Victoria

Harry Potter - J. K. Rowling
F/M
G
Victoria
Summary
¿Existe ira más grande que la de una madre alterada y fuerza más poderosa que la de un padre espantado?Nada tenía que haber salido así. Es lo único de lo que tienen certeza dentro de todo ese caótico bucle de luz, gritos y lagrimas.
Note
Bloqueo de escritor, lloren conmigo.Puede ser que este este tedioso y no tan bueno como los demás, pero espero poder regresar con algo más divertido de leer.

La noche es fría e inmisericorde.

La lluvia cae, torrencial y helada, rayos iluminan por segundos e inundan el aire con rugidos furiosos. Un reflejo del presente, el cielo furioso replica la tensión y acción que ahora pasa entre aquellos bosques. Porque no solo son los rayos los que iluminan con furiosa luz esa noche.

Nada tenía que haber salido así.

Las gotas de lluvia golpean su las ventanas y paredes inmisericorde, como si la misma naturaleza intentara echarlas de ese falso refugio en el que se encuentran. Afuera un infierno sobre la tierra. Nada debía salir así, ese no había sido el puto plan, nunca lo fue.

Su mente y lengua no dejan de soltar insultos al maldito Dumbledore por forzarla en una situación así. Su intención había sido huir, liberarse de ese horrible error que cometió, irse con Klaus a Nigeria y empezar una vida ahí, la vida que habían soñado juntos, dejar atrás los problemas de esa guerra civil, pero no, las cosas se habían vuelto tensas. Klaus tuvo que reclamar su lugar como Lord Mulciber y las filas de Mortífagos ser fortalecieron al punto de comenzar las primeras olas de violencia, arrastrándolos de regreso al torbellino.

Entonces vino la jodida profecía. Sí, ella y Lily no habían hablado en años, desde ese fatídico día en el Lago Negro, mismo que sucedió porque Dumbledore nunca se preocupo por detener el problema de Bullying en su escuela. Pero que ya no hablara con ella, que se casara con el hombre que más odia en esa vida, no es suficiente para hacer que Severin le desease la muerte.

 Y en busca de alguna especie de ayuda que no terminará con ambos muertos, ella tuvo que recurrir al profesor, desesperada por un poco de ayuda y había caído por los juegos del vejete cabrón. Terminar como un peón, trabajando por la gran orden que solo eran un montón de gente que despreciaba desde hace años, ni una pizca de respeto para ella. Klaus quiso negarse, horrorizado por completo, pero comprensivo a que significaba, sin esa venda en los ojos, sabía que esa ola de violencia solo podría terminar en muertes al por mayor, por lo que, a regañadientes, terminó por seguirla en ese camino.

Podía lidiar con ello, hacer el juego de doble espía, sin problema… hasta que sucedió.

Y ahora paga el precio de ello.

Grita adolorida, su cuerpo entero tenso, sus músculos cansados, cada parte de ella exhausta, pero no esta ni cerca de acabar toda esa jodida tortura, lo peor, esa es la parte voluntaria de su tortura. Al instante, un paño mojado es puesto sobre su frente, Narcissa hace lo mejor que puede con las tres cosas que tienen en esa cabaña abandonada. La única cuyas protecciones no han caído y esta siendo protegida con toda la fuerza que les queda a las escasas filas.

Fue fácil descubrir al traidor de los Potter, con Regulus dispuesto a darle la espalda del Lord Oscuro y presentar información que nadie más podía tener, Pettigrew ahora se pudría en Azkaban, atormentado día y noche sin final ni cuidado. El Lord Oscuro había caído ante la intervención de Aurores en el Valle de Godric, Lily y su hijo estaba bien y, para desgracia de Severine, también Potter. Merlín tiene un retorcido sentido del humor.

Y cuando cortas la cabeza de la serpiente, el resto del cuerpo cae en completo caos.

Se suponía que ella saldría de ahí antes de que todo se fuera al carajo, un error de cálculo, eso fue lo que paso. El puto de Alastor fue el culpable, él y sus glorificados problemas de ira explotaron al ver a Evan, aventándose sobre él como un sabueso sanguinario y siendo correspondido con creces. Se suponía que esa base secreta era la última que quedaba, con los últimos mortífagos, capturando los últimos cabos sueltos.

No esperó que los hechizos comenzaran a volar, que la barrera fuera puesta antes de que ella y Klaus pudieran escapar, y menos que la humedad entre sus piernas escogiera ese puto segundo para explotar. El intercambio de miradas entre ella y Klaus fue suficiente para que ambos maldijeran todo lo que se moviera.

Ahora estaban escondidas en la ultima casa en pie, mientras afuera los hechizos vuelan en luces de colores.

—Respira, Sev.

—¡Lo vengo haciendo por la ultima hora!

—Y más te vale seguir haciéndolo después de hoy — A su lado y sosteniendo su brazo en señal de apoyo, esta Narcissa.  El cabello rubio de la bruja perdió cualquier forma elegante, empapada de pies a cabeza mientras hace lo posible por apoyarla en esa carrera contra el tiempo, agradece en mil idiomas su presencia y cuidado, aunque le encantaría más que ninguna de las dos estuviera ahí.

Narcissa tiene buena intensión y experiencia, pero incluso ella se encuentra presa del pánico a lo que ocurre. Improvisa tanto como puede, entre la abandonada casita encontró algunas toallas abandonadas, una llave que si suelta agua y una cama.

La cama ahora estaba siendo ocupada por ella, y una de las toallas, remojada en agua fría, estaba siendo usada para limpiar el sudor de su frente y consolar el calor y ardor de su piel.  Entonces otra contracción le arranca un grito, poniendo más nerviosas a las brujas presentes.

Escondidas de la pelea, están ella, Narcissa, Alecto Carrow y Arixa Rowle. Alecto puesta en la seguridad por su propio hermano tras recibir una grave herida en el costado, y Arixa por ser incapaz de pelear sin Axas y Xaria a su lado. Los trillizos Rowle son letales solo cuando están juntos, por separado son totalmente inútiles. Alecto se mantiene sentada en uno de los viejos sofás, apenas llegó con la bendición de Morgana y una toalla en su costado, ahora atendida por Arixa, aun así, la bruja cedió la cama para Severa sin necesidad de que se lo pidieran o pensarlo más de dos segundos, incapaz de levantarse. Deja que la bruja azabache atienda cuanto pueda su herida con temple estoico, toalla ensangrentada en mano, pero sus ojos celestes centrados en la escena frente a ella, atenta incluso cuando no puede intervenir.

—¡¿No podrías haberte quedado en casa?! ¡¿Venir preñada?! ¡¿Estás loca o qué?! —Alecto riñe, la ansiedad siendo demasiada para ella.  

—¡Tampoco fue mi plan, te aviso! —se defiende Severa, en medio de otra poderosa contracción— ¡Carajo! ¡Muy contenta estaría de estar en cualquier otro puto lugar del mundo!

—¡Ahora no es el momento para regaños, por mucho que quiera hacerlo! —interviene Narcissa, apartándose del lado de Severa para revisar el espacio entre sus piernas abiertas, su dignidad apenas mantenida por sus túnicas, transfiguradas a un camisón blanco— ¡Respira, Severa!

—¡Estaría muerta si no estuviera respirando, Black! —es la respuesta de Arixa, más nerviosa que nada.

—¡Necesita relajarse!

Una explosión fuera sacude la casita entera, los rayos del cielo ahora más enfurecidos. La tormenta empeora y la batalla se aviva cada segundo más.

—¡¿También querrá una limonada con eso?!

—¡Cierra la puta boca, Rowle! —ladra Alecto, ganándose una mirada de ira por parte de la azabache.

Su embarazo había sido una gran sorpresa. Una aterradora sorpresa.

Cuando recién comenzaron los malestares, pensó que se había enfermado, cuando siguieron y siguieron, cedió a un medimago. Recibir la noticia la dejó en un trance por días.

La idea de tener hijos jamás apareció en su cabeza. Siempre pensó de si misma como una mujer demasiado ambiciosa, seca y con poco carácter para ser madre, solía burlarse de que cualquier hijo suyo sería un pobre desdichado de tener una madre como ella. Pero una parte de ella, minúscula y perdida entre las estrellas, se permitía pensar en como sería formar una familia. Su propia vida familiar estaba de la mierda, con una madre dócil y un padre abusivo, con una madre débil y un padre iracundo, lo único decente de su padre era que sus manos nunca se ponían sobre ella para otra cosa que no fuera golpearla por ser “inadecuada”. Pensó que jamás querría ser como Eileen, y el primer paso para ello era no enamorar (Falló en ese con creces, una puta sonrisa de Klaus cuando lo derribó con una maldición bastó) y lo segundo era no tener hijos con ese amo, (Segundo mayor fracaso).

Klaus la persiguió tanto como pudo para sacarle la verdad, y cuando lo descubrió, su reacción fue algo más. Klaus siempre fue un hombre confiado, descarado y ni un tantito inseguro, siempre cargándose a si mismo con una soltura que rayaba el narcisismo, nunca parecía ser tomado por sorpresa y siempre era capaz de reaccionar a las peores situaciones en tiempo record. Y esa tarde, cuando fue arrinconada por un paranoico Klaus, que rogaba porque su vínculo dejara de ser bloqueado y hablara con él, cuando le soltó la verdad, fue como si le mundo hubiera rodado en dirección contraria: Lagrimas.

El gran Klaus Mulciber cayó de rodillas, llorando lagrimas aterradas mientras se aferraba a la cintura de su esposa.

Porque tener una familia con ella era el mayor sueño de Klaus, siempre lo fue, pero que se hiciera realidad en esas circunstancias, donde ni todo su poder, dinero e influencia podía asegurar que todo saliera bien, era tan jodidamente aterrador.

Pensaron en… detenerlo, en detener el embarazo y dejar ir ese sueño para más adelante en la vida, pero basto con intercambiar miradas para saber que ninguno de los era emocionalmente capaz de hacerlo, capaz de dejarlo irse, de desaparecer ese fruto de su amor y unión. Severa pensaba que solo podría amarlo una vez naciera, que, si tenía que dar hijos, sería por deber como esposa de un sangre pura y Lady de una casa noble, pero encontrarse un profundo rechazo en su ser a perder la vida que comenzaba a tomar raíz en su vientre… fue un gancho que se llevó sus últimos nervios y la tuvo llorando a un lado de su esposo por al menos una hora.

No su mejor memoria, ni la mejor reacción, pero decidieron… seguir adelante con ello.

Pero claro, una guerra no se detiene por un embarazo, y una guerra necesita un espía. Puto Dumbledore.

Negara hasta su muerte el lastimero llanto que ahora sale de su garganta. Su cuerpo enteró arde, duele, está frío y caliente, nada lo detiene, simplemente crece y crece sin tregua, los intentos de Narcissa por consolarla y guiarla caen planos ante la intensidad de las sensaciones físicas y mentales que ahora tiene. Porque dar a luz en medio de la puta nada, con una tormenta eléctrica, sobre un campo de batalla, dentro de una cabaña abandona por toda deidad, lejos de Klaus y socorrida solamente por su amiga no era como se imagino darle la bienvenida a su primogénito.

Puede sentir a Klaus, su ansiedad, su miedo, su enojo, todo de él, la adrenalina corre por las venas de los dos, por razones completamente diferentes que terminan por hilarse entre sí hacia lo mismo: salir vivos del campo de batalla.

—Black, ¡¿Estás segura de lo que estas haciendo?!

—¡Ya di a luz antes!

—¡Eso no te da conocimientos médicos! —Rebate Arixa.

—¡¿Quieres cambiar lugar?! —le ofrece a Arixa.

—¡Nadie toma el lugar de nadie! ¡Ah, mierda! —grita y cae sobre el viejo colchón, jadeando, es un bizarro detalle que pueda ver la ventana desde donde esta, porque tiene la mejor vista a como Aurores comienzan a rodear la casa, desesperados por romper las protecciones para tomar a los últimos que quedan, es testigo de como cada hechizo para carcomiendo la fuerza de la magia y el miedo crece cada vez más.

Horas dentro del mismo bucle, todo estaba de mal en peor. Klaus trataba de hacer lo mejor que podía, mandando su calor y amor a través del vínculo que los une, pero no puede concentrarse en eso, estando en medio de la jodida batalla campal. Incluso si ambos tratan de proteger al otro del terror que sienten, no tiene éxito en protegerse a si mismo de su propio horror.

El miedo los hace buscarse inconscientemente, tira el vinculo que los une en ambas direcciones sin ser capaces de detenerse, apenas dándose cuenta cuando sus respectivos mundos cambian de lugar.

En un parpadeo, es destartalado techo de madera es reemplazado por nubes negras, las sábanas en su espalda por lluvia y el ruido a su alrededor más fuerte. Los hechizos vuelan a su alrededor y ella es veloz es esquivar aquel que pasa demasiado cerca, invocando un protego a su alrededor con suficiente fuerza para darle tiempo de entender que está pasando. Voltea sobre su hombro y tiene la imagen de Black con la varita alzada en su dirección, de la punta sale un hechizo.

Un duelo que ella no termina, porque de un tirón, Klaus vuelve a cambiar de lugar, regresándola a su cuerpo dentro de esa casita. Habían acordado no intercambiar hasta que ambos coincidieran, los cambios bruscos podrían ponerlos en desventaja mientras toman conocimiento de que los rodea, incluso si van vigilando lo que pasa al otro lado, el cambio siempre es mareante. Pero la confusión se queda en su mente, se aferra al hilo para evitar que Klaus lo bloquee. Lo puede sentir concentrarse, usar su magia, pelear con todo lo que tiene hasta que encuentra refugio en quien sabe que anormalidad del bosque. Como un motor, exhala calor y vibra por la acción, por lo que sabe que esta alerta. Las voces de Axira, Alecto y Narcissa se funden en una bruma que no escucha ni distingue, escondida en su propia mente.

“Esto está demasiado mal, Klaus”

“Lo sé, ¿Crees que puedas aguantar, Vera?” —Sabe, lo siente, el arrepentimiento, el rencor y dolor de Klaus al tener que estar lejos en vez de a su lado, de tener que estar peleando mientras ella comienza el trabajo de parto. Él quería estar ahí, lo dijo más de una vez, y Severa lo quería ahí con ella, lo confirmó más de una vez.

Esta distancia forzada, este miedo y atmósfera estaba haciendo lo suyo sobre ambos.

“No, las contracciones son demasiado fuertes Klaus”

Algo pasa del otro lado que Klaus maldice y cierra los ojos cuando la siente demasiado cerca, empujándola de regreso a su cuerpo. Sea lo que sea, fue tan fuerte como sacudir a Klaus completo, mental y física, y fue tan poderoso como para hacerlo ocultar la verdad de ella.

“No, Vera, concéntrate en ti. Escucha, Carrow y yo nos encargaremos de distraer a los aurores, ¿Crees que estes bien hasta que esta mierda se calme?”

“Narcissa no me dejara morir”

“No a lo que me refería, pero bueno de saber. Tendré que mandarle una canasta de frutas de oro a Malfoy”

“No te atrevas a morir, no te perdonare si mueres ahora”

“Sin presión entonces.”

“Tengo miedo, Klaus” Confiesa algo que el otro ya sabe de memoria, porque comparten pensamientos y sensaciones, lo sabe porque están vinculados más allá de una firma en un papel, más allá de las regulaciones del ministerio, fue hace años que hicieron el ritual que la familia Mulciber esconde y los volvió uno. Y ser uno significa conocer al otro en su totalidad.

Una cálida sensación fantasma cae sobre su hombro, como el calor de una mano que no esta ahí, como el amor que está lejos, un intento de Klaus de consolar.

“Lo sé, Vera, yo también, pero no dejare que pase nada. ¿De acuerdo? Estarás a salvo, ambas estarán a salvo”

Y eso es lo ultimo que escucha antes de que una contracción forzara su mente a concentrarse en su cuerpo y una explosión forzara la atención de Klaus de regreso a la batalla. Grita ante el dolor, doblándose en sí misma, sostiene en puños la vieja almohada en su cabeza y ladea la cabeza, buscando en la tela soporte y escape, en vano, no tiene tiempo en respirar cuando su cuerpo entero vibra por la siguiente contracción. Al instante tiene a Narcissa entre sus piernas, revisando que esta pasando y maldiciendo como una dama de alta elite no hace.

—¡Ya no hay tiempo! ¡Sev, respira y escúchame! —pide ella, hincándose para quedar entre sus piernas. Alcanzando los hombros de Severa para sacudirla y hacerla abandonar su escondite de tela— ¡Sé que esto no es ideal, sé que tienes miedo, pero el bebé viene ahora!

Sí, ya lo notó, muchas gracias.

—¡Pero Klaus! ¡Él- Él quería estar- debería! —cualquier palabra que quisiera decir, expresar su deseo de tener a su esposo cerca para ese momento se pierde en otro grito. Narcissa suaviza su mirada, empática al miedo y al dolor, por lo que sube su mano de su hombro a acunar su mejilla, como cuando eran estudiantes y Severa lloraba por su reflejo en el espejo.

—Sí, lo sé, pero ahora, lo importante es que pujes, Sev. —Su voz es gentil, pero firme, intentando consolarla y guiarla al mismo tiempo. —Esta lista— su palma se coloca sobre su vientre, sobre donde aun esta su hija— y necesita ayuda.

Mira a Narcissa entre lágrimas y sudor, después a su vientre. El amor, anticipación y miedo que siente, por la idea de que se ira, de que ya no tendrá a su pequeña estrella dentro con ella, que lo primero que verá su niña será una casa destartalada en medio de una tormenta, esta aterrada, porque este no era el plan. Porque falló como madre, porque ni siquiera ha nacido y ya arruinó el primer recuerdo de su hija.

Pero cualquier duda, cualquier temor, se ve eclipsado por la ola de calor que llega desde el otro lado del vínculo.

“Sigo aquí, Vera. Y estaré ahí. No has fallado”

Puto Klaus y sus tiempos perfectos.

Mira los ojos azules de Narcissa y da el más pequeños asentimiento. Ella lo entiende al instante. Tienen que hacer esto, de un modo u otro.

—Puedes elegir: puedo sostenerte mientras lo haces, pero tendrás que recibirla tú entre tus manos, o puedo recibirla yo, pero no podre darte soporte. —Son las opciones que tiene, pero no confía en sus manos, no confía en sí, y lo más importante es su hija.

—Recíbela.

Toallas vuelan hacia donde están ambas mientras Narcissa sube más el camisón y separa sus piernas. Todo su cuerpo duele, su cadera arde, siente cada parte de si rasgarse en inflamarse, como si su cuerpo estuviera en llamas después de sumergirse en agua hirviendo.

—Cuando sientas la siguiente ola, puja, Sev. —Le da obvias instrucciones Narcissa, pero Severa las agradece, por lo que asiente y respira al ritmo que marca la rubia, entonces su cuerpo se tensa otra vez— ¡Ahora! ¡Puja, Sev!

Lo hace, por Merlín que sí, empuja y tensa su cuerpo de acuerdo con como siente la ola, empuja con todas sus fuerzas, puja lo más que puede cerrando los ojos ante el dolor. Cada centímetro es un centímetro desgarrado que pandea su dedicación, el dolor se recorre a todo su cuerpo y la ola pasa, dejando su cuerpo caer en una falsa relajación, porque cada musculo sigue tan tenso como una tabla. El amor es dolor, eso escuchaba antes a su madre decir, siempre lo pensó como una excusa de la bruja a los abusos de su marido, nunca pensó que sería una lección de vida, porque ahora, el vínculo que la une a Klaus es el mismo que jala de sus tendones, que la hacen llorar heridas que no tiene, pero que Klaus recibió. No hay tregua en esa tormenta de miedo y dolor, porque en el momento en que pueda recuperar el aire entre contracciones, una explosión fuera la hará sentir el impacto en su propio cuerpo.

No ayuda que una explosión, un ataque a las barreras mágicas, de justo en la ventana en la que están, haciéndola hiper consciente de la batalla que tiene contra el reloj.

—¡Ignóralos! —ladra Narcissa— ¡De nuevo!

Otra ola, otra tortura. Empuja tanto como puede, se esfuerza, saca fuerza de su propia voluntad, del cuidado de Narcissa, saca fuerzas de entre sus pensamientos. Esta cansada, cansada del dolor, cansada de la tensión, cansada de esta situación, los minutos se funden en horas y las horas en segundos, porque no hay noción del tiempo en esa tortura biológica a la que se somete por el amor a una vida que aún no conoce. Flashes de la batalla, del techo, del miedo, de la anticipación, todo se junta en un mar que lentamente la ahoga, encontrando nada de lo que aferrarse más que insulsa y polvosa tela bajo sus dedos.

A un lado, en el sillón, Alecto Carrow chista la lengua.

—Déjame— aleja la varita de Axira de si, no responde a la confusión en el rostro de Rowle mientras se levanta con dificultad y hace su camino hasta la cama de parto.

Severa es movida de su momentáneo descanso cuando manos distintas toman sus hombros. Voltea y encuentra los ojos casi celestes de Alecto Carrow, viéndola con su rostro estoico y total atención, antes de que el agarre en sus brazos se fortaleciera y su cuerpo superior fuera levantado de la cama. Dejándola medio sentada, una posición que no podría mantener por si misma por como toda fuerza de su cuerpo se concentra en la acción de pujar.  

—¿¡Carrow?! ¡¿Qué carajo?!

—Considéralo un pago— es lo único que dice la bruja cobriza mientras toma asiento a sus espaldas y hace que el cuerpo de la pelinegra se recargue sobre el propio, sirviéndole como el soporte que Narcissa no puede dar por estar más ocupada en el gran evento.

Sí, nunca fue una gran amiga de la mestiza, llevada por los valores que le dicen que ella es mejor a la azabache, por el simple hecho de ser una Carrow, pero un valor más grande es repagar las deudas ante la primera oportunidad. Es decir, pudo haberla dejado tirada cuando cayo herida o cerrar las protecciones tras su entrada y dejarla ser el problema de su hermano en medio del campo de batalla, pero en vez de eso, se detuvo y extendió su mano en su dirección, jalándola dentro. Y es por eso por lo que entrelaza su mano con la de Snape.

—Imagina que soy Mulciber o tu amiguita, cuyo nombre ya se me olvido, y concéntrate.

Narcissa mira con duda a Carrow, al igual que Severa, pero la atención de ambas es rápidamente regresada. De nuevo sincroniza su respiración, más fácil con Carrow a sus espaldas, guiándola con sensaciones.

—¡Puedo ve-

—¡Sin detalles! —gritan Alecto, Severa y Axira al mismo tiempo.  

Y una vez más, con el cuerpo a sus espaldas, con la presencia cercana, su mano con el soporte y con su atención sobre su cuerpo, empuja. Pero cada parte de su cuerpo y alma duele, no hay consuelo ni pausa, no puede cerrar los ojos e imaginar que la mano de Alecto es la de Klaus, porque cuando cierra los ojos, puede ver la verdadera mano de Klaus, sucia, mojada con sangre y lluvia. Puede sentir las explosiones que su mente bloquea fuera de la casita y no puede lidiar con el terror de su porvenir.

—¡Falta muy poco, Sev! ¡Solo una vez más! ¿Me escuchas? ¡Solo una vez más!

El aire arde al entrar, todo su cuerpo esta tieso y acalambrado, el mismo intento de mantener su cabeza fuera del hombro de Alecto es demasiado y sabe que cada parte de su cuerpo esta temblando. Debe hacerlo, debe terminarlo, no puede dar vuelta para atrás.

Cierra su mano sobre la de Alecto, respira y monta la siguiente ola.

Saca fuerza de entre sus pensamientos, saca fuerza del recuerdo de su madre, que estaría encantada de ser una abuela, incluso piensa en Folami Mulciber, una mujer que tenía tantas razones para hacer su vida imposible por siempre, pero termino por a aceptarla, saca fuerza del recuerdo de sus días de juventud, cuando pensaba que nunca podría obtener nada ni remotamente similar, saca fuerza del corazón que aun late de su pecho, porque se niega a perderla. Porque si hay alguien que merece el mundo, es esa pequeña criatura que ahora escapa de su cuerpo. Saca fuerza de Klaus. Un hombre que le presentó algo que jamás creyó tener, en las noches de cita secretas, risitas de enamorados, peleas de necios y reconciliaciones de amantes, la personificación de ese amor, una prueba de su fuerza. Aprieta su mandíbula tan fuerte que sus dientes rechinan, un grito que no puede ahogar mientras el tirón azota su cuerpo entero, un alarido lastimero resuena en su garganta mientras su cuerpo entero se tensa mientras baja por su vientre, se mueve lenta y dolorosamente dentro suya y desgarra todo a su paso. Centímetro a centímetro que se siente eterno. 

Fuera, la noche es iluminada con un sol terrenal y furioso, caliente y poderoso, tan violento como el grito desesperado de Severa.

Y entonces todo se detiene. 

El aire regresa de golpe a los pulmones de Severa y su cuerpo entero cae laxo, carente de fuerza y exhausto. Alguien más tomó el papel de gritar como banshee desconsolada.  Narcissa celebra con una sonrisa y Alecto acaricia el brazo de Severa con su otra mano, incluso Axira Rowle se acerca con un par de toallas limpias.

Aun con todo el ruido, con la tormenta, con las voces de las brujas y el llanto, Severa no puede escuchar nada, absolutamente nada. Su atención esta en el pequeño montón de toallas que Narcissa sostiene entre sus brazos, observa con atención como corta la última conexión que queda entre madre e hija con un hechizo, como eso parece aliviar algo dentro del vientre medio hinchado de Severa, como limpia a la pequeña con otro paño húmedo y la enrrolla con cuidado en la tela blanca. Pequeña, tan pequeña.

—Felicidades Vera, ahora eres una madre.

Alecto se mueve con cuidado, se levanta de su lugar y deja el cuerpo de Severa recargado en la cabecera de la cama mientras Narcissa le entrega a la mujer su recompensa.

La recibe con movimientos ansiosos y torpes, todo su cuerpo resiente el trato reciente, todo duele, pero no encuentra en si negarse a lo que quiere, a tenerla cerca. La rodea entre débiles brazos por un cortó periodo antes de acercarla a su pecho para mejor soporte, una vez siente que es suficientemente estable, se permita desenroscar una mano para bajar un poco la tela que cubre su cara. Es tan pequeña, tan pequeña que ella puede sostenerla entre sus dos brazos, con un brazo, es tan pesada como esperaría de un cachorro, pero ha cargado calderos más pesados, claro, ninguno con esta importancia y dedicación.

Una mata de cabello tan negro como la noche, ondulado y denso, su piel es más clara que la de Klaus, pero mucho más oscura que la de Severa, de una hermosa sombra café que la hace ver tan impecable, carita redonda, nariz respingona, con un ceño fuertemente fruncido por el llanto estresado que profiere sus pequeños pulmones. Sus agudos gritos y gesto alterado le recuerdan demasiado a una mandrágora recién extirpada de su maceta favorita, pero contra todo pronóstico, una ola de calidez se expande por su pecho ante la vista.

La mueve un poco, meciéndola, tratando de calmarla. Sí, fue horrible, doloroso, a Severa le tocó la peor parte, pero importa más para ella consolar a esa pequeña bebita que a sí misma, sorprendida porque resulta siendo más rápido. Apenas se balancea un poco, el llanto se para y su ceño se relaja, sus manitas moviéndose a ciegas por el peso de sus parpados.

—¿Quieres alcanzarme? Pequeña lapa, estuviste pegada a mi por meses— se burla con la voz más suave que alguna vez a enunciado, alzando su dedo para que su hija pueda cerrar su pequeño puñito en su piel. Entrar en contacto con su piel parece ser el estimulo necesario para que cediera a la curiosidad de querer ver el mundo.

Carajo, si Severa pensaba que no podía amarla más, se equivocó.

Porque esa pequeñita bebé ve el mundo con brillantes ojos dorados. Esa pequeñita bebé es su hija. Es hija de Severa y Klaus, es la siguiente Lady Mulciber. En suya, de ellos dos y nadie más. Olamide Mulciber.

Una sonrisa húmeda de lágrimas se planta en su rostro mientras admira a su pequeña bebé. Ignora por completo todo lo que pasa a su alrededor, el mundo ya no importa, ¿Por qué le importaría? Jala con demasiada fuerza el vinculo que los une, un tirón esperado, porque Klaus responde con segundos de antelación.

Severa cierra ojos y toma los de Klaus.

Dos pares de ojos dorados se miran entre sí. Severa está viendo el cielo, está viendo la nada entre fuego y lluvia, un cuadro bizarramente pacifico. El cuerpo de Klaus parece estar acostado en la nada viendo la noche del cielo, no hace preguntas a por que por la sola razón de que su emoción y nostalgia la ciega. Pero puede sentirlo, puede sentir la bomba de amor y cariño explotar en la mente y alma de Klaus mientras admira a su hija en brazos de su esposa.

“Ella es… perfecta”

“Lo es”

“¿Cómo estás?”

“Hecho mierda, pero vivo. Salió bien, Vera”

De un parpadeo, Severa mira otra vez a su hija, quien veía con gran curiosidad como los ojos de su madre pasaron a ser dorados y después regresaron a ser negros. Sonríe dulce a su bebé, abrazándola contra su pecho, aun sorprendida sobre como su más grande amor puede caber tan fácilmente entre sus brazos.

Entonces el momento es interrumpido por un fuerte golpe. La casita entera tiembla y algunas vigas crujen, el techo amenaza con caerse y Severa abraza a su pequeña hija, protegiéndola con su propio cuerpo, incluso si la mitad de este mismo no le responde, no es hasta ese momento que nota la cantidad de sangre, sangre en el camisón, en las cobijas viejas, en las toallas blancas, sangre y sangre por todos lados. Mira por la ventana a un lado, su cabeza da vueltas y un gancho dobla su estomago ante el peso de la imagen frente a ella. Las barreras mágicas han caído, rotas por los ataques, y un grupo de aurores entran a la casa, en busca de ellas, de las ultimas migajas de los mortifagos.

Intercambia una mirada aterrada con Narcissa, ambas saben que estarán bien. Narcissa no carga marca, puede decir que quedó atrapada en el torrente de movimiento que las viene persiguiendo desde el ministerio, Severa estaba cubierta, teniendo una autoridad que puede avalar su estatus como espía. Pero el terror de ser encontradas en esa situación, en una posición tan vulnerables como la de Severa, tan desorientada como Narcissa, y con la agitación, esos importantes detalles se olvidan.

Tomando en cuenta el momento en que la puerta es abierta de otro fuerte golpe. Como gatos arrinconados, Alecto y Axira alzan sus varitas en un intento de defenderse, Narcissa se abraza a Severa y a la niña para proteger a ambas del intercambio de hechizos. El duelo es breve, con Axira asustada y Alecto aun herida, son desarmadas en menos de unos minutos y puestas en pesadas esposas.

Los brazos de Severa se aprietan sobre su hija mientras más aurores entran al cuarto, los hombres con varitas miran alrededor, analizando la situación. Tan mojados que gotean agua, algunos tienen el uniforme lleno de tierra y otros sangrando, pero completos en general, es obvio quien gano el encuentro de esa noche. Años de practica la hacen tensarse en advertencia, hasta ese momento notó que tan lejos esta su varita de ella, lejos de su alcance, maldice para sus adentros por ser tan jodidamente descuidada. El que parece ser el jefe mira alrededor, mira a las brujas en esposas y después a las dos que están en la cama.

—Llévenselas—ordena el jefe, señalando a Axira, Alecto — a ella también— señala a Narcissa, su mirada se fija en Severa, en la sangre en la cama y la bebé en sus brazos, maldice bajo antes de voltearse a sus hombres— encárguense de que no se muera hasta que podemos llevarla a San Mungo.

Y con eso sale de la habitación. Los otros agentes se mueven para obedecer su comando.

Narcissa sonríe triste a Severa cuando uno de los Aurores toma su brazo y la jala fuera de la cama, incluso si Severa intenta sostenerla del brazo, aferrarse a la rubia y pide con sus ojos que se quede, ambas saben que no es posible con las circunstancias actuales. Por lo que Narcissa toma su mano y da un ligero apretón como despedida antes de soltarse y dejarse llevar por el auror. Severa ahoga un ruido desesperado y abraza a su bebé.

De igual modo, mira con sospecha y recelo a los aurores que la rodean, tienen la decencia de mantener un temple calmado, no deben estar muy acostumbrados a lidiar con una mujer en postparto parto en medio de redadas. Uno de ellos es más valiente y se acerca a ella con ambas manos en alto.

—Voy a hacer un chequeo general —tiene la decencia de avisar antes de apuntar su varita, Severa lo soporta, piensa que si lo único que van a hacer es lanzar algunos hechizos, evitar lidiar con un cadáver y demasiado papeleo, sin intenciones de meterse demasiado en un campo que no conocen, entonces puede tolerar estar con ellos hasta que pudieran trasladarla a San Mungo.

Uno de ellos señala a la bebé, Severa apenas se contiene de sisear cual gato en advertencia, pega a su hija contra su cuerpo, cubriéndola de la vista.

Esa reacción es suficiente para que el otro auror niegue. No van a lidiar con dos llantos más, están cansados. Lo más que hacen es dibujar un circulo de contención alrededor suyo, un hechizo que evite que escape, que se aleje más de un par de pasos de la cama, como si estuviera en condiciones de hacer tal cosa.

Claro que un acto de piedad nunca viene a Severa si no es de Klaus.

Su cuerpo reacciona antes que ella, su cuerpo se tensa y cada parte de ella grita cuando Sirius Black entra al cuarto, observando todo. En teoría, debería estar aliviada de verlo ahí, porque él, de entre todo el equipo de Aurores, sabe de sue status como espía, sabe que esta de su lado y podría tener algunas consideraciones, o al menos servir como seguro de que no va a pisar Azkaban, pero a la verdad es que confianza es algo que no tiene en ese hombre. Los ojos grises la analizan con especial cuidado, específicamente su vientre desinflado y el pequeño bulto que tiene en brazos.

—¿Ahora? —habla entre dientes, mandíbula presionada mientras observa a Severa, que no tiene repare en escupir desprecio de regreso.

—Se me salió— susurra de regreso con toda la sorna que consigue.

Y es que Black ha tenido demasiados problemas con ella desde el comienzo.

Desde ese viaje en tren, desde que decidió que ella era la chica más fea de toda la escuela y podía tratarla como quisiera, desde que fueron a casas separadas y se metían en duelos desiguales en los cuales destrozaba su orgullo al salir mejor parada. Cuando salió de la escuela, pensó que jamás tendría que lidiar con él de nuevo, no quería hacerlo, ni con él ni con Potter. Cuando regresó y comenzó a trabajar en la orden, quien peor tomó las noticias, fue Black, Potter estaba más concentrado en su familia, en su esposa e hijo, como para picarse en rencores del pasado. Cada reunión era una horda de insultos y comentarios de Black a su persona, a su unión con Klaus, la cual no dejaba de criticar. Klaus servía como escudo en esas ocasiones, siendo que tenía una lengua tan venenosa como el mismo Black.

Y Black fue quien peor reaccionó ante su embarazo, hacia una mueca siempre que Severa llegaba a las reuniones, resoplaba con cada mes que pasaba y prácticamente exhalaba odio cuando Klaus la acompañaba y cuidaba de ella. Más de una vez estuvieron a pocos segundos de aventarse a las gargantas del otro.

Black era la ultima persona a la que quiere cerca.

Black le manda una mirada envenenada antes de pasar su vista entre los aurores, ella y al final la pequeña bebé en brazos de la ex Slytherin.

—¿Qué van a hacer con ella? —pregunta con dureza, a lo que los otros aurores intercambian miradas antes de responder.

—Estamos esperando a que llegue el equipo medico para trasladarlas a San Mungo, bajo custodia del ministerio. Una vez se recupere la suficiente, será juzgada. —Le explican.

—Mhm.

Los engranajes se mueven en la cabeza de Black, Severa lo puede ver, casi escuchar. ¿Qué tipo de pregunta fue esa? Es obvio lo que sucedería, incluso ella y Klaus ya tomaron precauciones para el drama en los medios que habrá cuando ambos salgan libres en ves de ir a Azkaban como todos los demás mortífagos. Puede decirse un deja vú, paranoia o años de conocer a Black, pero Severa siente su corazón acelerarse y la tensión regresar a su cuerpo cuando los ojos grises de Black adoptan ese brillo y su cabeza se mueve un poco a la derecha, su atención en la bebé que duerme tranquila en los brazos de su madre.

—¿Y con el bebé? —Entonces la sangre de Severa corre fría, mientras niega lentamente, en su mente comienza a jalar el vinculo con Klaus. La ansiedad sube cuando el otro lado esta… débil. Olamide se remueve entre sus brazos, su pequeña comienza a notar el estrés de su madre.

—¿Con el bebé? —los aurores intercambian miradas otra vez, sorprendido y desprevenidos a porque preguntaría algo así— Bueno, será transferido con ella para su debido proceso y chequeo, y si llega a eso, su custodia será transferida a un guardián temporal en caso de que sus guardianes actuales sean incapaces de cuidarla.

Y Black sonríe.

—No deberían dejar a un bebé mestizo con una mortífaga.

Las palabras no toman significado lo suficientemente rápido para Severa, porque en menos de un segundo, el peso de sus brazos es arrancado y Black esta retrocediendo más allá del limite mágico. El frío llega de golpe a Severa, sus brazos vacíos, su pecho frío, abandonada y sola, porque toda luz esta en brazos de Black.

—Black, ¿Qué carajo? ¿Qué mierda haces? Dámela, —se sienta desesperada, ignora el picazo de dolor que recorre su espalda de su cadera y el ardor de sus piernas. Nada importa. No, solo Olamide. Logra levantarse y al instante la barrera mágica se hace presente, los aurores a su alrededor alzan sus varitas, listos para actuar. —No puedes hacer esto, regrésame a mi hija— exige mientras intenta alcanzarla, en vano, por la forma en la que Black da otro paso atrás.

—Esta bajo custodia del cuerpo de Aurores —es la explicación tétricamente indiferente que le da Black mientras reajusta a la bebé en sus brazos, viéndola con especial atención— estará más segura que con una mortífaga.

—¡Black! ¡Regrésamela! ¡Es mía! ¡Dame mi bebé! —Exige en un grito de nuevo, golpeando la barrera que los separa. Su rabia, enojo y miedo comienzan a hacer estragos, su propia magia empuja la barrera que la tiene cautiva en conjunto a su cuerpo. Sin importar cuanto golpee, la barrera no cede— ¡Black, con una mierda! ¡Dámela! ¡Dame a mi hija!

—Una niña— es lo único que parece entender Black de todo, pues baja un poco la tela que rodea a la niña para ver su rostro.

Olamide entonces se remueve en brazos del desconocido, los gritos de su madre, la extraña magia que la rodea y los tétricos ojos grises que la miran rompen su momentánea paz, un grito sale de Olamide, ella llora en un ruego a regresar a la paz de los brazos y el calor de su madre, volver a ser envuelta por su magia y ser vista por ojos dorados. El grito de Olamide compite con el de Severa, que ruge y exige tenerla a su bebé en sus brazos, una madre que exige poder consolar a su bebé

—¡Black! ¡Puto perro degenerado! ¡Dame a mi bebé! —ruge enfurecida, golpeando con más fuerza la barrera, a sus espaldas, la cama se quiebra en un estallido de magia, mientras la furia la traga completa, pero las lagrimas se juntan en esos ojos negros. Su estrés hace que el vinculo se mueva agitado, llamando la atención al otro lado. Golpea y grita una y otra vez, con la fuerza y el entendimiento de que esta pasando ahora, todo en bucle para que las explicaciones se hagan solas.

Black intenta calmar a Olamide, moviéndola entre sus brazos, pero con la mujer gritando, duda que la bebé pueda encontrar paz para volver a dormir, por lo que mira a Severa una ultima vez antes de irse. La desesperación la traga, el miedo cierra sus garras sobre sus hombros, la hunde en un mar de desasosiego y amargura mientras Black camina fuera de la habitación, dándole la espalda a ella, llevándose con él a su bebé, a su pequeña Olamide.

—Te vere en juicio, Snape.

Escupe su antiguo apellido por sobre el hombro, y la cordura de Severa se rompe, sus piernas débiles ceden ante el peso de su cuerpo.

Un alarido animal escapa de Severa, un grito visceral, de furia, de impotencia, de miedo y deseo, y eso parece ser suficiente, pues en el pequeño círculo en el que esta, la magia hace un torbellino. Sus emociones, tan fuertes que amenazan con romper su piel, escapar de su cuerpo y convertirse en sabuesos sin control funcionan como combustible en esa tormenta mágica que comienza a quebrantar la barrea en la que esta enclaustrada. Su piel es fuego, su centro es odio, su corazón sangre y sus manos pican por retomar lo suyo, su cuerpo es débil y no puede hacer nada con él, su magia es fuerte, pero sin canal que atravesar para poder llegar.

Entonces uno de sus ojos pierde visión. La familiar presencia mágica viene como una ola, atraído con la misma fuerza de sus emociones, entendiendo todo de golpe y con una ira igual de grande que la de ella, porque Klaus no es un hombre que sepa compartir.

El ojo cazador de Klaus tiene la vista de quien tiene su hija.

“Quiero a mi hija, Klaus”

“Úsame”

Klaus estaba tirado en el suelo del bosque, sangrando con un gran corte en la espalda, pero de ahí en más logró sanar los peores golpes, agotado mágicamente, incluso un puto lumus fallaría en su estado actual. El fuego que los rodea fue obra suya, suficiente para distraer a los aurores y darle oportunidad de esconderse, las llamas rodean donde esta oculto y evitan que alguien pueda acercarse a buscarle, le proveen refugio para recuperar fuerzas magicas. Satisfecho tras ver a su esposa e hija a través del vínculo, fue su última fuerza mágica. Bien cerca se sentía del desmayo, desvariando entre la nitidez e inconsciencia a como su cuerpo iba perdiendo la batalla por mantenerse despierto después de una noche entera en guerra mágica continua.

Y entonces el desastre al otro lado lo azotó de regreso a la consciencia. Rodó sobre sí mismo en un movimiento instintivo, asfixiado por sensaciones que no son suyas y ahogado por el vínculo que los une, desesperado por reaccionar y alcanzar, detener y entender que está pasando para arreglarlo, su cuerpo se mueve con brusquedad. Busca la razón, una explicación, y la situación le es arrojada en la cara.

La gran ola lo traga entero mientras observa por el ojo de Severa, lo único que logra jalar sin lastimar el tejido de su mente, como el hombre que más daño le hizo a su esposa camina con su vulnerable hija entre sus brazos.

Klaus siempre odio a Black, no solo por las interminables humillaciones a Severa, las inseguridades que plantó en ella, las lagrimas que arrancó y los insultos que la hizo memorizar, lo odiaba por casi matarla, lo odiaba porque podía ver en esos ojos grises el deseo cada vez que veía a Severa. Sus enfermizos celos, su estupidez y deseo. Lo odiaba con cada fibra de su cuerpo porque Black deseaba lo que él tenía, y ahora, como una hiena, esperó a que Severa estuviera débil para arrancar de ella otra persona amada.

La diferencia es que esta no era la escuela.

Severa estaba débil, atrapada en ese estúpido círculo mágico y débil, lastimada por dar a luz, su cuerpo desgarrado y desangrado por ello, pero su magia. Su magia estaba rebosante de vida, vibrante de deseo y ansiedad, como la lava de un volcán dormido, burbujea en espera de ser usada.

Klaus estaba cansado, desgastado y sin la energía para los más básicos hechizos, atrapado en ese limbo mágico. Pero su cuerpo, su cuerpo podía lidiar con eso y más, sus heridas se habían ido y lo que evitaba que se moviera era la falta de energía, estaba hecho para la mayor resistencia física, capaz de seguir con el maratón de movimiento.

Ambos débiles. Ambos fuertes.

Y uno tiene lo que el otro necesita.

“Quiero a mi hija, Klaus”

“Úsame”

Como un canal, como una catarata, la magia de Severa atravesó el vínculo que une sus mentes y almas para llegar a él. Para ahogar cada parte de su cuerpo en esa magia que responde a ambos por el mero hecho de ser uno, se pega a él y fluye por sus venas, levanta y nutre su propio núcleo mágico como un cubetazo de gasolina en una fogata semi extinta, el efecto es inmediato. Jadea en cuanto las cosquillas bajo su piel recorren su cuerpo entero, y la rabia que fluye con esa magia se combina con la suya.

Olamide era su hija. Y la tendría de regreso.

Se levantó sin esfuerzo del suelo, y como un sabueso sin correa, siguió el rastro.

 

 

 

 

 

 

 

 

James suspira a un lado de Remus, los dos testigos de como Malfoy, Carrow y Rowle son desaparecidas, con esposas en las muñecas e imposibilitadas de escapar. Las posibilidades de que enfrentaran las consecuencias de sus acciones aún estaban en duda, por un lado, la marca que dos de ellas llevan en el brazo es incriminatorio suficiente, por le otro, las conexiones, dinero y reputación ayudan a que las cosas se muevan a su favor. Es posible que salgan de esta con una ligera reprimenda, es especial Malfoy, que tiene todas las cartas para ganar; Una coartada, una justificación, un brazo limpio y cooperación.

Alastor se quedó atrás, sentado mientras toma para superar el hecho de que la batalla se acabó y que ellos ganaron. James le da una palmada en hombro, un mero consuelo, una débil celebración, ambos demasiados exhaustos de pelear con uñas y dientes. A ellos les fue bien, viendo que siguen de pie, después de asegurarse de que el otro está bien, se reagruparon, encontraron a Sirius y fueron a la casita, donde Sirius entró, buscando poner orden.

Solo hay algo que falta y esta poniendo cada vez más nervioso a Remus: Snape. Bueno, ahora Mulciber, pero viejos hábitos mueren al último.

Puede ser que no tuvieran la mejor relación, con todos los años de Hogwarts colgando sobre ambos como un recordatorio de todo lo que Remus no hizo en su momento, pero una cosa es tener incomodas conversaciones con una bruja cortante a ver esa misma bruja, MUY embarazada, quedar atrapada en medio del fuego cruzado en una ultima redada.

No la habían encontrado con todos los demás, Mulciber había puesto toda su energía en custodiar la casita enfrente de la que ahora están ellos parados, llegando tan lejos como para invocar fuego maldito. Pero no salieron con ella en esposas, no hubo pista. Y no puede evitar sentir la ansiedad de saber que tampoco saben donde esta Mulciber.

Klaus se desapareció como el humo, saben que debe seguir cerca, la barrera que los mantiene ahí sigue en pie, por lo que no debe estar lejos. Es cuestión de tiempo antes de que lo encuentren, a él y a Severa. En el mejor de los casos, Mulciber abandonó la pelea en cuanto terminó para ir al lado de su esposa y cuidar de ella hasta que esa noche acabe, escondidos de los aurores y en espera de que la tormenta se pase.

Peor caso escenario—

Un fuerte llanto lo distrae de sus pensamientos. No es un llanto de adulto, no, es un llanto pequeño, agudo, del tipo que escucharía cuando va a casa de James y se queda más de veinte minutos después de comer, el tipo de llanto que solo ha escuchado provenir de los brazos de Lily.

Una mirada a James y encuentra la misma mirada de reconocimiento y confusión antes de ambos voltear a la entrada de la casita.

Puede ser que Remus se haya golpeado la cabeza cuando Amycus Carrow lo derribó, pero Sirius entró a esa casita con las manos vacías. No con un pequeño bulto llorón. Su mente da mil vueltas, intentando encontrar sentido a que sucedió, de donde salió ese bebé, porque Sirius lo tiene en brazos, porque avanza hacia ellos como si hubiera encontrado la solución a todos sus problemas.

Ante los ojos descreídos de James y Remus, Sirius mece un poco más al bebé en sus brazos, intentando consolar su llanto, incluso la cubre más con la tela que la rodea, seguro queriendo protegerla del frío. James y Remus intercambian miradas en cuanto Sirius queda frente a ellos, un bebé más callado, pero alterado en brazos. Ambos saben la única forma en la que un bebé llegaría a donde están, en especial uno tan pequeño, y casualmente, les falta la persona que sería responsable de ello.

—Pads— James es el primero en recuperar la voz, Sirius apenas da un asentimiento como respuesta, su atención en el bebé— ¿Qué carajo estas haciendo?

—Tratando de hacerla dormir— responde, demasiado campante, —¿Algún consejo que sirviera en Harry?

—Sí, estar en brazos de Lily, su madre— la mordida en su tono de voz es feroz, haciendo que Sirius reaccione, levanta la mirada del bebé y mira a sus dos amigos, los dos en espera de una explicación. Y Remus sabe que no le va a gustar cuando los ojos grises de Sirius evitan los suyos.

—Sí, bueno, eso será… complicado.

La paciencia de Remus se quiebra.

—Sirius— llama con fuerza, ni un toque de paz. —¿De dónde la sacaste? — exige saber. “¿Dónde está Severa?” es la pregunta que queda en el aire.

Sirius frunce el ceño y ladea su cuerpo, alejando un poco al bebé estresado de ambos.

—Necesita a alguien que de hecho pueda hacer algo por ella.

—¿Snape esta…? —James deja lo último al aire, una aguja helada en a la espalda de Remus al entender a que se refiere, a que horrible posibilidad pueden tener frente a ellos, una tontería que no se le haya ocurrido esa especifica posibilidad, un parto inducido por estrés en medio de esa tormenta no tiende a tener resultados optimistas. El peso en sus hombros, las vueltas que da su estómago, todo se vuelve un torbellino en los segundos que le toma a Sirius contestar esa simple pregunta.

¿Severa está muerta?

—Está dentro, quebrando a los principiantes— responde, y el efímero alivio de saber que estaba con vida se ve hundido ante el peso de lo que eso significa. 

—¿Y por que la tienes tú? —señala la pregunta del millón, a lo que Sirius se hunde de hombros. —¿Ella te la dio?

—Había aurores cerca, y es una pequeña mestiza a lado de una mortífaga, era importante protegerla.

Cualquier detalle o teoría de que Severa estaba de acuerdo es destrozado cuando Remus y James escuchan el desgarrador grito de pena y furia venir de la casa, la sangre de Remus se detiene. Solo ha escuchado gritar a Snape una vez, una única vez, y es un grito que ataca sus pesadillas, pero claro, acaba de ser desbancado como la cosa más horrible que Remus a escuchado jamás, porque nada se compara a las notas casi animales que surgen de Severa ahora, ante un dolor tan crudo y visceral.

—¡¿La tomaste, así como así?! —alarmado, horrorizado, Remus pasa su vista entre la bebé y Sirius, desconociendo solo a uno pese a recién conocer al otro.

Es de memoria la pose defensiva que toma Sirius.

—Se vería extraño que la dejara así, además, Snape está demasiado mal para cuidarla.

—¡Claro que esta mal! ¡Acaba de dar a luz en medio de una redada! —y es que Remus puede sentir la ira carcomer su piel, el horror y la indignación, no fue él, no fue el plan, y no es su bebé, pero puede entender el horror de esa escena, de ser Sirius quien se la quitó. —¡Y tu acabas de robarle a su hija!

—¡¿Estas loco?! ¡Esto ni siquiera es para aparentar! ¡Esto es directamente cruel y retorcido! —James, por una vez, se une a ese lado, incapaz de defender, tal vez la paternidad ayudó a aclarar un poco su visión, tal vez por una vez puede ver a Severa como una mujer y no como una cosa a la que molestar para obtener una reacción.

Remus respira hondo para poder hablar sin volerle la cabeza a Sirius y hacer peor el llanto de la bebé.

—Tienes que regresársela— no es una pregunta, nunca lo será, es un hecho y una orden. A lo que Sirius frunce aun más el ceño.

—¿Acaso no lo ven? ¡Snape es una mortífaga! ¡Nada nos dice que no ira a Azkaban solo por ser una espía! ¡Quedara sola si Mulciber también va! ¡E incluso si él se salva! ¡¿Qué nos dice que aceptara a esta niña?!

—¡¿Qué es su padre, quizás?! —rebate Remus, pero Sirius resopla descreído.

—Es un sangre pura, quiere un heredero sangre pura, y esta pequeñita de aquí— mueve un poco sus brazos para hacer alusión a la niña— no es sangre pura. Incluso si Mulciber la acepta, también terminara en Azkaban y no creo, ni por un segundo, que sus padres puedan cuidar a la hija de alguien a quien consideran un animal, mira de donde la sacamos. Los de su tipo no aman de a gratis.

—¡¿Por qué tomarías decisiones basadas en suposiciones!? ¡Es un bebé, Sirius! ¡Una vida! ¡Y la acabas de arrancar de los brazos de su madre!

—¡Su MUY viva y voluntaria a cuidarla madre! —agrega James, señalando la casita.

—¡Yo habría dado todo porque alguien me quitara de Walburga! ¡Estoy tratando de hacer algo bueno aquí!

—¡¿Algo bueno al secuestrar a la hija de alguien más?!

James mira alrededor, pasa una mano por su cabello, estresado más allá de lo que puede decir en palabras, mientras Remus tiene que lidiar con el horror de ver a su amigo perder cada rastro de cordura ante una situación como la que están. Entonces un pequeño detalle, pequeñísimo, fácil de ignorar si se pierden más en esa situación. Nadie ahí parece compartir el creciente miedo de Remus a ese minúsculo: NO saben dónde está Mulciber.

Y si algo sabe Remus, es que con Severa y Klaus, las cosas no se acaban hasta que ambos caigan.

Ese conocimiento es suficiente para obligarlo a moverse. Sus sentidos hiper consciente mientras mira alrededor, buscando, alerta. Por primera vez en años, se siente como una presa, consciente de que hay un depredador cerca, pero sin el conocimiento exacto de en dónde.

—Sirius, dámela— exige, cortando la distancia que los separa. Sirius retrocede al instante. Pero Remus no se rinde. —Dame a la niña, la regresare a su madre.

—¡No puedes!

—¡Puedo y lo hare! ¡Esto esta mal! ¡Es cruel, incluso para ti!

Remus logra poner sus manos alrededor de la bebé, que comienza a llorar con más fuerza ante el movimiento, las voces enojadas, el frío, la confusión y la falta de su madre, e intenta jalarla fuera del agarre ajeno, traerlo al propio por un momento y regresarla al que desea. Sirius gruñe como su forma perruna, un sonido tan hostil que jala la bestia de Remus a la superficie, alertado por un reto directo. Ojos mieles que brillan un segundo mientras observan los ojos grises de Sirius.

—No hagas esto, Sirius— advierte.

—Suelta, Remus— advierte de regreso.

—Supéralo de una jodida vez; perdiste a Severa— ataca directamente, porque sabe que es todo ese teatro.

Es Sirius actuando con la poca inteligencia emocional que la ancestral casa Black maneja en sus herederos. Es el deseo desmedido de Sirius por conservar algo de Severa con él, porque en esa mente terca suya, no puede lidiar con el hecho de que Severa no volteara en su dirección, no cayera en sus encantos, no regresara a él y encontrara amor en otro hombre, menos podía lidiar con que Severa encontrara confianza para formar una familia. Esta era otra retorcida manera de Sirius para jalar a Severa en su dirección, jugar a tener a su hija, a tener un lazo innegable a ella a base de la pequeña bebé que llora cansada.

Remus podrá haber permitido demasiadas cosas en el tiempo de escuela, pero esto… esto no es Hogwarts y es demasiado.

—¡Cuidado!

El grito alerta a ambos demasiado tarde. Una explosión a sus espaldas saca de equilibrio a todos los presentes, James cae a un lado, Remus trastabilla por la explosión y Sirius se voltea con todo y bebé para protegerla con su cuerpo de la explosión, fuego renovado se mueve en viles latigazos, como las alas de un dragón mientras su responsable sale de entre las llamas en cuestión de segundo. Un hechizo golpea a James y causa que las raíces del suelo salgan para enrollarse a su alrededor y forzarlo al suelo, desarmado de su varita.

—¡James! —Remus intenta ir en su auxilio, pero tiene que detenerse a un metro cuando las raíces amenazan con tomarlo a él también.

 Alastor es el primero en reaccionar, en aventarse contra el nuevo enemigo con cero y nada de auto preservación. Pero es encontrado con manos abiertas y maldición a punta de varita.

Remus ve en cámara lenta como Klaus golpea a Alastor Moody con una maldición que saca de Moody un grito adolorido, en un segundo Klaus lo hace volar hacia la pared de fuego que se revivió con su explosión y el fuego se encarga de encerrar a Alastor en un mortal capullo candente. Pero, claro, lo más aterrador de todo eso es que los ojos de Klaus, ni por un segundo, se fijan en Alastor, no, porque están clavados en ellos.

No, no en ellos, sino en la bebé en brazos.

Abre la boca, para rogar por paciencia, para intentar razonar o calmar a Mulciber, pero no es posible. Porque en cuanto Black se gira de nuevo y Mulciber tiene vista completa de su hija, pierde los últimos pedazos de paciencia.

Como un león que fijo su objetivo, Mulciber está sobre Sirius en un parpadeo, ya sea que se apareció ahí, que uso uno de sus hechizos o simplemente salto los metros que los separan, nada importa, porque su ira encuentra a Sirius primero. Otra maldición, una que golpea de lleno a Sirius con una puntería impecable, una que lo hace gritar y doblarse adolorido, débil, y de un movimiento, aun más fluido y mucho más calculado, aprovecha el momento en que Black pierde fuerza para escabullir su brazo y arrebatar a la pequeña bebé. La carga con un solo brazo, mano sosteniendo su cabeza y la pega a su pecho, solo para terminar de rodear a Sirius y golpear con tanta fuerza su cabeza que Sirius cae inconsciente.

Entonces la varita se sube en dirección de Remus y este alza las manos.

—¡Espera! ¡Espera! ¡Ella esta adentro! ¡Severa está dentro!

—¡Sé donde está! —gruñe Mulciber. Reajusta el brazo donde sostiene a la pequeña niña con mucho más cuidado. Remus puede verlo, puede ver como los ojos de Mulciber pierden concentración en ellos para ver a la niña que llora contra su pecho, puede ver como esta reacio a bajar la guardia, pero su prioridad esta en otra parte.

—¡Entonces ve con ella! —Señala James desde donde esta, como si fuera tan fácil, y eso le gana una mueca de ira de Mulciber, que alza sus labios en un gesto de asco.

—¡Antes me encargaré de ustedes! ¡Cabrones traidores!

Si, bueno, años de estar juntos en acciones cuestionables hace que parezca que tanto Remus como James estaban de acuerdo con el plan de Sirius de robarle a su hija. No pueden realmente culparlo por desconfiar después de una gran traición.

—¡Está sola! —rebate Remus, dispuesto a jalar el único otro hilo que Mulciber tiene a la cordura. Y funciona, por que los ojos dorados se centran en él. —¡Malfoy, Carrow, Rowle, las tres fueron llevadas presas! ¡Esta sola y esperando por su hija!

Porque el deseo de Mulciber por regresa a Severa siempre será más grande a cualquier cosa.

Mulciber apenas abre la boca para responder, para decir una maldición o un insulto, cuando es interrumpido de nuevo. Los cuerpos inconscientes del par de aurores que entraron con Sirius a esa casita caen en la tierra, a unos metros de la casita, llamando la atención de Mulciber, James y Remus.

Klaus baja su varita apenas un centímetro, su deseo de ir es tan obvio como doloroso cuando regresa la mirada a Remus y James. No pueden sentirlo, ni siquiera saberlo, porque el vinculo que existe entre él y Severa es un secreto de la familia Mulciber, pero Klaus lo siente tirar de su alma y mente. Severa esta más tranquila de que Klaus la tenga, esta tranquila de que Black fracasó en robarle su alegría, pero está desesperada y débil, quiere a su hija y a su esposo ahora. Remus no puede saberlo, pero lo hace.

—Ve con ella— pide con más calma—, nosotros nos podemos encargar de todo lo de este lado. —Es la única promesa que pueden cumplir.

Mulciber los mira con duda, pero un grito especialmente fuerte de su hija rompe su paciencia. Las raíces abandonan su cadena sobre James y el fuego libera a Alastor. Ante sus ojos, Mulciber retrocede hacia la casita, evita a los aurores inconsciente, los mira con sospecha.

—Esto no acaba aquí, Lupin— advierte, —me encargare de que se arrepientan de tan siquiera haber respirado cerca de ella— entonces entierra su varita en el suelo.

La línea de fuego que se dibuja alrededor de esa casita era una medida preventiva, meramente un escudo que le permitiría tener a Klaus un ligero control sobre lo que sucede. No es hasta que el circulo de llamas se cierra y lo único que puede oír es el crepitar del fuego, que se permite suspirar.

Al instante su atención va a la pequeña beba en su brazo. Al instante la reacomoda para cargarla en sus dos brazos mientras la mese con amor, tarareando para calmarla, se mueve de lado a lado para mecerla, no solo con sus brazos, sino con todo el cuerpo, un baile inocente y amoroso, el primer baile con su preciosa hija.

—Shh, shh, baba esta aquí— le susurra— lo siento por tardarme, mi niña, y lo siento por dejar que te llevaran, baba estaba lejos de ti y se arrepiente tanto— le cuenta como si pudiera entenderlo. Indiferente a eso, su voz parece ser suficiente para ir calmando el llanto. Claro que reconoce su voz, Klaus paso horas hablándole al vientre hinchado de su esposa en las madrugadas para acostumbrar a su hija a su voz, y funcionó. —Eso es, baba ya llegó, baba espantó a los hombres malos que te alejaron de iya, y baba se encargara de que todo este bien, te regresara con iya, con tu iya. Baba no se volverá a ir jamás. Baba cuidara de ti, mi amor, peleara con los monstruos, porque tú, pequeña flor, eres mía para amar y proteger del sol, eres mi alegría y mi razón de ser desde hoy.

Para cuando termina su pequeña cancioncita, los gritos y llantos se volvieron pequeños gemiditos y bostezos. Klaus la observa con atención, su corazón da un vuelco de calidez cuando Olamide, su pequeña Olamide, se aferra al dedo de su padre y se calma lo suficiente para abrir los ojos.

Dos pares de ojos dorados se miran entre sí, y Klaus siente que podría llorar en ese momento.

—Klaus.

Su nombre es dicho con tanto cariño y cuidado que lo hace alzar la mirada con una sonrisa, ojos llenos de lágrimas, pero completo.

Severa esta sentada en el suelo, despeinada, sudada y exhausta, su ropa sigue manchada de sangre, pero sus ojos negros absorben la imagen de Klaus, sosteniendo tan amorosamente a su hija, cantando para ella, consolándola después de ser asustada de ese modo. Extiende sus brazos en una silenciosa exigencia que es cumplida en segundos, solo no del modo que espera.

Klaus carga a Olamide con un solo brazo y apunta su varita a la cama. Con un movimiento de muñeca, la sabana sucia y polvosa es descartada a una esquina del cuarto, entonces guarda la varita y se agacha a un lado de Severa. Se detiene un segundo.

Frente a frente, cerca uno del otro. Se miran a los ojos, miran el rostro del otro y las lagrimas atrapadas en lo ojos de ambos. Klaus suspira entrecortado cuando la mano de su esposa acuna su mejilla mientras lo mira con… amor. Están casados, están vinculados, y aun así, se derrite como un vil adolescente cada vez que Severa lo mira con esa suavidad y calidez oscura en sus ojos negros. En sincronía cierran los ojos y juntan sus frentes, la vibración del vinculo calienta el corazón de ambos.

—Estaba tan asustada— confiesa ella en una voz rota.

—Yo también, jodidamente aterrado— le regresa con la misma vulnerabilidad, pasando su brazo por sus hombros para jalarla a su pecho, Severa se quiebra y se abraza a Klaus en un silencioso llanto. —Pero estas bien. Estas bien, estas aquí y ella esta bien. —No sabe si lo dice a Severa o se lo dice a si mismo, pero sabe que funciona para ambos. —Se acabó, todo se acabó.

Severa suspira, cansada, su mano alcanza la espalda de Olamide, aun en brazos de Klaus y encuentra el consuelo de verdad. Se acabó. No más misiones, no más guerra, no más violencia, no, Olamide viviría en un mundo de paz, lejos de las pesadillas que sus dos padres llevan consigo.

—Estoy tan…

—Cansada, sí— Klaus se fuerza a si mismo a reaccionar— vamos, tienes que recostarte.

 Severa esta esperando que Klaus le entregue a su hija y la ayude a sentarse, razón por la que suelta un gritillo de sorpresa cuando el brazo de Klaus se desliza por debajo de sus rodillas para sacarla del suelo con un movimiento fluido. Rápidamente se aferra a los hombros de Klaus, mientras este sonríe, demasiado orgulloso de sí.

—Mi reina y mi princesa, al mismo tiempo. Soy un hombre billonario— se felicita a si mismo. Severa se permite rodar los ojos, no con irritación, pero con amorosa burla.

—Klaus, mi cadera me esta matando, ¿Te importaría?

—Oh, claro que no.

Y de nuevo, en vez de ser dejada en la cama con cuidado, Klaus se gira para sentarse en el colchón y después recostarse por completo, acomodando sin esfuerzo a Severa para que esta descansando contra su costado y poner a Olamide de regreso en sus brazos. Olamide es veloz en notar el cambio y es un cambio bienvenido, pues al instante sus manitas se aferran al camisón blanco de su madre y su pequeña cabecita se esconde en el cuello pálido. Severa la abraza y acaricia su espalda, felizmente recostada con Klaus.

El cansancio de esa noche pesa en ambos como un yunke. Ninguno tiene energía par amover ni un dedo, ni siquiera Olamide, su primera noche de vida fue demasiado cansada para ella. No es que la juzguen, ser secuestrada a horas de nacer no es una aventura sencilla.

Ambos sienten los ojos caer pesados, apenas y pueden regodearse en el placer de estar físicamente juntos con su hija entre ellos, Klaus encuentra calma en sentir el peso de su esposa e hija entre sus brazos, mientras Severa se regodea en la calma de sentirse protegida, la pequeña Olamide contenta de tener a su baba e iya juntos, en silencio y sin gritos.

—Klaus.

—Mhm.

—Creo que mate a uno de los aurores— susurra Severa, casualmente.

—Se lo ganó— es la indiferente respuesta de Klaus— diremos que lo hice yo.  

Silencio.

—Vera.

—¿Mhm?

—Gracias.

—¿Por?

—Por hacerme tan feliz.

—Si lloras otra vez-

—Lo dices como si tu no estuvieras llorando.

Y ambos se rien con ligeras lagrimas saliendo de sus ojos. Sí, la oscuridad se acabó.