esa necesidad angustiosa con la que el rubio comenzó a comer era difícil de imitar. Draco fue el primero en levantarse, seguido de Theo, quién aún estaba masticando un trozo de patata asada mientras se levantaba del banco.

No llegaron a salir del comedor cuando Weasley y Granger entraron, uno al lado del otro, hablando en voz baja hasta que repararon en la figura de Malfoy, de pie, como un tonto, mirándolos. Draco carraspeó, aún sin moverse. Weasley y Granger apenas lo miraron, esperando al principio una respuesta, cualquier cosa que saliera de la boca del rubio, pero poco tenía Malfoy que decir. Había coincidido con ellos por los pasillos antes, siempre de lejos. Pero... ahora, de cerca. Bueno, definitivamente Potter estaba mucho mejor que todos ellos. Weasley siempre había sido pálido, pero... no... no así. Y qué decir de Granger, Malfoy había visto a la chica un par de veces con ojeras marcadas por el estudio, pero... ¿aquel color casi rojizo, completamente antinatural? Los pequeños cortes en la mejilla de Granger y el hematoma en el cuello de Weasley tampoco es que ayudaran a dar buena imagen. ¿Y aquella forma de mirarlo? No estaban enfadados, cómo el idiota de Potter cuando se atrevió a echarlo de la estúpida cafetería; ni tampoco le guardaban rencor, o asco, o desagrado, o algo así. No, no. No era nada de eso. Ellos... simplemente, ya no tenían... ilusión por vivir.

Y así cómo se habían visto, Weasley fue el primero en entrar al gran comedor, tirando de la muñeca a Granger para que lo siguiera.

Fue justo en ese instante, cuando Malfoy decidió que esta vez, sí que tenía una opción. Sus padres eran mortífagos, sí; y eran aliados del Señor Oscuro, sí; y a él lo odiaba medio Hogwarts, sí; pero ya nada de eso importaba. Ninguna de esas estúpidas razones podía compararse a lo que pasó ayer. Absolutamente nada ni nadie, ni siquiera el mismísimo Señor Oscuro, era relevante ya. Porque Potter estaba vivo. Vivo. Vivo. Y si alguien podía ayudarlo a traerlo de vuelta, o a darle una paliza por ser tan idiota con el pobre Malfoy, eran esos dos. Sí. Malfoy iba a contárselo.

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