Draco Malfoy no es solo una cara bonita

Harry Potter - J. K. Rowling Percy Jackson and the Olympians - Rick Riordan
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Draco Malfoy no es solo una cara bonita
Summary
¿Qué pasaría si Lucius sin darse cuenta se enamora de una Diosa? ¿Y si tienen un hijo?¿Qué pasaría si esa Diosa fuera Afrodita? Los Panteones no pueden cruzarse, porqué hay una profecía en su nombre.Una Profecía sobre el hijo de un Mago y una Diosa. Una Profecía que podría cambiarlo todo....O solo como Draco Malfoy es el hijo de Afrodita... y cambia muchas cosas con su intervención. ○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●Hola! Esta va a ser una historia diferente a la otra con temática similar que tengo en mi perfil, ¿por qué? Simple, no quiero hacer de Luke un villano ni antagonista.Así que alguien tiene que ocupar su lugar.Es una historia con inicio lento, como siempre, pero igual espero que les guste.M. S. C
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Judas

Entraron al edificio con la discreta elegancia de un grupo de adolescentes empapados, oliendo a cloaca y con cero sentido de la dirección. El vestíbulo era oscuro y deprimente, con paredes de mármol negro y un silencio que gritaba "este es un lugar en el que no deberías estar". Una recepción con vidrio polarizado y un mostrador largo bloqueaban la vista de lo que había más allá. Había un letrero con letras doradas que decia:

NO SE ADMITEN VIVOS.

"Bueno, qué acogedor" murmuro sacudiéndose un poco la suciedad del pelo. Ann resopló y Percy simplemente ignoró su comentario.

Se acercaron al mostrador, y allí estaba él: Caronte, el barquero del inframundo. Y, sinceramente, él esperaba a un anciano encorvado con una capa negra y una hoz, pero en su lugar tenía en frente a un hombre alto, de piel olivácea y pelo negro cuidadosamente peinado hacia atrás. Vestía un traje italiano tan elegante que hasta él que crecio entre políticos y empresarios que se creen la élite de la moda tuvo que admitir que le quedaba espectacular. A simple vista, parecía un modelo que había salido directamente de una revista de moda para caballeros. Sin embargo cuando sus ojos oscuros se posaron en ellos, sintió un escalofrío. Había algo inhumano en ellos, una profundidad fría que recordaba que, a pesar del buen gusto para la ropa, seguía siendo el barquero de los muertos.

"Pásalo rápido" murmuró Annie a Percy.

Este en su infinita gracia, tosió y se aclaró la garganta. "Um, buenos días, señor Caronte. Nos preguntábamos si podría... bueno, ya sabe... llevarnos al Inframundo".

Caronte ni siquiera parpadeó. "Oh, claro. De inmediato. ¿Les gustaría también un tour guiado y una bolsa de regalos?" Okey, el tipo le caía bien.

"Ehh..." Percy parpadeó, procesando el sarcasmo. Ann puso los ojos en blanco y le dio un empujón a Draco.

"Adelante, casanova. Usa tu magia".

Solo sonrió y se apoyó en el mostrador con aire casual. "Vamos, Caronte" hablo con voz melosa ", no puede ser tan malo hacer un pequeño favor de vez en cuando, ¿no?"

Él lo miró con expresión aburrida. "No intenten hacerme chantaje emocional. No funciona conmigo".

Ignoró deliberadamente su advertencia y sonrió aún más, inclinándose un poco más cerca. "Sé que los dioses son un fastidio. Apestan. Nos hacen la vida imposible a todos, ¿verdad?" ladeó la cabeza con un aire de complicidad. "Estoy seguro de que a usted no le pagan lo suficiente para este trabajo. Apuesto a que Hades se gasta todo en remodelaciones inútiles".

Por primera vez, la expresión de Caronte se suavizó y lo miró con más interés.

"Ese hombre nunca piensa en lo importante" Bufó, cruzándose de brazos. "¿Saben cuántos siglos llevo pidiendo una oficina decente? Y todavía tengo que trabajar aquí, con estos suelos espantosos y un aire acondicionado que no sirve".

"Una total injusticia" asintió apoyando una mano en el mostrador. "Un trabajador de su calibre merece algo mucho mejor".

Caronte suspiró, mirándome con algo que no supo si era fastidio o admiración.
"No sé cómo lo haces, pero eres peligroso. Y eso me gusta".

"Me lo dicen mucho" dijo. "Entonces, ¿trato hecho?"

Su expresión se endureció de nuevo. "Si tienen monedas de oro, por supuesto, si creen que voy a romper las reglas por un simple halago, están muy equivocados".

Annabeth me pasó algunas monedas de oro, que coloqué en el mostrador con un movimiento elegante.

"Considerelo un adelanto".

Caronte miró las monedas, luego a mí. Tomó el dinero con aire pensativo.

"Muy bien, chicos. Vamos a dar un paseo".

Sonrío en grande y le guiño un ojo. "Qué amable. Me encanta el trato VIP".

"Muévete antes de que cambie de opinión, encanto" murmuró Caronte, aunque puede jurar que su tono era un poco menos hostil.

Se subieron al bote, mientras la embarcación se alejaba de la orilla, sintió la mirada de Caronte sobre él como si evaluara algo que aún no entendía.

Y por alguna razón, tuvo el presentimiento de que el verdadero problema no sería llegar al Inframundo.

Sino salir de él.

.

El bote se deslizaba silencioso sobre las aguas del río Estigia, avanzando con esa calma inquietante que solo los lugares malditos pueden tener. El ambiente era... pesado. No solo por la presencia de Caronte, que los observaba como si estuviera evaluando cuánto tiempo durarían antes de convertirse en almas errantes, sino porque todos estában pensando en lo mismo.

"Así que…" comenzó Annie cruzándose de brazos. "¿Quién cree que sea el traidor?"

Percy frunció el ceño. "¿Traidor?"

Annabeth suspiró con cansancio. "Percy, el rayo maestro no se robó solo. Alguien tuvo que ayudar desde dentro".

Grover hizo un ruidito nervioso. "Chicos… ¿deberíamos estar hablando de esto aquí?"

Caronte sonrió de lado, entretenido. "Oh, no me detengan. Me encantan los dramas mortales".

Ignoraron su comentario.

Percy se removió incómodo. "No lo sé. ¿Cómo sabemos que hay un traidor en primer lugar?"

"Porque todo apunta a que alguien le dio acceso a Cronos" insistió Annabeth. "Y no me sorprendería que todavía esté en el campamento".

Caronte dejó escapar una risita. "La desconfianza es algo hermoso".

Percy le lanzó una mirada de advertencia, pero este solo sonrió con suficiencia y se acomodó el cuello del traje.

Él… él trato de no mostrar nada en su rostro. Sin embargo las palabras de Annabeth le dejaron un nudo en el estómago.

Un traidor.

Cronos.

Luke.

No.

No podía ser.

Su mente empezó a repasar cada conversación que había tenido con él. Desde que llegó al campamento, Luke había sido el que lo acogió, el que lo entendía. El que lo miraba con una mezcla de diversión y complicidad cuando los demás solo veían a un niño bonito. Él no lo miraba como si solo fuera una cara atractiva. Y tampoco miraba a los dioses con adoración.

Recordó una de sus conversaciones bajo la sombra de los árboles, cuando le pregunto por qué nunca hablaba de Hermes con emoción.

"Los dioses no se preocupan por nosotros" había dicho Luke, con una sonrisa amarga. "Jugamos en su tablero, seguimos sus reglas, y al final, solo somos piezas desechables".

En ese momento, pensó que solo estaba molesto. Resentido. ¿Quién no lo estaría, considerando la relación promedio entre los dioses y sus hijos?

Pero ahora…

Sacudió la cabeza.

No.

Luke no era un traidor. No podía serlo.

Él no haría eso.

Él le había dicho que no lo haría, y Draco le creía.

Volvio a la conversación justo cuando Annabeth murmuraba:
"Si el traidor sigue en el campamento… eso significa que podría estar observándonos en este mismo momento".

Percy se puso tenso, Grover también. Él mantuvo la expresión neutral, aunque su estómago se revolvía.

¿Y si estaban equivocados?

¿Y si no era Luke?

O peor aún…

¿Y si lo era?

El bote llegó a la otra orilla. Caronte los miró con diversión. "Bueno, bueno, no se maten entre ustedes antes de entrar. Adiós encanto" se despidió este.

Se bajaron y mientras lo hacían, sintío un escalofrío recorrerle la espalda.

Algo estaba mal.

Y tenía que averiguar qué era antes de que fuera demasiado tarde.

.

Cruzaron el umbral del inframundo con toda la confianza de cuatro adolescentes que claramente no deberían estar allí. No iba a mentir, el lugar tenía su encanto: rocas afiladas, un cielo de ceniza perpetua, y un ambiente general de "si resbalas, caes en un pozo eterno de sufrimiento". Muy gótico todo. Si no estuviera ocupado intentando no morir, se habría inspirado para componer una nueva canción o algo. Era extrañamente relajante.

Fue ese el momento en que lo vio. Tres cabezas, tamaño de un dinosaurio, colmillos que harían llorar a cualquier dentista. Un amor. Cerbero, el guardián del inframundo, ladrando con la emoción de un cachorro asesino.

"¡Lo quiero!" Exclamó deteniéndose en seco.

Percy, Gorver y Ann se giraron hacia mí como si acabara de decir que me uniría al club de fans de Zeus.

"¿Disculpa?" Su amiga frunció el ceño.

"Es un buen chico, mírenlo. Solo necesita amor, cuidados y tal vez menos contacto con almas errantes. Además, imaginen el respeto que impondría en el campamento. ¿Quién se atrevería a tocar mi guitarra si tengo un perro del tamaño de un camión de dos pisos?" Definitivamente Drew no.

Cerbero gruñó y bajó la cabeza hasta quedar a la altura de sus rostros, lo cual era adorablemente amenazante. Percy agarró su espada, Annabeth, en cambio, se adelantó con el aplomo de quien claramente había hecho la tarea.

"Mira lo que tengo, Cerbero" sacó una pelota de goma roja de su mochila y la agitó frente a sus tres hocicos. "¿Quieres jugar?" Los ojos del perro infernal se iluminaron con un brillo de felicidad canina. ¡Funcionaba! Annie comenzó a hacer trucos con la pelota, lanzándola al aire y atrapándola. Cerbero, en una demostración de ternura inesperada, agitó la cola con la fuerza de un tifón.

"¿En serio? ¿A mí me gruñe y con ella juega?" murmuró cruzadose de brazos.

"Shhh" me mandó a callar Ann antes de lanzar la pelota al otro lado de la entrada. Cerbero salió disparado tras ella como si su existencia dependiera de ello.

"Me siento traicionado" Resoplo mientras corrían a través de la puerta que el perrito-demonio había estado custodiando.

"Draco, no puedes adoptar un perro infernal" Percy sonaba tan harto que casi se río.

"Claro que puedo. No es mi culpa que tenga buen gusto en mascotas. No todos queremos una rata…" respondio recordando lo que Lavender le había contado en una de sus cartas.

"Nadie tendría una rata de mascota y ese es otro tema" Percy le cortó antes de que pudiera añadir más.

Los cuatro atravesaron la entrada sin incidentes mayores -gracias a la distracción de Ann, obviamente-. Pero mientras se adentrábanmás en el Inframundo, no pudo evitar mirar atrás, Cerbero los observaba con sus tres pares de ojos brillantes y la pelota ya olvidada a su lado. En una de sus bocas había un rastro de baba sospechosamente dirigido hacia mí.

¿Lo acababa de adoptar el perro a él? Porque no iba a quejarse.

...

Draco siguió a Percy y Annabeth en silencio, sintiendo el aire cada vez más pesado a medida que se adentraban en el reino de Hades. La presencia de las almas errantes flotando alrededor le erizaba la piel, y aunque trataba de mantener su usual porte confiado, no podía evitar la sensación de que algo lo observaba. Grover igual se veía más tenso de lo habitual, sus orejas temblaban y sujetaba su flauta con fuerza, como si eso pudiera protegerlo. Le lanzó una mirada de reojo y le dio un leve codazo en el brazo. "Relájate, Grover. No creo que vayan a comernos"

"Eso díselo a ellos", murmuró este señalando con la cabeza a las almas errantes que los rodeaban, susurros apagados llenando el aire.

Percy y Annabeth caminaban al frente, guiando el camino hasta el palacio de Hades. Él observaba las sombras moverse, preguntándose si entre esas almas vagabundas estarían sus padres. La idea lo estremeció. Había aceptado esta misión con la esperanza de encontrar respuestas, y ahora que estaba allí, no estaba seguro de quererlas.

Finalmente, llegaron ante el imponente trono del dios del Inframundo. Hades los observó con frialdad, su presencia llenando la sala con un aura sofocante. Su mirada se deslizó por cada uno de ellos, pero cuando sus ojos oscuros se posaron en él, hubo un leve destello de interés.

"Así que han venido hasta aquí" hablo él Dios con voz profunda y resonante. "Supongo que no es por una visita de cortesía".

Percy tragó saliva antes de dar un paso adelante.
"Señor Hades, venimos por mi madre. Sabemos que está aquí" y por otras cositas, si.

Hades entrecerró los ojos y sonrió con burla. "Ah, sí, la mujer mortal. ¿Y qué me ofrece a cambio de su liberación, hijo de Poseidón? ¿El Rayo Maestro de tu tío?"

Levanto una ceja y miró al chico de reojo. "Vamos Percy, di algo inteligente por favor" pensó con impaciencia, este frunció el ceño. "Nosotros no tenemos el Rayo Maestro. Lo estamos buscando porque alguien lo robó y lo hizo parecer como si fuera culpa de mi padre".

Hades soltó una carcajada fría.
"¿Y por qué debería creer en las palabras de un niño? Tu padre y sus hermanos siempre han sido traicioneros. El Rayo Maestro no está en el Olimpo. Y además..." se inclinó hacia adelante ", no tengo solo a tu madre. También alguien me robó algo a mí".

Eh? Los cuatro intercambiaron miradas. Annabeth fue la primera en hablar.

"El Yelmo de la Oscuridad" susurró.

Este asintió con gravedad. "Me fue arrebatado, y sin él mi autoridad sobre los muertos se debilita. Lo que me propone, hijo de Poseidón, es un trato: si me traes de vuelta mi Yelmo, te devolveré a tu madre. Si no, ella permanecerá aquí... para siempre".

Percy apretó los puños, su mandíbula tensa de frustración. Draco que hasta ahora estaba callado, decidió intervenir, su tono desenfadado contrastando con la gravedad del momento.

"Oye, ya que estamos hablando de objetos robados, ¿no se supone que el Inframundo debería estar mejor protegido? Digo, ¿qué clase de dios de los muertos deja que le roben el casco? ¿No tienes cámaras de seguridad o algo?" Un pesado silencio cayó sobre la sala. Annie se cubrió el rostro con una mano, Grover soltó un gemido de terror y Percy casi se atragantó con su propia respiración. Bueno, lo que preguntaba dentro de todo tenía cierto sentido si se lo pensaba bien.

El Dios lo miró con una mezcla de sorpresa e indignación. Luego, para asombro de todos, dejó escapar una leve risa seca.

"Eres valiente para hablarme así, hijo de Afrodita. O quizás solo insensato".

Solo se encogió de hombros. "Probablemente ambas cosas".

Hades entrecerró los ojos. "Interesante. No todos se atreven a dirigirse a mí con tal descaro. Sin embargo ten cuidado... mi paciencia tiene límites".

Levanto las manos en señal de inocencia.

"Solo digo lo que todos están pensando" dijo, y asi era, aunque... "Bueno, ya que estamos en el tema de los objetos robados y las personas atrapadas aquí abajo" comenzó cruzándose de brazos y fingiendo que no le importaba en absoluto que estuviera a punto de interrogar a un dios del inframundo ", hay algo que quiero saber".

Hades levantó una ceja, como si estuviera decidiendo si tenía suficiente paciencia para soportar otra de sus intervenciones.

"Habla".

Tomó aire. No tenía idea de cómo hacer esto sin parecer desesperado, lo cual, para ser honesto, probablemente ya era. Pero tenía que preguntarlo.

"Mis padres" habló finalmente, con un tono que intentaba ser casual, aún que le traicionó con una ligera aspereza. "Narcissa y Lucius Malfoy, y desde ese accidente de auto nadie me ha dicho nada concreto. ¿Ellos... ellos están aquí?"

El salón se quedó en silencio. No el tipo de silencio incómodo, sino el tipo de silencio que hace que el aire se sienta más denso, como si el mundo entero estuviera conteniendo la respiración. Hades me miró fijamente, como si estuviera calculando cuánto decir. Finalmente, apoyó un codo en el brazo de su trono y sonrió con burla.

"Tu padre sobrevivió".

Sus pulmones se congelaron por un segundo, su corazón latió con fuerza, como si hubiera recibido un puñetazo en el estómago.

Su padre... vivo.

No se dio cuenta de que había exhalado hasta que sintio que se mareaba por contener la respiración. Se forcé a recuperar la compostura y a mantenerse relajado, aunque sus manos temblaban un poco.

"¿Y mi madre?" preguntó con la voz más tensa ahora.

El Dios inclinó la cabeza, y por primera vez, vio algo parecido a… ¿curiosidad? ¿diversión? ¿lástima? No lo sabía, y eso le puso los nervios de punta.

"Ella también esta viva".

Era demasiado. El alivio lo golpeó tan fuerte que sintió que las rodillas le flaqueaban. Se permitio cerrar los ojos solo un segundo, lo suficiente para asimilarlo. Mi madre estaba viva, ella esta viv-

"O más bien… lo estuvo".

Abrió los ojos de golpe.

"¿Qué?"

El dios de los muertos sonrió, sin embargo no era una sonrisa amable. Era la clase de sonrisa que te da un adulto justo antes de destrozarte con una verdad que no quieres oír.

"Zeus ordenó su ejecución" dijo con simpleza.

Como si estuviera hablando del clima. Como si no importara. Como si eso no significara que mi mundo acababa de romperse en mil pedazos.

Todo a su alrededor pareció desvanecerse en un segundo. El aire se volvió pesado, como si el Inframundo mismo intentara aplastarlo. Había escuchado mal, tenía que haber escuchado mal.

"¿De... de qué estás hablando?" Su voz sonaba extraña, lejana.

"Zeus la consideró un castigo necesario, una advertencia. Su vida fue tomada por decreto divino".

Su cerebro se negó a procesarlo. No. No, no, no, no.

Su madre no podía estar muerta.

Su madre no podía haber sido asesinada como si no fuera nada.

Su madre...

El suelo pareció tambalearse bajo sus pies. Annie dijo su nombre en un tono bajo, cauteloso, como si tuviera miedo de que se rompiera en pedazos ahí mismo. No estaba seguro de si tenía razón.

Él se quedé en silencio, sintiendo cómo todo dentro de suyo se comprimía en una bola de fuego y veneno. Quería gritar. Quería destruir algo. Quería reírse, porque claro, claro que esto tenía que pasarle. ¿Porque por qué no?

Pero lo único que hizo fue sonreír.

Era una sonrisa vacía, afilada y peligrosa.

"Ah. Bueno. Genial". Percy lo miró como si estuviera esperando que explotara, Ann estaba tensa y Grover ni siquiera se atrevía a respirar. Hades lo observó con calma, como si estuviera esperando a ver qué haría. Se forzó a soltar una risa baja y sin humor. "¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?" Habló sin dirigirle la pregunta a nadie en particular. :Que todo este maldito tiempo, pensé que si hacía lo correcto, si me esforzaba lo suficiente, si jugaba según las reglas, encontraría respuestas. Y ahora resulta que la respuesta es que los dioses solo hacen lo que les da la gana y joden a quien se les antoje".

Se giró hacia Percy, cuya expresión oscilaba entre la confusión y la preocupación.
"Cambia de objetivo, Percy. No necesitamos el Rayo Maestro. Necesitamos conseguir el Yelmo de este tipo y largarnos de aquí.

Este tragó saliva, aunque asintió de igual forma. "Sí… sí, está bien".

Hades sonrió con satisfacción. "Sabia decisión".

Pero Draco no lo escuchaba.

Todo dentro de él estaba gritando.

"Yo me quedo aquí" afirmo, no era una pregunta. Percy lo miró como si hubiera dicho que planeaba casarse con Medusa.

"¿Qué?"

"Tengo algunas cosas de qué hablar con el dios de la muerte" dijo con una sonrisa cortante. "Ustedes vayan a hacer lo que tienen que hacer. Yo me pondré cómodo".

"Draco…" Ann empezó, con su tono de advertencia de "no estas pensando bien, sin embargo no lo diré porque tienes el derecho de hacerlo".

"Annabeth…" la imito con sorna. "Estoy perfectamente bien".

Lo cual era, obviamente, una mentira gigantesca.

Grover soltó un gemido bajo. "Esto no es buena idea" Percy frunció el ceño, claramente debatiéndose entre insistir o dejarme hacer lo que quisiera. Aunque al final, suspiró con frustración y asintió.
"Está bien. Pero no hagas nada estúpido".

"Jackson, por favor" bufó. "Nunca hago nada estúpido".

Este puso los ojos en blanco con tanta fuerza que casi los perdió en la parte de atrás de su cabeza, pero no dijo nada más. Con una última mirada de duda, él, Annie y Grover se giraron y empezaron a alejarse. Espero hasta que sus siluetas desaparecieron en la penumbra antes de volverse lentamente hacia Hades.

El dios lo observaba con esa sonrisa suya, la de alguien que ya ha visto todas las tragedias posibles y no se impresiona fácilmente.
"Así que quieres quedarte a conversar" dijo con tono indiferente. "Qué valiente… o qué insensato" repitió.

Le sostuvo la mirada, cruzándose de brazos. "Digamos que tengo algunas preguntas. Y sería una lástima desperdiciar la oportunidad de hablar con alguien que tiene todas las respuestas" a pesar de todo, intentaba no pensar en las palabras anteriores del Dios.

"Ella también esta viva"
"O al menos.. lo estuvo"
"Zeus ordenó su ejecución"

Hades apoyó un codo en el brazo de su trono y le estudió con ojos oscuros y fríos.

"Habla".

Su garganta se sentía como si hubiera tragado arena, sin embargo no iba a echarme atrás ahora. Su madre no lo habría hecho.

"Quiero saber exactamente qué pasó con mi madre. Toda la verdad. Del por qué el estúpido de tu hermano la mató. Y por qué mierda le hiciste caso"

Hablo con furia, tristeza, sin filtro, con la garganta ardiendo de furia y los puños cerrados hasta que las uñas se clavaron en sus palmas. Cada palabra era veneno. Cada respiración, un incendio contenido. No le importaba que estuviera frente a al mismisimo rey del Inframundo, ni que estuviera desafiando a un dios en su propio reino. Si tenía que morir aquí, lo haría con respuestas.

Hades lo siguio observando con esos ojos oscuros e impenetrables, su expresión era una máscara de calma. Pero Draco no era un idiota, vió el destello en su mirada, el reconocimiento de alguien que ha visto esa ira antes.

"Tus palabras rozan la insolencia, muchacho".

Solto una carcajada vacía. "No me importa. Contéstame".

Silencio.

"Ya lo dije, Zeus la condenó" respondió al fin, su tono carente de emoción. "No solo a ella. A ti. A toda tu sangre".

Cada músculo de su cuerpo se tensó.

"¿Qué?"

"No fue solo un castigo para ella, creo que Narcissa no tenia nada que ver en esto. Fue un castigo para ti, para tu padre, para la misma Afrodita".

Sus pulmones se sintieron como si estuvieran llenos de plomo.
"Eso no tiene sentido".

"Para los dioses, el castigo no necesita tener sentido. Solo necesita ser un ejemplo".

Nego con la cabeza, con su mente trabajando a toda velocidad, buscando una salida, una forma de entender.

"No. No. No. Él no tenía ninguna razón para hacer algo así. Mi madre no era una amenaza. ¡No era una maldita amenaza para el Olimpo!, ¡ella no había hecho nada!"

"¿Y eso qué importa?" La voz de Hades fue grave, pesada. "No se trataba de ella, se trataba de lo que representabas. Un error, un desafío a la voluntad de Zeus".

Su respiración se volvió errática.

"No…"

"Zeus no perdona, Malfoy, él no olvida. Cuando supe que había dado la orden, ya era demasiado tarde".

El aire se volvió sofocante. Su visión se volvió borrosa.

"¿Dónde está... dónde está ella?" Hubo un silencio. "¡¿Dónde está, maldita sea?!" gritó con la voz quebrada por la desesperación.

Hades lo miró con un destello de algo que no pudo descifrar.
"Zeus la destruyó. Aunque no permití que desapareciera del todo, no del todo".

El mundo se derrumbó bajo sus pies. "¿Qué significa eso?"

"Que si alguna vez regresas al Inframundo, puede que encuentres lo que buscas".

No sabía cuánto tiempo estuvo en silencio, no sabía cuánto tiempo pasó sintiendo cómo la furia, el dolor, la impotencia se enredaban dentro de él hasta que todo lo demás dejó de importar.
Sus labios se movieron antes de que pudiera detenerse.

"Juro por el Río Estigia que algún día haré arder al Olimpo".

El trueno retumbó en la distancia.

Hades sonrió.

"Entonces lo estaré esperando con ansias".

...

No recuerda exactamente cómo salió del Inframundo, ni cómo fue que termino de vuelta en el Campamento Mestizo. Solo sabía que un instante estaba en la cueva oscura de Hades y al siguiente, sus pies tocaban la hierba húmeda del campamento.

Era de noche. Todo estaba en silencio, salvo por el susurro del viento y el leve murmullo del lago. Pero dentro de él, un caos rugía como una tormenta descontrolada. Su pecho ardía con una furia que no podía contener, una ira corrosiva que lo devoraba desde dentro.
Su madre habia muerto. No por un monstruo, no por un descuido, ni siquiera por un accidente de auto, sino solamente porque un dios lo había decidido. Porque Zeus, con su ego descomunal y su justicia retorcida, creyó que su castigo era válido. Creyó que su palabra era ley y que nadie jamás se atrevería a cuestionarlo.

Pero Draco Orion Malfoy no era nadie.

"¡MALDITO SEAS, ZEUS!" Su voz desgarró la tranquilidad de la noche como un trueno. No le importó quién me escuchara. No le importó si los campistas se despertaban. El dolor lo ahogaba, y la única manera de respirar era escupiéndolo con cada palabra, con cada grito. "¡Eres un cobarde, un engreído de mierda que cree que puede hacer lo que le dé la gana solo porque tienes un par de rayos y una corona inútil!"

El cielo crujió. Un trueno retumbó en la distancia, sin embargo eso solo avivó su furia.

"¡Tú, con tus reglas, con tu supuesto 'orden', no eres más que un tirano patético! ¡Mataste a mi madre solo para castigarme a mí, a mi padre, a Afrodita! ¡Porque no soportas que las cosas no sean como tú quieres, porque no puedes tolerar que algo esté fuera de tu control!" Sus puños estaban tan apretados que las uñas se me clavaban en las palmas, pero no le importó, no lo detuvo. "¡Eres una basura de dios! ¡Un rey sin honor, sin alma, sin nada más que poder vacío!"

Los relámpagos rasgaron el cielo como látigos de luz. El viento se levantó, agitando los árboles y haciendo crujir las cabañas. Aunque como antes, no se detuvo. Que le partiera un rayo si quería. Al menos tendría el placer de decirle a la cara lo que nadie más se atrevía.

"¡Nadie aquí tiene las pelotas ni agallas para decírtelo, pero yo sí! ¡Eres la razón por la que este mundo está podrido! ¡Eres peor que cualquier monstruo! ¡Hades al menos acepta quién es, en cambio tú te escondes detrás de reglas que tú mismo rompes! ¡Te crees justo, y solo eres un imbecil rencoroso que no sabe qué hacer con tanto poder!"

Los truenos rugieron tan fuerte que el suelo tembló. Un relámpago cayó cerca del pórtico de la Casa Grande, haciendo saltar astillas y prendiendo fuego a un árbol. El viento se convirtió en un huracán que arrancó banderas y sacudió el lago con olas violentas. Los campistas salían de sus cabañas, algunos en pijama, otros con armas en las manos. Se miraban entre ellos, confundidos, temerosos. Sin embargo Draco solo tenía ojos para el cielo.

"¡¿QUÉ, EH?!" grito con toda la fuerza de sus pulmones. "¡¿ESO ES TODO LO QUE TIENES?! ¡MÁTAME SI QUIERES! ¡MÁTAME COMO HICISTE CON ELLA! ¡PERO SABES QUÉ, ZEUS? NUNCA VAS A SER MÁS QUE UN DICTADOR INÚTIL, UN GOBERNANTE DE CUARTA QUE SOLO SABE IMPONER SU MIEDO PORQUE NADIE TE RESPETA DE VERDAD!" Un trueno retumbó demasiado cerca suyo en su costado. "¡BAJÁ, LA MALDITO BASTARDO TARADO, BAJÁ Y DAME LA CARA, HABER SI PODES!" rugió al cielo, sintiendo la garganta desgarrarse con el esfuerzo. "¡DALE, PEDAZO DE FORRO, DE CAGÓN! ¡SI SOS TAN MACHO PARA MATAR A UNA MADRE, A UNA MUJER, A UNA PERSONA INOCENTE, TAN MACHO PARA HACER LO QUE TE SE VIENE EN GANA SIN CONSECUENCIAS, ENTONCES BAJÁ Y DECIME EN LA CARA QUE LO VOLVERÍAS A HACER, HIJO DE MIL PUTA! ¡MUJERIEGO, EGÓLATRA, INFELIZ DE MIERDA! ¡SABÉS LO QUE SOS, NO? UN DÉSPOTA BARATO, SOLO UN IDIOTA QUE SE CREE EL MEJOR Y NO ES MÁS QUE UN VIEJO GRUÑÓN QUE NECESITA QUE TODOS LE CHUPEN EL CULO PARA SENTIRSE IMPORTANTE! ¡NO ERES UN DIOS, ERES UNA MALDITA BROMA!, UN PEDAZO DE BASURA CON CORONA, UN DÉSPOTA EGÓLATRA QUE JUEGA CON LA VIDA DE LOS DEMÁS COMO SI FUERAS SUS FICHAS DE AJEDRES. ¿ESO TE HACE SENTIR PODEROSO? ¿ACASO TE LLENA ESE VACIO DE ALMA, SI ES QUE ALGUNA VEZ TUVISTE UNA? ¡CAGÓN, BASTARDO, INÚTIL! ¡TODO EL OLIMPO TE CHUPA EL ORTO PORQUE TE TIENEN MIEDO, PERO YO NO, PORQUE SOLO SOS UN CHISTE DE DIOS NO ME HARÁ NADA YA QUE SOS UN COBARDE! ¡OJALÁ TE ATRAGANTES CON TU PROPIA SOBERBIA, ZEUS! ¡OJALÁ TE PUDRAS EN TU TRONO DE MIERDA! ¡Y NO TE ATREVAS A MIRARME DESDE ARRIBA, PEDAZO DE CORNUDO INÚTIL, PORQUE EL DÍA QUE TE ROMPA LOS DIENTES, TE LOS VOY A HACER TRAGAR!".

El viento me empujó con fuerza, casi tumbándome de espaldas. Clarisse y Luke aparecieron entre los campistas, empujando a la gente para acercarse a él. Clarisse tenía el ceño fruncido, aunque no con molestia, sino con preocupación. Luke se quedó a unos pasos, como si no supiera si debía intervenir o dejarlo desahogarse. Probablemente la última, porque Draco no sabía lo que era capaz de hacer en ese momento.

"Draco…" intentó Luke con su voz baja, sin embargo como a todo lo demas, él no le presto atención. Todo su ser estaba consumido por la furia, por el odio, por la impotencia.

"¡TÚ, CON TUS 'CASTIGOS JUSTOS' Y TUS SENTENCIAS ABSOLUTAS BARATAS! ¡ERES PEOR QUE LOS TITANES! ¡ELLOS AL MENOS NO PRETENDÍAN SER MEJORES!" Sus gritos ya no tenían el mismo filo de rabia, sino que empezaban a resquebrajarse, a teñirse de algo más profundo, más doloroso. "¡Ella no hizo nada, Zeus! ¡Ella nunca tuvo nada en su contra, no era una amenaza! ¡Ella no merecía esto! ¡Era una buena persona! ¡Era mi madre…!"
Sus piernas temblaron. Se tambaleó un poco, sintiendo cómo su propia voz se rompía en pedazos junto con su furia. Ya no quedaba grito en él. Solo el dolor, puro y desnudo. Su garganta ardía, sus ojos picaban, su pecho se sentía como si lo hubieran partido con un hacha.

Los truenos seguían rugiendo, aunque con menos intensidad. La tormenta se mantenía, no con el mismo ímpetu de antes, como si incluso Zeus no supiera cómo reaccionar a lo que acababa de pasar.

Bajo la mirada al suelo, sintiendo las lágrimas subir, sin embargo se negó a dejarlas caer. Apretó los dientes respirando entrecortadamente.

"Será mejor que aproveches tu gloria, supuesto Padre de los Dioses" su voz fue apenas un susurro, y apesar de eso venia con un peso inquebrantable. "Disfrútala mientras puedas".

Un último trueno sacudió el cielo. Luego, todo quedó en silencio.

Los campistas no se movían. Clarisse fruncía el ceño, con un brillo de preocupación en sus ojos. Luke dio un paso adelante, tendiendo una mano hacia Draco, que no la tomó. No necesitaba su compasión.

Se quedó ahí, de pie, sintiendo el viento helado contra su piel, sintiendo el peso de su juramento en cada fibra de mi ser.

Y al parecer por primera vez en mucho tiempo… Zeus no tuvo respuesta.

..

Cuando abrió los ojos, la luz tenue de la enfermería lo obligó a entrecerrarlos. Se sentía agotado, con un peso insoportable en el pecho, como si todavía le aplastara la ira de la noche anterior. Se incorporó con lentitud, su cuerpo protestando, pero la habitación estaba vacía. El campamento nunca estaba completamente en silencio, sin embargo ahora, el murmullo que llegaba desde afuera tenía un matiz diferente, más tenso. Se arrastró fuera de la cama y caminó hacia la puerta, abriéndola con cautela.

Todos estaban reunidos en el centro del campamento, susurrando entre ellos. Podía sentir las miradas fugaces, los comentarios que se cortaban en cuanto me notaban. El ambiente se sentía sofocante.

"Dicen que hay un traidor…" susurró alguien.

"¿Será verdad? ¿Cómo lo saben?"

"Los dioses lo dijeron…"

"¿Y si es él?"

Frunció el ceño. ¿De qué estaban hablando? Draco caminó entre la multitud, con pasos pesados. En cuanto lo vieron, la gente se apartó, como si de repente no supieran qué hacer con él, algunos lo miraban con lástima, otros con incomodidad.

Entonces lo vio.

Luke.

No se había dado cuenta de lo rápido que se había movido hasta que lo tuvo en frente suyo, con el pecho subiendo y bajando como si hubiera corrido todo el camino desde la cabaña de Hermes. Sus ojos estaban rojos, tenía la respiración agitada, y antes de que pudiera procesarlo, cayó de rodillas frente a él.

El campamento entero quedó en silencio.

Sintió sus brazos rodear su cintura con desesperación, su rostro enterrado contra su abdomen. La primera reacción que tuvo fue la sorpresa, luego... sólo aún más sorpresa, sin embargo antes de que pudiera decir algo, lo escucho.

"No soy el traidor, Draco" susurró, su voz temblorosa. "No soy el traidor. No me importa lo que digan los dioses, ni lo que murmuren los demás. Solo me importa lo que tú pienses..."

Draco no supo qué responder. El agarre de Luke en su camisa era fuerte, como si temiera que se fuera a desvanecer en cualquier momento. Su cuerpo estaba tenso, y cuando trato de dar un paso atrás, él se aferró con más fuerza.

"Me tienes que creer…" Su voz se quebró, y mi corazón tambaleó ante el sonido. Luke Castellan nunca sonaba así. No en público, no frente a los demás.

No lloraba. Luke no lloraba jamás.

Pero sus hombros temblaban.

"Me tienes que creer, Draco… Por favor… No me importa si me dan la espalda, si me odian, si me sacan de aquí" Su agarre se volvió más desesperado, sus manos subiendo hasta su cuello, sus brazos, su rostro. "Solo me importa lo que tú pienses".

Su frente chocó contra su abdomen, sus dedos enterrándose en la cintura de Draco, como si soltarlo significara romperse en mil pedazos.

"Si crees que fui yo… si de verdad piensas que te traicioné, entonces dime que lo haga. Dime que me vaya y lo haré. Dímelo y juro por todos los dioses que no volverás a verme jamás"  se aferró aun más. "Pero si no lo crees… si hay aunque sea una parte de ti que me cree… dime que no me odias".

Su boca se abrió, aunque nada salió, su mente seguía atascada en la noche anterior, en la furia, en el dolor. Pero esto… esto era otra cosa.

La gente seguía mirando. No sabía qué esperaban que hiciera, qué esperaban que dijera. Sus manos se cerraron en puños a mis costados.

"No pienso que seas el traidor" dijo al final, con voz ronca.

Luke dejó escapar un sollozo ahogado.

No sabía qué hacer.

Así que hizo lo único que le pareció correcto en ese momento.

Se inclinó y pasé una mano torpe por su cabello, como si eso pudiera calmarlo.

Y por un momento, pareció que sí.

"Te creo" afirmo, no solamente para hacerlo sentir mejor, sino porque en verdad lo hacía.

Fue entonces que las lágrimas se desbordaron. Rodaron por su rostro, cayeron contra dus manos, contra su pecho. Algo dentro de Draco se retorció al ver a Luke de esa forma.

Asi que lo abrazo.

Sin pensarlo, sin dudarlo, simplemente lo sostuvo en contra de sí. Y Luke no lo soltó.
Es más, se aferró a su espalda, a su cuello, a todo lo que podía tocar, enterrando su rostro en su hombro.

Los campistas miraban en silencio. Algunos parecían sorprendidos, otros incómodos. Clarisse que estaba a un lado fruncía el ceño, como si entendiera qué estaba viendo y se sorprendiera a la vez.

Pero no le importaba.

Luke sollozó contra su piel.

"No me dejes.... por favor, no me dejes Draco... no tú".

No supo qué decir.

Asi que solo lo abracé más fuerte.

"No lo haré, ¿si? No lo haré nunca, Luke".

.

El aire seguía cargado con la electricidad de la tormenta. Podía sentirlo en cada fibra de mi cuerpo, un recordatorio constante de lo que había hecho. De lo que había gritado. De lo que Zeus había respondido.

Pero en ese momento, lo único que tenía delante era a Luke, aferrado a su ropa como si fuera su única ancla en este mundo. Sus dedos, todavía temblorosos, no parecían tener intenciones de soltarlo. Su rostro seguía encendido de emoción -se miedo, de súplica, de algo que no podía (o no quería) descifrar en ese instante-. A su alrededor, los campistas todavía susurraban, murmurando cosas entre ellos. Algunos miraban a Luke con recelo, otros con confusión. La sospecha estaba sembrada, creciendo como una sombra que lo envolvía y amenazaba con tragárselo entero.

Y Draco no podía pensar con toda esta gente alrededor.

Apreto los dientes. "No podemos quedarnos aquí".

Luke alzó la vista, la desesperación brillando en sus ojos todavía enrojecidos. "¿Qué...?"

Se inclinó un poco, bajando la voz solo para él.
"Si de verdad quieres que hablemos, no va a ser con todos estos mirándonos como si fuéramos un espectáculo" el chico parpadeó, aturdido. Como si solo ahora procesara la cantidad de ojos clavados en él.

Detrás suyo Clarisse resopló.
"Finalmente alguien con sentido común".

Draco no se detuve a discutir, mo era el momento. Simplemente pasó un brazo por los hombros de Luke y lo empujó a caminar, este se dejó arrastrar sin resistencia, con la respiración todavía entrecortada contra su cuello.

Clarisse los siguió inmediatamente, con los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada de acero. :Obviamente no los voy a dejar solos".

Él rodo los ojos sin detenerse. "¿Y ahora qué?"

"Que no confío en él" respondió sin titubear. Su tono era tan duro como siempre, pero cuando la miro de reojo, vio algo más en su expresión. No solo desconfianza. También preocupación.

No por Luke.

Por él.

"Y tampoco en ti" continuó. "No después de que casi explotaste el campamento a gritos anoche" por suerte, la chica no preguntó nada del porqué lo hizo.

Luke se tensó a su lado, su agarre en la ropa se hizo más fuerte. "No voy a hacerle nada" dijo, y su voz sonó baja. Casi quebrada.

Clarisse lo fulminó con la mirada, sin rastro de piedad.
"¿Y yo cómo carajo sé eso?"

Este tragó saliva, como si intentara encontrar las palabras correctas. "Porque lo único que quiero es que me escuche" su voz era... frágil. Rota. No derrotada, no vencida, sin embargo al límite de algo.

Su amiga y mentora lo estudió un momento, como si estuviera decidiendo si valía la pena molerse los nudillos contra su cara. Luego chasqueó la lengua.

"Da igual. De todos modos voy con ustedes".

Resopló otra vez sin detenerse. "¿En serio?"

"Sí. Considera que estoy protegiendo la santidad de mi discípulo"

Draco se detuvo en seco.

"¿Qué?"

Clarisse se encogió de hombros, como si fuera la cosa más obvia del mundo. :¿Tú crees que voy a dejar que el cerebro derretido este intente cualquier cosa contigo? Por favor, como si no se notara que te mira como si fueras un maldito oasis en el desierto" esta bien, eso lo avergonzaba.

"Clarisse..." intento pararla, pero ella ya estaba en su propio monólogo.

"Soy básicamente tu hermana mayor. No voy a dejar que pierdas la cabeza por un tipo que claramente está dos segundos de ponerse a llorar por ti" Miró a Luke, que para ese punto estaba con los ojos brillantes, todavía aferrado a él como si pudiera desaparecer en cualquier momento. Clarisse se rió por lo bajo.

"Draco, si tú lo miraras así, ya estarían casados".

Decidio ugnorar el ardor en sus mejillas y seguío caminando por su bienestar mental. Se alejaron del bullicio, encontrando un rincón apartado donde nadie los escucharía, se cruzó de brazos y miró a ambos.

"Esta bien. Ahora sí, explíquenme qué carajo está pasando".

Clarisse se apoyó contra un árbol con los brazos cruzados, mirándoloscon el ceño fruncido. Luke aún estaba a su lado, aunque al menos había aflojado su agarre. Aunque todavía tenía los ojos vidriosos, como si las lágrimas estuvieran ahí, al borde de caer.

"Bueno, veamos si lo entiendes rápido, Draco" dijo ella girando el palillo de madera que siempre tenía en la boca. "Justo después de que te desplomaste como un saco de papas, apareció el Señor D"

Frunció el ceño. "¿Dionisio?"

"¿Cuántos Señores D conoces?"

"Continúa"

Ella bufó, pero obedeció.
"Apareció como si nada, con su cara de que no le importa nada el mundo, y suelta así de fácil que los dioses creen que hay un traidor en el campamento". Llegò a notar como Luke se tensó y sus nudillos se pusieron blancos al apretar el dobladillo de su camiseta.

"¿Qué...?"

Clarisse asintió con la cabeza. "Sí. Así, casual, como si estuviera comentando el clima, dijo que alguien aquí está pasándoles información a los titanes".

Respiro hondo, procesando. "¿Dio nombres?"

"No. Pero ya sabes cómo es la gente. Apenas lo dijo, alguien tuvo la brillante idea de soltar que si alguien aquí tenía razones para traicionar a los dioses, ese alguien era él"  Señaló a Luke con un movimiento de cabeza. Él se quedó completamente quieto, Draco se quedó completamente quieto, y el primero no hizo ningún sonido, solo bajó la cabeza.

Su mandíbula se apretó. "¿Quién fue?"

"No lo sé. No me importa. Sin embargo en cuanto alguien lo dijo, todos empezaron a estar de acuerdo".

"Idiotas".

Clarisse resopló. "Bueno, sí, aunque es cierto que nunca has sido fan de los dioses".

Luke respiró hondo, pero no levantó la cabeza. "Eso no significa que sea un traidor" susurró.

A Draco no le gustó su tono. Qsi que se arrodillo un poco y puso una mano en su espalda, frotando suavemente.

"Hey. Te creo"

Su respiración se agitó por un momento, como si se le hubiera formado un nudo en la garganta.

"Draco…"

"No es justo que te culpen solo porque te molestan los dioses, a mí tampoco me agradan mucho los dioses y eso no me convierte en un traidor, ¿cierto?" Luke negó con la cabeza. Sus hombros temblaban un poco. "Entonces tampoco a ti".

"Pero..." su voz se quebró, y su respiración se hizo inestable otra vez. "¿Y si sí lo creen? ¿Y si me miran siempre así? ¿Y si...?"

Lo rodeo con un brazo, presionándolo en contra de él.

Clarisse chasqueó la lengua. "¡Ay, por favor!" Y de un solo tirón, los separó.

"¡Hey!"

"Ni 'hey' ni nada, Malfoy. ¡No te pongas demasiado cariñoso sin supervisión!"

"¿Supervisión?" Repitió confundido.

Ella lo apuntó con un dedo. "Si Annabeth estuviera aquí, me mataría si dejo que pase algo más sin que ella esté presente".

Luke se frotó los ojos con las mangas de su chaqueta, todavía respirando hondo, pero ya más estable. "¿Annabeth y los demás?"

"Aún no llegan. Sin embargo cuando lleguen, seguro querrán matarte o abrazarte. O las dos cosas".

"Genial".

Clarisse giró los ojos.
"Mira, Draco, no sé qué pasa entre ustedes dos. Pero hasta que sepa que el rubio de aquí no va a hacer una estupidez, voy a estar muy cerca".

"Como una hermana mayor protectora" bromeó.

"Exactamente".

Dio un largo suspiro "Bien. Pero por ahora, lo único que tenemos que hacer es esperar a Annabeth y los otros" Miro a Luke, su cara seguía enrojecida, sus ojos hinchados, aunque al menos lo miraba. "Va a estar bien".

Él intentó sonreír. Fue débil, insegura, pero estuvo ahí.

Esperaba que fuera suficiente por ahora.

.

Como si el destino se empeñara en seguir jodiéndolo, la llegada de Annie al campamento no tardó en añadirle más caos a su día. La primera señal de que algo andaba mal fue el alboroto. El murmullo de los campistas llegó a sus oídos en oleadas, susurros emocionados que anunciaban la llegada de Percy, Annabeth y Grover. Normalmente, habría ido a recibirlos con algún cumplido y una sonrisa ladina, sin embargo después de todo lo que había pasado, lo único que quería era desaparecer. No le dieron esa opción.

No había pasado ni un minuto cuando la vio correr hacia él. No caminando, no acercándose con mesura, no con la arrogancia de siempre. Corriendo. Su cabello rubio estaba más despeinado que de costumbre y sus ojos grises estaban cargados de una intensidad que no le gustaba. Su mirada lo recorrió de arriba abajo, buscando heridas, signos de algo que no podía identificar, y cuando llegó a su rostro, su expresión cambió.

"Draco" su voz era baja y tensa. No fue una pregunta ni un saludo, fue una afirmación, un recordatorio de que estaba aquí y que no iba a dejarle esquivar esto.

No pudo evitar soltar un suspiro exasperado. "Si has venido a preguntarme qué pasó, mejor ve a preguntárselo a Zeus, seguro él tiene una versión más entretenida".

"No es gracioso" dijo entre dientes, cerrando los puños a sus costados. "¡Draco, Zeus está furioso contigo! ¿Tienes idea de lo que hiciste?" Esperen, déjenlo pensar. Listo, ya lo hizo, y si.

"Oh, lo sé perfectamente, Annabeth. Le grité al viejo de los rayos en medio de la noche, desperté a medio campamento y básicamente firmé mi sentencia de muerte con fuegos artificiales incluidos. ¿Se me olvida algo?" Se cruzo los brazos, esperando su respuesta.

Pero Ann no se dejó intimidar por su actitud, lo conocía demasiado como par hacerlo. Le sostuvo la mirada con más fuerza, como si intentara descifrarlo, como si pudiera leer cada grieta en su fachada. Odiaba cuando hacía eso.

"Te escuchamos" dijo al fin, y sus músculos se tensaron sin querer. "En el Olimpo. Escuchamos todo. Vimos la tormenta de Zeus, su reacción" Draco se rió al imaginar la cara del Dios, su amiga lo golpeó. "¡No te rías idiota! Tienes que pensar más, pudo haberte matado. Y si no piensas por tí, hazlo por mi, por Lavender, ¡eres nuestro mejor amigo!" Le reclamo ", pero también vimos a otro dios disfrutar cada segundo de lo que decías".

Sabía perfectamente a quién se refería. Se mordió el interior de la mejilla y desvió la mirada. "No me digas… déjame adivinar. Hades estaba feliz".

"Feliz es poco. Parecía que estaba viendo su obra maestra en vivo" resopló, como si decirlo en voz alta le diera aún más rabia. "Y no es solo eso, Draco. ¿Tienes idea de lo peligroso que fue? Zeus podría haberte fulminado ahí mismo. ¡No puedes seguir haciendo esto! No puedes ponerte en la mira de los dioses una y otra vez y esperar que todo salga bien".

"¿Y qué se supone que haga, Ann?" Su voz salió más grave de lo que esperaba. "¿Inclinar la cabeza, pedir perdón por existir, pretender que no pasó nada? ¡Mató a mi madre! ¡Quería castigarnos solo porque existimos! ¿Esperas que me quede callado como todos los demás?"

"¡Espero que sobrevivas, idiota!" gritó ella, con los ojos brillantes de frustración". ¡Espero que pienses por una vez en ti mismo antes de lanzarte a una pelea con el maldito dios del cielo!" Su voz sonaba preocupada. "¡No eres solo tú, idiota egoísta! ¡Es Lavender, es Lucius, soy yo! ¡Eres importante para nosotros!"  Draco la miró sin saber qué decir. Annabeth nunca se mostraba así con él. Claro, discutían todo el tiempo, se retában, pero eso… eso era preocupación pura. Ella estaba asustada. "No estás solo en esto" su voz bajó un poco, aunque aún mantenía su intensidad. "Por más que actúes como si pudieras cargar con todo tú solo, no puedes. Y no quiero ver cómo terminas en el suelo porque fuiste demasiado terco para dejar que alguien te ayude".

Sus palabras lo golpearon más fuerte de lo que esperaba. Su respiración era pesada, su pecho se sentía como si una piedra gigante lo estuviera aplastando. No quería esto. No quería que se preocuparan por él.

Un ruido a su lado me hizo girar, y ahí estaba Luke, observándolos con una mirada que no pudo interpretar. Su rostro estaba tenso, como si quisiera decir algo pero no se atreviera. Clarisse, por su parte, resopló y se cruzó de brazos, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.

Suspiró. Solo quería dormir.

"Entonces" hablo mirando a su amiga ", ¿vas a seguir gritándome o me vas a explicar qué más viste en el Olimpo?"

Ella lo observó por un momento más antes de soltar un suspiro y sacudir la cabeza. Su expresión se suavizó, aunque la preocupación seguía ahí.

"Hablaremos después. Pero Draco… prométeme que no harás nada estúpido otra vez".

No le respondío. No porque no quisiera, sino porque no podía prometer algo que no estaba seguro de poder cumplir.

Y eso, Annabeth lo sabía.

...

La voz de Silena era un susurro envolvente, tan suave como la seda, pero con un filo oculto que no paso por alto. Lo había llevado lejos de los demás, lejos de Luke, de Ann, de Clarisse. Decía que estaba preocupada, que quería asegurarse de que estuviera bien, aunque ahora que estában solos, algo en su mirada cambió.

"Dime Draco, ¿alguna vez pensaste en qué harías si los dioses te fallaran?" preguntó con una calma inquietante.

El frunció el ceño. No esperaba esa pregunta de ella. De todas las personas nunca pensó que de Silena.

"No hace falta que lo piense. Ya lo hicieron" Respondió sintiendo cómo la furia volvía a encenderse en mi pecho.

Silena inclinó la cabeza, como si ya esperara esa respuesta. Sus ojos brillaban con algo que no podía identificar del todo, pero que le heló la sangre. "Exacto. Zeus quiere verte muerto. Puedo decir con seguridad que no eres el favorito de Hades luego de lo que le dijiste en el Inframundo. Incluso Afrodita..." hizo una pausa, dándole una sonrisa suave y afilada. "¿No crees que solo te reclamó porque eres bonito?"

Sentía el impacto de sus palabras como una bofetada. No fue la primera vez que alguien insinuaba algo así, pero viniendo de ella... de su propia hermana.

"Si eso fuera cierto, entonces no serías mi hermana" replico con su voz más fría de lo que esperaba. Ella rio suavemente, como si nada de esto fuera serio. Como si yo no estuviera a punto de perder lo poco que me quedaba de confianza en alguien.

"Draco, no estoy en tu contra. Al contrario, quiero ayudarte" Dio un paso más cerca. "He visto lo que sientes por los dioses. Tu odio, tu rabia. Solo piénsalo... ¿Por qué servirlos cuando podrías destruirlos? ¿Por qué aceptar sus migajas cuando podrías reclamar el mundo para ti?"

No respondió. No porque no tuviera nada que decir, sino porque temía lo que podría salir de su boca. Sabía que tenía razón en algo: odiaba a Zeus. Odiaba a la mayoría de los dioses. Sin embargo traicionar el campamento... no.

"Si los dioses son tan terribles, ¿por qué no demuestras que eres mejor que ellos en lugar de unirte a un equipo de villanos clichés?" murmuro intentando entender en qué punto Silena había cruzado esa línea. ¿Cómo no se había dado cuenta?

Sus labios se torcieron en una mueca de decepción. "No sé qué estás intentando, pero no puedes salvarme. No puedes cambiar lo que soy".

Le sostuvo la mirada, sin parpadear.

"No intento salvarte, Silena. Solo intento recordarte que todavía puedes elegir".

Hubo un instante en el que casi pareció dudar. Un solo segundo en el que pensé que tal vez había llegado a ella. Sin embargo fue eso, un solo segundo. Su expresión se endureció y vi la decisión final en sus ojos.

"Entonces, supongo que estamos en caminos distintos" Su voz ya no tenía la dulzura de antes. No era la voz de su hermana. Era la de una traidora. "Eres fuerte, hermano. Pero no lo suficiente. No cuando ellos te han debilitado" Su tono tenía algo entre lástima y triunfo.

Antes de que Draco pudiera responder, un dolor punzante se extendió por su costado. Bajó la mirada y vio la daga hundida en su abdomen. Silena la sostuvo con firmeza antes de girarla lentamente, asegurándose de hacer el mayor daño posible.

"Siempre supe que serías testarudo, e igualmente tenia la esperanza de que recapacitaras, Dray" susurró con un suspiro teatral.

Él se tambaleó, con un jadeo ahogado escapando de sus labios. La sangre caliente empapaba su camisa mientras ella lo sostenía un instante, acercándose para susurrarle algo más al oído.

"¿Cuánto crees que te queda? ¿Sesenta segundos, tal vez?" Una risa burlona se escapó de sus labios. "Aunque, conociéndote, seguro harás un drama de ello"

Con un empujón, lo dejó caer de rodillas al suelo. Draco apretó los dientes, luchando contra el ardor en su abdomen. Con su último esfuerzo, levantó la vista y vio a Silena retroceder hacia un portal oscuro, su silueta iluminada por el resplandor dorado del sol.

"Adiós, hermanito. Pudimos haber conquistado el mundo juntos" se despidió con una sonrisa melancólica.

Y entonces, ella desapareció.

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