Ramitas de tanaceo

Harry Potter - J. K. Rowling
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Ramitas de tanaceo
Summary
Hace nueve años, Hermione Granger ideó un plan para convertirse en Ministra de Magia cuando cumpliera 60 años. Como parte de ese plan, sabía que necesitaba un marido y dos hijos para convencer al público para apoyarla.Ahora, a punto de cumplir los treinta y cuatro, sigue soltera, aunque no por falta de ganas. Se cuestiona su método para salir con chicos a medida que sus amigos se alejan, sus padres envejecen, su edad fértil llega a su punto álgido y los objetivos profesionales que se marcó a los veinticinco empiezan a ser más difíciles de alcanzar. Sabe que necesita cambiar algo, pero es más fácil decirlo que hacerlo cuando Draco Malfoy no la deja en paz.En cuanto a Draco, no existe nada más seductor que una Hermione Granger furiosa y por eso lleva diez años tomándole el pelo. Solo cuando se le ocurre su mejor idea y consigue que lo asignen como su guardaespaldas para un evento en el que no es necesario, es cuando empieza a descubrir quien es ella realmente. Es algo más que una hermosa bruja con un temperamento feroz. Es imperfecta, solitaria y está empezando a agotarse.Draco sabe que puede ayudarla. Lo único que necesita es que ella diga que sí primero.
Note
Disclaimer Este fanfic está basado en el universo de Harry Potter, creado por J.K. Rowling y propiedad de Warner Bros. Entertainment Inc. No poseo los derechos de los personajes, escenarios o elementos originales de la franquicia. Este es un trabajo creado por fans, sin fines de lucro.La historia pertenece a Beforetherealbook, el título original es Srings of Tansy. Ella y J me dieron el permiso par realizar la traducción, que espero que esté a la altura de la historia.
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Reina de corazones

Hermione

 

Cuando Hermione elaboró su plan para convertirse en Ministra de Magia, tenía dos grandes apartados: el profesional y el personal.

El Plan de Ascenso Profesional consistía en una serie de peldaños que la favorecerían y le permitirían apoyarse en sus talentos únicos para abrirse camino, poco a poco, hasta la cima. Era meticuloso, bien elaborado y, durante los casi nueve años siguientes, siguió el Plan a la perfección mientras renunciaba temporalmente a las criaturas mágicas y se trasladaba al otro lado del edificio, antes de abrirse camino en las filas del DMLE.

Cuando el jefe del DMLE se quejó en voz alta durante una reunión de que el ejército muggle era una amenaza para los magos, Hermione ofreció una solución que era imposible de ignorar: hacer que los magos se infiltraran entre los muggles para vigilar las cosas.

Solo había un reducido número de personas cualificadas para hacerlo y, puesto que la idea era de Hermione, se la encargaron a ella. Por lo que sabía el gobierno muggle, ella ocupaba un alto cargo y se dedicaba a la seguridad nacional británica. Era natural que la invitaran al funeral de Margaret Thatcher como parte de su equipo de seguridad.

En realidad, era la responsable de mantener informado al DMLE sobre lo que ocurría con los muggles y, además, mantenía informado al escasísimo número de muggles que conocían el mundo mágico sobre cualquier nuevo señor oscuro que intentara hacer acto de presencia. 

Su plan profesional era impecable y se preparaba para ampliar sus funciones en los próximos meses dando a su puesto un carácter más internacional. Incluso ya tenía identificada la oportunidad perfecta para hacerlo y la plantearía en una reunión de departamento en un futuro próximo.

Con el tiempo, trabajaría para convertirse en Jefa de Departamento del DMLE y luego en Subsecretaria Junior del Ministro de Magia para la magia defensiva. Unos años más le permitirían ascender a Subsecretaria Superior y, finalmente, sería Ministra de Magia.

Todo el plan debía durar entre treinta y treinta y cinco años, de modo que se convirtiera en Ministra de Magia a los sesenta. 

Sí, el Plan de Ascenso Profesional era impecable hasta el momento.

El aspecto personal, sin embargo, era un fracaso absoluto.

Hermione no era ingenua. Sabía que siendo mujer y, sobre todo, hija de muggles, obtendría más apoyo si estaba casada y tenía dos hijos —un niño y una niña, naturalmente—, ambos con éxito profesional antes de que ella llegara a ser Ministra. 

Incluso Margaret Thatcher se casó y tuvo hijos antes de lanzar su carrera política. Hermione no se estaba inspirando en Thatcher, precisamente, pero sabía que, para bien o para mal, el hecho de casarse y ser madre atraía a una mayoría del público que, de otro modo, tendría dudas sobre una mujer fuerte.

Se convirtió en algo necesario para su plan.

Cuando Hermione tenía veinticinco años, nada de esto le parecía terriblemente complejo. De hecho, su plan al respecto era bastante breve y lo escribió así:

 

Paso 1 (25-28 años): Encontrar novio.

Paso 2 (28-30 años): Comprometerse y casarse.

Paso 3 (30-32 años): Tener el primer hijo (terminará Hogwarts como muy tarde a los 49 años).

Paso 4 (32-35 años): Tener el segundo hijo (terminará Hogwarts a más tardar a los 52 años).

 

Eso era todo.

Se acercó al Paso 1 con entusiasmo, decidida a entrar en el terreno de juego y ver qué podían ofrecerle los magos de Gran Bretaña, ya que una relación con Ron nunca llegaría a funcionar.

Harry y Ron entraron directamente al cuerpo de aurores después de la guerra y se les permitió convertirse en aprendices, a pesar de no realizar nunca los exámenes ÉXTASIS. Sin embargo, en lo que respecta a la verdadera certificación como auror no recibieron un trato prioritario, por lo ambos tuvieron que completar los tres años de entrenamiento que se requerían antes de poder hacer arrestos por su cuenta.

Tras regresar a Hogwarts para cursar su octavo año, Hermione se mudó con ellos a Grimmauld Place y, durante sus dos primeros años en el Ministerio, sintió como si el mundo estuviera a sus pies. Vivió en Grimmauld Place más tiempo del que planeaba, porque ¿qué razón tenía para mudarse? Vivía con su mejor amigo y su novio por fin oficial. Tenía los ojos brillantes y muchas ganas de influir positivamente en la vida de las criaturas mágicas, eso requería largas horas en la oficina y poco tiempo para buscar casas. Los chicos volvían a casa todas las noches y le contaban historias de la academia de entrenamiento de aurores, que culminó en su último año, cuando se les permitió salir al campo en período de prueba. Hermione incluso les echó una mano en sus casos aquel último año, extraoficialmente, por supuesto.

Pero poco después de que Harry y Ron se convirtieran oficialmente en aurores, el brillo empezó a desaparecer. Hermione y Ron empezaron a pelearse más a menudo de lo que solían hacerlo, aunque en sus momentos más tranquilos ambos coincidían en que no tenía nada que ver con el otro, en realidad no. Hermione se sentía agotada por la burocracia del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas y Ron, por su repentina carga de trabajo con los aurores. Ambos tenían tendencia a descargar sus frustraciones sobre el otro cuando se les llevaba al límite y, al final de su tercer año de convivencia, los tres decidieron que debían separarse un poco.

En el caso de Hermione y Ron, la separación iba más allá de dónde dormía el otro por las noches.

En todos los sentidos, su ruptura fue tan amistosa como podía ser. La pasión se desvaneció antes que la relación, por lo que fue un alivio tomar caminos separados, mantuvieran las cosas con cautela y cordialidad durante uno o dos años, mientras reconstruían su amistad.

No era que su amistad volviera a ser lo que fue por su culpa… pero Hermione no se permitía pensar mucho en eso. Era demasiado doloroso.

No pasó mucho tiempo desde su ruptura oficial con Ron, cuando Hermione se encontró soltera y viviendo en un piso muy lujoso con preciosas vistas al Támesis que era mucho más bonito de lo que se podría permitir si no se encontrara en el bando vencedor de la guerra. El Ministerio les otorgó a ella, Ron y Harry Órdenes de Merlín de primera clase por su labor en la derrota de Voldemort, que siempre iba acompañada de un premio en metálico bastante sustancioso. El resto de la familia Weasley recibió Órdenes de Merlín de segunda clase, cuyos premios no eran tan sustanciosos, pero seguían siendo más galeones de los que cualquier Weasley vio en varias generaciones —con la notable excepción de los gemelos. Eso permitía que todos estuvieran muy cómodos y hacía Hermione y Ron ser bastante ricos. De todos ellos, Harry era el menos afectado, ya que era independiente y poseía una casa antigua antes de que se concedieran los premios; pero a Hermione y Ron les cambió la vida.

O, mejor dicho, era suficiente para que pudieran elegir cambiar de vida si alguna vez les apetecía hacerlo. Después de que Hermione y Ron se separasen, ella se dio cuenta de que le apetecía mucho encontrar un piso muggle que fuese todo suyo.

Sus tres dormitorios y sus impresionantes vistas al río eran más de lo que jamás esperó. Sabía que tenía una suerte excepcional al conseguir su piso cuando se puso a la venta, porque propiedades como aquella no salían al mercado muy a menudo. Sus dos dormitorios adicionales se transformaron en un estudio y una auténtica biblioteca. Por fin tenía un lugar para todos sus libros.

Era perfecto.

A los veinticinco años, Hermione volvió a ser amiga de Ron —o todo lo amiga que podía llegar a ser con él de por medio— y se planteó hacer cambios más drásticos en su vida, porque incluso con su piso perfecto no era suficiente.

Sabía que tenía que alejarse de las criaturas mágicas y empezar a ascender en el Ministerio. Y necesitaba ejecutar su Plan Personal de Cuatro Pasos como parte de eso.

Comenzó a ponerlo en práctica con el transcurrir de los años.

En la actualidad, no tachó ninguna de las cosas de su Plan Personal de Cuatro Pasos, y estaba más cerca de cumplir los treinta y cuatro años que de cumplir los treinta y tres. 

Se suponía que tenía que estar en el Paso 4 de su Plan Personal de Cuatro Pasos, pero seguía en el Paso 1. Llevaba casi nueve años en el Paso 1 y Hermione empezaba a desesperarse.

Cuando creó su Plan Personal de Cuatro Pasos, aún creía en el amor verdadero. Si bien era cierto que la mayoría de sus amigos todavía se encontraban en la etapa de las «citas» en ese momento, estaba claro que varios se dirigían a establecerse permanentemente con la persona de la que estaban enamorados.

Harry era un soltero empedernido tras un intento fallido de reavivar su romance con Ginny después de la guerra, pero era el único. Hermione siempre creyó que tenía demasiada carga emocional que superar inmediatamente después de la guerra y, por eso, Ginny se enamoró rápidamente de Blaise Zabini durante la segunda mitad del octavo año de Hermione. Eran asquerosamente adorables juntos y, para cuando creó su Plan Personal de Cuatro Pasos, Ginny estaba casada y embarazada de su primer hijo.

Luna también se comprometió con Neville Longbottom y se casó poco después. Ron seguía teniendo citas, pero salió más de una vez con Lavender Brown, por lo que Hermione estaba segura de que acabaría sentando la cabeza con ella.

A sus veinticinco años, Hermione confiaba en que su momento llegaría pronto. Tuvo algunas citas, pero en general esperó a que surgiera la «chispa» antes de darle la oportunidad a un chico. 

A los treinta, se encontró reevaluando su metodología porque el mundo avanzaba y seguía en el primer escalón.

A los treinta, Ron declaró que tenía una relación con Lavender Brown y que iba en serio. A los treinta, Ginny dio a luz dos veces y estaba embarazada por tercera vez. A los treinta, Neville y Luna se divorciaron y Hermione se dio cuenta de que tenía amigos que terminaban su matrimonio, mientras que ella seguía en el Paso 1.

Les pidió ayuda a Ginny y Luna, las dos insistieron en que era demasiado exigente a la hora de encontrar pareja. Necesitaba ampliar sus horizontes y dar una oportunidad a hombres en los que quizás no pensó en un principio.

En secreto, pensaba que en realidad tenía que renunciar a enamorarse y, en su mayor parte, lo consiguió. Ampliaba su red y ahora consideraba a los hombres que podían ser políticamente ventajosos, aunque al principio no tuvieran química. 

De hecho, creó toda una rúbrica para las citas, a fin de poder compararlas con precisión. Aceptaba una cita con casi cualquiera que se lo pidiera, en un esfuerzo por ser menos exigente. A partir de ahí, utilizaba su sistema de citas para investigarlos. 

La primera cita sería para las típicas preguntas para romper el hielo.

¿Cuál es tu color favorito?

¿Qué tipo de comida te gusta?

¿Cuán grande es tu familia?

¿Cuáles son tus aficiones?

Suponiendo que el mago pudiera mantener una conversación básica, aceptaría una segunda cita si él se lo pedía. La mayoría lo hacía y durante la segunda cita Hermione indagaba un poco más.

¿Qué opinas de la reforma de los elfos domésticos?

¿Qué opinas de las relaciones entre magos y muggles?

¿Cuáles son tus objetivos profesionales?

Si la segunda cita iba bien, aceptaba un beso y aguantaba hasta la tercera. La tercera cita era más del mismo tipo de preguntas y normalmente para entonces Hermione se sentía preparada para realizar una prueba de compatibilidad física llevando a cabo su Prueba de Relación Física.

Desgraciadamente, era allí donde la falta de química —porque ya casi nunca la había— asomaba su fea cabeza. Hermione no necesitaba amar a su futuro marido, pero ¿era demasiado pedir un hombre que pudiera excitarla?

Después de tres años y medio con su nuevo método, temía que la respuesta fuera .

—Eres muy sexy. ¿Te gusta? ¿Hmmm? —le preguntó su cita de la noche mientras le manoseaba los pechos.

—Oh. Ahhhhh —aceptó Hermione, mientras suspiraba internamente.

Era una verdadera lástima. Brad Boynton era —quizás un poco desafortunadamente— americano. Pero, en general, era simpático y hablador, superó la primera cita con nota. La segunda cita también estuvo bien y, quizás porque era americano, Hermione le hizo más preguntas que de costumbre. Desde luego, hizo que el tiempo pasara rápido. Supo que a él le encantaba Gran Bretaña y que pensaba quedarse mucho tiempo, pero que también tenía contactos en Estados Unidos. Estaba en el departamento de aurores y lo transfirieron desde los aurores americanos para reforzar las filas británicas. Ron fue quien les presentó.

Pensó que sus contactos podrían resultar útiles si alguna vez conseguía poner en marcha el servicio de inteligencia internacional. 

Así que lo besó después de la segunda cita y decidió que era un besador perfectamente satisfactorio, aunque un poco superficial. La tercera cita era esa misma noche y resultó tan agradable como las dos primeras, mientras Hermione le contaba todo sobre el funeral de estado al que asistió ese día. Omitió convenientemente las partes con él, por supuesto, pero le contó a Brad todo sobre la ceremonia y la música, él le hizo buenas preguntas sobre el gobierno muggle británico y pareció interesado en sus opiniones al respecto. Así que no tuvo problemas para pasar a su Prueba de Relación Física más tarde esa noche.

Se sentía emocionada e incluso se preocupó de preparar el ambiente: música suave, luz tenue y lo atrajo a su dormitorio con una mirada muy seductora.

Y ahora él se frotaba contra su pierna de una manera que le recordaba ligeramente a un perro. Arrugó la nariz cuando la cama empezó a moverse.

Sin delicadeza. Ni un toque apasionado. Su olor era demasiado empalagoso y sus besos se estaban volviendo descuidados. 

Se tomó un momento para evaluar el estado de sus bragas.

Secas como el desierto.

—¿Sí? ¿Quieres un poco de esto?

Él empujó sus caderas hacia ella mientras decía esto.

Hermione se burló, pero él estaba absorto mirando sus pechos, cubiertos con uno de sus sujetadores favoritos. Era de un azul marino oscuro, ribeteado de encaje y lo levantaba todo de una forma satisfactoria. 

Se frotó contra su pierna con más fuerza y no se dio cuenta de su expresión. 

Mmmm —dijo ella en su lugar. 

—Apuesto a que estás lista para mí, ¿verdad? ¿Qué me dices?

Sus manos bajaron entre las piernas de ella, pero por suerte lo hicieron por fuera de sus pantalones, que todavía llevaba puestos. Empezó a frotarla agresivamente y Hermione dio un pequeño respingo. 

Era el lugar equivocado.

—Un poco a la izquierda —le indicó. 

Escuchó un resoplido y él movió su mano, mientras realmente se inclinaba hacia ella. La cama comenzó a moverse un poco más agresivamente y su cabecera comenzó a golpear la pared.

—Más alto… Más alto… no, eso es demasiado alto, un poco más bajo…

—Circe, mujer. Déjame entrar ahí, entonces…

Sus dedos tantearon el cierre de los pantalones de Hermione, pero todo su interés en Brad Boytin estaba oficialmente perdido.

Se disponía a ejecutar su plan de seguridad habitual justo cuando su vecino del otro lado golpeó la pared para decirle que le molestaba con su cabecero. Puso los ojos en blanco. Hermione no conocía a la mayoría de los inquilinos de su edificio, ya que disponía de una conexión flu y, por lo general, se trasladaba directamente desde su salón a donde quisiera. Desde luego, nunca se encontró con quien vivía justo al lado, pero suponía que era una matrona quisquillosa o tal vez un soltero mayor. La mayoría de los inquilinos que vio en las pocas veces que salió por la puerta principal eran ancianos con el nido vacío. El edificio era demasiado bonito y los pisos demasiado caros para estar habitados por gente joven como Hermione. Quienquiera que fuera el vecino, era muy tranquilo y nunca parecía tener compañía. La verdad era que le encantaba todo de su piso excepto la pared del dormitorio que compartía con su quisquilloso vecino.

—¿Qué es eso? —preguntó Brad un poco distraído.

—Solo mi vecino. Le gusta hacer eso cuando tengo compañía demasiado ruidosa.

—Oh —dijo mientras empezaba a frotarse de nuevo.

Hermione suspiró y reanudó su plan alternativo. Con un movimiento de muñeca y un poco de magia sin varita, su móvil empezó a sonar al otro lado de la habitación.

Tal vez no pudiera lanzar un hechizo de amortiguación sin varita como él, pero tenía algunos trucos bajo la manga, y éste era uno de ellos.

—¡Oh! —gritó, fingiendo alarma—. ¡Mi móvil! Tengo que comprobarlo, lo siento…

Se levantó, mientras Brad la miraba con recelo.

—¿Qué es eso?

—Es una cosa muggle. Sabes que estoy con su gobierno —dijo ella secamente mientras fingía hojear unos cuantos mensajes—. Lo siento, pero es una emergencia. Voy a tener que irme. ¿Quizá nos veamos por el Ministerio?

Erm, ¿tienes que irte ahora? —preguntó confundido—. ¿A las diez de la noche?

—Me temo que sí. Los muggles son adictos al trabajo. Esperan que yo sea igual.

Hermione sabía que eso era una gran mentira, pero aprendió hacía muchos años que podía atribuir casi cualquier característica a los muggles y muy pocos magos se lo reprocharían. 

Agitó el teléfono en el aire.

—Es una emergencia, Brad. Sabes que la tecnología muggle no funciona con la magia. Hoy acaban de enterrar a Margaret Thatcher. Fue una pesadilla de seguridad y, aparentemente, necesito que me informen.

El comentario de que la tecnología no funcionaba con la magia, por supuesto, era otra mentira. La tecnología muggle de Hermione ciertamente funcionaba con la magia, porque ella sería de poca utilidad para cualquiera de los dos gobiernos si no pudiera comunicarse con ellos mientras estuviera destinada en el otro mundo. No le sorprendió mucho que fuera George Weasley quien descubrió cómo colocar una protección antimagia en el interior de su teléfono para que funcionara en cualquier lugar en el que tuviera cobertura, aunque estuviera rodeada de magia. Era cierto que dentro del Ministerio de Magia el servicio era bastante malo, ya que se encontraba en su mayor parte bajo tierra, pero había algunos lugares donde podía conseguir una o dos barritas. Para ella era suficiente.

El exterior de su teléfono no se veía afectado por las protecciones de George, así que podía lanzar encantamientos protectores básicos para mantenerlo a salvo de daños o del agua. 

También aprendió a hacerlo sonar cuando quería.

Casi nadie conocía el teléfono especial de Hermione. Para empezar, la mayoría de los magos no lo sabían y aquellos que sí lo sabían se ceñían a la creencia de que la magia siempre interfería con la tecnología muggle. Por lo que Hermione sabía, solo los Weasley y Harry conocían su capacidad para consultar el e-mail dentro del Ministerio de Magia. Bueno, probablemente él también lo sabía, si ella era sincera, pero en general su móvil era ignorado por completo como una rareza muggle que pasaba desapercibida para la mayoría de los magos. 

Servía como una herramienta conveniente en momentos como este.

Brad gimió. 

—Bien. Pero, ¿podemos volver a salir este fin de semana? Yo estoy libre si tú lo estás.

Hermione esbozó una sonrisa comprensiva. 

—Lo siento mucho, pero no estoy libre este fin de semana. Miraré mi agenda cuando pueda y te avisaré.

Brad suspiró, pero asintió mientras se levantaba y se ajustaba los pantalones. Hermione miró hacia abajo y se obligó a mantener el rostro impasible. Aquella parte del cuerpo en particular no le parecía terriblemente impresionante, pero, de nuevo, no la veía bien, ni la vería. 

Era muy probable que Brad Boyton fuera tachado de su lista de posibles maridos.

Hablaron un poco mientras ella lo sacaba a toda prisa de su piso, después de asegurarle que sí, que se lo pasó muy bien y que sí, que se pondría en contacto con él para decirle si estaba disponible lo antes posible. Con cierto alivio, cerró la puerta en sus narices y volvió a la cama, donde sacó el cuadernito que utilizaba para anotar las citas y hojeó una página en la que aparecía el nombre de Brad Boynton.

Suspiró mientras la contemplaba.

Estaba decidida a ser justa con él mientras repasaba su escala estándar para segundas y terceras citas, para otorgarle puntos cuando correspondía:

 

Interesado en mis opiniones – 1 punto

Opiniones políticas compatibles – 1 punto

Interés en casarse/tener hijos – 1 punto

Profundidad de la conversación – 1 punto

Amplitud de la conversación – 1 punto

Conocimiento de los muggles – 0 puntos 

Aspiraciones profesionales – 0,5 puntos (trabaja porque tiene que hacerlo)

Conexiones – 0,5 puntos (americano, pero podría ser útil para las relaciones internacionales)

Caballeroso/se ofreció a pagar – 1 punto

Solicitó otra cita – 1 punto

 

Los contó y vio que sacaba un respetable 8/10. Lo mirase por donde lo mirase, era una puntuación muy buena. La mayoría de las citas de Hermione terminaban teniendo, como mucho, entre 6 y 7 puntos. Tomó nota de las cosas de las que hablaron, advirtió a su futura yo que su excelente cita podría deberse a que acababa de asistir a un evento poco habitual y eso les dio mucho de qué hablar. Pero tenía que dar crédito a quien lo merecía y Brad Boynton era un excelente compañero de citas.

Entonces ella volvió a la sección para su Prueba de Relación Física.

 

Capacidad de besar – 0,5 puntos

Chispa – 0,5 puntos

Olor – 0,5 puntos (no es mi favorito)

Desnudez – 0,5 puntos (solo en la parte superior)

Habilidad con las manos – 0 puntos (no podía encontrar mi clítoris a través de mis pantalones)

Habilidad con la lengua – 0 puntos

Habilidad con la polla – 0 puntos 

Calidad del orgasmo – 0 puntos (véase más arriba)

Número de orgasmos (un punto por orgasmo) – 0 puntos

Dispuesto a quedarse a dormir – 0 puntos

 

Arrugó la nariz al notar la puntuación de 2/10. Era pésimo. Se preguntó si estaba lo suficientemente excitada como para molestarse en usar el vibrador para terminar y decidió que no.

Tomó nota de ello y decidió que él tenía que perder un punto entero por esa parodia, así que ahora estaba en 1/10.

No, Hermione no tenía que amar a su futuro marido. Pero necesitaba una actuación mejor que esta.

Tachó el nombre de Brad Boynton de la parte superior de la página. 

Al siguiente.

 

******

 

Era viernes por la mañana y Hermione tomaba una taza de café en su despacho del Ministerio de Magia, maldiciendo mentalmente el hecho de que el funeral de Margaret Thatcher tuviera lugar el miércoles anterior. Eso significaba que aún le quedaban dos días enteros de trabajo antes del fin de semana. 

Aceptó la cita del miércoles por la noche con Brad sabiendo que ese día su agenda se vería totalmente alterada debido al funeral. Pero realmente no contaba con que su jueves también sería tan agotador, gracias a las muchas horas de reunión y, ahora, estaba destrozada para su habitual viernes en el Ministerio. 

El funeral transcurrió sin contratiempos, pero los dos últimos días la dejaron realmente agotada.

Suspiró cuando unos cuantos memorándums circularon por su escritorio, luego frunció el ceño cuando le llegó flotando un informe familiar del departamento de aurores de al lado.

Los aurores eran solo una parte del DMLE, aunque constituían el grupo de élite. Compartían la mismo ala con las fuerzas del orden mágicas, que solían estar formadas por magos y brujas que abandonaron la formación de auror. La rama normal de la policía mágica se encargaba de los delitos menores, mientras que los aurores se ocupaban de los casos realmente peligrosos de magia oscura, además de proporcionar seguridad privada al Ministro y a otros altos cargos. También existía una parte administrativa del DMLE, suspendida entre las oficinas de los aurores y las de los agentes de la ley. La zona administrativa contenía varias salas de conferencias compartidas y la zona de recepción de esta parte del ala, junto con despachos para los miembros del DMLE que prestaban servicio en ambas ramas del trabajo de campo. En la planta inferior había un centro de formación y un pequeño hospital, además de un laboratorio de pociones de uso exclusivo del DMLE. La planta inferior estaba llena  con las aulas de la academia de aurores y la certificación de las fuerzas del orden mágicas, junto con una biblioteca de archivos de casos antiguos donde se almacenaba todo en papel. Debajo había una gran cafetería y un espacio flexible abierto las veinticuatro horas del día. Y, por último, el nivel más bajo contenía celdas para prisioneros y salas de interrogatorio para las investigaciones activas, antes de que enviaran a los prisioneros a Azkaban.

La planta superior del DMLE, donde se encontraban las oficinas de los aurores y del DMLE, era moderna y, en general, estaba bien equipada. A nadie le sorprendía que, después de la guerra, el DMLE recibiera una enorme afluencia de fondos para reconstruirse y convertirse en algo que funcionara bien y estuviera mejor organizado, con la esperanza de que nunca existiera otro Voldemort. El despacho de Hermione, que se encontraba en la sección administrativa y, por lo tanto, entre el de los agentes de la ley y el de los aurores, era bastante pequeño para alguien de su rango. Pero gracias a sus obligaciones compartidas con el gobierno muggle, solo estaba en el Ministerio un día entero a la semana, aparte de las visitas ocasionales que necesitaba. Por lo tanto, eligió su despacho basándose en un único factor: estaba situado justo debajo de una torre de telefonía móvil de la calle de arriba, por lo que era el lugar del DMLE donde tenía mejor cobertura.

El familiar sobre morado llegó a su escritorio, donde se depositó sobre la bandeja de entrada. Hizo una mueca cuando vio el sello en la solapa de la parte posterior. Cada auror tenía un sello personal que utilizaba para enviar correo seguro. Los hechizos para crear los sellos eran secretos y servían para que el destinatario tuviera la confirmación de quién era el remitente. Adoptaron esta práctica después de que un mago oscuro se infiltrara en las fuerzas del orden del DMLE y consiguiera sembrar el caos haciéndose pasar por varios funcionarios de otras partes del Ministerio. Le gustaba enviar órdenes falsas a los aurores para cubrir su rastro cada vez que cometía un delito. Pasaron meses antes de que se dieran cuenta de lo que ocurría y, poco después, se colocaron los sellos.

Hermione memorizó el sello de todos los aurores y miembros de las fuerzas del orden mágicas, ya que parte de su trabajo consistía en revisar sus informes cada vez que se producía una acción en el mundo muggle. Hizo una pequeña mueca al ver la elegante marca del dragón en la solapa trasera del sobre.

Era la marca de Malfoy, por supuesto.

Suspirando para sí misma, lo desprecintó con su propio hechizo que confirmaba su identidad, sacó varias hojas de pergamino y empezó a leer su informe sobre el funeral al que ambos asistieron.

Las dos primeras páginas eran precisamente lo que ella esperaba. Proporcionaba algunos datos sobre el funeral en sí: el lugar, la hora y el motivo de la asistencia de Kingsley. Luego pasó a escribir sobre interacciones notables que él o el Ministro de Magia tuvieron mientras esperaban a que empezara el funeral. La boca de Hermione se tensó al leer que David Cameron buscó a Kingsley antes del funeral, y Kingsley le recordó a Cameron que ya se encontró con Draco Malfoy en otros eventos.

Como de costumbre, el primer ministro Cameron se mostró educado, simpático y no supuso ninguna amenaza para nuestro ministro de Magia.

Qué irritante.

Leyó detenidamente el bucle garabateado —su caligrafía era irritantemente elegante— hasta que por fin llegó a las dos últimas secciones del informe.

 

Amenazas insólitas: Al paso de Su Majestad la Reina, me fijé en una joven que, estoy seguro, fue colocada allí como distracción. Tal vez fuera una sirena o una arpía. Por otra parte, a juzgar por la severidad de su mirada tras el paso de la reina, había algo en ella que era casi mítico, si no totalmente ficticio. Me estremecí hasta mis Bontonis a medida cuando la sorprendí mirándome y no pude evitar preguntarme si Su Majestad era la única reina allí ese día. Mientras observaba a aquella mujer, supe que deseaba señalarme con el dedo y gritar: «¡Que le corten la cabeza!»

Iba vestida como los demás, pero percibí algo engañoso en ella. No era muggle, de eso estoy seguro. Pero, de nuevo, la Reina de Corazones siempre fue una maestra de las falsas apariencias. Algunos dicen que pintaba sus rosas de rojo. Otros dicen que se comía sus propias tartas. Pero todos coinciden en que no eran más que una excusa para buscar la muerte de sus enemigos. De hecho, esta joven ciertamente estaba tramando mi propia muerte.

¿Me habría importado? Lo dudo, por eso sé que no era humana y que puede ser producto de mi imaginación. Porque si no, ¿por qué querría yo, como hombre de sangre roja, dejarme consumir por una criatura tan peligrosa y espantosa como ella? No había suavidad en ella que pudiera indicar un corazón generoso y complaciente. Era todo ángulos agudos y bordes duros. Su rostro era severo y su lengua probablemente bífida. Llevaba unos tacones tan altos y puntiagudos que no me cabe duda de que me podría atravesar el pie si lo pisara. Y, sin embargo, había algo en ella que me hechizaba mientras imaginaba sus manos enguantadas estrangulándome y sus labios rozando los míos mientras lo hacía.

Yo clasificaría a esta mujer —a esta criatura— como una amenaza realmente inusual. Podría enviarme a la horca y yo le tendería el cuello con gusto. Si me lo permitiera, me arrodillaría ante ella y le pediría ser el rey para su reina, una voz de la razón y la templanza frente a su impresionante furia. Abandonaría inmediatamente todos mis deberes para con el Ministro para buscar su favor y poder gobernar juntos el País de las Maravillas —o quizá solo el centro de Londres. Me dejó sin aliento, deseoso y, lo único en lo que podía pensar mientras me miraba, era que la dama del ataúd no era lo único duro como el hierro aquel día. 

Desgraciadamente, la confección de mis pantalones no era la idónea.

Me consumió en el momento, pero en cuanto salí de la catedral los encantos se rompieron y supe la verdad: tuve mucha suerte de escapar de ella. Si realmente está hecha de la carne más decadente en la que un hombre podría esperar hundirse y no es sólo una fantasía de mis deseos más profundos, recomiendo que sea encontrada e interrogada. Debemos saber más de ella, no sea que atrape a un hombre más débil que yo.

Una criatura como ella es un peligro y seguro que el poder se le sube a la cabeza. Tal vez por eso estaba tan ansiosa por cortarme la mía.

Magia usada: Un amuleto de modificación sin varita usado en los zapatos de la mujer más testaruda que conozco. De nada, mi Reina de Corazones.

Hermione temblaba de rabia mientras terminaba el informe. Esto estaba fuera de lugar, y se encontró fantaseando con matarlo de verdad esta vez. No le importaba lo que Harry o Ron pensaran al respecto, estaba dispuesta a hacer que le doliera.

Rápidamente marcó algunas cosas en el informe antes de lanzar una maldición sobre este y utilizar su varita para hacerlo levitar para devolverlo al sobre. Luego abrió de golpe la puerta de su despacho y se dirigió a los aurores del otro lado del ala.

Draco Malfoy iba a pagar.

 

 

******

 

Draco

 

—Buenos días maldito hurón —dijo Ron Weasley.

—Buenos días, comadreja idiota —respondió Draco mientras bostezaba y dejaba caer su maletín en la silla de la salita de conferencias que Ron y él utilizaban para su caso más difícil. Se trataba de una serie de desapariciones, todas sin conexión entre sí y sin más vínculo evidente que un único y extraño detalle: todas las víctimas compraron un ordenador muggle justo antes de desaparecer y aparecieron muertas unas semanas después.

Ron hablaba de involucrar a Granger en el asunto, pero Draco no estaba de acuerdo. Sin duda, ella querría intervenir y poner todo el caso bajo su jurisdicción.

—Además —señaló Draco—, yo ya lo sé todo sobre ordenadores. No hay nada que ella pueda decirte que yo no sepa ya.

Ron, naturalmente, se mostraba muy escéptico ante sus afirmaciones sobre los ordenadores, pero sabía que Draco tenía razón al mostrarse reacio a incorporar a Granger. Ella era del tipo que creía que era capaz de hacer el trabajo cualquiera mejor que ellos.

Draco estudió a su compañero, maravillándose un poco de todo lo que le trajo hasta aquí. 

El camino de Draco hacia los aurores fue inusual e indirecto. Empezó gracias a Harry Potter, de entre todas las personas, que se presentó en la mansión Malfoy a los seis meses de empezar su entrenamiento como auror, justo después de que le liberaran de una breve estancia en Azkaban por sus actividades durante la guerra. Draco terminó la mayor parte de su séptimo año durante la propia guerra y cursó sus ÉXTASIS a distancia mientras esperaba a que comenzara su juicio, pero por supuesto no tenía perspectivas de trabajo cuando salió de la cárcel. Sus padres no creían que necesitará un trabajo y, la verdad, sabía que ellos tenían razón. Pero cuando llegó Harry, solicitando alguna ayuda puntual con la legilimancia, se encontró accediendo, aunque solo fuera para liberarse del agobiante aburrimiento y escapar de los recuerdos que le rodeaban en la mansión.

Los aurores se mostraron cautelosos al principio y, en particular a Ron, no le hacía ninguna gracia tenerlo allí. Pero Harry insistió en que Draco podía ayudar durante los interrogatorios a los prisioneros porque era más hábil con la magia mental que la mayoría de los aurores supervivientes o los nuevos aprendices. En aquel momento, Draco no sabía cómo Harry conocía sus habilidades con la oclumancia y la legilimancia, pero no hizo demasiadas preguntas al respecto porque estaba ansioso por tener algo que hacer.

Se pasó unos dieciocho meses ayudando a los aurores a interrogar a los mortífagos y simpatizantes que escaparon durante la Batalla de Hogwarts. Los aurores los acorralaban y luego Draco ayudaba a extraer recuerdos para que los aurores los utilizaran como pruebas. Era un trabajo por encargo y era lo único que Draco creía que llegaría a hacer para el DMLE.

Un día, los aurores atraparon a Amycus Carrow y todo cambió.

Carrow venía escoltado por Harry y el propio Gawain Robards. Cuando se acercaron a la mesa de la sala de interrogatorios, Amycus se puso en movimiento y consiguió quitarle la varita a Robards e incapacitarlos a ambos. Draco, por supuesto, no tenía su varita mágica gracias a los protocolos de seguridad estándar, pero siempre fue bastante hábil con la magia sin varita y la practicó bastante, primero mientras era mortífago y luego entre misión y misión en el Ministerio. Draco consiguió lanzar un incarcerous sin varita, antes de desarmar a Carrow. Terminó golpeando a Carrow tan fuerte que se desmayó.

Draco nunca olvidaría la expresión sorprendida que Harry puso aquel día y Robards le anunció a Draco que tendría una plaza en la academia de aurores si alguna vez quería una.

«Te perdonaré la condena de Azkaban. Siempre fue un montón de mierda de todos modos. Te coaccionaron».

Y eso fue todo.

Draco terminó el programa de auror dos años después que Harry y Ron. Para cuando lo terminó, Harry y Ron fueron separados como compañeros porque, como le gustaba decir a Robards: «No se puede confiar en que no vayan a hacer algo increíblemente estúpido cuando están juntos.»

Durante los años en que Draco trabajó como legeremante y luego en la academia de aurores, Ron empezó a tolerar a Draco a regañadientes. Pero no se convirtió en una verdadera amistad hasta que fueron compañeros y aprendieron que, en realidad, trabajaban bastante bien juntos. Los dos eran estrategas a su manera y la cabeza fría de Draco solía templar la caliente de Ron. En aquellos días, Draco pasaba más tiempo con Ronald Weasley que con ninguna otra persona, eso significaba que también veía muchísimo a Harry Potter. Draco se convirtió en un habitual de la Madriguera y de Grimmauld Place, sobre todo desde que uno de sus mejores amigos se casó con la hermana de Ron. Entre Draco y Blaise trajeron a Theo al redil, incluso Pansy consintió en aparecer de vez en cuando.

Era una de las cosas más extrañas que le sucedieron al Draco adulto y sabía que si alguien le dijera a su yo de once años que ocurriría esto, nunca se lo creería.

—¿Algo bueno? —preguntó Ron, mientras miraba la bolsa que Draco sostenía con impaciencia.

—Lo de siempre —dijo Draco, lanzándosela. 

Ron la cogió con destreza. 

—Dos bollos, ese extraño soufflé de huevo que te gusta y una ración de beicon. Por favor, ten cuidado con la grasa esta vez.

Ron puso los ojos en blanco y murmuró «gilipollas» en voz baja, pero sabía que no debía quejarse demasiado alto. La última vez que lo hizo, Draco lo castigó con una semana de tostadas con judías. Era una de las pocas comidas que Ron despreciaba completamente.

Draco sacó su propio bollo y se pusieron a comer en un silencio bastante agradable cuando se abrió la puerta de la salita de reuniones y entró Brad Boynton. Draco suspiró mentalmente. Brad era muy simpático, pero bastante ruidoso y muy americano. Sin embargo, a Ron parecía gustarle, así que Draco también lo soportaba.

—Ron, necesito que vuelvas a hablar bien de mí a Hermione —dijo Brad, sin detenerse a saludar—. Ayer no supe nada de ella.

Draco dejó de masticar para escuchar atentamente.

—¿Por qué ibas a tener noticias de ella ayer? —preguntó Ron confundido.

—Porque tuvimos una cita el miércoles por la noche. ¿Te acuerdas? Era la tercera. Y las cosas iban bien cuando su teléfono muggle sonó y tuvo que irse. Dijo que era una emergencia con su trabajo muggle.

Draco intercambió una mirada con Ron.

—Así que tuvisteis tres citas y luego qué… ¿ella se echó atrás? —preguntó Ron.

Brad hizo un sonido irritado.

—Ya te lo dije, era una emergencia. Pero me dijo que miraría su agenda para ver cuándo podemos quedar. Tengo que volver a verla, tío. Sus tetas son fantásticas. Tetas para días, ¿sabes lo que quiero decir?

Una sensación desagradable se desencadenó en la boca del estómago de Draco. Por desgracia, le resultaba bastante familiar. Hermione Granger tenía citas con casi todos los aurores solteros del cuerpo, con la notable excepción de él y Harry. La mayoría de ellos, sin embargo, tenían la sensatez de no besar y contarlo cerca de Ron, por lo que Draco rara vez tenía que sufrir los detalles tampoco.

Una fea expresión cruzó el rostro de Ron ante este comentario. 

—Me es bastante familiar, sí —dijo en tono frío—. Salí con ella durante casi tres años.

—Sí, pero eso fue hace más de una década, ¿no? —dijo Brad, que parecía no percibir la advertencia en la voz de Ron—. Sabía que tenía una bonita figura, pero es menuda, ¿verdad? Así que no podía decir si sus tetas parecían grandes porque el resto de ella es pequeño o si realmente son tan grandes, así que cuando se quitó la blusa… bueno, fue perfecto. Juro que eran simplemente… —y luego hizo un grotesco gesto de apretar alrededor de su pecho que hizo que las fosas nasales de Ron se ensancharan de forma peligrosa.

Draco ya estaba harto y lo interrumpió:

—Granger se habría puesto en contacto contigo si quisiera volver a verte. Probablemente deberías captar la indirecta.

Brad frunció el ceño.

—Pero dijo que era una emergencia y…

—Déjame adivinar —dijo Draco con ironía—. Su móvil sonó justo cuando estabas a punto de meterte en sus bragas, ¿verdad?

La cara de Brad se puso de un feo color rojo. 

—Sí, pero…

—Entonces pilla la indirecta —dijo Draco con firmeza—. Ella no está interesada.

—¿Cómo demonios lo sabes? —preguntó Brad.

—La conozco bastante bien —dijo Draco, y Ron asintió a su lado—. Llevo más de diez años trabajando con sus mejores amigos y la conozco desde que teníamos once años. Créeme, no hay nada que puedas ofrecerle a una mujer como ella. Es mejor que cortes por lo sano ahora. No hagas que ella lo haga por ti, porque no te gustará lo que sentirás cuando te deje.

Brad abrió la boca para responder, cuando el familiar y excitante sonido de Hermione Granger en pie de guerra llegó resonando por el pasillo.

—Ah —dijo Draco, mientras una gran sonrisa cruzaba su rostro—. Leyó mi informe.

Ron gimió:

—¿Qué has hecho esta vez?

Brad miraba entre ellos confundido, pero Draco se limitó a dar un suspiro satisfecho mientras entrelazaba los dedos detrás de la cabeza y se recostaba en la silla. No podía esperar, joder.

—¡MALFOY! —gritó ella mientras abría de un empujón la puerta de la sala de conferencias.

—Buenos días, mi reina —dijo Draco con una sonrisa relajada que hizo que Ron gimiera en voz baja a su lado.

—¡NO ME DIGAS «MI REINA», GILIPOLLAS! ¡ESTO ES ACOSO SEXUAL!

Y con eso golpeó el sobre que, sin duda, contenía su informe sobre la mesa frente a él.

—¿Acoso sexual? —dijo Draco con una sonrisa burlona—. No estoy seguro de lo que quieres decir.

—¡Sabes exactamente de lo que estoy hablando! «¡Imaginé sus manos enguantadas estrangulándome y sus labios rozando los míos mientras lo hacía!» O qué tal «¡la dama en el ataúd no era la única cosa dura como el hierro allí ese día!» Ah, ¡y no podemos olvidar mi favorita! «Está hecha de la carne más decadente en la que un hombre podría hundirse»…

Draco se lamió los labios mientras le pedía a su polla que se comportara. Merlín, le encantaba irritarla. Lo volvía loco, y hacer que Hermione Granger se volviera loca era uno de sus pasatiempos favoritos.

Nunca fallaba en darle una erección.

—¿La dama del ataúd? —dijo Brad—. Espera, ¿tú también estuviste en ese funeral, Malfoy?

Draco no lo miró a los ojos, sino que observó la reacción de Granger. Ella se giró sorprendida al ver a Brad allí de pie en la esquina y luego su rostro se puso de un suave tono rojo por su pregunta.

«Fascinante. No le habrá hablado de mí».

—Lo hice —dijo Draco, sin apartar los ojos de la cara de Granger—. Hermione y yo tuvimos un buen intercambio, ¿verdad? Creo que hasta Su Majestad la Reina quedó impresionada con nuestra brujita.

El pelo de Granger empezó a crepitar de rabia y Draco le dirigió una gran sonrisa. 

—¿No estás de acuerdo? Parecía muy prendada de ti, al igual que… otras personas de tu entorno.

—Tú… —siseó ella—. Tú…

Parecía demasiado enfadada para terminar la frase.

—¿Yo qué? —preguntó Draco inocentemente—. ¿Me equivoco? Claro que no me equivoco. Estabas divina.

Entonces Draco se volvió hacia Ron y Brad. 

—Llevaba un traje de chaqueta negro de lana ultrafina. Tenía solapa tipo chal, con el broche de diamantes en forma de lirio que Harry le regaló por Navidad, justo después de la guerra. Llevaba un collar de perlas de dos vueltas, la de arriba de dieciséis centímetros y la de abajo de dieciocho, para que tuviera el largo princesa. Perfectamente combinadas, por supuesto. Diría que sus pendientes medían al menos nueve milímetros y también estaban rematados con diamantes. Luego estaban las medias, de seda fina, y los zapatos, obviamente, los nuevos Louboutin que hacen furor entre las damas. Las suelas rojas los delataban. Y, por supuesto, su tocado era muy elegante. La red le daba un aspecto inocente y peligroso al mismo tiempo.

Brad se quedó boquiabierto, pero Ron se limitó a poner los ojos en blanco. No era la primera vez que oía a Draco hacer un perfil de alguien basándose exclusivamente en su ropa.

Granger se sonrojo. 

—Era perfectamente apropiado —gritó.

Draco le devolvió la mirada. 

—¿Alguna vez dije que no lo fuera? Simplemente dije que estabas divina, ¿no? Y estoy seguro de que Brad estaría de acuerdo conmigo si hubiera tenido la suerte de verte así. Por otra parte, él podría preferirte sin ropa. Nos estaba contando cómo terminó vuestra cita.

Al oír esto, Granger jadeó y se volvió hacia Brad, que estaba balbuceando.

—¡No he dicho ni una palabra! —insistió.

—Solo estabas comentando acerca de sus excelentes pechos, colega —señaló Ron.

En ese momento, toda la furia de Hermione Granger se volvió contra Brad Boynton. Draco casi sintió lástima por el tipo. 

Casi.

—¡Tienes suerte de que no te haya obliviado! —siseó ella—. ¡Quizás debería hacerlo, ya que nunca encontraste mi clítoris!

Brad jadeó, Ron se atragantó y Draco tuvo que taparse la boca con la mano para no reírse a carcajadas.

—Y en cuanto a ti —dijo, volviéndose hacia Draco y acercándole el informe—. Si realmente pretendes presentar semejante mierda, adelante. Pero primero debo insistir en que corrijas los errores que encontré: en tres lugares no has utilizado la coma de Oxford, dos participios sueltos y una irritante tendencia a la voz pasiva.

Lanzó una última mirada mordaz a Draco, lo que hizo que los pantalones le volvieran a apretar, y luego se marchó, con los tacones repiqueteando agresivamente mientras se alejaba.

Los ojos de Draco se clavaron automáticamente en su culo y Ron le dio un pisotón.

Draco lanzó una mirada inquisitiva a su compañero y Ron se limitó a girar la cabeza hacia Brad, que la miraba boquiabierto, con una mezcla de mortificación y algo que se parecía incómodamente al amor verdadero en el rostro.

«Oh, joder, no».

—¿Lo ves? —dijo Draco—. No está interesada.

—Pero yo… —dijo Brad, un poco sin aliento.

—No —dijo Ron con firmeza—. Ya no tienes mi aprobación.

—¡No necesito tu aprobación! —insistió.

—Sí la necesitas —dijo Ron—. Y también necesitas la de Harry. No la tendrás de ninguno de los dos. No es nada personal, amigo, pero no somos tan unidos como para que irrumpas aquí y hables de sus tetas.

Brad frunció el ceño.

—¿Y tú estás lo bastante cerca de él —señaló a Draco— como para dejarle hacer... lo que quiera que fuera eso?

Ron miró a Draco y se encogió de hombros. 

—Sinceramente, sí que lo estoy. Y además, Hermione no necesita mi ayuda con él. Esto es simplemente algo que hacen.

Brad soltó un suspiro y refunfuñaba ligeramente mientras salía de la salita de conferencias. Draco no pudo evitar notar que miraba hacia el ala administrativa del DMLE con bastante esperanza.

—Tendrás que echarle un ojo —dijo Draco mientras abría la carpeta y sacaba el informe, ansioso por ver cuánta tinta roja le dejó Granger.

Ron abrió la boca para responder, pero en lugar de palabras, salió un bufido que se convirtió en carcajada. Se agarraba el estómago mientras miraba fijamente a Draco.

El cosquilleo de magia que Draco sintió al tocar el pergamino le dijo todo lo que necesitaba saber al respecto.

Bueno, no todo.

—¿Qué me ha tocado esta vez? —preguntó Draco con voz sufrida.

—Tu pelo. Es rosa —jadeó Ron.

Draco gruñó mientras se llevaba un mechón hacia el ojo y veía el tono más absurdo de rosa chillón que jamás viera. Eso era bajo, incluso para ella. Ella sabía que su pelo era sagrado. Era su mejor rasgo, aparte de sus ojos, su mandíbula y la forma de su cuerpo.

Esa pequeña descarada.

Por otra parte, Draco sabía que debía esperarse algo así. Porque eso era lo que pasaba con Hermione Granger: cada vez que él la fastidiaba de verdad, ella le devolvía el golpe con la misma fuerza. Probablemente era lo que más le gustaba de ella, si era sincero. Podía no gustarle, pero ninguna otra mujer se atrevía a ponerlo en su lugar como ella.

No era la primera vez que Draco se preguntaba si era masoquista.

Los pantalones volvieron a apretarle.

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