Dreams Inc.

Carmilla (Web Series) Carmilla - All Media Types
F/F
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Dreams Inc.
Summary
“¿Ellos logran su felicidad? Los ‘soñadores’”“Algunos por siempre, otros por un tiempo. Lo importante es que por unas horas sus fantasías se han hecho realidad. Si no supieras de nuestra existencia, que es tan sólo una ilusión, un acto ¿No querrías disfrutar de tu mayor sueño aunque fuera por unas horas?” O en el que una alma perdida es encontrada por un especial grupo de entusiastas que le invitan a trabajar con ellos.
Note
Hola, hola a todos :)Esta es una nueva historia que traigo para su deleite. Les cuento, hace muchos años que vi esta obra en vivo, y se convirtió en una de mis favoritas; y hace algunos meses me encontré con una versión que hicieron en película. Después de verla, no pude dejar de pensar en cómo sería tener a Hollstein en la misma situación. Así que esta historia está lejanamente basada en la obra de teatro 'Los árboles mueren de pie' del dramaturgo español Alejandro Casona. Les recomiendo verla o leerla después del fic pues sino se adelantarán en saber lo que pasa; aunque, claro está, hice cambios para adaptarla al universo de Carmilla. La advertencia es, la historia se desarrollará lentamente; así que tengan paciencia porque valdrá la pena. Hollstein siempre lo vale ;)Sin más, es un gusto volver a escribir para todos ustedes Creampuffs. ¡Les quiero! xoxoMckie P.D. Sigo en shock después del full trailer y no puedo esperar a que ya salgan los primeros 17 capítulos :D
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Mentiras y verdades

 

“La abu-ela pare-cía fe-liz es-ta no-che ¿No lo cre-es?”  Pregunta Laura mientras se está lavando los dientes en el lavabo del baño.

 

Carmila está sentada sobre el borde de la ventana mirando a la oscuridad de la noche cayendo sobre los viñedos. La pelinegra puede notar que la luna y las estrellas jamás han brillado de tal manera en la ciudad.

 

“¿Carmilla?” Laura vuelve a intentar llamar su atención cuando la pelinegra no contesta la primera vez.

 

“¿Uh?” Responde Carmilla volteando a ver a la rubia.

 

Laura escupe el resto de la espuma para poder hablar con una mejor claridad.

 

“La abuela, se le notaba muy feliz.”

 

“Sí, realmente feliz.” Dice Carmilla mirando a la pequeña mujer asomada por la puerta del baño.

 

Laura nota en la voz de la pelinegra un aire de tristeza; quizás incluso de profunda decepción. Su mirada se detiene en la de Carmilla que aunque está mirándola a los ojos directamente es como si se encontrara ausente, muy lejos de allí.

 

“Aún no puedo creer que hayas logrado engañar a la abuela con la canción.”

 

“Es porque no lo estaba haciendo.” Carmilla masculla las palabras desviando su mirada nuevamente.

 

“¿Hablas francés? ¡Cómo es que no sabía nada!” Pregunta la rubia emocionada después de enjuagar su boca finalmente.

 

“No lo hago. No sabía lo que hacía al inicio, pero después de escuchar parte de la melodía una imagen vino a mi mente. Mi madre en la cocina limpiando los platos, mientras mi padre le cantaba al oído esa misma canción como disculpa por haberse perdido la cena. Mi madre sin vacilar ni un segundo rompió el vinilo cuando descubrió que yo seguía escuchándola por las noches en mi cuarto después de la muerte de mi padre.”

 

La pelinegra traga el amargo sabor que el recuerdo le provoca.

 

Laura no quiere hacer otra cosa que acercarse a abrazarla para reconfortarla; pero no sabe si Carmilla podrá aceptar el gesto de buena manera, así que prefiere evitar hacer algo que le moleste y camina lentamente hasta la orilla de la cama para sentarse en ella sin dejar de mirar a la nostálgica pelinegra en la ventana.

 

Después de unos minutos de silencio es Carmilla la que lo rompe nuevamente.

 

“¿Cómo puedes hacerlo?”

 

“¿A qué te refieres?” Pregunta la rubia intrigada.

 

“Mentir. ¿Cómo puedes aguantar la presión de todo este acto?. Hay veces que no puedo ver a la abuela, ni a Sherman, a los ojos; por más que él sepa la verdad, hay veces que siento que se niega a verla y duele decir cosas que jamás pasaron, ni pasarán.” Dice la pelinegra regresando su mirada a Laura que juega con el dobladillo de la almohada que ha puesto en su regazo.

 

“¿Cuántas veces debo decirte que no lo vemos como una mentira? No se siente así cuando sabes que estás haciendo algo bueno por alguien más.” Responde la rubia encogiendo los hombros.

 

Laura elude decir que tampoco se siente mentira cuando la pelinegra le toma de la mano, le regala una de esas sinceras sonrisas que sólo tiene para ella o cuando sus labios se unen, por más sutil que sea el roce entre ellos.

 

“Sigo pensando que no importa cuál sea el objetivo; una mentira es una mentira.” Carmilla dobla las rodillas para abrazar sus piernas.

 

La rubia la mira lánguidamente; la pelinegra se ve como una inofensiva niña, esa niña que quedó devastada tras perder a su padre a temprana edad. Laura jamás había visto a Carmilla tan vulnerable, le hace recordar la primera noche que la pelinegra pasó en la casa del escuadrón, aceptando que no tenía más objetos que los que cabían en su desgastada mochila; y aún en esa ocasión la mujer mostraba alrededor suyo una muralla imbatible por demostrar su verdadera inseguridad.

 

Pero ahora está aquí, frente a Laura, hablando honestamente sobre su pasado, sobre sus miedos por lastimar a la abuela y sobre sus propios sentimientos. La rubia se siente realmente honrada de ser testigo de ello, de ser la única persona con la que la pelinegra ha sentido la suficiente confianza como para dejar salir lo que, Laura está segura, ha mantenido dentro de ella durante tantos años.

 

“Jamás conocí a mis padres, el señor Vordenberg es dueño del orfanato dónde viví durante toda mi infancia. Cuando era niña, mis sueños era lo único que me dieron esperanza durante todos esos años. Soñaba que algún día mis padres iban a regresar por mí, lamentando haberme dejado a mi suerte; soñaba que los perdonaba porque al fin estaríamos juntos. Después de unos años me deshice de esa idea, pero soñaba con que una familia me querría; que una pareja vendría por mí y me llevaría a una gran casa dónde tendría un hogar; y al acostarme me arroparían dándome un beso en la frente deseándome dulces sueños. Que vendrían por mí como lo hizo esa pareja que se llevó a Mattie, mi mejor amiga.”

 

Laura puede sentir su garganta cerrarse a la mitad de su relato. La pelinegra ahora la mira con intensidad como si quisiera atrapar y grabar en su mente cada palabra que sale de su boca.

 

“Después soñé con conocer a alguien que me amara, que nos enamoraríamos profundamente y que nuestro amor podría contra todos los obstáculos que la vida nos pusiera; sólo por estar juntas, por saber que nos teníamos la una a la otra, sin importar nada más.”

 

La rubia se detiene a dar un gran suspiro.

 

“Ninguno de esos sueños se hizo realidad; pero lograr una sonrisa, convertir un día malo en uno bueno, brindarles confianza o hasta incluso cambiar la vida de los ‘soñadores’; es lo que le ha dado sentido a mi vida. Vivir sus sueños, se ha convertido en el mío; y no hay forma que pueda arrepentirme de ello.” Concluye Laura mirando a la pelinegra.

 

“¿Hubieras preferido que alguien mintiera al decirte que te ama?” Pregunta Carmilla con cautela.

 

“Hubiera preferido que fuese verdad; pero estos días siendo Laura, estando aquí contigo… con Carmilla, me lo han hecho sentir.” Dice la rubia levantándose de su lugar para caminar lentamente hacía la ventana en la que se encuentra la otra mujer.

 

La pelinegra se acomoda para hacer espacio y que Laura pueda sentarse junto a ella.

 

“Supongo que después de todo es una linda historia ¿No?” Carmilla cuestiona con una débil sonrisa poniendo una de sus manos sobre la rodilla de la rubia sin siquiera darse por enterada de lo que está haciendo.

 

Laura, por el contrario, no puede desviar apartar su atención de lo que el contacto de la pelinegra le hace sentir, no sólo físicamente sino, dentro de su pecho.

 

“Lo es. Es una hermosa historia la nuestra.” Laura titubea intentando hacer caso omiso al calor que sube desde dónde se encuentra la mano de la pelinegra que sigue sin advertir lo que está haciendo. Y la rubia espera que tampoco pueda darse cuenta de lo que desencadena en ella.

 

“Al menos quedan tan sólo un par de días para irnos de aquí y terminar con todo esto.” Dice Carmilla retirando su mano para pasarla por entre su cabello azabache.

 

Laura asiente pausadamente, pretendiendo ocultar el leve pinchazo que la idea de irse de la hacienda y dejar atrás a la abuela y a Sherman le hace sentir. Parte de ella sabe que le duele mucho más saber que después de que todo termine, la pelinegra y ella volverán a ser dos desconocidas que sólo comparten una casa y una labor juntas.

 

Porque nada de lo que han vivido en los últimos días es verdad, nada de lo que ha sido dicho o prometido lo es.

 

“Sólo un par de días, Carm.” Contesta la rubia disfrazando su dolor con una sonrisa.

 

Carmilla se levanta extendiendo la mano a la rubia para ayudarla a ponerse de pie y sin soltar su mano la escolta hasta la cama.

 

Cuando la pelinegra entra al baño para cambiarse la ropa para dormir, Laura se acuesta en la cama. Después de dar varias vueltas en ella, la rubia se queda mirando absorta al techo de la habitación, en su mente lo único que ronda incesantemente es la loca idea de lo mucho que desea que los siguientes días pasen lo más lento posible.

 

Unos minutos después, cuando escucha la puerta del baño abrirse, Laura gira hacia su costado apuntando a la puerta pretendiendo estar dormida; mientras la pelinegra camina con precaución alrededor de la habitación para extender las sábanas junto a la cama.

 

A través de sus párpados entrecerrados la mujer en la cama puede apenas distinguir el  contorno de la figura de Carmilla pararse al lado de la cama por unos segundos segundos y la rubia se pregunta qué es lo que está pasando; pero se detiene de abrir los ojos con miedo de encarar a la pelinegra frente a ella; sabe que si lo hace, es posible que la mujer pueda descifrar en ella todo lo que no puede decir en palabras. Y eso le asusta.

 

Unos segundos después que puede sentir los labios de Carmilla en su frente y escuchar  un ‘Dulces sueños, Cupcake’ en un frágil suspiro antes de que las sombras de la noche envuelvan la habitación; es que Laura puede volver a respirar, no pudiendo en esta ocasión contener la lágrima que se escapa por su mejilla. Sin saber que a unos metros de ella, la pelinegra se encuentra perdida en sus propia maraña de pensamientos.

 

Es así, en la oscuridad, que la pelinegra se pregunta si será capaz de soportar los últimos días al lado de Lilita y del señor Hollis. Si podrá olvidar lo que se siente tener una verdadera familia que la acepte por completo; pero sobre todo, si será capaz de olvidar al manera en la que la mano de Laura se cuela sigilosamente entre la suya para aferrarse de vez en cuando para reconfortarle o calmar sus nervios. Si podrá ignorar que su corazón salta de emoción cada vez que la rubia la mira con esa enorme, brillante y entusiasta sonrisa en los labios. Si tendrá la fuerza suficiente para volver a aquella casa que comparten olvidándose de la cálida sensación que le produce sentir los tersos labios de la rubia sobre los suyos.

 

Carmilla, desde su posición en el suelo, gira en su costado para ver la silueta de Laura iluminada por el manto de la luna que deja asomar su luz por ventana; cuando la rubia se mueve lentamente para acomodar su posición, la pelinegra aprieta los ojos para impedir que la mujer pueda ver la pena que le embarga, ni la pequeña lágrima que recorre su rostro. Porque jamás había sentido nada igual, ni por su primer amor, Ell. Carmilla se pregunta ahora si en realidad lo que sentía por ella se puede clasificar ahora como amor. Porque nada está cerca de parecerse a lo que la rubia le hace sentir. Y eso le aterra.

La tenue luz de la mañana comienza a perfilar el relieve de las montañas que rodean los amplios campos de vino, apenas combatiendo el frío del rocío matutino que se hace presente en las hojas de parra.

 

Lilita Morgan camina por la cocina poniendo un par de tazas; café negro sin azúcar para Carmilla y chocolate caliente con bombones para Laura; junto a un par de rebanadas de pan tostado con jalea de uva, que se encuentran sobre una bandeja de madera.

 

“El mosto está listo, señora Lilita.” Explica William sosteniendo una cristalino recipiente con un purpúreo líquido en él.

 

“¡Perfecto! Es el último toque. Nada mejor para la salud que iniciar el día con un buen zumo de uva.” Dice la abuela tomando la vasija para ponerla complementar la bandeja.

 

“¿Necesita que le ayude, Madam?”

 

“¡Tonterías, querido William!. Son tan sólo un par de cosas, no pesan nada. No me hagas sentir más vieja de lo que en realidad soy.” Responde Lilita con una sonrisa retadora.

 

William asiente amablemente pero de igual manera sigue a la mujer cautelosamente, midiendo su distancia por si Lilita llegara a necesitar de su ayuda.

 

Al llegar al corredor del segundo piso, la abuela espera unos segundos al lado de la puerta de la habitación de su nieta intentando escuchar algún ruido dentro de la habitación; para su complacencia el silencio le confirma que la pareja en el interior se encuentra aún descansando. Lo único que espera Lilita es que sus nietas; sí, porque Carmilla, aún no siendo todavía oficial, es ahora también su nieta; hayan tenido la prudencia suficiente de haber contenido sus deseos carnales; o que al menos, tengan el cuidado de regresar a sus ropas después de ellos.

 

La mujer suelta una pequeña risita con tan sólo imaginar la cara que pondría su yerno si llegara a ver a su hija y a su prometida en dicha escena.

 

La abuela asiente a William para que éste abra la puerta cuidadosamente; entusiasmada por sorprender al par; pero es para su infortunio ella la que resulta estupefacta cuando se encuentra con la imagen dentro de la habitación.

 

Laura está durmiendo en una orilla de la cama abrazando una almohada mientras Carmilla se encuentra acurrucada al lado de la cama, en el suelo, sobre un par de sábanas. Ambas mujeres se están dando la espalda, una a la otra y Lilita detiene sus ganas de irrumpir en el cuarto para cuestionar lo que ven sus ojos. Retirándose de su lugar, la abuela le pide a William que cierre nuevamente la puerta para hacer su camino de regreso a la cocina de la casa.

 

La rubia jura que ha escuchado el crujir de la puerta pero cuando logra deshacerse del pesadez en sus pestañas y gira su cuerpo, con el cuidado pertinente para no despertar a la pelinegra que descansa cerca de ella, no logra ver nada fuera de lo normal.

 

Carmilla sigue al pie de la cama, la posición fetal de la pelinegra y el leve temblor de su cuerpo le hacen saber a Laura que la obstinada mujer está padeciendo frío una vez más; ha sido lo mismo desde el primer día allí, aunque la rubia jamás lo ha mencionado. También sabe que Carmilla tampoco aceptará que en aras de no molestarla y hacer que Laura no sufra de enfriamiento, nunca ha intentado tomar otra sábana para cubrirse de la fría madrugada.

 

Caminando en la punta de sus pies, Laura toma el cobertor de encima de la cama para afectuosamente posarlo sobre la pelinegra.

 

El desayuno se desarrolla como todas las mañanas, William y la abuela han cocinado magistralmente un banquete digno de un rey.

 

Todos se encuentran en el comedor cuando William entra a la habitación.

 

“Señorita Laura, tiene usted una llamada.” Anuncia el joven ceremoniosamente.

 

“Gracias; y ya te dije mil veces que puedes llamarme Laura, Will.” Responde Laura con una sonrisa mientras se limpia la comisura de los labios con la servilleta de tela antes de ponerla sobre la mesa y dirigir sus pasos al salón principal.

 

Carmilla no pierde de vista la sospechosa mirada de la abuela que sigue con reserva los movimientos de la rubia.

 

“Carmilla, esperaba que hoy me acompañaras a la bodega para que veas el proceso de las barricas y el embotellado de los vinos; es el último paso que te falta por conocer. Tengo también una reunión con unos nuevos inversionistas que me gustaría que conocieras.” Comenta el señor Hollis con una gran sonrisa en el rostro para después tomar un gran bocado la tostada con mermelada de su plato.

 

“Claro, Sherman.” Contesta la pelinegra aún midiendo la rigurosa vigilancia que Lilita mantiene sobre Laura.

 

“Creo que eso no va a ser posible, Sherman.” Expresa la abuela tomando un sorbo de mosto sin retirar su mirada de la rubia.

 

“¿Y eso por qué?” Pregunta el hombre sin dejar de comer su desayuno.

 

“Prefiero que lleves a Laura; de niña no logró involucrarse tanto y ahora es justo que lo haga; después de todo, todo esto será suyo algún día.” Lilita declara con una severa mirada que desestima cualquier reclamo de Sherman.

 

A lo que el señor Hollis acepta asintiendo mientras regala una sonrisa de disculpa a la pelinegra.

 

Laura regresa a la mesa con una mirada llena melancolía.

 

“¿Todo bien?” Cuestiona Carmilla en cuanto la rubia toma su lugar al lado de ella.

 

“Era del trabajo, al parecer necesitan que regrese mañana mismo. Ha surgido un problema y necesitan que remplace a uno de los presentadores.” Explica Laura mirando en acuerdo a Sherman que de repente encuentra aún más apetecible el contenido de su plato. 

 

“¿Tan pronto?” Interpela la anciana mujer. La pelinegra puede notar que Lilita quiere decir algo más pero se detiene.

 

Carmilla también advierte la lucha interna que la rubia está librando entre lo que debe hacer y sus propios deseos de no defraudar a la abuela; por lo que desliza su mano por debajo de la mesa para tomar su mano entre la suya y darle un leve apretón para hacerle saber que está con ella.

 

“Lo siento, abuela. Son cosas del trabajo.” Dice Laura con pesar.

 

Sherman Hollis parece haber perdido el apetito; no es el único en la mesa. El desayuno termina en silencio.

 

La bella biblioteca de la casa es por mucho inmensamente mejor que la que Carmilla ha podido disfrutar en la casa del escuadrón. La pelinegra aún no siente que pueda llamar a ese lugar como su propia casa. No, no lo es; porque su hogar no reside en un espacio, sino en una persona; la misma persona que tiene apenas algunas horas que ha abandonado la casa con el señor Hollis para visitar las bodegas de vino. Unas horas y Carmilla ya le extraña a su lado.

 

“Lamento interrumpir tu lectura, Carmilla, pero necesitamos hablar.” La abuela toma asiento junto a la pelinegra.

 

“No es ningún problema, abuela. ¿Qué necesitas?” Pregunta Carmilla poniendo el libro entre sus manos a un lado.

 

“Quiero que me digas en este momento toda la verdad.” Expone seriamente Lilita, tan seria como la pelinegra jamás la había visto.

 

El temor invade de inmediato a Carmilla, piensa que la mujer ha sido capaz de leer en ella esos pequeños actos de duda al mentirle. Quizás la rigidez en su cuerpo en los primeros días cuando Laura se le acercaba; quizás las imprecisiones de sus declaraciones; quizás los deslices que ha tenido sobre la farsa. Quizás no es tan buena ocultado la verdad como quisiera; y en este momento, la pelinegra desea lo que nunca es su vida, ser tan buena mintiendo, tan buena como Laura; que por momentos, hasta a ella misma, le ha hecho olvidar que todo esto es un acto.

 

“Claro, abuela.” Dice Carmilla intentando disimular los nervios que la abruman.

 

“Mírame a los ojos, hija.” La anciana toma el rostro de la pelinegra para levantar su mirada y sus ojos cristalinos se enganchan insistentemente con los suyos.

 

Carmilla, a pesar del miedo, nota que el gesto sigue siendo cariñoso, aunado al hecho de que Lilita le ha llamado ‘hija’.

 

“¿Qué pasa con Laura y contigo? Hay algo que no me están diciendo y quiero saber ahora mismo qué es.”

 

“Abuela, no sé…”

 

“Deja las mentiras, Carmilla. ¡Basta ya de engaños!” Dice la abuela firmemente.

 

“No es lo que crees, abuela. Laura y yo sólo…” Explica la pelinegra tratando de mantener la mirada y sin saber cómo justificar sus actos deshonestos. Esto no debería pasar, no así.

 

“Sólo quieren mi felicidad.” Concluye Lilita afectuosamente.

 

“Es lo único que queremos.”

 

“¿Y piensan que mintiendo sobre ustedes me hacen feliz?”

 

Carmilla se ha quedado sin palabras, no sabe qué más puede decir que no le rompa el corazón a la anciana.

 

“¿Han peleado anoche?” Cuestiona la mujer dejando a Carmilla confundida.

 

“¿Laura ha dicho algo?” Es el turno de Carmilla para cuestionar.

 

“No ha sido necesario, esta mañana he entrado yo misma a la habitación con la intención de llevarles el desayuno a la cama y me he encontrado con tal sorpresa. ¿Están teniendo problemas en su relación? ¿Es por eso que han dormido separadas anoche? ¿Es por eso que no han decidido aún poner fecha para la boda?” La abuela sigue con el interrogatorio ante una silenciosa y anonadada pelinegra que no sabe cómo procesar las preguntas de Lilita.

 

Aunque, por otro lado, el alma ha regresado por completo al cuerpo de la pelinegra, o casi por completo, porque ahora tiene que, de alguna manera, arreglar esta situación.

 

“Ningún problema, abuela. Una simple discusión, como todas las parejas. A estas alturas ya deberías conocer lo testaruda que es Laura y me ha mandado a dormir al suelo por la noche; pero nada que esta mañana no se haya arreglado y todo ha vuelto a la normalidad.” Dice Carmilla intentando sonar confiada.

 

“¿Puedes asegurarme que es sólo eso?”

 

“Claro, abuela.” La pelinegra desvía un poco la mirada porque en su interior sabe que no puede ver directamente a los ojos cuando tan descaradamente le está mintiendo.

 

La mujer toma las manos de Carmilla entre las suyas buscando nuevamente su mirada.

 

“¿Aún es la mujer con la que te ves casada?”

 

“Es ella, abuela.”

 

“¿Puedes jurarme que amas a Laura?” Pregunta la abuela con precaución.

 

“Con todo mi ser.” La pelinegra no puede frenar las palabras escabullirse por su boca mientras mira a los ojos a Lilita. Porque ésta vez no hay falsedad alguna en su promesa.

 

“¿Eres feliz y vas a hacerla feliz?”

 

“Toda mi vida, abuela. No habrá nada que no haga por Laura. ¿Cómo no ser feliz cuando es todo lo que jamás supe que necesitaba? ¿Cómo querer ser la culpable de sus risas cuando no hay momento en que no quiera escucharla? ¿Cómo no ser feliz a su lado cuando lo único que me ha demostrado es como entregarse por completo para lograr la felicidad de otros? ¿Cómo no desear despertar junto a ella cada mañana y cerrar los ojos cada noche con ella a mi lado, si sólo verla me llena el corazón? ¿Cómo no amarla, si es Laura?”

 

La anciana toma el rostro de Carmilla entre sus manos para darle un beso en la frente con lágrimas en los ojos; lágrimas de felicidad y la pelinegra se siente a un paso de imitarla.

 

“¿Qué pasa aquí, eh? ¿Has decidido adoptar oficialmente a Carmilla y que ocupe mi lugar?”

 

Las mujeres están tan abrumadas por el instante que acaban de compartir que ninguna de las dos se da cuenta que Laura y el Señor Hollis han regresado a la casa; y las miran extrañados por la escena ante ellos.

 

“Ya te dije que Carmilla es tan mi nieta como tú.” Dice Lilita limpiando las lágrimas de su rostro y sonriendo a las nuevas personas presentes en la habitación.

 

La abuela toma la mano de la pelinegra una mano y con la otra, la de Laura para unirlas entre las suyas.

 

“¿Y de qué se trataba todo esto?” Demanda la rubia por una respuesta.

 

“Nada, nada. Carmilla y yo solamente estábamos hablando sobre la boda; y me ha venido una idea.”

 

El señor Hollis, Laura y Carmilla reparten miradas de desconcierto entre ellos.

 

“¿Y qué idea es esa, abuela?” La pequeña rubia interpela dando un ligero apretón a Carmilla en confort, de la misma forma en que la pelinegra lo hizo hace unas horas en el comedor.

 

“Que estando ustedes aquí; y Carmilla no teniendo más familia que nosotros; la boda debe ser mañana mismo, antes de que se vayan.”

 

 

 

 

 

 

 

 

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