
Chapter 7
Todos lo ven, menos él.
El mes de enero pasó tan rápido que, cuando los carteles de San Valentín llenaron las paredes del castillo, todos parecían sorprendidos. Harry miraba con desdén las decoraciones, sus ojos recorriendo los corazones flotantes y las guirnaldas rosadas con una mueca de fastidio.
“Quita esa cara de asco,” comentó Hermione, caminando a su lado con aire despreocupado.
“Amigo, ¿por qué te molesta tanto?” preguntó Ron, esquivando a un par de alumnos de primer año que corrían por los pasillos.
Harry frunció el ceño. “Porque es simplemente tonto. Un día donde el amor está por todos lados… ¿qué hay de quienes no tienen a nadie?”
Ron y Hermione intercambiaron una mirada de complicidad, ambos suspirando como si ya supieran hacia dónde iba a dirigirse la conversación.
“Sabes que puedes invitar a Draco si quieres,” murmuró Hermione con tranquilidad. “No nos molesta.”
Harry se detuvo en seco, provocando que varios alumnos chocaran contra su espalda y se quejaran. Sus amigos lo tomaron rápidamente de los brazos y lo arrastraron hacia un rincón menos transitado.
“¿Qué? ¿Draco? ¿Por qué piensan que…?” Se quedó en silencio al ver sus rostros.
“Vamos, Harry,” Hermione sonrió con paciencia. “Ya no tienes que fingir. Ron prometió no enfadarse, ¿verdad?”
Ron rodó los ojos y cruzó los brazos, pero un codazo de Hermione lo obligó a contestar.
“Pudiste haber elegido a alguien que no fuera Malfoy…” Otro codazo. “¡Auch, Mione!” Hermione solo entrecerró los ojos en advertencia. Ron suspiró y alzó las manos en rendición. “No me importa si te gusta, en serio amigo, es tu vida.”
Harry miró a ambos con incredulidad. La forma en que estaban abordando el tema, con tanta calma y una aceptación ensayada, solo significaba que llevaban tiempo con esta conclusión. ¿Hace cuánto habían comenzado a pensarlo? ¿Cuándo llegaron a la certeza de algo que ni siquiera él había considerado?
“No sé de qué están hablando,” negó con rapidez, su tono más cortante de lo que pretendía. “Draco y yo solo somos amigo… No me vean así.”
“¿Así como?” preguntó Hermione con falsa inocencia.
“Como si fuera un ingenuo. ¿No creen que notaría si alguien me gustara?”
Ron puso las manos sobre los hombros de Harry y le dedicó una mirada comprensiva. “Amigo… eres un ingenuo. Denso. No captas las cosas rápidamente.”
“¿Y tú sí?” replicó Harry con molestia. “Tú y Hermione se dan miradas todo el tiempo.”
“Eso ya está arreglado,” confesó Hermione, ruborizándose mientras desviaba la mirada. Ron, por otro lado, sonrió con orgullo.
“¿Ustedes se confesaron?” Harry abrió la boca sorprendido. “Eso es…”
Las palabras se atascaban en su garganta. Sus mejores amigos habían dado un paso adelante en sus sentimientos, mientras que él… él seguía estancado.
Una sensación extraña comenzó a instalarse en su pecho. No era tristeza exactamente, ni celos, pero sí una especie de vacío, una presión en el estómago que no supo cómo describir. Odiaba sentir que todos avanzaban mientras que él parecía no poder seguirles el ritmo.
Instintivamente recordó la última sesión con Eliot. Cada quien va a su propio ritmo, y Harry sabía que no debía apurarse solo porque otros avanzaban más rápido.
Inspiró profundamente y forzó una sonrisa. “Es fantástico. Me alegro por ustedes.”
Y aunque su voz sonaba sincera, ese nudo en su estómago no desapareció del todo.
“Pero no entiendo por qué piensan que me gusta Draco.” Lo último lo dijo casi en un susurro, como si temiera que alguien más pudiera escucharlo.
“Bueno…” Hermione comenzó con tono casual, justo cuando Ron levantó la mano y empezó a contar con los dedos.
“El año pasado comenzaron a tomarse de las manos.” Ron bajó un dedo. “En San Valentín estuviste de mal humor porque nadie te dio una rosa… especialmente Draco. Le lanzabas miradas demasiado obvias.
Harry murmuró que no recordaba eso, sintiendo cómo el calor subía a su rostro.
“Después están sus apodos. Son tan estúpidamente melosos.” Ron bajó otro dedo con una expresión de fastidio.
“Sin olvidar que la última pelea que tuvieron fue porque tú besaste a otra persona.” Hermione lo señaló con sutileza, observando cómo el sonrojo de Harry se intensificaba. “Harry, solo un bobo no se daría cuenta.”
Harry comenzó a unir cada uno de esos momentos. Nunca había analizado su relación con Draco de esa manera. Tomarse de las manos… bueno, le gustaba cómo la piel pálida de Draco contrastaba con la suya, pero eso no significaba nada. Lo de la rosa seguramente había sido su imaginación. Los apodos… eran cosa de amigos, ¿no?
Y la pelea… No. Harry se negó a seguir por ese camino. Ni siquiera sabía cómo se sentía que te gustara alguien. Nunca se había visto a sí mismo como Ron, todo embobado y nervioso. De hecho, sentía lo contrario. Con Draco, todo parecía más fácil. Hablar, compartir momentos, cualquier cosa siempre fluía mejor a su lado.
“Están alucinando cosas,” dijo al final, apresurando el paso por el pasillo, ahora más despejado.
“Sí, claro,” respondieron sus amigos al unísono, sin molestarse en disimular su incredulidad.
Harry no tuvo tiempo de discutir más cuando, al girar en la esquina, se encontró de frente con Draco.
Se detuvo en seco, al igual que Ron y Hermione.
“Hey, aquí estabas, erizo,” decía Draco mientras se acercaba con rapidez.
El rostro de Harry se calentó de inmediato. Nunca se había fijado en qué tan grises eran los ojos de Draco, ni en ese lunar que tenía en la piel. Y Ron tenía razón, el apodo sonaba tan meloso que era vergonzoso.
“¿Estás bien?” Draco pasó una mano frente a su rostro. “Al parecer ya te acostumbraste a que te diga erizo.”
“Asco, son tan…” Parkinson apareció junto a Zabini y movió las manos en un gesto exagerado, como si intentara abarcar a ambos. “Tan ustedes. Basta.”
“Cállate, Pansy.” Draco se sonrojó.
Harry parpadeó. Draco se había sonrojado.
“En fin, ¿quieren ayudarme?” Draco levantó una caja con varios pines encantados que parecían formar palabras en el aire. “Estoy repartiendo esto porque Smith es un idiota.”
Pero Harry no estaba prestando atención. Su mente se había quedado atrapada en el leve rubor de Draco, en cómo ese color hacía que su piel pareciera aún más pálida.
“¿Harry?”
La voz de Draco lo sacó de su ensimismamiento, pero ahora una pregunta se instaló en su cabeza. ¿A Draco le gustaba Harry?
Las palabras de Hermione y Ron regresaron con más fuerza. Tal vez sí era un denso. Tal vez, sin darse cuenta, había estado ignorando algo evidente.
El pánico lo golpeó de repente.
“Necesito irme,” soltó de golpe, esquivando a los Slytherin y alejándose apresuradamente. “¡No estoy molesto!” se apresuró a gritar antes de desaparecer por el pasillo, asegurándose de que Draco no pensara que se iba por enojo.
No, no, eso debía ser un error. Nada de eso tenía sentido.
Pero entonces, su propia mente lo traicionó. El sonrojo de Draco… era lindo.
Se detuvo de golpe.
“¿¡Lindo!?” Se llevó las manos al cabello y siguió corriendo.
Los demás se quedaron mirando cómo el chico corría entre los pasillos, dejando tras de sí un silencio extraño y una sensación de desconcierto.
Draco frunció el ceño y miró a los que quedaban allí, como si alguno pudiera darle una explicación lógica a lo que acababa de ocurrir.
“¿Qué demonios acaba de pasar?” preguntó con evidente irritación, aunque el leve rubor en su rostro aún no desaparecía.
“No lo sé,” respondió Hermione, cruzándose de brazos. Parecía que Harry sí era un bobo después de todo.
Ron, en cambio, no pudo contener una carcajada cuando su vista se posó sobre la caja que Draco aún sostenía. Se inclinó ligeramente y estiró la mano para tomar una de las insignias, queriendo inspeccionarla más de cerca.
Pero antes de que sus dedos pudieran siquiera rozar una, Draco reaccionó con rapidez y le dio un manotazo en la mano.
“¡Ay! ¿Cuál es tu problema?” protestó Ron, frotándose los nudillos con una mueca.
“No toques mis cosas, Weasley,” espetó Draco, mirando con desdén cómo Ron retrocedía con el ceño fruncido.
Pansy, que había observado toda la escena con los brazos cruzados y una expresión de fastidio, dejó escapar un largo suspiro antes de acercarse a Draco. Sin molestarse en pedir permiso, lo sujetó del brazo y comenzó a arrastrarlo en dirección contraria.
“Draco cariño, ven aquí, por favor,” dijo con exasperación, como si estuviera cansada de toda la situación. “Deja de perder el tiempo con ellos.”
Draco bufó, pero no opuso resistencia mientras era conducido por la chica.
Hermione observó cómo se alejaban, luego soltó un suspiro parecido al de Pansy y tomó a Ron del brazo con decisión.
“Tú también ven, Rony,” le dijo, arrastrándolo con ella antes de que pudiera volver a intentar tomar una de las insignias.
Ron refunfuñó algo sobre lo innecesario que era tanto forcejeo, pero la siguió sin más protesta.
Mientras tanto, Blaise, que había permanecido en silencio todo el tiempo, simplemente levantó los hombros con indiferencia.
“Bueno,” murmuró para sí mismo, sin darle demasiada importancia a lo ocurrido.
Y sin más, siguió caminando con tranquilidad, como si nada de aquello tuviera que ver con él.
(…)
Draco observaba su reflejo en el enorme espejo del baño de prefectos, evaluando cada detalle de su rostro con detenimiento. Habían ido allí porque necesitaba un espejo lo suficientemente grande para asegurarse de que no tenía nada extraño en la cara.
"¿Creen que mi rostro está raro?" preguntó mientras presionaba suavemente sus mejillas con la yema de los dedos. "Harry me estaba viendo fijamente y de la nada salió corriendo."
"Tu cara está perfectamente," respondió Blaise sin siquiera mirarlo, más entretenido en lanzar pequeños objetos al aire para ver si Myrtle podía atraparlos. La fantasma hacía su mejor esfuerzo, pero todo atravesaba sus manos traslúcidas y caía al suelo con un ruido sordo.
"Pon más esfuerzo, Myrtle," insistió el moreno, divertido.
"Lo intento," gimoteó la fantasma, flotando hasta Draco. Lo miró con atención antes de sonreír con dulzura. "Yo creo que te ves muy lindo."
Draco suspiró con fastidio y se apartó del espejo.
"Eso no ayuda en nada," murmuró.
Blaise, finalmente dejando su juego de lado, se puso de pie y caminó hasta él, rodeándolo por los hombros con un gesto despreocupado.
"Tal vez está nervioso," comentó en tono casual.
Draco ladeó la cabeza y lo miró con escepticismo.
"¿Nervioso por qué?" preguntó con un deje de irritación.
"Porque quizá te invite a Hogsmeade en San Valentín," dijo Blaise, con una sonrisa cargada de diversión.
Draco abrió la boca para refutarlo, pero la idea se instaló en su mente antes de que pudiera detenerla. Harry, con las mejillas sonrojadas, pidiéndole que fueran juntos, mientras evitaba mirarlo directamente. Era una imagen absurda, pero también... Sería lindo.
El calor subió de inmediato a su rostro, tiñéndole las mejillas de un tono rosado que contrastaba con su piel pálida.
"¡Una cita! ¡Una cita!" exclamó Myrtle, dando pequeñas palmadas en el aire con emoción.
Draco chasqueó la lengua y apartó a Blaise de un empujón antes de tomar su mochila.
"Como si Harry hiciera eso," dijo con indiferencia. "Para él solo somos amigos, y está bien."
Myrtle y Blaise intercambiaron una mirada de reojo, como si no creyeran del todo en esa afirmación.
"Los gays son tan dramáticos," comentó Blaise con una media sonrisa mientras tomaba también su mochila. "Adiós, Myrtle."
"Adiós, Blaise. Adiós Draco," respondió la fantasma, con una risita juguetona.
Draco se quedó en silencio mientras lo seguía, pero en su mente, la idea seguía rondando.
Por mucho que pensara que sería lindo, dudaba que Harry siquiera fuera consciente de lo que él sentía. No importaba si pasaban tanto tiempo juntos, si se buscaban sin darse cuenta o si en sus interacciones había algo más que simple amistad. Harry no lo vería de esa manera.
Pero estaba bien. Mientras pudieran seguir como estaban, mientras Harry siguiera allí a su lado, nada tenía por qué cambiar.
"¿Qué veo ahí?" Blaise bajó corriendo las escaleras con una energía desbordante, sin preocuparse en lo más mínimo por el peligro de tropezar.
"Te vas a caer," comentó Draco sin hacer esfuerzo por detenerlo, bajando con su característico aire tranquilo. Al llegar al final de las escaleras, lo observó con sospecha. "¿Qué estás haciendo?"
"Observando el nacimiento del amor," respondió Blaise, señalando con teatralidad hacia el pasillo.
Draco siguió la dirección de su dedo y encontró la escena. Theodore sostenía una flor blanca entre sus dedos, una Ipomoea, si su memoria no fallaba. Frente a él, Luna la observaba con una sonrisa radiante, sus ojos brillando con un fulgor especial. Parecían inmersos en su propio mundo, ajenos a cualquier otra presencia en el castillo.
"Amor adolescente," murmuró Blaise con aire soñador, juntando las manos en un gesto exagerado. "Lo adoro."
Draco rodó los ojos.
"Vámonos. Theo nos matará si lo interrumpimos."
Pero para Blaise, aquello no era más que una provocación.
"No, espera, idiota," intentó detenerlo Draco, pero el otro ya se había acercado con su andar despreocupado.
"Eres un pillo, Theo," dijo con una sonrisa traviesa, dándole pequeños golpes con el codo. "¿Quién diría que te gustan de cursos inferiores?"
Theodore gruñó con evidente fastidio, pero antes de poder responder, Luna rió suavemente.
"Hola, Lunitabella," respondió Blaise con alegría.
"Hola, Zaza," mirando a su alrededor y moviendo su mano con esa felicidad ferviente que solo Luna podía tener.
Draco se tensó. Maldición. Lo habían visto.
"Oh, hola, Draco."
Draco suspiró, sabiendo que no tenía más opción que acercarse.
"No deberías estar a solas con mi prima, Theo," dijo en un tono que pretendía ser autoritario, aunque sin verdadera severidad. "Pero está bien, haré como que no vi nada. Vámonos, Blaise."
Intentó alejarlo, pero su amigo no parecía dispuesto a marcharse aún. Blaise cruzó los brazos y miró a Theodore con fingida seriedad.
"Cuídala bien, Theodore Nott. Porque amigos, amigos, tú y yo, no somos."
Theo le dedicó una mirada exasperada antes de soltar una retahíla de insultos que hicieron reír a Luna.
"¿Nunca te cansas de ser un idiota?" gruño Theo.
Blaise suspiró dramáticamente, llevándose una mano al pecho con orgullo fingido.
"Gracias a Merlín, voy por mi aniversario número quince," respondió con satisfacción antes de girarse para seguir a Draco, quien ya había perdido toda la paciencia.
Cuando llegaron al pasillo principal, Draco cambió abruptamente de dirección, desviándose por un corredor menos transitado.
Blaise frunció el ceño, deteniéndose en seco.
"¿A dónde vas?" preguntó, confundido por el repentino cambio de rumbo.
Draco ni siquiera se giró para responder.
"Qué te importa."
Siguió caminando sin pausa, pero no tardó en escuchar la risa burlona de Blaise a la distancia, seguida del sonido exagerado de besos lanzados al aire.
Ignorándolo, Draco se concentró en su verdadero destino. Era miércoles, y eso significaba que tenía una cita—no en el sentido romántico, claro, pero una costumbre que no pensaba romper. Desde que Luna comenzó a ocuparse con otros asuntos, él y Harry habían adoptado este día para pasarlo juntos, dedicándose a esos juegos muggles que, aunque nunca lo admitiría en voz alta, había llegado a disfrutar.
Cuando abrió la puerta del aula vacía, lo primero que notó fue que el juego ya estaba preparado sobre la mesa. Harry, sin embargo, no estaba sentado; miraba por la ventana con expresión distante.
Apenas Draco entró, Harry se giró de inmediato, como si lo hubieran atrapado en mitad de un pensamiento que no quería compartir.
"Hey," saludó Draco con naturalidad, dejando su mochila sobre uno de los pupitres.
"Hey," respondió Harry. Había algo tenso en su voz, pero Draco decidió no prestarle demasiada atención.
Se acercó a la mesa y observó la torre de madera que ya estaba formada.
"¿Qué jugaremos hoy?"
"Jenga," respondió Harry, sacando la caja del juego para mostrarle las piezas que aún quedaban dentro.
Draco arqueó una ceja.
"Perfecto. Algo más en lo que puedo ganarte."
"Eso lo veremos," ambos se observaron como si fuera un reto.
Harry tomó una de las piezas de la torre y la sostuvo entre sus dedos, girándola lentamente antes de colocarla sobre la cima.
"El juego es simple," explicó sin dejar de mirar la estructura de madera. "Tienes que sacar una pieza sin que la torre se caiga y luego ponerla en la parte superior. Pierde el que haga que todo se derrumbe."
Draco apoyó el codo en la mesa, fingiendo que la explicación lo aburría.
"Eso lo entendí en cuanto vi la caja, Potter," replicó con una leve sonrisa burlona. "Solo saca una pieza y observa cómo te supero."
Harry rodó los ojos pero no discutió. En cambio, inclinó la cabeza, analizando la torre con cuidado. A Draco le pareció que estaba tardando más de lo normal en elegir una pieza, y cuando finalmente lo hizo, su movimiento fue menos seguro de lo habitual.
Al principio no le dio importancia, pero después de un par de turnos, empezó a notar algo extraño. Harry estaba ahí, pero al mismo tiempo no lo estaba. Su mirada se desviaba a cada rato, sus respuestas eran cortas y distraídas.
Draco entrecerró los ojos y apoyó la barbilla sobre su mano.
"¿Estás bien, Erizo?" preguntó con ligereza, usando el apodo que solía sacarle una mueca de fastidio.
Esta vez, sin embargo, Harry solo parpadeó, como si tardara en procesar lo que le había dicho.
"Sí, claro," respondió rápidamente, forzando una sonrisa que no convenció a Draco en absoluto.
Decidió dejarlo pasar, al menos por el momento. Para aligerar el ambiente, comenzó a contarle sobre lo que había visto antes: Luna y Theo juntos en los pasillos.
"Hace un momento observé una escena romántica," comentó mientras sacaba una pieza con cuidado. "Pero Theo llevaba una flor. Una Ipomoea, si no me equivoco."
Harry se enderezó un poco, interesado.
"¿Luna con Theo?"
Draco asintió, observándolo con diversión.
"Sí, y parecía estar disfrutándolo. Quién sabe, tal vez ha decidido dejar de ser la loca de los nargles y salir con alguien," se burló un poco teniendo la licencia de ser su pariente.
Harry sonrió, relajándose un poco.
"Eso sería bueno," dijo, pensativo. "Siempre ha sido amable," recordó como la chica siempre sonreía. "Espero que Theo no haga ninguna tontería."
Ambos intercambiaron una mirada cómplice antes de soltar una pequeña risa. La conversación fluía con facilidad, como siempre lo hacía entre ellos, y poco a poco la tensión que Draco había sentido en Harry comenzó a desvanecerse.
Sin darse cuenta de cómo sucedió exactamente, en algún momento sus manos se encontraron sobre la mesa. Fue un toque ligero, apenas un roce de dedos al intentar tomar la misma pieza.
Draco no se apartó, adorando cuando sus manos hacían eso.
El calor que se extendió desde el punto de contacto hasta su pecho fue algo que siempre esperaba, como si su cuerpo supiera cuánto le gustaba Harry. La sensación era reconfortante, un fuego cálido se encendiera en su interior.
Harry tampoco se movió de inmediato. Sus ojos se fijaron en sus manos unidas, y Draco pudo notar que tragaba con dificultad.
Pero entonces, su expresión cambió. Su mirada se oscureció con algo que Draco no supo identificar del todo. Harry nunca había hecho esa mirada, menos cuando se tomaban de las manos.
Antes de que pudiera preguntar, la puerta del aula se abrió de golpe.
Ambos se separaron al instante, casi como si hubieran sido sorprendidos haciendo algo indebido. Un alumno de tercer año entró tambaleándose, claramente sin esperar encontrar a nadie dentro.
"Oh, lo siento, no sabía que—"
"No pasa nada," cortó Harry rápidamente, poniéndose de pie.
El momento se había roto.
Draco también se levantó, tomando su mochila.
"Creo que es hora de irnos," dijo con indiferencia, como si nada hubiera pasado.
Harry asintió en silencio. Sin intercambiar más palabras, cada uno tomó su propio camino: Draco hacia las mazmorras y Harry hacia la sala común de Gryffindor.
Pero incluso cuando la distancia entre ellos creció, ninguno pudo evitar llevar una mano a su pecho, sintiendo los latidos acelerados que no parecían querer calmarse.
.
.
.