
Un misterio entre sombras
El clima en Forks siempre era frío y húmedo, pero esa mañana se sentía particularmente pesado. La niebla flotaba entre los árboles como un velo espectral, haciendo que todo pareciera aún más gris y melancólico.
Edward estaba sentado junto a la camilla, observando a la pequeña ninfa dormir. Su pecho subía y bajaba lentamente, sus labios estaban un poco pálidos, y sus rizos castaño miel enmarcaban su rostro con un aire de delicada fragilidad.
Ya habían pasado varias horas y aún no despertaba. Eso lo inquietaba.
No podía evitar preguntarse qué estaba soñando… o si acaso estaba atrapada en una pesadilla.
—Edward… —La suave voz de Esme lo sacó de sus pensamientos.
Él ni siquiera desvió la mirada de la chica.
—Hijo, deberías ir a cazar.
Edward negó con la cabeza.
—Estoy bien.
—Edward…
—No quiero dejarla sola.
Esme suspiró, colocándole una mano en el hombro con ternura.
—Yo la cuidaré por ti.
Edward seguía sin moverse.
Entonces, la voz firme de Carlisle resonó detrás de él.
—Edward, ve a cazar.
Fue una orden, no una sugerencia.
Edward tensó la mandíbula, pero obedeció sin discutir.
Después de cazar, Edward regresó rápidamente a casa. Se cambió de ropa y se limpió a toda prisa, con un solo pensamiento en mente: volver a su lado. Pero cuando iba directo a la habitación, escuchó la voz de Carlisle llamándolo desde la sala.
—Edward, ven.
Edward se detuvo a regañadientes y fue al encuentro de su familia. En la sala, todos estaban reunidos. Había un silencio pesado, y eso solo aumentó su incomodidad. Edward cruzó los brazos, esperando.
Entonces, Alice habló.
—No la vi venir.
Edward frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Alice lo miró, con los ojos llenos de confusión.
—No tuve ninguna visión sobre ella. Nada.
Eso hizo que la tensión creciera en la habitación.
Carlisle interrumpió antes de que Edward pudiera responder.
—Quiero que nos cuentes qué pasó. Desde el principio.
Edward suspiró con impaciencia, pero obedeció.
—Estaba de camino a verte… —empezó—. Y entonces la vi caer.
Todos lo miraron fijamente.
—¿Caer? —preguntó Emmett, confundido.
Edward asintió.
—Sí. Del cielo. —Su voz sonaba tensa—. Un remolino apareció de la nada en dirección al bosque.
—Cuando la encontré… —Edward hizo una pausa, recordando el estado en el que estaba—. Su ropa estaba destrozada, estaba cubierta de barro y sangre.
Esme se llevó una mano a la boca, horrorizada.
El silencio se volvió aún más opresivo.
—Pero hay algo más. —Edward frunció el ceño—. Escuché algo.
Alice se tensó.
—¿Qué cosa?
Edward se pasó una mano por el cabello, frustrado.
—Por un instante, capté un destello de su mente. Un pensamiento.
—¿Qué decía? —preguntó Rosalie, visiblemente intrigada.
Edward exhaló lentamente.
—Pidiendo ayuda.
Todos se quedaron en silencio.
Edward apretó los puños antes de continuar.
—Pero después de eso… su mente sonó como una radio en estática.
Carlisle frunció el ceño profundamente.
—Eso es… extraño.
Edward asintió.
—Sí. Y no solo eso… ella parece tan pequeña como .. una ninfa —Soltó, más como un pensamiento.
Emmett soltó una carcajada repentina, aliviando un poco la tensión.
—Entonces, ¿tu ninfa cayó del cielo especialmente para ti?
Edward rodó los ojos, pero esbozó una leve sonrisa ante la broma.
—Eso parece.
Pero la atmósfera volvió a ensombrecer cuando Carlisle habló de nuevo.
—Más allá de cómo llegó aquí, su estado físico es preocupante.
Edward sintió un nudo en el estómago.
—¿Qué quieres decir?
Carlisle se apoyó en el respaldo del sofá, su expresión seria.
—Aparte de las laceraciones y las fracturas, su cuerpo muestra signos de inanición. No ha comido bien en mucho tiempo.
Esme cerró los ojos con tristeza.
—Pobrecita… ¿Qué clase de cosas horribles tuvo que soportar para terminar así?
Edward apretó los dientes.
Solo de imaginarlo, sentía una rabia sorda retorcerse en su interior.
—Eso todavía no lo sabemos. —Dijo Carlisle con voz neutral—. Pero hay algo que no podemos ignorar.
Todos lo miraron.
—Los humanos no caen del cielo.
El silencio fue sepulcral.
Edward estaba demasiado tenso. La conversación no le gustaba. No quería estar allí hablando de hipótesis y posibilidades. Quería estar con ella.
Pero entonces, la voz de Alice lo hizo paralizarse.
—No tengo visiones de ella.
Edward la miró fijamente.
—¿Qué?
Alice frunció el ceño.
—Si no puedo verla en el futuro… eso significa que no está destinada a estar aquí.
El enojo de Edward fue inmediato.
—Alice…
—Tal vez lo mejor sea llevarla al hospital de Forks y dejarla allí.
Edward sintió que algo explotaba dentro de él. Nunca se enojaba con Alice.
Nunca.
Pero en ese momento, su voz salió en un gruñido amenazante.
—¡NO!
Alice parpadeó sorprendida.
Edward jamás le hablaba así. Pero él no se disculpó.
—No voy a dejarla sola.
Carlisle levantó una mano para calmar la tensión.
—Tranquilos.
Alice desvió la mirada, incómoda.
Carlisle suspiró y tomó una decisión.
—Por ahora, se quedará aquí.
Edward soltó un suspiro aliviado. Sin decir nada más, dio media vuelta y se marchó. No tenía nada más que hablar.
Solo quería estar con su pequeña ninfa.