Our Pirate Flag means Bloody Home

Harry Potter - J. K. Rowling
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Our Pirate Flag means Bloody Home
Summary
Una pareja de casados se une a la piratería, cada uno por sus propias razones: Lily, anhelando libertad; Sirius, para rescatar a su hermano.Los piratas resultan ser... peculiares y en general, la vida mucho más interesante.Ah, sí, pero peligroso y algunos piratas... hermosos. << Seguía cerca, realmente bastante cerca. Por la diferencia de altura, podían sencillamente ignorar sus miradas. Sirius se apartó de golpe, solo lo suficiente para que... pero de repente, Remus apoyó una mano en su brazo, atrayéndolo.—Vas a apuñalarme —dijo.—No. Absolutamente no.—Es algo de piratas, Black.—¿Matarse? No quiero matarte —quiero besarte.Remus respiró con fuerza. Enviándole escalofríos. Imaginando si respirara así en su cuello o...—Toma la espada y luego apuñálame. No vas a asesinarme. Te lo prometo.—¡Ni siquiera yo confío en mí! ¡Estás loco!—¡Hazlo, maldita sea!—¡No!—¡Sí no lo haces yo...!Sirius lo interrumpió, burlándose de sus amenazas con sus manos nuevamente en su cuello. Punzó su corazón con su dedo índice, mirando hacia arriba para verlo a los ojos.—¿Querías algo en el pecho, tonto?>>
Note
Yyyy hola hola!Este no es mi primer trabajo, pero sí el primero al que quiero ponerle punto final, así que si resulta que les gusta esta historia y ven que luego ando de vaga, no duden (respetuosamente) en insistirme en los comentarios para que actualice JAJAJ.Prometo que le voy a poner mucha dedicación y amor.También quiero comentar que esta historia va a su ritmo (no por algo me gusta el slowborn), así que probablemente se ponga un poco más interesante cuando conozcan al resto de piratas y su dinámica dentro del barco (que va a pasar muy pronto).En finnn, obviamente los personajes no me pertenecen, y espero que disfruten de uno más de los universos que hemos creado sobre estos muchachos.
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La pizca de magia se acaba demasiado rápido

Lily.

 

Lo intentaba.

Intentaba compartir su pésame, contagiarse del hundimiento de las paredes oscuras de las habitaciones, pero lo cierto era que había visto a Regulus Black muy poco. Lo suficiente para saber que él no quería verla, que no le interesaba mucho. 
Sirius, al principio de su matrimonio, no le contaba nada de su familia más de lo que solía saberse, pero mucho después su boca se abrió y Lily quedó lo bastante perpleja y llena de impotencia como para sonreírle al menor de los Black aunque la sonrisa no fuera devuelta. Hablarle, preguntarle algo. Algo a lo que no parecía estar acostumbrado. 
Su esposo, furioso con su hermano, no la comprendía. Por qué esa amabilidad. Por qué merece eso. Pero luego, contradiciendose, quizás sin siquiera darse cuenta, cuando Sirius pasaba mucho sin reunirse con su hermano, le contaba a Lily sobre su infancia. Detalles y momentos buenos que solo los había unido. Recuerdos felices, de los que poseía poco. Detalles que solo un hermano atento recordaría. En esos días donde Sirius abría la boca y soltaba incertidumbre, Lily descubría que lo extrañaba.

Era una relación bastante mala, con una dinámica difícil de seguir y que generalmente la impacientaba. Ver desde lejos, sin involucrarse, le daba la chance de descubrir a ambos, pero no comprender por qué nunca se solucionaba. 

Pero no era asunto suyo. Acordaron mantenerse al margen, hasta donde ellos consideraran.

Sí, no conocía mucho a Regulus personalmente, y estaba intentando pensar en él en ese momento, pero lo único en lo que estaba centrada era en lo que estaba a punto de cambiar. Su puta vida. La puta libertad. El bendito James Potter. Era muy ambicioso de su parte festejar de antemano, pero solo había una persona a la que convencer. Una piedra cubriendo su camino. Snape estaba de su lado y James era muy convincente. 

Estaba extasiada y había estado intentado cubrirlo hacía horas. No era justo para Sirius, pero para ser exactos, ¿por qué no era justo para ella? 
El hombre se encerraba dentro de sí mismo hasta que se aislaba, dejando a Lily sin saber como actuar. Con los años solo había aprendido que debía preguntar hasta ciertos límites y simplemente no mencionar sus conversaciones profundas más adelante. También eso de opinar. Sirius siempre buscaba una opinión, probablemente para asegurarse de que no estaba volviéndose loco. 

—¡Hey! 

Exclamó, sacudiendo a su esposo levemente. Hacía bastante que estaba en el sofá, mirando al vacío y luego bostezando. Parecía una pintura digna de ser una obra maestra por la profundidad que usualmente Sirius Black revelaba sin saberlo. Lleno de matices y colores como las paletas que usarían para retratarlo. 

Era hermoso. 

Y no fue la primera vez que pensó que, si lo amara de verdad, sería mucho más sencillo de sobrellevar aquella vida. Pero ni siquiera la primera vez que se conocieron hubo un mínimo roce del sentimiento. Absolutamente nada, ni en ese momento ni en los años que les siguieron. Era mutuo, eso estaba claro. 
Parecía como su destino, cruzarse y amarse pero jamás de esa manera romántica. Y oh, Lily sabía que nunca aparecería esa chispa, porque ya la había sentido y no se parecía a nada que no fuera mágico. 

Muchos matrimonios eran eso. Arreglados. Pero uno pensaría que admirando por dentro y por fuera a una persona, llegaría a confundirse con amor, colarse, pero no. No. 

Era hermoso, Sirius Black, y estaba segura de que todos estaban de acuerdo, dependiendo o no de lo que sintieran. Porque siempre lograba una reacción. 

—No es agradable empacar, ¿verdad? —añadió, dándose la vuelta de nuevo para seguir ordenado. 

—Mhm.

—¿Ya decidiste qué llevar? No puedes ir usando eso, por cierto. 

—Es lo único que tengo. 

—Supongo que James podría prestarte algo, debemos darle una buena impresión al capitán —resopló. Y que se pudra ese capitán, la espinilla molesta. 

—¿Hace cuánto lo conoces? —por primera vez después de varios minutos, se movió para girarse a su dirección. Bebió un sorbo de alcohol de frambuesa. La única razón por la que ella no lo estaba acompañando, era porque estaba demasiado emocionada al respecto. Y preocupada, pero nunca sobrepasaba la positividad. Necesitaba moverse, hacer cosas, planear. Todo. No emborracharse para las buenas noticias... aunque tal vez luego. 

—Dos años, uhm, por cierto, no le abras a la señorita Frinches, porque adivinará lo que planeamos enseguida. ¡Es una bruja!

Sirius se burló, asintiendo. El mismo que escapaba de la casa cada vez que aquella vecina se acercaba. (¡Oh, Lily, escúcha esto! Me enteré de que...)

—Nadie sospecharía de algo como esto —respondió, sin embargo.

—Oh sí, somos la pareja perfecta. Felizmente casados. Hogar perfecto. Dinero perfecto. 
¿Pero qué podría decir si lo supiera? La pareja que se mentiene sola porque la dama nunca despegará su carrera porque nunca comenzó una. Ninguno, de hecho —sonrió. Los ojos de Sirius se clavaron en los de ella.

Yo sí lo quiero, pareció que le dijeron, con una sinceridad brutal. Tengo algo. Quiero algo. Esto. Esto. Desarrollar mi habilidad. Despegar mis oportunidades. 

Lily mantuvo divagando sus ojos en la mesa, pensando en como remediarlo, pero no hizo falta. Él era impredecible. 

—Tienes razón —dijo Sirius. 

Suspirando y dudando, Lily apretó los labios y dio vuelta por la mesa hasta que consiguió lo que quería. Se acercó a él y, preocupada, lo dejó sobre la palma de la mano de su esposo.

—Por si quieres llevarlo —dijo, apretando su mano y acariciando sus nudillos rápidamente antes de alejarse de nuevo.

Sirius acarició la carta de aceptación del Teatro sobre su piel con anhelación. Los focos amarillentos opacados con lo brillante de sus ojos. Estaba ante una reacción de las que pocas se veían, las genuinas y poderosas, y por ello, Lily sintió como si de repente la emoción se le escapaba, bajando de su alma al suelo en medio segundo. 

—Gracias —murmuró por lo bajo—. No creo que ahora lo necesite —se encogió de hombros, y luego apretó el papel, dejándolo rebotar hasta que se perdió en la oscuridad del pasillo siguiente.

 

...

 

El plan no era perfecto; lo irónico para los piratas.

Era una cadena y nada estaba pulido. Una cosa dependía de la anterior para lograrse, y con cosas, en realidad se refería a personas: 

Debían (los piratas) convencer a Snape, una vez más, sobre Sirius. Luego, Snape debía persuadir al capitán del barco. Siguientemente, le avisaría a James. Finalmente, James los buscaría. 

Cuatro sencillos pasos.

Eran las diez de la noche y no sabían nada, porque esa era la peor parte: en su casa, no podían saber nada de lo que estaba pasando, y por mucho que le hubiese gustado fijarse y buscarlos, ellos habían sido muy claros: no vengan si no se ordena. 
Sirius detestaba ser obligado, pero no reprochó demasiado. 

De hecho, pasó de quejarse a casi relajarse. Estaba bebiendo una botella de algo, nada de frambuesa, sentado con la espalda en la pared al lado de la mesa de luz, donde posaba un cenicero que acababa de ser usado por ambos. 

A las once, Sirius yacía acostado en la cama, más o menos desmayado, boca abajo y con solo un zapato puesto. Se había reído de ese hecho, antes de comenzar a roncar. 

Ella, por su parte, se sentía ebria de la adrenalina y los nervios la estaban matando poco a poco. El silencio de la habitación solo la impacientaba. 

Cerca de las once y media, se había sentando en la ventana para ver al cielo, pidiéndole a alguna estrella y contando las visibles. Orión, Casiopea, Osa Mayor, Osa Menor... siguió y siguió hasta que dieron las doce.

A las doce cero cinco, despertó como pudo a Sirius y se acercó a la puerta dispuesta a irse. No llevaba nada encima, completamente impulsiva. La desesperación la estaba moviendo, enmudeciendo cada pensamiento razonable. Le había rezado a las estrellas. Por primera vez, le rezó a un Dios; ahora, solo quedaba irse, aún si ninguna fuerza mágica la acompañaba. 
Siempre había estado sola en sus decisiones y en sus deseos, igualmente. Eso no cambiaría en ese momento. En el mejor momento...

Solo que cuando se asomó por la entrada, un rostro cubierto por las sombras de la noche apareció, y Lily le dio una patada, usando su mal humor para su suerte. 

—¡Carajo!

La voz hizo que Lily jadeara y se apresurara a hacerlo pasar, yendo a la cocina para buscar algo de papel o lo que fuera, sin pensar que en realidad el golpe llegó a las rodillas de James y no a un lugar más sangriento. 

—¡Desconocido! —gritó Sirius, de repente, con lo máximo que un ebrio podía sentirse alarmado. Lily avanzó rápido hacia él cuando observó que estaba sosteniendo una escoba y que se acercaba peligrosamente a James—. Déjame, déjame —gimió, forcejeando, hasta que la parte más dura golpeó en su mandíbula y Sirius pareció reiniciarse, abriendo la boca como si fuera a caerse al suelo. Y la miró lastimado.

Uff, lo siento —se disculpó Lily, lanzando la escoba que logró desparramar las cenizas del cenicero más cerca. 

—¡Soy yo! ¡James! —aclaró el susodicho, levantando las manos. De uno de sus bolsillos sobresalió una espada. Luego se acercó más a las luces y abrió los ojos.

—Oh —hipó Sirius, mirándolo con los ojos medio cerrados, confuso. 

—Hola compañero, ¿cómo...? 

—Bebió un poco —lo interrumpió ella. 

—Espero que puedas caminar, campeón —dijo James, dándole un golpe amistoso en la espalda a pesar de que había intentado matarlo antes. Así es él, pensó Lily, sonriendo para sí mientras Sirius hacía una mueca desagradable y llevaba una mano a su estómago con malestar. 

—Acaba de golpearme con la escoba, yo creo que sí —opinó Lily, y luego lo miró con mil preguntas.

—Remus quiere verlos —fue lo único que dijo, y rápidamente comenzaron a levantar pertenencias. 

Vestir a Sirius fue un desastre. Apenas alcanzaron a cambiarle la camisa y quitarle las medias antes de que lo hiciera imposible. También se ocuparon de cerrar las ventanas y las puertas. Juntar lo necesario. 

—Nos quedan algunos minutos, muchachos —anunció James, cargando con más cosas. Algunas que Sirius debería haber llevado. Fue bueno que pudiera moverse bastante bien, sin embargo.

Era la última en salir de la casa, la dueña de la llave, y ni siquiera debía mirar alrededor para saber que no quería regresar jamás. 

Pero su esposo pensaba distinto y no estaba lo suficientemente consciente como para saber que no regresaría en mucho tiempo. Entonces, antes de que saliera delante de ella, lo frenó. 

Tomó sus hombros y le dio la vuelta para que observara donde estaban; recuerdos vagos de seis años en esa vivienda. Tapices aburridos. Alfombras duras. Paredes altas. Focos amarillos. Pisos de madera. Todo eso, intentó que Sirius se lo grabara para luego no arrepentirse.

—Hubieras preferido este momento sobrio —susurró, acariciándole un brazo.

Quizás ebrio funcionaba mejor, para no intensificar las emociones. 

—Despide a nuestra casa, porque ahora conoceremos a nuestro hogar, Sirius Black.


...

 

La noche, despejada a no más poder, dejaba que la luna iluminara fuertemente sobre las olas de la orilla. Era la primera vez que acompañaba a uno de sus amigos a su hogar, pero lo había soñado. Lo había imaginado mil veces. 

El barco que observó a lo lejos no la defraudó para nada; grande, peligroso y pintoresco, con una bandera roja a lo alto. Tampoco había visto un barco antes, pero sintió que este podía llegar a las nubes y cubrir la playa con su medida impresionante. Uno más estaba al lado, pero ni siquiera ese llegaba a su nivel. 

Mientras se iban acercando, pudo ver movimiento ahí arriba. Sombras moviéndose y algunos ruidos.

—No voy a mentir: es un poco caótico —dijo James.

—Lo sé —sonrió.

—¿Podemos volver? —balbuceó Sirius, rodeando a Lily con un brazo pesado. Casi la lleva al suelo, pero actuó rápido y lo alejó con un resoplido. 

—¿A dónde pretendes volver, Black? —cuestionó, en voz baja. Él gimió, pero al menos no detuvo sus pasos.

Lo que restó, James lo distrajo hablando y lo ayudó a que sus pies no se volvieran vagos. 

Cuando la arena pasó de seca a mojada, supo que habían llegado y que los chicos ya los estaban esperando. Evan, sonriente, y alguien más con quien nunca había hablado. Siendo honesta, no le importaba quiénes estaban en el barco, nunca lo había hecho. Solo había querido conseguir su propio lugar y conocer a Potter. Salvo que ahora, mirando, se sintió insegura, porque su opinión importaba. Si no les caían bien a los piratas, ¿qué harían?

No te acobardes ahora, pensó.

Sirius, a su lado, estaba mirando al barco con la boca abierta, sudando por la frente. Se veía muy ridículo: zapatos elegantes pero una camisa de James que le quedaba grande. Y estaba abierta. Muy despeinado y de alguna manera había agarrado uno de sus sombreros y lo llevaba arrastrando con la mano, ya completamente con arena. Lloraría si lo viese sobrio. 

—¡Pero si no es Lilyflor! —gritó Evan, ayudando a James con las cosas que había cargado. Ella le sonrió con dientes, agradecida y eufórica. 

—Pandora, mucho gusto —la chica de atrás, con un atuendo que contrastaba mucho con el lugar, la saludó gentilmente. Tenía la voz muy dulce y un rostro muy placentero y relajante como sus facciones. Vestía una camisa blanca, como James, pero una especie de capa que llevaba arriba le cubría el resto del cuerpo, y a la luz de la luna, parecía un verdadero ángel. Para rematar: usaba muchos accesorios, desde anillos en los dedos, en cada uno de ellos, hasta su cuello, con collares gruesos y largos, con lo que parecían piedras preciosas. Y estaba descalza. Tal vez en la oscuridad no veía mucho más, pero verla fue como recibir un pase al cielo. 

—Lily —respondió, aturdida.

—Snape me está ignorando y nunca me contestó si Remus viene aquí o si debemos subir —comentó Evan, mirando a Sirius con unos ojos divertidos. 

—Qué sorpresa —ironizó James, comenzando a subir rápidamente con ayuda de los de arriba y con mucho entrenamiento—. ¡Ya regreso!

—¿Ese Remus es una especie de presuntuso con complejo de Dios o algo así? —dijo Lily, sin poder aguantarse. Ya estaban allí, ya habían superado los pasos anteriores, consiguió una oportunidad, pero si de repente Remus se negaba, estaban muertos. 

Evan se rio.

—Cuidado, Lils, él podría disparar un cañón.

Que me joda —suspiró, pero sonrió aún así. Estaba muy reluciente como para sentarse y relajarse, y vio de reojo cuando Sirius, sin compartir sus emociones, se sentó bruscamente en la arena, mojando su culo y salpicando su rostro. De hecho, había una marca en su mandíbula, donde la escoba lo había golpeado. Lily no se sorprendió. Los dos, blancos pálidos, se les quedaba rojizo al instante. 

—No soy quisquilloso, pero esperaba que en nuestro segundo encuentro estuviéramos los dos sobrios —comentó Evan, acercándose a su esposo, quien lo miró fijamente hasta que arrugó la nariz. 

—Lily, ¿me dejarías acercarme? —preguntó Pandora, sorprendiéndola.

—¿Qué significa...?

—Acercarme —interrumpió, y entonces hizo eso mismo y cerró los ojos, cerca de su rostro. Los ojos de Lily divagaron y fueron hacia Evan, pero él no prestaba atención, charlando informalmente con Sirius.

—¿Qué haces?

Pandora demoró cinco segundos más antes de separarse y sonreírle.

—Sólo quería asegurarme.

¿De qué?

Pero ella se rio y se alejó, desplegando sus brazos y mirando al cielo. Murmuró unas palabras y Lily podría haber estado loca, pero la luna palpitó por un instante y sintió como si las estrellas cayeran junto a ella. La sensación se intensificó cuando una figura emergió del fondo y comenzó a acercarse.
Al lado de la silueta, James caminaba veloz, y detrás de él, reconoció el cabello liso de Snape. 

—Esto se pondrá bueno —murmuró Evan, sonriendo. 

Remus, pensó Lily. 
El poderoso Remus. Su enemigo secreto que podría convertirse en su héroe, más o menos.

—Hice lo que pude, amor —le susurró James cuando dejó a los dos atrás y se acercó corriendo. Su corazón se desbocó, pero luego...—. Estarán bien, lo prometo. 

Le pareció una eternidad hasta que los dos piratas se acercaron. Snape le dirigió una de sus sonrisas imperceptibles excepto para ella, una secreta y personal. 

Pandora se apresuró al oído del capitán y le dijo unas palabras por lo bajo. 
Lily las escuchó, no obstante:

《...Tiene buenas intenciones. Ella. Un corazón muy grande. Al del hombre no alcancé a descifrarlo》

Remus le agradeció y ella salió corriendo. Era sorprendente.

El capitán no era lo que esperaba. No había uno grande, rudo, de muchas armas encima y con gestos vanidosos. No. Era flacucho, pero fornido, con ropa menos extraordinaria y apenas se veía un cuchillo en su cadera. El pelo corto y desordenado. Sí, estaba serio, casi malhumorado, impaciente, pero no malvado. Nada que la asustara. Girando a ver a Sirius, él ni siquiera lo estaba mirando, con una mano apretando bollos de arena mugrienta.

—Ella es Lily —Snape se apresuró a presentar, dándole una mirada nada encantadora a James, quien hasta ahora se había quedado a su lado. Su cercanía era igual de poderosa que la fuerza del barco, así se sentía, y solo no estaba reaccionando a ello adecuadamente porque lo estaba haciendo sobre lo que estaba por ocurrir. 

El capitán apretó los labios, pero asintió a modo de saludo. Pese a sus rasgos algo inseguros, su corporalidad en general mostraba lo opuesto. Tenía presencia. Como si un letrero de líder colgara permanentemente de su cuello. Y aquello de algún modo era peor, porque había esperado a un idiota que no la dejara siquiera hablar y que le negara la oportunidad, o que se la daría bajo condiciones absurdas. Pero este capitán era impredecible, no se veía un completo imbecil y mucho menos alguien egocéntrico. Era como una caja. Y Lily no pudo ver su interior en ese vistazo primerizo. 

—Mucho gusto, Capitán —carraspeó. Absurdo, Lily, pensó. ¿Pero qué demonios era apropiado decir? 

De repente aguantó la respiración al ver nuevamente a su esposo... al menos legalmente. Sirius estaba hecho un desastre, y ni siquiera los estaba mirando. Para nada.
Insegura, se concentró en Remus, que escuchaba atentamente lo que Snape le estaba diciendo en voz baja. 

Deseó culpablemente que Remus no mirara a dirección de Sirius, al menos... no ahora

También sintió una mano en su espalda.
James
Y supo que las cosas irían bien, quizás porque James transmitía buena suerte o porque confiaba demasiado en él como para ser pesimista. Pero confió, y en ese minúsculo pensamiento, Remus le prestó atención de nuevo.

—Hay reglas —dijo. Tenía una voz grave, no tanto como la de Sirius, y más arrastrada. No estaba segura de comprenderlo si hablaba más rápido—, y somos un equipo, leales, y trabajadores. Tampoco funcionamos así, ¿entiendes? Nadie con juicio se acerca para pedirme unirse a mi barco, eso es...

Tienen poco juicio —bromeó Evan, señalando a ambos pero deteniéndose en Sirius. Entonces Remus enfocó la vista, como si recordara que el hombre restante del plan que sus piratas habían estado ejecutando a sus espaldas estaba allí, aunque no lo viera por estar en el suelo. O quizás sí, porque la altura del capitán intimidaba bastante. Lo dudó, por la poca luz. Desde que aquella muchacha, Pandora, se había ido, la luz de la luna parecía opaca. 

¿Está borracho?  —preguntó Remus. 

—Uhm... ¡oops! —dijo Evan, abriendo los ojos y susurrándole una disculpa a Lily. James rodó los ojos—. Pero es un buen muchacho, muy guapo, ¿verdad? Muy apropiado, ¿no es así, cariño? —le preguntó a Sirius en cuestión. 

—Ja.

—¿Qué rayos es eso? —suspiró Evan, acercándose para susurrarle—. Vamos. Demuestrale que...

—Suficiente —interrumpió el capitán, volviendo a ella en un resoplido malhumorado—. La piratería no es un juego y no puedo arriesgar a mi tripulación por caprichos...

—¡Los conozco bien! —saltó James—. Hay espacio más que suficiente, ¿no? Ellos harán lo que sea necesario, capitán. 

—Se lo aseguro —prometió Lily—. Ambos.

¿Ese es su estado habitual? —señaló a Sirius, y ella negó rápidamente con la cabeza.

—No, no, lo prometo. Supongo que estaba... nervioso. ¡por conocerlo!

—No está dando buena impresión —opinó, arrugando la frente. Sirius ya se estaba poniendo de pie, tambaleante. Tomó su sombrero y lo giró en su dedo con una pequeña sonrisa juguetona. Incluso James reprimió su gesto de gracia por eso, pero no Remus. Remus estaba hecho de piedra.—. ¿Qué saben hacer?

—¿Eh? —preguntó Lily, desconcertada. 

—¿Qué saben hacer? —repitió. 

—Le enseñé algunas cosas —dijo James—, a pelear, de las reglas... ¡de la piratería! —aclaró, justo cuando Remus parecía a punto de reprocharle haber divulgado sus reglas de su barco—. Aprende rápido, lo juro. Es hábil, y lo más importante: leal. 

Lily no estaba segura de qué clase de piratas eran los que vivían en ese barco, pero a simple vista los discursos de James no parecían encajar para convencerlos...

—Tiene buen corazón y un espíritu muy grande para esto —añadió él. 

... o sí, podría ser que sí, porque ninguno se burló. Tal vez realmente les importaban esas cosas: hermandad, amor, corazón. No era la primera vez que se llamaban familia, pero no pensó que... lo fueran, realmente. No a ese nivel cursi (y las veces que Evan lo decía, no estaba segura. Nunca se sabe cuando Evan habla en serio).

—Estás hablando en singular —dijo el capitán, alzando una ceja. 

En ese momento, Sirius se acercó a Lily y la rodeó con un brazo, nuevamente casi llevándola al suelo. Maldita seas, Sirius, maldició. 
James no mentía, le había enseñado un par de cosas, pero definitivamente aún no era fuerte. Todavía sentía miedo al pensar en enfrentarse a alguien. En hacerlo sola. 

—También... le enseñamos —balbuceó James, mirandolo vagamente y señalando a Sirius. Si había algo que James Potter no podía hacer, era mentir. Lily a menudo pensaba que era un ser tan lleno de luz y bondad que no cabía ni una pizca de malicia dentro suyo. Irónico que fuera un pirata, con lo que significaba, pero de todos modos, muchas veces ser piratas no era una elección, si no obligación, y no podía culparlo demasiado.

—¿Sabe cocinar? ¿Algo? —señaló a Sirius.

—Sí —dijo Lily, lamiendo sus labios. Ella sí sabía mentir. Y por Siriis haría cualquier cosa—. Te aseguro que en solo dos entrenamientos, puede aprender lo que sea. Es muy habilidoso con lo que se proponga. Es ambicioso. 

¿Lo eres? —Remus se inclinó para preguntarle a Sirius, que levantó la vista y se quedó perplejo, como si lo viera por primera vez. Era así, probablemente.

—Oh, su nombre es Sirius, por cierto —aclaró James.

¿Eres habilidoso y leal, Sirius? —repitió el capitán. Sirius sonrió levemente y se inclinó para mirarlo más de cerca, con sus ojos navegando por su rostro. Sin afectarse, Remus le mantuvo la mirada. Entonces... Sirius se acercó un poco más, más, y más, y Lily vio un deje de sorpresa en los ojos de Remus, incluso dubitativo, hasta que lo alejó con un dedo y Sirius se dejó llevar, apoyando su cabeza en el hombro de Lily como si no hubiese pasado nada. 

Bueno, pensó Lily, al menos no lo insultó.

—Está bien —suspiró Remus, luego de que Snape volviera a susurrarle rápidamente al oído. 

—¡¿Sí?! —exclamó Lily, intentando controlar los latidos energéticos de su corazón. Era imposible. 

—Espero no arrepentirme —añadió, apretando los labios—, y si no se ponen al tanto con nosotros, deberán irse —los miró—. Tienen mes y medio. Tal vez un mes, depende lo que piense mañana.

—¡Sí, por supuesto! —asintió Lily.

—¿Ustedes van a encargarse de ellos? —preguntó Remus, dirigiéndose a Evan y James. Snape pasó por alto y alzó una mano—. ¿Sí, Severus?

—Yo puedo ayudar.

—Estaremos bien —dijo James, sonriendo—. Evan y yo somos unos excelentes maestros.

Obviamente —estuvo Evan de acuerdo.

Remus resopló, pero más calmado.

—Síganme.

Se miraron entre sí hasta que Remus pegó la vuelta y comenzó a irse. 

 

...

 

Lily nunca había sido alguien que creyera demasiado en los cuentos de hadas, y la compañía de su esposo, alguien usualmente realista y conformista, solo había aumentado esa característica. Luego, cada vez que se reunía con sus nuevos amigos, los piratas, aquello cambiaba un poco mucho. Especialmente con Evan, cuya frase solía ser "veo algo, me gusta, y lo consigo, cariño" y con James, cuya alegría, pese a veces ser insoportable, con ella solamente causaba el efecto de creerle. Él la había convencido de que esto era posible. Y allí estaba. Allí estaban. Finalmente.

... solo que pensó que al subir sentiría algo, la sensación de conseguir aquello que buscabas. Como cuando Sirius leyó la carta del Teatro. Algo. Pero lo único que estaba sintiendo era nervios. 
Y si realmente este no era su lugar como había pensado, entonces la vida no encajaba con ella. 

Probablemente sus nervios no cesarían hasta que conociera al resto, porque aunque no le gustara esa parte suya, no le gustaba no caerle a las personas. Especialmente a estas. Tenía que buscar su lugar.

Se encontraban en la bodega, la parte inferior o más baja del barco. Normalmente la mayoría estaba en la cubierta de arriba, pero siempre entraban por esta parte en específico, por lo que ahora solo estaban acompañados de las hamacas donde dormirían.
Contó ocho.

El espacio era oscuro y no precisamente muy grande. 

—Encárguense de esto —señaló Remus la cubierta, y James y Evan se pusieron manos a la obra—. No me importa a qué hora se duerman, pero no pierdan la energía, no molesten al resto y levántense cuando lo indique.

—Entendido —murmuró.

—¡Y lo más importante! ¡No caigan por la borda! —gritó Evan.

—¿Vamos arriba, capitán? —preguntó Snape, ansioso.

—Atrevido —silbó Evan, nuevamente. James se rio.

—¿Qué hay arriba? —preguntó Sirius.

—No aquí arriba —aclaró Remus, y Lily ya sabía que sobre ellos estaba la habitación del capitán y que no debían ir allí—. Si no a la cubierta.

Subieron lentamente a la parte de arriba, a la cubierta principal. A la primera impresión, fue impresionante, azul por todos lados y mucho olor a sal. Lily nunca había visto un paisaje así de hermoso y real. Perpleja, antes de subir por completo se detuvo, embelesada.

Y allí estaba la magia. 

Sirius pasó por su lado, aparentemente sin concentrarse en nada. Seguía ebrio y descuidado. 
Y oh, qué descuido, porque apenas lo vio alejarse, moviéndose inestablemente por la cubierta, una figura se abalanzó sobre él y lo derrumbó sobre un mástil. Un cuchillo apuñaló bruscamente su hombro. 

La boca de Sirius se abrió.

Antes de que ella pudiera reaccionar, con el corazón en la garganta, Remus corrió y empujó a la figura desconocida. 

—¡Barty! —gritó alguien más, una chica de pelo blanco y de corte muy rebelde, con aros grandes y postura determinada. Parecía muy molesta y sorprendida por la escena. 

—Encárgate del idiota —señaló Remus al del piso, y la pirata asintió rápidamente.

Lily estaba temblando y no dudó en acercarse, presionando la herida como si supiera sobre eso, pero estaba actuando por instinto. 

—Trae a Pandora —le ordenó Remus a Snape—, ¡pero apresúrate! 

—Oh Dios... —susurró Lily, mordiéndose los labios—. Estarás bien, Sirius. Lo siento. Estarás bien. Te lo aseguro. Estamos bien.

Remus la observó y comenzó a desgarrar su propia camisa.

—Buscaré agua y ron, sigue presionando —le susurró. Y antes de irse, añadió una cosa más, con voz más calmada:—. Estamos preparados, no es grave.

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