
Galletas Caseras
—Luke…cariño… ven… hice galletas…
Unos ojos verdes aterradores, con una mirada errática llena de locura se acercan con la silueta oscura.
—Ven…Lukey… ¡VEN!
.
Luke se sobresalta cuando la puerta es abierta, de forma suave. Al joven rubio le toma unos segundos reconocer a su anfitrión con una sonrisa amable.
Es el padre de Luna.
—Tú debes ser Luke. —dice el señor Xenophilius, haciéndose a un lado. Su expresión tranquila, como la de alguien con sueño, y su sonrisa amable hacen poco para calmar los nlervios del rubio. — pasa, pasa…soy Xenophilius Lovegood, Luna me ha hablado mucho de ti.
Aquella frase hace sus mejillas cosquillear y sonríe levemente por reflejo.
—Permiso…— murmura al pasar junto al hombre, que viste prendas holgadas pero abrigadoras. Luke no se sorprendió de su excéntrica apariencia, ya está acostumbrado a esto gracias a su novia.
—Adelante, siéntete como en casa. — invita el hombre, guiandolo por la casa con una suave mano en su hombro.
Luke se percata que el lugar es pequeño, los muebles indispensables y una biblioteca tal vez un poco más grande de lo necesario, pero es tan calido que le es imposible mantener sus defensas altas.
Cuando entra en la cocina y ve a Luna de espaldas, su cabello platinado recogido en una coleta alta y las tiras de un delantal alrededor de su cuello y cintura, los hombros de Luke caen completamente relajados.
—Hija, Luke llegó. —anuncia el señor Xenophilius, palmeando su hombro.
Luna voltea, dejando la olla donde parece derretir algo (posiblemente mantequilla), y en un parpadeo rodea al chico en un cálido abrazo. Luke la recibe por instinto, acostumbrado a los abrazos tacleadores de su novia y sin importarle mancharse de harina, la estrecha contra sí.
Aspira suavemente el aroma a lavanda y lirios de su cabello.
—Bienvenido ¿Viajaste bien? ¿tuviste problemas con la dirección? —pregunta Luna, levantando el rostro hacia él.
Luke se contiene de reír al notar una mancha de chocolate en sus labios.
—Si, todo estuvo de maravilla. Unos problemas para salir del internado por el permiso atrasado, pero…todo bien. —se explica con rapidez, sin querer hablar mucho del tema. Usa su pulgar para limpiar los restos de chocolate en el rostro de ella, esto la hace sonrojar y Luke se deleita con ello. — Y a ti, te dejan cinco minutos sola con el chocolate y ya te lo estás comiendo.
—Estaba asegurándome que estaba bien derretido. —Protesto, aun sonrojada.
—Creo que no necesitas comerlo para eso, hija. — se rie Xenophilius, acercándose a ellos con un delantal en manos.
Luke entiende que es para él y rompen el abrazo, para colocarse la tela. Xenophilius se despide, asegurando estar en el estudio por si necesitan algo y con un recordatorio de limpiar lo que ensucien
—¿Qué… galletas prepararemos? — pregunta, algo tenso ante la visión de bandejas e ingredientes.
Apretó los labios, recuerdos amargos de su infancia amenazando con colarse en su mente. La mano cálida de Luna hace que enfoque la atención en su novia, y sus ojos de gris cálido apartan aquellos verdes aterradores.
Está aquí, con ella.
No con su madre y sus galletas quemadas.
—¿Qué prefieres tú? — pregunta Luna, sirviendo la mantequilla derretida en un envase. Luke apreto los labios, un nudo en su estomago mientras observa los ingredientes sobre la mesa.
—Cualquier sabor está bien…menos chispas de chocolate. Las aborrezco. —murmura lo ultimo, su mirada debe ser sombría por la expresión de Luna, pero ella no pregunta.
—Entonces chispas de chocolate no. — anuncia, guardando la bolsa del ingrediente en la nevera. En su lugar, saca un bol repleto de fresas rojas y apetitosas. —¿Qué te parecen unas galletas de vainilla con mermelada de fresas? — ofreció, acercando una fruta a los labios de Luke.
El rubio abrió la boca por reflejo, el sabor dulce y jugoso de la fresa inundando su paladar mientras sus ojos se deleitan en los de ella, como mantiene su atención fija en él es algo que siempre le ha gustado.
Como hijo único, se esperaría que la atención de sus padres siempre esté sobre él, pero no es así para Luke. Su padre nunca ha estado, funcionando más como un cajero automático al que ha visto dos veces en 17 años. Y su madre, con un buen corazón, pero alguna enfermedad mental que le impide balancear su vida de forma correcta, sufre terribles alucinaciones frecuentes.
Así que nunca cuidaron realmente de él.
Cuando su padre vino para llevarlo a un internado, Luke lo maldijo por abandonarlo una segunda vez.
Aunque aquel lugar era más seguro y agradable que su casa con una madre enferma, se resistió a aceptar cualquier cosa que viniera de Hermes. Se convirtió en un chico problemático que solo las influencias de su padre (y aparentemente, del abuelo que no conoce) evitaron que fuera expulsado en más de una ocasión.
No sabe como hizo amigos, un grupo que hizo suyo y que abrazó de forma protectora, su propia familia.
Thalia, Ethan, la pequeña Annabeth…
Pensaba que estaba completo hasta que Luna llegó del extranjero.
Tranquila, distraída, curiosa y reservada.
Desde que la conoce, Luna es una persona a la que se le dificulta mantener la atención en algo. Siempre con una mirada soñadora sobre las nubes, los insectos, en las calles que a Luke se le hizo rara.
Hasta que se enfrentaron en el grupo de Karate.
Luna había entrado por petición de su padre biológico (Luke después se enteraría que fue a causa del bullying en su escuela anterior) y la mirada determinada que colocó sobre él, como su expresión distraída se volvía firme y pesada le había gustado.
Luke sabía que le gustaba la atención y el reconocimiento, por eso había sido tan problemático de pequeño. La intervención de su profesor Brunner había hecho que la buscara siendo el mejor, no el peor.
Sin embargo,había algo en la atención de Luna que se sentía adictivo.
La chica podría pasarle por el lado sin reparar en su existencia, la había visto chocar contra pilares del patio por andar viendo las nubes o tropezarse con sus propios pies en medio del solitario pasillo.
Como si nada fuera digno de su atención.
Luke se encontró deseoso de ésta, como a un niño que se le niega un dulce. Se propuso conseguirla, sin ser desesperado, se acercó en los entrenamientos y pasó los almuerzos junto a ella.
Lento, pero seguro se ganó su amistad y atención.
Cuando la consiguió, no hubo marcha atrás.
—¿Esas no son las mismas que me compartiste por primera vez? —pregunta divertido, una sonrisa ladina y coqueta en sus labios. — aquel almuerzo en la lluvia…
—¿Lo recuerdas? —
La voz de Luna es divertida, dando ella un mordisco a la fresa antes de tomar otras varias y comenzar a picarlas.
—Fueron las primeras galletas caseras Lovegood que comí ¿Cómo olvidarlas? — dice para luego dejar un tronado beso en la mejilla de la rubia.
Luna se ríe, aunque voltea para regañarlo, Luke no le deja y le besa juguetón.
El dulzor de la fruta sobre sus labios hace que le robe una seguidilla de besos cortos y rápidos que hacen a Luna reír.
—Ya…— murmura Luna, apartándose divertida— empieza a preparar la masa, si se enfría la mantequilla será más difícil mezclar manualmente. —Advierte, señalando el envase con el líquido amarillo. —Yo haré la mermelada. —anuncio, volcando las frutas picadas sobre una olla con agua y azúcar.
Luke bufó, murmurando un “aburrida” que le ganó el golpe de una fresa en la cabeza, y se paró junto a ella para empezar a mezclar cuando sus manos se congelaron en el aire.
De repente, no sabía que hacer. Se sintió perdido, mareado y su oído comenzó a pitar cuando las delicadas manos de Luna tomaron la suya y lo guiaron hasta el paquete de harina.
—Dos tazas de harina, Luke. —dijo con suavidad, su voz apaciguadora mientras lo ve a los ojos. Ella lo entiende, sabe lo que pasa por su cabeza y lo tranquiliza.
Tranquilo, estoy aquí.
Dicen sus ojos, cálidos y cariñosos que hacen su corazón latir a prisas a la vez que detienen la tormenta en su mente.
Le sonríe agradecido.
A diferencia de lo que todos piensan de él, no le gusta tener el control absoluto. El orden le trae calma y el trabajo de líder le ayuda a mantenerlo, pero para Luke no hay nada mejor que poder bajar la guardia con alguien que aprecie y en quien confíe.
Cuidar de otros se siente bien, pero que también cuiden de ti es maravilloso.
Luna nunca lo piensa dos veces para cuidar de él.
—Una de taza de azúcar y dos huevos…—
Luna le guía con suavidad mientras ella prepara la mermelada. Pone un playlist de las canciones favoritas de ambos y sin darse cuenta, se pierden en el momento.
Tararean al ritmo de Hannah Montana.
Luna se emociona de más con Living of a prayer, Luke hace los “I do” de Helpless muy exagerados y ambos se ríen.
Cuando deben extender la masa y recortar las galletas, se divierten con las figuras de dinosaurios y con besos fugaces en la mejilla y los labios.
De alguna forma terminan llenos de harina.
—Normalmente, las galletas de fresa…¿no son circulares y con la mermelada en el centro? — pregunta Luke, la sonrisa sin abandonar sus labios.
—Yo solo sugerí los dinosaurios, tú me seguiste el rollo.
—¿Qué clase de novio sería de no ser así?
—Uno que se quedaría soltero. —responde ella, empujando con la cadera de forma juguetona.
Luke finge la mejor expresión de indignación que puede, mientras observa la espalda de Luna alejarse hacia el horno. Por un segundo, la joven se ve más alta y su cabello lacio se torna corto y enmarañado.
Lukey
La voz de su madre susurra en su oído y Luke sacude la cabeza para apartarla.
No dejaré que oscurezca este momento
Se reprocha así mismo, sonriendo levemente cuando Luna voltea hacia él.
—¿Todo bien, Luke? —pregunta ella, su mirada curiosa sobre él mientras inclina el rostro. Él ensanchó su sonrisa, sin resistir mucho bajo esta pequeña distancia, la tomó de la mano y la estrechó contra él.
La rodea con sus brazos y con el rostro escondido en su hombro murmura unas suaves palabras.
—-Gracias, Luna…muchas gracias.
Debería decirle que agradece, debería explicarle que al pensar en galletas caseras esta tarde será lo que vendrá a su mente, que las galletas con mermelada de fresa reemplazan las de chispas de chocolate quemadas , y que este momento será un tesoro para él en el futuro.
Pero no lo hace.
No lo dice.
Aunque siente no necesita hacerlo cuando Luna le devuelve el abrazo con calidez y cariño, sus manos acariciando su espalda con ternura absoluta.
—Gracias a ti por venir… —murmura y Luke siente sus ojos picar.
Ella lo sabe, él lo sabe.
Las palabras son más profundas por lo que expresan a simple vista, pero está bien.
Se siente bien.
Permanecen allí hasta que el cronómetro les avisa que es momento de sacar las galletas.
Les quedaron bastante dulces, el sr. L
ovegood les advierte sobre tener cuidado con el azúcar.
Para Luke están perfectas.