No te quemes

Harry Potter - J. K. Rowling
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No te quemes
Summary
—¿Celosa, Skeeter? ¿Crees que esto te da derecho a ventilar lo que te dije en confianza?—¿Confianza? No sabía que eso existía entre nosotras. ¿Qué querías que hiciera, Bella? ¿Ver como permites que tu familia te venda a alguien que ni siquiera te importa? —Rita se inclinó hacia adelante, desafiante, su mirada con rabia contenida—. Si me vas a odiar, que sea por algo inolvidable.Bellatrix tembló, pero no de miedo. Era un torbellino de emociones: rabia, dolor, y algo más oscuro que no quería admitir. Sin pensarlo, dejó que su mano se deslizara hasta el cuello de Rita, no para dañarla, sino para mantenerla allí, atrapada bajo su mirada intensa.—No tienes ni idea de lo que acabas de desatar —murmuró Bella, su voz baja y peligrosa.Rita, sin embargo, no retrocedió. En cambio, sus labios se curvaron en una sonrisa burlona.

Bailando con el diablo

Bellatrix Lestrange sostenía con fuerza un ejemplar del Profeta, sus manos temblando de pura furia, cada palabra un veneno cuidadosamente destilado para destruirla.

Los Oscuros Secretos de la Casa Black 

se leía en el encabezado, seguido de un subtítulo que se le antojaba aún más insultante ''Exclusiva: revelaciones de Bellatrix Black sobre traiciones familiares, alianzas prohibidas y los pecados que ni la nobleza mágica puede enterrar''

Bella había leído cada palabra con una mezcla de incredulidad y odio. Allí estaba todo: las confesiones que había compartido en un momento de debilidad, los secretos que había prometido mantener enterrados. Rita, con su veneno y cariño ahora fingido, había transformado aquellas confidencias en un espectáculo público, regodeándose en los detalles más oscuros de la familia Black.

Pero lo que más dolía no eran las revelaciones. Era el motivo. Rita lo había hecho por despecho, y Bellatrix lo sabía.

Cuando la ira se desbordó, Bella lanzó el periódico contra la pared, dejando que las páginas volaran por la habitación.

—¡SKEETER! —gritó, su voz resonando como un trueno en la mansión Lestrange. (Asustando a cada presente en los terrenos)

No pasó mucho tiempo antes de que Bellatrix irrumpiera en el pequeño despacho donde Rita Skeeter se refugiaba, escribiendo su próximo artículo con una sonrisa satisfecha en los labios. Apenas tuvo tiempo de girarse antes de que Bella cerrara la puerta con un estruendo y cruzara la distancia entre ellas en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Qué crees que estás haciendo? —escupió Bellatrix, sujetando a Rita por los hombros y estampándola contra la pared.

Rita no se inmutó, aunque el golpe le quitó el aire por un momento. Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa. (1)

—¿Qué pasa, Bella? ¿No soportas un poco de atención? Pensé que te gustaba ser el centro de todo—

—¡Me arruinaste la vida! —Bellatrix apretó los dientes, su rostro a centímetros del de Rita—. me  traicionaste.

Rita arqueó una ceja, su vuela pluma cayendo al suelo mientras sus ojos se clavaban en los de Bellatrix con desafío.

—¿Y qué? ¿Es peor que tu compromiso con ese imbécil de Rodolfo? Pensé que eras más inteligente que eso.

Bellatrix se quedó sin palabras por un momento. ¿Así que era por eso? ¿Por celos? Una risa irónica escapó de sus labios antes de que la furia volviera a tomar el control.

—¿Celosa, Skeeter? ¿Crees que esto te da derecho a ventilar lo que te dije en confianza?

—¿Confianza? No sabía que eso existía entre nosotras. ¿Qué querías que hiciera, Bella? ¿Ver como permites que tu familia te venda  a alguien que ni siquiera te importa? —Rita se inclinó hacia adelante, desafiante, su mirada con rabia contenida—. Si me vas a odiar, que sea por algo inolvidable.

Bellatrix tembló, pero no de miedo. Era un torbellino de emociones: rabia, dolor, y algo más oscuro que no quería admitir. Sin pensarlo, dejó que su mano se deslizara hasta el cuello de Rita, no para dañarla, sino para mantenerla allí, atrapada bajo su mirada intensa.

—No tienes ni idea de lo que acabas de desatar —murmuró Bella, su voz baja y peligrosa.

Rita, sin embargo, no retrocedió. En cambio, sus labios se curvaron en una sonrisa burlona.

—¿De verdad? Ilumíname.

Fue entonces cuando Bellatrix perdió el control. En lugar de palabras, dejó que su ira y confusión se transformaran en algo más físico, más visceral. Sus labios chocaron contra los de Rita con una intensidad que hablaba de todos los sentimientos que había intentado reprimir: odio, deseo, traición.

Rita se quedó paralizada al principio, pero no tardó en responder, aferrándose al cabello de Bellatrix mientras el beso se volvía más feroz, más desesperado. Había rencor en cada movimiento, como si intentaran castigarse mutuamente, pero también una necesidad cruda que no podían negar.

Cuando finalmente se separaron, ambas estaban jadeando, sus rostros rojos y sus cuerpos tensos. Rita fue la primera en romper el silencio.

—Así que... así es como te enfrentas a la prensa?

Bellatrix la miró con algo que parecía una mezcla de odio y admiración.

—Esto no cambia nada. Sigues siendo una serpiente traicionera.

—Y tú sigues siendo una Black. Supongo que estamos hechas la una para la otra.

Bellatrix soltó un gruñido de frustración, pero no se alejó. En el fondo, sabía que Rita la conocía demasiado bien, tanto que incluso sus traiciones no podían romper el hilo invisible que las unía. Pero eso no significaba que lo perdonara.

—Esto no ha terminado —advirtió Bella antes de girarse hacia la puerta.

Rita se limitó a sonreír, tocándose los labios aún ardientes.

—Nunca lo es contigo, Bella.

(...)

 

El eco de los pasos de Bellatrix resonaba por el pasillo oscuro mientras abandonaba el despacho de Rita. El roce de sus labios aún ardía en su piel como un recordatorio de algo que no debería haber sucedido. Pero lo había hecho.

Mientras caminaba, su mente estaba dividida entre la furia que la impulsaba y la necesidad que la devoraba. Rita Skeeter no era más que una arpia, un insecto que había destruido su confianza, pero maldita sea, también era un fuego que Bellatrix no podía apagar.

No se detuvo hasta llegar a su habitación en la mansión Lestrange. Cerró la puerta de golpe, apoyándose contra ella mientras dejaba escapar un suspiro tembloroso. Su reflejo en el espejo la miraba con una mezcla de culpa y deseo.

Pero incluso en el silencio de su refugio, la voz de Rita seguía resonando en su mente, burlona, retadora. Podía imaginar su sonrisa, el brillo descarado de sus ojos cuando la había desafiado.

Y el sabor de sus labios.

El pensamiento la golpeó como un latigazo. Se dejó caer en una silla, cubriéndose el rostro con las manos. Era un error, una especie de sacrilegio, algo que debía enterrar junto a los cadáveres de su jardín.

Pero esa noche, mientras intentaba dormir, el rostro de Rita seguía persiguiéndola, cada palabra, cada sonrisa, cada provocación.

Ella podría alimentarse y existir a base de ese recuerdo.

Al otro lado de Londres, Rita Skeeter se inclinaba sobre su escritorio, con una copa de vino medio vacía al alcance de la mano. Había intentado escribir, pero las palabras se negaban a cooperar. Todo lo que podía pensar era en Bellatrix.

Sus labios curvándose en esa mezcla de furia y vulnerabilidad. Su mirada, una tormenta contenida. Y ese beso...

—Estás jugando con fuego, Rita —murmuró para sí misma, dando un sorbo a su copa. Pero no podía evitarlo. Bellatrix era un enigma, una tentación, un desafío que no podía resistir.

En un impulso, tomó su pluma y un pergamino limpio. No para redactar un artículo, sino para escribir algo mucho más personal.

—Bella,
Podemos fingir que lo que pasó hoy no significó nada. Tú puedes seguir adelante con tu boda, con tu perfecta vida de sangre pura. Y yo... seguiré siendo la pluma venenosa que tanto desprecias. Pero sabes tan bien como yo que esto no ha terminado. No puede terminar.

Esto es un error, lo admito. Pero es uno que no puedo dejar de cometer.

Firmó con un simple R.

La carta llegó a la mansión Lestrange al día siguiente, enviada por un búho de plumas negras. Bellatrix la encontró en su escritorio y la abrió con manos temblorosas. Mientras leía, su corazón latía con fuerza.

Cada palabra era una provocación, una invitación a algo que sabía que no podía aceptar. 

 Pero tampoco rechazar.

 La carta ardió en sus manos antes de que pudiera terminarla, pero no por un hechizo. Bellatrix la había reducido a cenizas con un Incendio impulsivo, como si quemarla pudiera borrar el deseo que la atormentaba.

Pero el fuego seguía allí, alimentado por algo más profundo, algo que no podía extinguir.

Esa noche, Bellatrix apareció en el apartamento de Rita sin previo aviso. Abrió la puerta con un empujón y encontró a Rita sentada en su sofá, con la misma sonrisa satisfecha que había aprendido a odiar.

O amar.

—No puedo contigo, Skeeter —dijo Bella, avanzando hacia ella.

—¿Entonces qué haces aquí? —Rita dejó la copa de vino en la mesa, levantándose con calma.

—Estoy aquí porque no puedo evitarlo.

Rita no respondió. En lugar de eso, se acercó a Bellatrix, deteniéndose a escasos centímetros de su rostro.

—Entonces no lo evites.

Esta vez, cuando sus labios se encontraron, no hubo odio ni rabia, al menos no fuera del nivel de odio y rabia habitual que había entre ellas, solo un deseo desesperado y culpable.

Se aferraron la una a la otra como si el mundo estuviera a punto de desmoronarse, como si su conexión fuera lo único que las mantenía a flote.

Ambas sabían que esto era un error. Que no había un final feliz para ellas. Pero en ese momento...

 Ninguna de las dos estaba dispuesta a detenerse.