La asombrosa SpiderJinx: El peso de las sombras

Arcane: League of Legends (Cartoon 2021) League of Legends
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La asombrosa SpiderJinx: El peso de las sombras
Summary
"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad." -Cielos, hermana, aun muerta me sigues sermoneando.
Note
"Fanfic is a cheeseburger" ¡Y patentame esa frase, Marce!Uno no espera que una hamburguesa sea la mejor comida que probara en su vida, ni la más alta clase gourmet de Europa enfocada en ella. Ni se le puede exigir que en ella se sienta los más finos condimentos entrelazados con cautela y antelación con demás especias.No.Pero una grandiosa hamburguesa... oh, boy...Como deseo una grandiosa y rica hamburguesa. Te estoy hablando de una buena, no de cualquiera.En un día donde trabajaste y soportaste el calor y solo quieres llegar y descansar... no esforzarte mucho cocinando porque es solo para ti, ni gastar un dineral por un plato que quizás no necesitas en ese momento o la ocasión no lo amerita.Una hamburguesa y un vaso de gaseosa fresca con hielo, que tú muerdes y cierras los ojos porque esta buenísima.Solo eres tú, el mundo y esa hamburguesa, disfrutando los simples placeres de la vida.Porque está bien que existan platos más complicados y mejores, novelas más complicadas y mejores. Y está bien que aspires a eso, la grandeza llama.Pero también hay grandeza en las pequeñas cosas, en las más sencillas.No todo tiene que ser horas cocinando, escribiendo, dibujando, componiendo, cuidando el detalle hasta lo más mínimo y escribir, reescribir, editar y volver a editar, y borrar y volver a escribir para luego editar.Y yo había olvidado eso...Pero lo recordé anoche.Así que, por favor, desde que no puedo estar allí para cocinarte una buena hamburguesa que pueda mejorar tu día...Escribiré un fanfic.
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Un buen día

El almacén abandonado olía a humedad. Bajo la tenue luz de unas lámparas colgantes, un grupo de criminales se acomodaba en torno a una mesa improvisada hecha con cajas, adornada con fajos de billetes aún sin contar. Habían trabajado duro para conseguir ese dinero, y ahora solo quedaba esperar a los tres camiones que lo repartirían en diferentes direcciones. Mientras tanto, disfrutaban de un pequeño festín: pizzas grasientas, sándwiches de embutido y refrescos.

—Agua con azúcar y gas... una vil y triste forma de suplantar una buena garra de cerveza fría —se quejó uno.

—Espera a que llegue Pitt con los camiones y, ya en la seguridad de tu casa, puedes embriagarte y tirar todo a la borda si así lo quieres. Ahora te necesitamos sobrio.

—¿Alguna vez has probado la pizza de ese nuevo local del centro? —preguntó otro.

—Nah, siempre vamos al mismo sitio. Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? —respondió el anterior.

—Lo que funciona es que no nos hayan atrapado. Esto ha sido un trabajo limpio, un éxito —añadió un sujeto de nariz ganchuda y sonrisa confiada, alzando su lata de gaseosa en un brindis improvisado—. ¡Por nosotros!

Las latas chocaron y los hombres bebieron con satisfacción.

—¿Eh? ¿Dónde está mi porción de pizza? —murmuró el de nariz ganchuda, parpadeando confundido hacia la caja, en la que juraba que aún quedaba una porción.

—Seguro la pusiste en otro lado, torpe —se burló el de la chaqueta de cuero, dándole un codazo mientras se levantaba para traer una nueva caja, abrirla y compartir con su compañero.

Sin poner atención, giró y buscó la lata nueva que acababa de abrir, pero no la encontró junto a la silla.
Se rascó la cabeza y miró a ambos lados. Nada.

—Bah... fue un duro trabajo. ¿Cuánto tiempo llevamos planeando ese asalto? —dijo sin más, atribuyéndolo todo al cansancio, mientras sacaba otra bebida de la pequeña nevera portátil a su costado.

—Como dos meses.

—Ya quiero que esto termine... Me mudaré de ciudad... Me iré al campo.

—A tumbar vacas... pero solo por el placer de hacerlo, porque no necesitaremos el dinero.

—Nunca más necesitaremos hacer dinero —dijo el último, levantando su lata para un nuevo brindis, que los otros dos chocaron complacidos.

Luego de dar un buen trago, el mayor de ellos dirigió su interés al siguiente trozo de pizza, pero no lo encontró allí.

—Oye, idiota, ya tenía vista esa porción para mí.

—¿Eh?

—Ya prácticamente le había clavado el diente. ¿Por qué te la comiste tú?

—¿De qué estás hablando? Solo escoge otra y ya. Todas las porciones son iguales.

—¡Esa no! ¡Esa tenía tres rodajas de pepperoni alineadas a lo largo! ¡Era mía!

—¡Pues yo no toqué ninguna que llevara tu nombre, animal!

—No peleen. Toma, puedes quedarte con el pepperoni de mi porción. A mí no me gusta...

—¡Ese no es el punto! ¡Yo ya había...!

Los mayores se callaron al ver cómo una rodaja de pepperoni caía sobre la pronunciada nariz de su compañero.

Los tres alzaron la vista con lentitud.

SpiderJinx estaba adherida al techo, mirándolos mientras comía una porción de pizza. Una lata de refresco colgaba pegada a su costado con telaraña, a su cómodo alcance.

—Ah, sí... un momento... —comentó mientras se apuraba a tragar lo que quedaba de la porción.

La vieron golpearse el pecho, como si tratara de pasar lo que había tragado con dificultad. Apuntó hacia abajo al tiempo que eructaba, y de su muñeca salió una telaraña que descendió directo sobre los delincuentes.

...

Ekko observaba desde su sitio cómo, en los merenderos, Jinx volcaba el contenido de su bolso sobre la mesa.

 

Negó con la cabeza al ver la cantidad de bolsas con comida de todo tipo: papas, sándwiches, chocolates y demás.

—Si no te conociera, diría que asaltaste todas las máquinas expendedoras camino hasta aquí —comentó, acercándose a donde estaba.

—¿Todas las máquinas expendedoras? Qué exagerado...

—Pero asaltaste otra cosa, ¿no es así?

Ekko atajó el paquete que su amiga le lanzó al pecho. Se trataba de un bollo dulce cubierto de miel, con el interior de chocolate. Uno de sus favoritos.

—¿Un soborno?

—Un soborno... Ahora cállate y déjame desayunar en paz.

—Jinx...

—Agh...

—La policía está muy agradecida con SpiderJinx por detener a los ladrones de la caja de cambio del banco, ¿de acuerdo? Se robaron millones.

—A ellos les sobran otros millones. Sí, pero qué feliz estoy de que conserven los otros millones también... qué millonaria es esa gente... bien por ellos.

—Ese dinero no le pertenece al banco en sí, sino a la gente que puso sus inversiones allí, entre otras cosas. ¿Duermes en la clase de economía?

—Tú sabes que sí.

—Claro.

Ekko se sentó en el merendero con ella y abrió el paquete para comer también. Jinx le pasó una lata de café frío, y su amigo lo agradeció.

—Como iba diciendo... el banco está agradecido con SpiderJinx...

—Pero...

—Pero notaron que al botín que devolvió le faltan unos cuantos... billetes.

—¿Ah, sí?

—Sí...

—Bueno... quizás los ladrones lo ocultaron en algún sitio.

—Los interrogaron y revisaron, y no creen que sea posible.

—Quizás se les cayó entonces mientras huían.

—Es una posibilidad, sí.

—Entre otras tantas... Quizás algún pobre afortunado tuvo la suerte de encontrar ese dinero. ¡Amaría que algo así me pasara!

—No lo creo... Desde que esos billetes están cifrados, con sus números de serie y todo, ya dieron la alerta. Apenas uno de esos billetes caiga en una máquina o entidad que pueda identificarlos, bueno... ese "pobre afortunado" dejará de serlo.

Jinx alzó la mirada, mordió con fuerza el sándwich que comía para que no se cayera de su boca, mientras con las manos tomaba el bolso y despegaba de la telaraña los dos fajos de billetes que había escondido allí.

—¡¿Los llevas en el bolso así como si nada?! —preguntó incrédulo el chico, mientras los recibía y los ocultaba rápidamente en su mochila.

—¡Pero toda esta comida la compré con mi dinero! ¡Se queda conmigo!

—...Claro.

Ekko le dedicó una nueva mirada de apreciación a su amiga. Se veía más despierta, más limpia. Incluso entre todas las bolsas de comida y el desorden sobre la mesa, podía ver el libro de álgebra con los deberes de la jornada a medio terminar.

No era novedad para él que Jinx era, en realidad, muy lista. Solo que llevaba un estilo de vida desordenado e indisciplinado, siempre priorizando lo que le parecía más divertido, y eso nunca era estudiar, trabajar o mantener a la ciudad a salvo bajo los parámetros morales convencionales.

—Jinx...

—¿Mmm?

—¿Estás consumiendo drogas?

—¡¿Qué te pasa?! ¡Oye!

...

Terminó de lavar su largo cabello celeste y lo estrujó en una remera sucia para que no le estorbara. Se envolvió en una toalla y revisó que no hubiera nadie más en el vestuario de chicas del gimnasio escolar.

Cuando estuvo segura, sacó la ropa de la bolsa y la metió toda junta en el lavabo hasta que el agua comenzó a rebalsar por los costados. Agregó jabón, detergente y un poco de aromatizante, y comenzó a mezclar todo como pudo: primero con las manos y luego involucrando todo el brazo.

Cuando creyó que ya era suficiente, empezó a sacar prenda por prenda para meterlas en una bolsa a su costado.

Salió del vestuario, mirando hacia ambos lados. A esas horas de la mañana aún no había nadie en el instituto.

Llegó al tejado sin mayores problemas, saltando por una ventana del último salón en el último piso. Ese era su nuevo hogar.

Tiró una telaraña entre un par de postes y la pegó también a la casilla que daba acceso a la escalera, cuyo seguro había trabado a propósito para que nadie más pudiera subir. Comenzó a tender la ropa sobre la telaraña y, apenas terminó, se dejó caer sobre las colchonetas que había esparcido por el lugar, segura de que el equipo de gimnasia no las extrañaría.

—No sé por qué antes no aprovechaba para llegar más temprano al instituto... —murmuró mientras metía la mano en su bolso y sacaba— ¡hasta tiempo para leer las aburridas novelas de literatura me da!

Luego de avanzar algunos capítulos, se le antojó un bocadillo. Acercó el bolso con su telaraña, lo dio vuelta y cayeron varias golosinas y chocolates.

—Ah, pero si es mi amiga la tuerta, que convenientemente ha decidido aparecer en este preciso momento —comentó al ver a la gata que, de vez en cuando, se aparecía por allí.

Buscó un poco más en su bolso y encontró un sándwich a medio comer. Le quitó el jamón y se lo arrojó al animal.

—Sírvase, Zafira, su majestad... cortesía del crimen organizado de esta ciudad —comentó con gracia mientras se tiraba nuevamente en la colchoneta para retomar la lectura—. Mira, ahora puedo rimar... leer estos libros sí que me hace... ¿brillar? Sí, sí... ya lo dejo. Come tranquila, Zafira...

Tanto las cosas que comía ahora, como los productos de limpieza y una que otra prenda que Jinx consideró "digna" de portarla ella misma, todo lo había conseguido robándoselo a los malhechores que había detenido esa semana.

Sabía que no podía cobrarle a los ciudadanos por su labor como heroína, pero tenía otra perspectiva respecto a los rufianes.

"¿Ves? Equilibrio", le dijo a Ekko cuando este cuestionó su nuevo método de supervivencia. "¿Y quién lo diría? Ser un superhéroe es de lo más rentable..."

...

El sol apenas se colaba por las ventanas polvorientas del gimnasio. Las sillas plegables rechinaban mientras los estudiantes tomaban asiento, algunos con rostros sombríos, otros simplemente aburridos. En el centro, sobre un estrado improvisado con una vieja tarima de madera, el director tomaba el micrófono con solemnidad.

—Hoy recordamos a nuestro compañero perdido —dijo con voz grave e inalterable—. Y reafirmamos nuestro compromiso como institución para mantener un entorno seguro, respetuoso y unido.

Jinx lanzaba una canica de telaraña al aire y la atrapaba con una sola mano, una y otra vez. No prestaba atención, tenía los ojos fijos en Lux, sentada unas filas más adelante, con la mirada baja y las manos entrelazadas sobre el regazo, cargando cierto pesar. Su cabello dorado caía en ondas perfectas sobre los hombros, como si ni la tristeza pudiera opacar su brillante luz personal.

—¿Estás... sonriendo? —susurró Ekko, sentado a su lado, frunciendo el ceño.

—¿Eh? —Jinx dejó de jugar con la canica y giró hacia él con una media sonrisa burlona—. Ah, sí...

—Se murió alguien, ¿sabes? Por eso es este acto.

—Mira, qué tristeza, qué suplicio, qué mal... Me llena de angustia que un verdadero imbécil que disfrutaba meter niños más pequeños que él en el basurero haya partido hacia un plano mejor... o peor. Casi segura que se fue para abajo y no para arriba, si me entiendes. No creo que nadie aquí lo eche realmente de menos...

—Ese "verdadero imbécil" salía con Lux, ¿lo sabías?

—Ah... ¿Crees que puedo sacar plática con eso? —murmuró, con una chispa traviesa encendiéndose en sus ojos— ¡Gracias!

—Eres imposible —gruñó él, pero no pudo evitar soltar una pequeña risa.

El director levantó la voz, intentando recuperar la atención del alumnado.

—Les pedimos a todos que tengan cuidado. No se queden en el instituto después del atardecer. No queremos más incidentes como los recientes. Cuídense. Y cuiden a sus compañeros.

La sala quedó en silencio por un instante. Luego, uno a uno, los estudiantes empezaron a levantarse y marcharse en grupos, murmurando entre ellos.

—¿Te das cuenta de que acaba de decir "incidentes recientes" como si fueran resfriados y no... asesinatos? —comentó con severidad su amigo.

—Descuida, lo tengo cubierto. También me llamó la atención.

—¿De verdad?

—Sí. Vigilaré el instituto de cerca... No tienes que agradecerme. Ni tú ni tu grupo de inútiles.

—Vaya, eso es... es bueno, es muy bueno. Si SpiderJinx merodea esta zona, se le hará más difícil al perpetrador hacer sus cosas.

—Es lo que digo: siempre un paso delante de todos... —comentó Jinx, viendo cómo Lux terminaba de hablar con el director y se disponía a dejar el lugar también—. Me tengo que ir.

Jinx la alcanzó en apenas unos saltos silenciosos mientras ya iba por los pasillos. Caminó a su lado unos segundos sin decir nada, como tanteando el momento.

—Hey... —murmuró por fin, con una voz inusualmente suave para ella.

Lux la miró de reojo, sorprendida, pero su mirada se suavizó al ver de quién se trataba.

—Quería decirte... lo siento. Por lo del imbéc... por lo de tu amigo... De verdad, lamento tu pérdida.

—Gracias, Jinx. No éramos exactamente... tan cercanos últimamente, pero... igual fue un evento inesperado.

Jinx asintió, incómoda por tener que actuar como si le importara, pero haciendo su mejor esfuerzo por parecer humana.

—¿Estás... bien? —preguntó, esforzándose para que la frase no sonara tan trillada en momentos como ese.

Lux se encogió de hombros.

—No lo sé. A veces sí. A veces siento que todo esto es una película mala y que en cualquier momento alguien va a gritar "¡corte!".

Jinx se rió suavemente.

—Si eso pasa, yo quiero estar en la escena postcréditos... sobreviviendo como pueda, sin importar la elipsis absurda que metan de por medio.

Eso logró sacarle a Lux una pequeña sonrisa. Jinx aprovechó la grieta en la tristeza y se lanzó.

—Si necesitas ayuda con lo que sea, ya sabes... aquí me tienes —siguió.

Caminaron en silencio por unos cuantos pasillos, hasta que creyó poder seguir tentando su suerte.

—¿Sabes de ese nuevo proyecto de ciencias? ... ya sabes, con el experimento ese raro que el profe asignó... puedo darte una mano. Me gustó mucho tu idea sobre las luces de los prismas y cómo estos podrían llegar a generar más que solo colores brillantes.

—Oh, pensé que solo el profesor estaba escuchando lo que decía...

—Claro que no. Y creo que tiene sentido tu propuesta. Es un sobresaliente asegurado en nuestras clasificaciones. Y ¡hey! ¡Señorita Brillante Prismático! Cuénteme a bordo, por favor.

Lux le sonrió con simpatía y miró hacia abajo, distrayendo su mente finalmente en un tema menos sombrío.

Tenía otros compañeros, amigos cercanos con los cuales poder trabajar, pero nunca habían sido realmente de apoyo.

Y Jinx siempre había tenido un aire de ser alguien "problemática", pero Lux la había escuchado más de una vez dar respuestas extremadamente complejas, siempre con aire aburrido y soberbio, que ponían de los nervios al docente de turno, pero que hasta ellos debían terminar dándole la razón.

Aparte, últimamente había notado a Jinx más atenta y despierta en clases, con mejor aspecto incluso que su habitual presencia descuidada y distendida.

Se preguntó internamente si Jinx estaba tratando de hacer un cambio justo a tiempo antes de postularse a la universidad, o quizás una chica como ella, tan diferente a como Lux era, tenía otros planes distintos para su futuro.

La intriga pudo más y terminó asintiendo, hasta sintiéndose entusiasmada con la propuesta.

—¡Grandioso! —festejó Jinx, pero ella misma notó que había sonado demasiado entusiasta y decidió tirar su mirada hacia otro lado—. Es decir, genial, como sea... ya no tengo que buscar otro compañero de trabajo —se corrigió como si no fuera la gran cosa.

—Tengo algunos talleres luego de clases, y mañana temprano también... pero, ¿mañana luego de clases?

—Mañana luego de clases está bien por mí.

—Estupendo.

—¡Sí! Es decir... como sea, te veo entonces mañana luego de clases... por aquí... en el instituto.

—Luego de clases, sí —se burló la rubia, viendo la fingida actuación—. Búscame, ¿de acuerdo?

Jinx asintió mientras la rubia se alejaba a su clase. Ekko se acercó a su lado cuando intuyó que ya era seguro.

—Eso fue patético, Jinx. De verdad te aprovechaste de la muerte de ese idiota para esto.

—Sí, soy terrible. Pero esto... esto... —Jinx comenzó, tomando a su amigo por los brazos—. ¡Esto es... una cita!

—... Ni rastro de remordimiento.

—¡Tengo una cita con Lux!

—A veces me pregunto... el que distribuye los superpoderes...

—¡Una cita!

—¿En qué piensa ese infeliz cuando se los da a tarados como tú?

...

Tienes hambre.

Nadie te ve mientras atraviesas los respiraderos oxidados, mientras te adhieres al techo como un susurro que no se calla. Eres más sombra que forma, más impulso que cuerpo. Y estás hambriento.

Te mueves.

Observas al grupo de arte en un aula, pintando en silencio, aburridos, cansados. Uno en particular parece frustrado con su trabajo. Percibes su hedor, pero no te apetece tanto.

Bajas un piso. El club de tecnología no deja de discutir sobre un dron que no funciona. Uno de ellos maldice, irritado, una pérdida monetaria considerable que hace que su estrés sea casi palpable. La tensión es buena. Casi sabrosa. Pero no... aún percibes que hay otras cosas en el menú que valen la pena mirar.

Giras. Te deslizas. Silencioso, agudo, arrastrándote por rendijas imposibles, hasta llegar al laboratorio del ala este.

Huele... bien...

—Mira esto, si lo inclinamos un poco más, el ángulo cambia —dice la chica de pelo celeste—. ¿Ves cómo el azul se escapa antes que el rojo?

La chica de pelo rubio asiente, fascinada. Se ríen juntas, una risa tímida; hay interés entre ellas.
Tú te fundes con la sombra que cae detrás del armario de materiales. Estás tan cerca que podrías acariciar el borde de la luz que proyectan con su prisma.

El olor se hace más fuerte y lo aspiras a profundidad, dejando que este llene tu ser por completo.

La chica de cabello celeste se aparta un mechón rebelde de la cara, sin dejar de hablar. Tiene una herida pequeña en el cuello, una que no se ha molestado en cubrir.

Te concentras en ese olor, que combinado con el que ya sentías antes, hace que todo en ella se vuelva la atracción principal de todos tus sentidos.

Ese aroma.

Es como si algo se abriera en ti, algo olvidado pero, de alguna forma, latente; un vacío que vuelve a llenarse por un instante con una fragancia que solo habías sentido una única vez antes.

Tu forma tiembla. Una grieta de algo parecido al deseo se filtra en tu interior incorpóreo. Te aproximas, imperceptiblemente, y sin darte cuenta...

Lo piensas.
Lo sabes.

Lo sientes.

Huele como a ella.

...

—No te preocupes, de verdad.

—Jinx, el director dijo que no nos quedemos tan tarde en las cercanías del instituto.

Caminaban hacia la salida del edificio. La rubia podía ver el auto y a su chofer ya esperando por ella en la entrada.

—Aún vi algunos alumnos en los pasillos y no es tan tarde. ¡Es lo único que le falta a nuestro proyecto! —insistía la otra.

—No debí olvidar lo de las citas y las referencias de los libros... es ridículo...

—Lo sé, cuando podés sacar todo de una computadora... ridículo —coincidió Jinx—. No es nada, volveré, copiaré lo de los libros en la biblioteca del tema, le damos el crédito al cerebrito que corresponda y... lo terminamos todo para entregar.

—Te acompañaré.

—¿Y hacer esperar a tu noble corcel?

Lux miró de reojo a su chofer, un hombre alto, de nariz larga y cabeza rectangular marcada. No pudo evitar reír ante la divertida ocurrencia de la otra chica.

—De verdad, ve, no hay problema —insistió Jinx, cruzándose de brazos con esa sonrisa ladeada que parecía invitar al caos.

Lux dudó un segundo, mirando a su chofer, que ahora revisaba el reloj con expresión impasible. Luego volvió a mirar a Jinx, y algo en sus ojos se suavizó.

—Sabés... me divertí trabajando con vos —admitió, bajando un poco la voz, casi como si eso la hiciera vulnerable.

Jinx parpadeó. Y por una fracción de segundo, su sonrisa dejó de ser una máscara y se volvió auténtica.

—¿Sí? Pues... yo también. Mucho —dijo, rascándose la nuca, incómoda con lo sincero que sonaba todo—. Y eso que no hicimos explotar nada. Decepcionante.

Lux rió, ligera y honesta.

—Nos vemos mañana.

—Eso espero —respondió Jinx, viéndola alejarse. Solo cuando el auto desapareció, se giró sobre sus talones y caminó hacia el edificio principal.

...

La biblioteca estaba casi vacía, con solo unas luces encendidas en la parte central y el olor familiar a páginas viejas. Jinx caminó entre estantes con paso tranquilo, pero distraído.

Murmuraba para sí misma, entonando las palabras como si fueran parte de una canción.

—...libros sobre refracción, espectro lumínico, priiiismaaaas... —entonó en voz baja, casi como si estuviera marcando el ritmo de sus pasos.

—Estante 4B. Física aplicada. Segunda repisa. —La voz fue seca, inesperada.

Jinx se giró en seco.

Caitlyn estaba sentada en una de las mesas, parcialmente oculta entre sombras, un libro abierto frente a ella y la mirada tranquila, casi inexpresiva.

—¿Cómo sabías lo que buscaba? —preguntó Jinx, con una ceja alzada.

—Entraste cantándolo —respondió Caitlyn sin levantar la vista de su lectura—. Supongo que estás de buen humor... me alegro...

Jinx soltó una risa breve, algo forzada.

Caminó hacia donde le había indicado, encontró el libro con sorprendente facilidad y lo abrió sobre una mesa cercana. Se sentó y comenzó a copiar a mano algunos de los nombres de autores y títulos importantes para la bibliografía.

La atmósfera era densa. No por el silencio habitual de la biblioteca, o lo sola que de repente se sentía.

Sino por ella.

El único sonido que hacía Caitlyn era el pasar de hoja en hoja en su libro, pero, aun así, su presencia le molestaba enormemente.

—¿Estás bien? —preguntó finalmente la mayor.

Jinx se detuvo a mitad de palabra. Su lápiz se quedó en el aire.

—¿Cuántas veces me vas a preguntar lo mismo? —respondió sin mirar, con los dientes apretados.

Un nuevo y largo silencio entre ambas.

—Las que sean necesarias hasta que aceptes mi ayuda.

—No necesito ayuda.

—Bien, claro, por supuesto... si en algún momento la necesitás, puedo dártela —insistió Caitlyn—. Con lo que sea. Incluso cosas básicas.

Jinx giró lentamente la cabeza para mirarla con desconfianza.

—¿"Cosas básicas"? —repitió con desprecio, pero nada inmutó el rostro relajado y sombrío de la otra.

—Tenés una mancha en tu camiseta.

Jinx bajó la vista y lo notó al tiempo que maldecía. Era una enorme mancha de lavandina que se extendía desde la mitad hasta el borde inferior de una de sus prendas favoritas.

Y luego pensó... ¿Lux lo habría notado? ¿Había visto esa mancha todo el rato? ¿Pensó que era una vaga? ¿Una sucia? ¿Le pareció adorable o lamentable? ¿Por qué no dijo nada al respecto? ¿Sintió lástima?

—Es parte del diseño —mintió testarudamente.

—Si no tenés dónde lavar la ropa, podés usar mi casa —dijo Caitlyn simplemente—. Tengo lavadora. Funciona.

—Te dije que estoy bien.

Caitlyn asintió con aburrimiento y volvió a su lectura.

Jinx hizo lo propio con lo que anotaba y apuró su trazo para terminar lo antes posible y salir de allí.

—Oye... el director dijo que no nos quedáramos cerca del instituto tan tarde... —comentó cuando ya se dirigía a la puerta de salida.

Vio que Caitlyn sonreía de lado a ese comentario, y esto le revolvió el estómago. Se dio la vuelta y salió sin mirar atrás.

Se negaba a mostrar preocupación por ella, pues conocía cómo era la situación de la novia de su hermana.

"La estúpida niña rica puede cuidarse sola... yo... yo debería preocuparme porque la próxima vez no confunda la lavandina en vez de la leche..."

Caminó algunos pasos por el pasillo cuando notó que ya no había nadie en el instituto, haciendo que todo luciera aún más peligroso.

Negó con la cabeza y se obligó a avanzar, pero solo unos pasos más y tuvo que regresar.

Abrió la puerta de la biblioteca con cuidado, aún sin saber qué decir, cuando notó que la figura de Caitlyn estaba más encogida en su lugar. Se tapaba la cara con ambas manos y sus hombros bajaban y subían en espasmos pequeños.

Verla en ese estado vulnerable hizo que finalmente se decidiera y cerrara la puerta con el mismo cuidado con que la había abierto.

Caminó por el pasillo nuevamente y solo se detuvo cuando una figura pequeña y oscura le cortó el paso.

—¿Qué ahora, Zafira? ¿Tenés hambre? Yo también...

Comentó, rodeando a la gata para seguir su camino, pero el animal maulló molesto.

—Vamos, subiremos al tejado por el jardín del costado... te daré queso... con la esperanza de que te agarre diarrea y dejes de molestarme.

El gato volvió a hacer un sonido desaprobatorio, pero Jinx no detuvo su andar.

...

Jinx se sentía distinta. Mejor.

Las notas en su libreta ya no eran manchas caóticas: eran números altos, estrellitas marcadas por profesores, miradas sorprendidas de sus compañeros.

Estaba más despierta en clase por el día como Jinx y más alerta por las noches cuando salía como SpiderJinx.

Y ahora estaba enamorada. No podía apartar la mirada de ella mientras la colgaba del cuello con su telaraña a uno de los postes. La admiraba mientras sus brazos caían inertes a los costados bajo la luz de la luna.

Su nueva chaqueta de cuero de Pentakill.

Se la había robado a uno de los criminales que atrapó el día de ayer. Era un poco grande para su talla, como unas cuantas tallas más, pero estaba convencida de que podía hacerle unos buenos ajustes para que quedara aún mejor.

 

...

 

—Volvió a ocurrir otro incidente cerca del instituto —le informó Ekko en la cafetería—. Jinx, dijiste que estuviste patrullando esta zona. ¿No viste o escuchaste nada raro?

—Sí.

—¿Sí?

—Sí... el conserje...

—¿Qué con el conserje?

—Se tira pedos malolientes en el baño de las chicas cuando nadie lo ve.

—¿...Qué?

—Creo que es un fetiche.

—¡¿...Qué?!

—No, de verdad, creo que se excita pensando que puede ser un completo sucio, vulgar y pervertido en el baño de las señoritas que él nunca podrá tocar.

—¡¿Qué?!

—Son flatulencias muy fuertes, amigo, los escucho inclusive desde otro piso. Estoy segura de que cada vez que las suelta, aprieta las nalgas para que estas vibren más y así poder estimular su prost-

—¿Jinx?

Ambos dejaron su charla para voltear a ver a la chica que se les había acercado. Lux se abrazaba a sus libros y los miraba con una sonrisa cálida a ambos.

—¿Perdón? ¿Estoy interrumpiendo una conversación importante?

—Sí.

—No.

Se contradijeron al instante, intercambiando una mirada de cuidado para luego volver a mirar a Lux.

—Discutíamos sobre... la importancia de ciertos actos... perpetuados en los lugares correctos... en los momentos... adecuados —explicó Jinx.

—Sí... con cierto tipo de gases en el proceso...

Jinx volvió a mirar de muerte a su amigo. Una cosa era hablar sobre flatulencias y perversidades entre amigos, y otra frente a la chica que le gustaba, cuando aún no había entrado en confianza y trataba de tener una oportunidad. Ekko solo sonrió de lado.

—Parece un tema complejo —se atrevió a agregar la rubia.

—Lo es, lo es... pero podemos seguir profundizando en eso luego. ¿Necesitabas algo de nosotros? —siguió Jinx.

—Bueno, solo de ti, Jinx, de hecho.

—¿Oh?

—Sí, verás... nuestro proyecto estuvo muy bien, el profesor nos dio la calificación más alta y todo... y la pasé bien trabajando contigo. Me preguntaba si-

—Sí quiero.

—¿Mmm?

Ekko pateó por debajo de la mesa a Jinx, viendo cómo la chica ya comenzaba a poner esa cara de mensa y dar respuestas a lo idiota cuando se distraía de esa forma.

—Perdón, continúa.

—Me gustaría trabajar contigo en el proyecto de literatura.

—¿Eh? ¿Había un proyecto de literatura?

—Bueno, no es un proyecto propiamente dicho, es... la tarea... no se me está dando bien y creí-

—Oh, a mí se me da terrible literatura también. No te podré ayudar en nada, en serio.

—Bueno... quizás, si lo hacemos juntas, podríamos ayudarnos mutuamente...

—Oh por Dios, no, créeme, sería como un ciego tratando de guiar a otro ciego. ¿Por qué querrías que te ayudara con-? ¡Auch!

Jinx miró con mala cara a Ekko, quien le había dado otro pisotón bajo la mesa.

—Perdona a Jinx, Lux... es "imbécil" —dijo, tratando de sonar simpático, pese a que la última palabra la pronunció de forma que su amiga captara que había algo más—. Ella en realidad es buena para la literatura.

—¿Qué? ¡No lo soy!

—"Lo. Eres."

—No. Lo. Soy.

—Que.sí. No podría pensar en una mejor compañera para estudiar juntos literatura.

—Literal. Cualquier. Otro. Alumno.

—Pero tú eres especialmente buena en literatura, "Jinx", y Lux no podría pedir mejor compañía... para que la ayudara con su tarea... a solas... ¿No es así, "Jinx"?

—¡Sí! —dijo con triunfo, poniéndose de pie— ¡Lo soy! ¡Soy realmente buena en literatura! ¡Shakespeare es un poroto al lado mío! ¡La tarea es pan comido! ¡Yo te explicaré sea lo que sea que quieras! De hecho, hago poemas, me volví muy buena con las rimas últimamente...

—Bueno, la tarea es sobre el sufrimiento y la miseria que marcó las bases de la literatura rusa —explicó Lux.

—...

—Pero me gusta tu entusiasmo —se animó la rubia—. ¿Te parece bien quedar luego de clases hoy? Tengo un taller hasta tarde, pero luego de eso estoy libre.

—Claro. ¿Prefieres la biblioteca o algún aula en específico?

—De hecho, hay un café aquí cerca.

—...

—Es un lugar agradable, creo que estaremos cómodas ahí. ¡Pero si quieres, podemos quedar en la biblioteca!

—¡No! ¡No! ¡Amo el café!

Ekko cerró los ojos para que nadie viera cómo sus ojos se desorbitaban hacia arriba, refregándose la cara de solo tener que escuchar esa conversación.

Las chicas quedaron finalmente y pronto Lux se retiró.

—De nada —comentó su amigo, cuando estaban de nuevo solos en la mesa.

—Le gusto.

—Ah...

—¡Le gusto!

—No estoy seguro de eso aún.

—¡Se quiere casar conmigo!

—No creo que-

—¡Y la rechazaré!

—¿...Qué?

—No puedo decirle que acepto casarme a la primera, es muy temprano en nuestra relación, pensará que soy una mujer fácil.

—...

—Y yo no soy una mujer fácil.

—... Concuerdo.

...

Jinx subió a la azotea con una pequeña sonrisa bailándole en los labios. La ciudad ya estaba bañada en luces y sombras, con el cielo encapotado en tonos violeta y gris. La brisa fría le revolvía el cabello mientras pensaba en Lux y en su cita.

La vida parecía finalmente sonreírle, y esto solo la motivaba a seguir la línea de todas las cosas que estaba haciendo bien.

Se sentía fuerte.

Capaz.

Podía tener una cita con la chica que le gustaba.

Podía mantener sus calificaciones y entrar a una buena universidad

Podía seguir luchando contra el mal.

Podía sobrevivir a base de golosinas y refrigerios por un tiempo, hasta que se organizara bien y mejorara.

Podía tener una vida luego de toda la muerte que la rodeó en los últimos años.

Pensó en la chaqueta nueva de Pentakill, su más reciente adquisición "donada" por un criminal desafortunado. Era un tema de conversación asegurado, y luego podrían conocerse aún más.

Saltó en medio del tejado aún con una sonrisa, pero esta se congeló en su rostro apenas llegó allí.

Su pequeña guarida estaba destruida.

La cuerda donde colgaba su ropa había sido arrancada, sus cajas, rotas; su mochila, rajada en dos. Y justo en medio de todo... una criatura.

Era enorme, reptiliana, de escamas verde oscuro y húmedas como alquitrán. Tenía los ojos brillantes como brasas encendidas, y su espalda se arqueaba en un gesto salvaje.

—¿Qué demonios...? —preguntó, atónita, pero esas pocas palabras alertaron a la bestia.

La criatura giró hacia ella y, sin aviso, arrancó el poste de metal clavado al suelo y lo lanzó con una fuerza descomunal.

—¡Mierda!

Jinx disparó una telaraña al instante y se impulsó hacia un lado, girando en el aire justo cuando el poste impactaba contra la reja metálica del borde, haciéndola crujir como papel.

Sin perder más tiempo, se llevó la mano al cuello del uniforme y tiró hacia abajo. Tenía su traje de SpiderJinx listo. Alcanzó la máscara y estaba por colocársela cuando sintió un golpe en el pecho.

El movimiento había sido tan rápido que Jinx no se enteró del daño hasta un nuevo salto que improvisó para ponerse a salvo.

Se llevó la mano al pecho. Al mirarla, estaba cubierta de sangre. La bestia le había abierto la piel con sus garras como si hubieran sido afilados cuchillos de carnicero.

La criatura no le dio respiro. Saltó de nuevo, destrozando parte del suelo en su embestida. Jinx disparó otra telaraña para escapar, pero esta vez una garra la sujetó por la pierna.

—¡Nghhh!

Fue arrastrada con violencia contra el suelo. El dolor se encendió en todo su cuerpo.
Intentó dar un puñetazo, lanzar algo, "hacer" algo... pero el reptil la golpeó con su cola como un martillo, directo al estómago. El aire escapó de sus pulmones con el sonido de sus costillas rompiéndose.

Esta vez no pudo ni gritar.

Su cuerpo voló hasta estrellarse contra la casilla de mantenimiento.

Y luego todo se volvió oscuro.

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