
Inconsciente, ese es mi fuerte.
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Sexto año comienza. Aún me siento algo cansado, digo, por la muerte de Sirius.
Aún me afecta, pero creo que estoy empezando a superarlo.
En el tren, Hermione y Ron hablan y hablan sobre algo a lo que no le estoy prestando atención. Probablemente están discutiendo sobre si Crookshanks es realmente un gato y no un animago, como si se tratara de Pettigrew.
Canuto, Cornamenta, Lunático y Colagusano.
Dos vivos, dos muertos.
Raro, pero parejo.
El tema ese de Crookshanks viene desde el verano. Cuando murió Sirius, empezaron a plantearse cómo y por qué el gato había ayudado a Sirius a entrar a la escuela. Si te tengo que ser sincero, la verdad que el tema no me podía dar más igual. Después de todo, mi tío ya estaba muerto.
Ojalá yo también lo estuviera.
El resto del verano la había pasado lo mejor que uno podía estar cuando estás cerca de los Dursley. Dudley y su pandilla a menudo salían a drogarse y a fiestas con tragos que, fácilmente, te podrían causar un coma etílico.
El calor que hacía abundaba las calles. Una vez que tía Petunia cocinaba, escuché por la radio que la ola de calor tendría como mínima veintiocho grados a partir de las ocho de la mañana. No me alegró el día, si soy honesto, pero igualmente salía al amanecer las dos semanas restantes antes de que Dumbledore fuera a la estación de tren y me llevara a quiénsabequé lugar para conocer al dichoso Slughorn. De ahí me llevó a la Madriguera.
Siempre que escucho ese nombre me acuerdo de Malfoy. "Madriguera". Recuerdo cómo llama a todos los Weasley "comadrejas". A Ron lo llama "Weasel-Bee".
Da igual. Sólo estoy divagando entre recuerdos poco o nada interesantes. Es que no quiero volver a la realidad.
El murmullo de Hermione no ayuda.
—Harry, ¿tú qué crees? —me preguntó.
¿De qué estaban hablando?
Crookshanks y la teoría del animago.
—Que es una completa payasada lo que dicen.
Ron y Hermione se miraron y se dirigieron a mí otra vez.
—¿Es una completa payasada que la Orden del Fénix siga disminuyendo y que los cuerpos de los integrantes aparezcan por partes, Harry? —dijo Hermione.
—Oh, pensé que seguían hablando de tu gato —contesto. No me podía importar menos la Orden del Fénix en este momento—. Pero la Orden debería escoger integrantes que estuvieron en el grupo pasado. Y pocos.
—Es una ridiculez lo que dices. Entre más ayuda, mejor, Harry.
—Si vas a decirme que es ridículo lo que digo, entonces no me preguntes mi opinión.
»Voy a tomar aire.
Me levanto tambaleándome un poco por la velocidad a la que iba el tren. Tomo mi capa de invisibilidad y prosigo con mi camino. Siento las miradas de ambos en mi espalda, pero poco me importa. A este paso, ya nada me importaría.
No tengo ganas de estar con Luna, Neville o Ginny. No tengo ganas de nada, en realidad. No sé para qué salí.
Camino y camino sin un rumbo específico, hasta que me encuentro con el vagón de Slytherin.
Lo veo. Veo a la persona que peor me cae.
Malfoy.
Instintivamente pongo los ojos en blanco. No lo soporto, de verdad que no.
No logro saber si él se percata de que lo observo, pero presiento que sí, por lo que es incómodo. Quiero salir, pero no puedo. La puerta me es interrumpida por un grupo de chicas Slytherin de cuarto año. Me miran de arriba abajo y yo las miro como si no estuvieran en este plano. Salen, pero me quedo. No sé por qué no me puedo mover.
—¿Se te perdió algo, Potter? —pregunta un tipo que, si no me falla la memoria, se llama Marcus Flint.
—No realmente. Sólo camino —respondo. No deseo ser insolente ahora.
—Pues camina en otro vagón. No eres bienvenido aquí.
Lo ignoro. No quiero contestarle a eso. Estoy dispuesto a irme, pero escucho levemente una conversación en una mesa un poco más alejada de la entrada del vagón. Se escucha bien, igualmente, pero es un sonido bajo.
—Hogwarts. Qué escuela tan patética—-escucho que dice Malfoy—. Me tiraría de la Torre de Astronomía si tuviera que soportar dos años más aquí.
—¿Qué se supone que debe significar eso? —pregunta una chica. No recuerdo su nombre, pero sí que rumoreaban de que ella y Malfoy eran pareja en cuarto.
—Digamos que no creo que me veas perdiendo mi tiempo en clases de Encantamientos el año que viene.
Zabini ríe. Es una serpiente, pero creo que es el Slytherin que mejor me cae. Es lindo.
—¿Divertido, Blaise? —dice Malfoy con un tono serio, pero sarcástico—. Veremos quién ríe al final.
No sé cómo tomarme eso. En este punto ya me están mirando todos. Después de todo, estoy de espaldas en la puerta, quieto.
Interrumpo el camino. Lo sé porque las mismas chicas de hace un rato me están diciendo que me mueva del medio porque quieren y sentarse de nuevo. No puedo moverme, por alguna razón.
Siento que quiero vomitar. Estoy mareado y mi estómago da vueltas y vueltas, aunque no he comido nada desde ayer. Si vomitara, lo único que estaría largando sería bilis.
De vuelta a la realidad. Giro mi cabeza y veo la cabellera rubia platinada de Malfoy. Me está observando, como todos. Las chicas están furiosas, parece que quieren empezar a gritarme. Rápidamente, me muevo del camino, pidiéndoles perdón. Creo que no les importan las disculpas, sólo querían que me corriera.
Salí de allí, ya no me siento cómodo. Sé que todos los pares de ojos ven que me retire y comienzan con su plazo normal de nuevo, como un círculo trazado continuamente de la misma forma y manera.
Sigo tambaleándome, pero ahora no por el tren, sino que siento que estoy a punto de caer. Mi cabeza da vueltas, me duele mucho. Las náuseas no paran y mi corazón late con fuerza y velocidad. Si de por sí mi vista ya está mal, mis ojos comienzan a desenfocar una y otra vez. Así, caigo.
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Me despierto con la cara de McGonagall en primer plano. Bah, no en primer plano, porque noto que no tengo mis lentes. Aun así identifico quién es. Tengo miopía, no ceguera.
—Ya despertó. —le dice a alguien que no percaté cuando me levanté.
—Harry, ¿te encuentras bien? —Era Dumbledore. Obviamente iba a ser Dumbledore.
—Sí —respondo.
—Ven, siéntate —me dijo—. Toma tus anteojos.
Dicho y hecho, los tomo y me los coloco. Mi vista comienza a enfocarse y puedo ver bien la cara del anciano director. Noto que estoy en la enfermería: madame Pomfrey debe estar enfadada por verme aquí el primer día.
¿Es el primer día de clases? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que quedé inconsciente?
—¿Qué día es? -no tardo en cuestionar.
—Tranquilo, Harry, es dos de septiembre. Sólo te perdiste el banquete de bienvenida. Las clases se cancelaron por un fallo en el salón del profesor Flitwick al que tuvimos que recurrir todo el personal.
Me alivio. Mínimo no fue como en primer año cuando luché contra el profesor Quirrel y quedé inconsciente durante días.
—En un momento serás dado de alta —me dice madame Pomfrey, quien llega disgustada (como siempre)-. Debo chequearte y hacerte el informe antes de que te vayas.
Alzó su varita y lanzó un hechizo de revisión del núcleo mágico y de mi salud física.
—A ver... Tu núcleo mágico está bien, pero debes seguir descansando por unas dos semanas para que se estabilice completamente. Tu salud física se encuentra inestable. Presentas una debilidad en las piernas, pero se curará en alrededor de una semana: sólo están débiles por el cansancio. Se ve que has caminado mucho estos días.
»Tu corazón no tiene un latido alarmante, pero tampoco está bien. A veces pareces estar calmo y otras veces parece que sufrirás un infarto en cualquier momento. Debes dejar de hacer magia accidental, sobretodo cuando te enojas. Tus compañeros me han dicho que tienes un carácter fuerte que tiende a desiquilibrarse. Si te enojas, peor será la cosa. Pero dentro de todo, no sufres ningún tipo de problema cardíaco.
»Puedes irte, pero ten mucho cuidado, Potter. No quiero volver a verte en la enfermería por lo menos dentro de un mes. Trata de hacer eso, ¿sí? Ahora vete.
Acto seguido, Dumbledore y McGonagall salieron del lugar y rápidamente me vestí y salí poco después que ellos.
Los pasillos están desolados. Los jardines tienen unos cuantos alumnos de Ravenclaw y pocos Hufflepuff. No hay ningún Gryffindor ni un Slytherin. Eso era raro, creo yo.
Hace calor, pero no tanto como en Londres, que es una ciudad asfaltada que absorbe calor en el cemento. Escocia es un lugar un poco más frío, y dado que estamos rodeados de un lago y montañas y montañas, actúa producente contra el clima árido de septiembre. Pronto empezará otoño, por lo que ya no será de utilidad estos factores y ahora actuarán de manera contraproducente.
Da igual. No soy un termómetro, por lo que no debería estar opinando nada.
Me di cuenta que estoy caminando sin rumbo, otra vez, pero sé que tengo que ir a la torre de Gryffindor. Me da pereza, pero debo ir igual.
Las escaleras movedizas son algo molesto. El escalón en falso es una de las cosas más fastidiosas en todo Hogwarts, y creo que todos los estudiantes están de acuerdo conmigo.
Justo ahora, paso por las escaleras para subir a la torre, pero vi cómo Malfoy subía a la quinta planta. No soy metiche por naturaleza, pero me dio curiosidad qué o con quién iba a hacer algo.
Me planteo un poco la idea de si es buena o no, pero debo apresurarme si no quiero perderlo de vista. Comienzo a seguirlo.
Va a un paso apresurado, por lo que me cuesta más echarle un vistazo. Estoy seguro de que madame Pomfrey no estaría contenta de verme casi corriendo por seguir a un tipo que odio.
Mientras subo las escaleras (fijándome de que no empiecen a moverse para cualquier lado o de que Malfoy no se de vuelta) comienzo a observar un poco más a éste. Su cabello es de un rubio poco natural; siempre asumí que estaba teñido, pero Lucius Malfoy lo tiene igual e incluso aún más claro. Los Malfoy son de un cabello casi blanco.
Su piel es pálida como la porcelana. Si tuviera que responder, diría que me dolería tocar una piel tan perfecta como la suya; a metros te das cuenta de que Malfoy usa millones de cremas hidratantes y exfoliantes para la piel.
Sus ojos, no sé cómo describirlos. Ahora no lo estoy mirando puesto que estoy a sus espaldas, pero sé que son de un azul grisáceo, que es realmente hermoso. Me gustan sus ojos, si me lo preguntas, pero creo que jamás lo diría en voz alta.
Si te tengo que ser honesto, creería que la parte que más me gusta de su cuerpo es su cuello. No me malinterpretes, pero es demasiado perfecto. Su nuez de Adán resalta y le da vida a esa longitud; tiene un lunar pequeño a la izquierda que tienes que observarlo mucho para darte cuenta de que ese lunar está allí. No es de acosador: han pasado años, y lo he observado casi todos los días de mi vida.
Su caminar... es elegante, sofisticado y singular. Cada que camina parece que es una pasarela hecha a su medida.
Déjalo ya, Harry, concéntrate en lo que estás haciendo.
Pongo la mente en blanco y prosigo con la persecución (¿se le puede decir así? No lo estoy persiguiendo).
Ha caminado bastante. Parece que está dando un paseo, pero la quinta planta es inusual para un paseo. Sé que está escondiendo algo más, pero no sé qué.
¿Qué escondes, Draco Malfoy?
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