
Perdida en la Oscuridad
El suelo cubierto de nieve le pareció más frío de lo que debería ser. Hermione yacía allí, aturdida, con la vista fija en el cielo nocturno. Pequeños copos caían con una lentitud casi solemne, como si el mundo mismo sintiera su tristeza.
No podía ver el campamento.
Habían pasado horas desde que Harry la echó. Sus lágrimas se habían secado en su rostro, dejando un rastro helado sobre su piel.
El viento aullaba entre los árboles, y un escalofrío recorrió su cuerpo. No podía quedarme allí.
Hermione se limpió el rostro con manos temblorosas y trató de ordenar sus pensamientos. No tenía varita. No tenía comida. No tenía suministros. Estaba sola.
Un nudo de desesperación le oprimió el pecho, pero lo reprimió con una respiración profunda. "Piensa, Hermione. Piensa."
Se obligó a ponerse de pie, aunque sus piernas se sentían débiles. Se abrazó a sí misma en un intento inútil de entrar en calor. Su ropa estaba húmeda por la nieve, y el frío le calaba los huesos.
Cerró los ojos un momento, grabando la imagen de Harry sosteniendo el guardapelo en su mano.
"Es el guardapelo…"
Se repitió la mentira una y otra vez.
"Fue por la influencia del guardapelo".
Pero sabía que no era solo eso.
Sí, el Horrocrux afectaba a Harry. Lo había visto con Ron también. Ellos dos eran más susceptibles a su influencia, más propensos a la ira y la desesperación cuando lo llevaban. Pero… ¿y si una parte de esas palabras habían sido de verdad?
El dolor en su pecho se intensificó.
"No es momento para pensar en eso."
Sabía que estaban en el Bosque de Dean, ella misma había sugerido el lugar cuando se trasladaban de campamento en campamento. Había venido con sus padres aquí cuando era niña. Recordaba vagamente una pequeña cabaña cerca de un lago. No era más que un refugio de paso para excursionistas, pero con suerte aún estaría allí.
Y con más suerte aún, encontraría algo útil.
Con un último vistazo al bosque que ocultaba su antiguo campamento, Hermione echó a andar.
Caminó durante horas.
El hambre y el cansancio se volvían insoportables, pero no podía permitirse descansar demasiado. Se detuvo solo para recolectar lo poco que pudo encontrar en los arbustos: unas cuantas bayas, raíces delgadas, corteza de pino, algunas setas y, para su fortuna, bellotas.
Sus manos estaban entumecidas. El frío mordía su piel, pero aún así siguió caminando. Cada paso se hacía más pesado, y el bosque parecía no terminar nunca. Pero entonces, cuando la desesperanza amenazaba con apoderarse de ella, la vio.
La cabaña.
Estaba oculto entre los árboles, cubierta de nieve y musgo, como si el bosque intentara devorarla con el paso del tiempo. Su estructura de madera estaba vieja y maltratada, pero aún se mantenía en pie.
Hermione se acercó con cautela. La puerta chirrió cuando la empujó.
Adentro, el lugar estaba oscuro y helado, pero al menos ofrecía un refugio. La cabaña era pequeña, con un catre de aspecto ruinoso en una esquina y un viejo sillón cubierto de polvo y humedad.
Se movió lentamente por el espacio, inspeccionando lo que quedaba. En la alacena encontró un cuchillo oxidado, una sartén en condiciones lamentables y, para su sorpresa, un viejo encendedor.
No era mucho, pero era algo.
Hermione exhaló, sintiendo un ligero alivio.
Podría sobrevivir.
Se sentó en el viejo catre, abrazándose las rodillas. Cerró los ojos y trató de ignorar el eco de la voz de Harry en su mente.
"Es solo hasta que pueda volver con él."
Se repitió una y otra vez.
Pero no podía evitar sentir que esa posibilidad se alejaba cada vez más.