
Los visitantes
—Papá... ¿Puedo hacerte una pregunta?
Steven es un chico de estatura baja y complexión robusta, tiene catorce años, y durante algún tiempo ha estado descubriendo cosas sobre su madre un tanto desagradables...
—Claro, hijo, cuéntame.
—¿Mamá... Alguna vez te dijo algo sobre... Diamante Rosa?
—Había algunas cosas de las que a tu madre no le gustaba hablar... Nunca le pedí explicaciones.
—¿Por qué no?
—Tu madre y yo hablábamos de muchas cosas importantes, chaval, música, dibujos animados... De la arena entre los dedos de los pies... Ya sabes... Sentimientos. Ambos cometimos muchos errores. Yo creía que la musica disco volvería. Ella empezó una guerra. Creo que ella sentía que tenía que confesarmelo todo, pero le dije que el pasado es el padado...
Greg suspiró, pasó un brazo sobre los hombros de su hijo y le sonrió.
—Lo unico que me importa es quien eres ahora, y quien era ella, era un ser increíble y especial.
Steven sonrió mientras miraba la mitad de la gema que descansaba en su tripa. Suspiró y abrazó a su padre.
—Buenas noches, papá.
—Buenas noches, Steven.
Steven se levantó de las escaleras y subió hacia la puerta de la casa. Las Gemas no estaban ahí, pero no le preocupaba, hizo su rutina nocturna y subió a su cama.
Podía recordar el sueño que había tendio hace un rato, mientras veía una película con su padre. No podía entenderlo del todo. No era como los sueños que tenía siempre, en tercera persona, este era en primera. Primero había mucho ruido, luego pudo ver que volaba en una especie de zepelín de madera y cuando el zepelín comenzó a moverse fuertemente como si lo estuvieran atacando el sueño cambió drásticamente.
Pudo divisar unas flores, estaba en un prado, y cuando su padre lo despertó notó que había estado llorando.
Steven rezó todo lo que pudo para no volver a tener esos sueños tan raros, se sentían dulcemente familiares, pero a la vez le inquietaba. Suspiró de nuevo y cerró los ojos, tratando de no pensar en eso y en consecuencia soñarlo.
Cuando Steven despertó lloraba de nuevo, lagrimas gruesas y más frías de lo habitual, pero solo se secó la cara para luego llamar a su mejor amiga, Connie, para contarle su sueño.
Connie, que era algo más alta que Steven aún sentada a su lado tiró con emoción unos folios al suelo.
—Ah... Lo siento, lo recogeré después, es que... Cuando me hablaste de tu sueño creí que ya lo habia visto antes...—Connie sacó un viejo libro y lo puso sobre la mesa.
—¡Eso es! El palancin.
—En realidad, se pronuncia; el palanquín.
De pronto, interrumpiendo a Connie, una fuerte luz se hizo presente al otro lado de la sala.
—¡Las Gemas! Seguro que saben algo sobre esto.
—Es verdad.
—Vamos.
Con animo ambos corrieron hacia la plataforma de teletransportación con el diario.
—Oye, ¿Sabéis algo de esto?—Steven abrió el diario frente a las tres Gemas de Cristal, mostrando el detallado dibujo del palanquín.
—Mh... Steven... Ya es hora de que conozcas la verdad... Y la verdad es... Que no tengo ni idea de lo que es eso, nunca lo había visto.
Perla, una gema flaca y alta rió y empujó suavemente a la gema de color morado.
—Disculpa, Amatista, dejame ver.—Perla se inclinó hacia Steven mirando la ilustración durante unos segundos.—B-bueno... Parece ser algún tipo de ilustración en... Algún tipo de diario.
—¡Venga! Sabes lo que quiero decir... Tuve un sueño con esta cosa... Connie y yo nos preguntábamos-
—Steven... ¿Por qué Connie y tu-
—¡No pueden ir ahí!—Habló por fin la gema mayor, colocando una mano en el hombro de Perla para que dejara de hablar.
—¿Por qué no?
—Sí ¿Por qué no?—Amatista se cruzó de brazos al lado de Steven, ambos mirando fijamente a Granate.
Steven suspiró al ver que ninguna de las dos gemas mayores tenía intención de hablar.
—Creía que no habría más secretos a partir de aqui...
—Um... Steven... Nosotras...
—¿Es que esto tiene que ver con Diamante Rosa? Ya se que mi madre la hizo pedazos... ¿Qué es lo que no pueden decirme?
Perla llevó sus manos a su boca, temiendo lo peor.
—Por favor, Steven, estás haciendo sentir mal a Perla.
—¡No! ¡Yo me estoy sintiendo mal!
Connie y Amatista retrocedieron unos pasos al notar el aumento de tensión.
—No iremos a ese lugar. Rosa nunca quiso que vieras eso...
—Rosa quería... ¿Que hay de lo que yo quiero? Estoy harto de que me mientan... Rosa era mi madre... ¿No merezco saber la verdad?
—Este no es el momento.
—No me importa... ¡Quiero ir ahí!
—Steven...
—Yo... Lo siento... No debí haber traido el diario...—Connie rascó su nuca con arrepentimiento y vergüenza.
—¡No! Hiciste bien trayéndolo, ¡es una suerte poder encontrar algo de información sin tener que salir a buscarla!
La habitación quedó en silencio, Steven mantenía los ojos cerrados y la mano señalaba a las dos gemas mayores. Perla, aún con sus manos tapando la boca, miraba a Steven con los ojos bien abiertos.
—Connie, quiero que me dejes el diario.
—Vale... Pero cuídalo, tengo que devolverlo en una semana a la biblio...
—Gracias.—Murmuró mientras pasaba por su lado.
—Espera, Steven ¿A donde vas?
Granate se acercó a Connie, y colocando una mano en su hombro la detuvo de seguir al joven.
Steven estaba sentado en las escaleras de su casa, mirando la iluminación del palanquín.
—Steven...—Lo llamó.—No vayas, por favor... Tienes que confiar en mi.
—No lo entiendo, Granate, normalmente eres la única que no me miente.—Steven la señala con dolor.
—No quiero hacerlo, Steven, de verdad... Pero si te digo porque no debes ir solo hará que quieras ir con más ganas.
—¿Cómo? ¡Ahora si que quiero ir!
—No debí haber dicho eso... No puedes ir porque no puedo ir contigo.
—¿Por qué no?—Granate guardó silencio.—¡Granate! ¿Por qué no?
—Yo... Tengo miedo... Le tengo miedo a ella...
—¿Quien? ¡Qué! ¿Ella?¿Ella quien?
—Oh, vaya, ahora solo lo he hecho más interesante... Steven por favor... No vayas...—Granate quitó sus gafas.—Por mi...
Steven suspiró y quitó su mirada de la gema.
—No lo haré...
—Lo sé.
Granate observó como Steven se marchaba. Suspiró una última antes de entrar en casa de nuevo.
—¿Entonces... Steven se ha ido?
—Si...
—Connie, será mejor que vuelvas a casa.
—Sí, siento los problemas que he causad-
—Tu no has hecho nada, Connie.—Negó Granate.—Fuimos nosotras...
Connie no supo que decir asique solo asintió y se marchó.
Granate se sentó en silencio sobre la isla de la cocina, dejando que el peso de sus pensamientos la envolviera. Durante unos segundos, simplemente permaneció allí, inmóvil, mientras su mirada se perdía en un punto indefinido. Sabía que Steven tenía derecho a conocer la verdad, a ver con sus propios ojos el lugar donde todo había ocurrido. Después de todo, él ya sabía que su madre había hecho añicos a Diamante Rosa, entonces ¿por qué negarle la posibilidad de presenciar el escenario de aquel acto decisivo?
Pero el miedo la paralizaba. Un temor profundo y sofocante se apoderaba de su interior. No era solo la incertidumbre de lo que Steven podría sentir o descubrir, sino el peligro real que acechaba en las sombras. Si ella los veía, si sus ojos fríos y despiadados se posaban sobre ellos, sería el fin. No podía arriesgarse a que eso sucediera. Granate, que siempre se mostraba fuerte e inquebrantable, ahora estaba asustada de verdad.
—Emh... ¿Granate?—Llamó Amatista.—¿Has invitado a alguien a casa?—Aunque el comentario hubiera sido con humor aquello no hizo que la fusión no frunciera el ceño.
—¿Que quieres deci-
La pregunta quedó en el aire cuando la plataforma de teletransportación se encendió. Amatista sacó de su gema su látigo, Perla hizo lo mismo con su lanza y las tres Gemas de Cristal se pusieron el posición de pelea, listas para lo que sea.
—¡No!—Escucharon cuando la luz se desvaneció.
Seis niños. Seis niños humanos habían sido transportados a su casa.
Perla se acercó, aún a la defensiva.
—¿Quiénes sois?—Apuntó con su lanza al mas cercano a ella, un chico rubio claro con una cicatriz en la mejilla, ojos granates y orejas puntiagudas.—Responded.
Aunque las gemas no luchaban contra humanos y habían jurada proteger la Tierra, eso no quitaba que aquellos humanos habían aparecido por la plataforma hecha especialmente para gemas y por gemas.
—Perla, basta, son solo crios.
Ninguno de los seis niños prestaba atención a las gemas. Segundos después, el más bajito rompió a llorar, siendo seguido pronto por una chica morena.
—Oye, troncos ¿Estáis bien? ¡Caray, Perla! Si que les has asustado...
Las gemas deshicieron sus armas al ver la vulnerabilidad de los niños. Al cabo de unos minutos, los seis estaban sentados en el sofá de la sala, en frente las gemas, mirandolos con cuidado.
—¿Cómo habéis llegado aqui?
—No lo sabemos.—Contestó una de las chicas, de pelo oscuro y trenzado, con grandes gafas, que frotaba la mano del más joven del grupo.—Queríamos llegar al mundo humano... Pero... No estoy segura de donde estamos...
Perla miró a Granate, queriendo saber que pensaba sobre ellos.
—¿Cómo os llamáis? ¿De donde venís?
—Yo soy Willow, venimos de las Islas Hirvientes... Es... Complicado y largo de explicar.
—Tenemos tiempo, Willow. Yo soy Perla. Ella es Amatista.—Presentó a sus amigas.—Y ella Granate. No queremos haceros daño, sois niños y humanos, prometimos no hacer daño a humanos.
—No somos humanos.—Habló impulsivamente Gus, quien ya estaba mas calmado.—Ya quisiera...
—¡Gus!
—¡Gus! ¡Shh!
—¿Qué no sois humanos? ¡Ja!—Se burló Perla.—Mirar vuestra piel, blanda y frágil, además, los humanos tienen las orejas puntiagudas.
—Oye, Perla... Steven no tiene las orejas en punta...
—¿Qué? ¿Eh? ¡Oh! No sois humanos... Espera.—Fijó su mirada en las dos unicas pares de orejas redondas.—¿Qué hay de vosotras?
—Somos humanas.—Respondió la más alta.—Soy Nova, él es Hunter y ella Amity.
—Yo soy Gus y ella es Luz, la humana. Bueno, y Nova también lo es...
Las Gemas intercambiaron miradas. Amatista rascó su cabeza con confusión.
—Vale... ¿Qué está pasando aquí? —dijo Amatista—. ¿Venís de un sitio llamado "Islas Hirvientes"? ¿Y sois medio humanos, medio qué?
—Es —respondió Luz, mirando de reojo a sus amigos—. Venimos de otro mundo, bueno yo vengo del mundo humano pero luego fui al mundo demoníaco, un lugar lleno de magia y criaturas extrañas. Pero no sabemos cómo terminamos aquí... Es... ¿Es el mundo humano, verdad? Quiero decir... Mi mundo.
Granate se ajustó sus gafas, analizando a los niños.
—Si sois de otro mundo, eso significa que la plataforma de teletransportación... —se quedó en silencio por unos segundos—. No debería haber funcionado para vosotros.
—Bueno... funcionó —dijo Nova cruzándose de brazos—. Y ahora estamos aquí sin saber cómo volver.
—¿Dónde estamos exactamente? —preguntó Willow, observando a su alrededor—. Esto no parece un reino demoníaco...
Perla frunció el ceño.
—Estáis en la Tierra. En un lugar llamado Beach City.
—Vale, entonces si que estamos en el mundo humano, mi mundo humano.—Suspiró con alivio Luz.
—¿Y vosotras qué sois? —preguntó Gus, inclinándose un poco hacia adelante—. ¿Humanas?
Amatista soltó una carcajada.
—¡Ja! No, somos Gemas.
—¿Gemas? —repitió Luz, confundida, mirando de reojo a Nova—. ¿Como… piedras preciosas?
—Algo así, pero más cool —respondió Amatista con una sonrisa.
Amity suspiró, cruzándose de brazos.
—Bueno, sean lo que sean, parece que saben más que nosotros sobre este lugar. ¿Podéis ayudarnos a entender qué está pasando?
Granate apretó los puños.
—Puede que sí... pero antes debemos asegurarnos de algo. Si habéis llegado aquí a través de nuestra plataforma de teletransportación, eso significa que algo fuera de nuestro control está ocurriendo.
—¿Y eso es malo? —preguntó Hunter.
Perla asintió.
—Si algo está alterando nuestros sistemas, podría significar un problema mayor.
Luz miró a sus amigos, preocupada.
—Entonces... ¿podéis ayudarnos a encontrar una forma de volver a casa?
Granate suspiró.
—Lo intentaremos. Pero primero, necesitamos entender por qué estáis aquí.
Los seis niños asintieron, sin saber que aquella noche sería el comienzo de algo mucho más grande de lo que imaginaban.
—Esperad... Cuando Rey nos empujó a través del portal estabamos en el mundo humano... Y de pronto estabamos aquí, quiero decir... Esa plataforma no nos llevó de las Islas Hirvientes aquí, sino del otro lado del portal aqui.—Trató de razonar Nova.—Pero sigo sin entender porque.
—En teoría las plataformas están hechas para gemas... No es posible que os haya funcionado, no solo eso, excepto algunas plataformas que tenemos nosotras las demás están destruidas.
Willow y Nova intercambiaron unas miradas.
—Yo... Eh...
—Nova.—Willow la detuvo.—¿Estás segura?
—Sí, Willow, si alguien sabe algo, son ellas.
La de pelo verdoso asintió, y al instante Nova subió un poco su camiseta, mostrando que en su obligo estaba la mitad de una piedra rosa.
—¿Creeis que esto tiene algo que ver?
Perla estaba sentada en el sofá, inmóvil, mientras su mente se hundía en un torbellino de pensamientos. Luz se había levantado y marchado al baño, seguida poco después por Hunter. Mientras tanto, Willow y Gus recorrían la casa con curiosidad, observando cada rincón con detenimiento, como si el lugar escondiera respuestas a preguntas aún no formuladas. Frente a Perla, Amity y Nova permanecían expectantes, sus miradas cargadas de inquietud, intentando descifrar qué era lo que la había alterado tanto.
Granate se había marchado hacía apenas unos minutos, dejando tras de sí palabras crípticas sobre un futuro sombrío y alguien llamado Steven. En la cocina, Amatista, despreocupada como siempre, mascaba despreocupadamente una lata de refresco, como si fuera un simple bocadillo.
Perla, en cambio, no podía compartir esa indiferencia. Tenía el rostro hundido entre las manos, cubriéndose la boca, con los ojos desorbitados y la respiración entrecortada. Sentía el peso de los secretos y las mentiras oprimiéndole el pecho, sofocándola, asfixiándola. Quería hablar, quería liberar las palabras que se arremolinaban en su garganta, pero el miedo la paralizaba. No podía moverse, no podía reaccionar. Solo podía seguir allí, atrapada en su propio silencio.
—Um... Perla... Llevas así quince minutos...—Avisó Nova.—¿Podrías... Decirme que ocurre? Tengo está piedra desde que nací y nadie se había escandalizado tanto...
—No... No... Es, es que... Yo... Vaya... ¿Dónde has estado? ¿Has vivido siempre en esas Islas Hirvientes?
—Um... ¿Sí? S-supongo.
Perla respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos. Miró a Nova con cautela, como si al hablar en voz alta algo pudiera romperse, algo que tal vez no pudiera arreglar después.
—No… No puede ser tan simple —murmuró, más para sí misma que para los demás. Luego, fijó sus ojos en Nova—. ¿Has dicho que siempre has tenido esa piedra? ¿Desde que naciste?
Nova asintió lentamente.
—Sí… Siempre ha estado ahí. ¿Por qué?
Perla entrecerró los ojos y su expresión se endureció.
—Yo...—Perla llevó sus manos a su boca y desvió la mirada.
El silencio se espesó a su alrededor. Amity y Gus intercambiaron miradas de preocupación. Luz, que acababa de regresar del baño, se detuvo en seco al notar la tensión en la habitación.
—¿Perla? —insistió Nova, con una mezcla de nerviosismo y curiosidad.
Perla desvió la mirada hacia el suelo. Sabía que, una vez pronunciadas esas palabras, no habría vuelta atrás.
—Esa piedra… No es una piedra, Nova, es una gema. Una como la mía.
Un escalofrío recorrió a Amity, y Gus abrió la boca para decir algo, pero se detuvo. Nova, por su parte, frunció el ceño.
—¿Y qué si lo es? —preguntó, cruzándose de brazos—. ¿Qué significa eso?
Perla tardó en responder. Cuando lo hizo, su voz apenas fue un susurro.
—Pues que eres como Steven... Eres mitad humana, mitad gema...
—¡Qué!—Gritó Amatista.—Creía que Steven era el único.
—Sí, lo era, pero... Todas sabíamos que la otra mitad de Rosa debió estar en alguna parte...
—Um... ¿Perla?—Llamó con cautela Luz, quien se había perdido en la conversación.—¿Quien es Rosa?
—Rosa Cuarzo... Es la lider de las Gemas de Cristal, y...
—La madre de Steven.—Completó Amatista.
—Y la tuya, Nova.