To be scared, to be in love

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M/M
NC-17
To be scared, to be in love
Summary
Lo había mirado así antes, cuando era Hia Yi, cuando era Tai, pero era diferente. Cuando actuaban, Nat siempre debía contenerse, debía recordarse que era mentira, que el amor que veía en los ojos de Max era lo que el personaje sentía. El cambio era bueno, pero si Max no dejaba de mirarlo y empezaba a besarlo en los próximos segundos, Nat moriría. Tal vez estaba exagerando, pero por la forma en que latía su corazón, no dudaba que pudiera pasar. 
Note
...los amo tanto ><estoy obsesionada haha

Nat se sentía, en una sola palabra, feliz. Sintiendo la brisa marina sobre su rostro, se ajustó las gafas y dejó que las olas le mojaran los pies, sin poder evitar la sonrisa que se apoderó de su rostro. Sabía que Max estaba cerca, tal vez tomando fotos y pensar en él le hizo sonreír todavía más. 

Pasar tiempo juntos ahora, aunque fuera por trabajo, era diferente a lo que era hace algunos meses, ahora que Nat tenía la seguridad que los sentimientos que había ocultado por años eran correspondidos. El sólo pensar en ello le hacía tener ganas de dar saltos y gritar, pero suponía que no podía hacerlo en público, y se conformó con mirar hacia atrás y sonreír al observar la espalda de Max en la distancia, antes de pellizcarse el brazo para convencerse que era real y no estaba viviendo un sueño demasiado vívido. 

Tal vez Max sintió su mirada porque se giró y esa sonrisa tan característica suya hizo aparición antes de acercarse y dejar un brazo en los hombros de Nat, sus ojos cayendo en el cuello del menor. Nat bajó la mirada, avergonzado a pesar de que el gesto era común y el peso del brazo de Max sobre sus hombros le hacía sentir cosquillas en el estómago. 

“¿Qué estás haciendo aquí solo?” 

“¿Qué estabas haciendo lejos sin hacerme compañía?” replicó Nat, ignorando su nerviosismo. Estaba acostumbrado a coquetear, era parte de su trabajo y era una dinámica fácil cuando se trataba de Max, pero incluso así, no pudo evitar sonrojarse cuando los dedos de Max se apretaron en su brazo, acercándolo al cuerpo de su phi sin ningún problema. 

La intensidad en los ojos de Max ahora tenía un nuevo significado, algo más que lograr avergonzarlo y jugar con él. Sintiendo que temblaba, Nat apretó el borde la camiseta de Max entre sus dedos, alzando el rostro en espera por un beso que casi podía saborear. Sin embargo, no fueron los labios de Max los que lo tocaron, sino sus dedos, rozando levemente su cuello, en el que Nat llevaba el collar de conchas que Max le dio la noche pasada.. 

“Es el primer regalo que te doy” comentó Max, con una sonrisa algo avergonzada-, tal vez debí comprar algo mejor. 

Nat tocó su cuello, negando con la cabeza. Él podría aceptar cualquier cosa, mientras viniera de su phi y mientras supiera que se lo daba pensando en él. 

“Es perfecto” murmuró, sintiendo que sus ojos empezaba a humedecerse. A veces, detestaba llorar de forma tan fácil, pero tenía razones. Estaban juntos ahora, podía decir que eran novios. Consideraba todos sus regalos especiales, pero este era uno que no cambiaría por nada. “Phi puede comprarme más cosas después”, bromeó, tratando de ocultar la intensidad de sus sentimientos. 

Los dedos de Max subieron hasta su mejilla y se inclinó un poco, pero sus ojos se desviaron a los lados y Nat supo en lo que estaba pensando. Estaban en público, cualquiera podía grabarlos y todavía no discutían qué tan pública querían volver su relación, pero en ese momento Nat quería ese beso al punto de no importarle la posibilidad de ser descubiertos. 

“Regresemos, Nong Nat.” 

El hotel no estaba lejos de la playa y durante todo el camino de regreso, Nat no dejó de sentir los latidos de su corazón acelerándose, la posibilidad de estar finalmente a solas llenando su mente de fantasías que lo habrían hecho sentir ridículo unos meses atrás, pero que ahora podría hacer realidad. 

Cuando entraron a la habitación, Nat se apoyó en la puerta y la cerró detrás de él, su mano izquierda rodeando la muñeca de Max, evitando que se alejara. Nat había pasado años tratando de evitar que sus deseos se reflejaran en su rostro, muchas veces sin lograrlo, pero esta vez se permitió mirar a su phi con todo el anhelo y el deseo que sus ojos podían transmitir. 

“N’Nat…” Max se acercó, sus ojos reflejando la misma intensidad, logrando que las cosquillas en el estómago de Nat se intensificaran. 

Lo había mirado así antes, cuando era Hia Yi, cuando era Tai, pero era diferente. Cuando actuaban, Nat siempre debía contenerse, debía recordarse que era mentira, que el amor que veía en los ojos de Max era lo que el personaje sentía. El cambio era bueno, pero si Max no dejaba de mirarlo y empezaba a besarlo en los próximos segundos, Nat moriría. Tal vez estaba exagerando, pero por la forma en que latía su corazón, no dudaba que pudiera pasar. 

Cuando el primer roce llegó a sus labios, tan suave y leve como alas de mariposa posándose en su boca, Nat decidió dejar de esperar y llevó las manos a la cintura de Max, abriendo los labios para indicar que quería más. Se habían besado tantas veces que no debería haber ninguna sorpresa en el acto, pero cuando Max se apretó a él, obligándolo a aplastarse contra la puerta y le obligó a levantar la barbilla, Nat se sorprendió. Era diferente porque no sabía lo que pasaría, no había una coreografía ensayada. Era diferente porque era real y Nat llevaba años esperando que sus besos fueran reales. 

“Phi” jadeó, y sintió una lengua colarse entre sus labios, el beso subiendo de intensidad.

Nat no quería detenerse, quería más, quería sentir que finalmente Max le pertenecía, pero cuando metió las manos bajo su camiseta, los besos dejaron de ser tan intensos, y las manos de Max se posaron en sus brazos, apartándolo con gentileza. 

Nat abrió los ojos, frustrados. Llevaban pocos meses saliendo, pero no entendía por qué Max se detenía cada vez que las cosas escalaban. Cada rechazo lograba que sus inseguridades volvieran, aunque sabía que Max no jugaría con él, no podía evitar dudar. 

“Phi Max” se quejó, haciendo un puchero. Prefería rogar de esa manera que admitir que cada vez que Max se alejaba, se volvía a sentir como el adolescente de diecisiete años que trataba de encajar y de llamar su atención, sin conseguirlo. 

“Vamos a comer primero, Nong…”

Los años que llevaban juntos hizo que Nat notara el intento de evitarlo y se enfadó de repente. Finalmente estaban solos, habían terminado de grabar el piloto y por fin tenían un poco de tiempo libre. No es que sólo le interesara la idea de tener sexo, pero tampoco podía decir que no lo esperaba y no entendía porque Max lo rechazaba. 

“No tengo hambre”, contestó, exhalando un suspiro “¿Por qué te detuviste?”

Max exhaló un suspiro. 

“¿No estás seguro de lo que sientes?” preguntó Nat, antes de poder arrepentirse. Si esa era la razón, quería saberla antes de ilusionarse más. 

“¿Qué? ¡Claro que no!” Max le tocó las mejillas, inclinándose para verlo a los ojos, “Nong, nunca dudaría de lo que siento por ti.” 

“Entonces, ¿por qué parar?”

Tal vez no se sentía lo suficiente atraído por él, pensó Nat, dándole cabida a la inseguridad que a veces lo consumía. 

“Porque mereces algo mejor, N’Nat” Nat frunció el ceño, sin entender. “Apenas hemos tenido citas, quiero que sea especial, no aquí.” 

Nat hizo un mohín. En realidad no le importaba, no quería cenas caras, ni regalos lujosos. Sólo quería a Max. 

“¿Y qué pasa si no quiero esperar?” preguntó, retirando las manos de Max de su rostro.

“Nat, no me hagas esto. Déjame que haga esto de forma correcta, ¿bien?”

El beso que le dio no fue apasionado sino conciliador, hecho para evitar que Nat se enfadara y eso lo hizo enfadar más. No quería ser consolado, pero sabía que no le haría cambiar de opinión. 

Tal vez Nat aún era inmaduro, pero no pudo quedarse en el cuarto cuando Max fue a ducharse. El clima era cálido todavía y Nat salió, agradecido de no ser lo suficientemente conocido como para no poder mezclarse y regresó a la playa, esperando que la brisa y el sonido de las olas lograra calmarlo. El sol empezaba a desaparecer y Nat se alejó hasta llegar a una parte desolada y se sentó en la arena, sintiéndose frustrado con Max y consigo mismo. Si había esperado tantos años, podía esperar un poco más y lo sabía. Simplemente esa pequeña vocecita que siempre gritaba lo inadecuado que era, lo joven que era comparado a Max, le hacía imposible relajarse. 

“Nong” 

Nat dio un respingo, pero no se giró, ni siquiera cuando sintió que Max se sentaba a su lado. No preguntó cómo lo encontró, Nat se había acostumbrado a tener personas siguiéndolo por su seguridad y no les prestaba atención.

“Nat” insistió Max, su voz cambiando de su usual tono ligero y divertido a uno más serio. “No vuelvas a irte de esa manera, aunque estés enfadado.” 

Nat giró el rostro, sabiendo que tenía razón.

“Lo siento, phi”, susurró.

“¿En serio te molesta tanto?”

Nat se encogió de hombros. Sabía que debía explicarse, pero la desaprobación de Max era algo que siempre había temido. Sin embargo, quedarse callado sería peor. 

“No es sólo eso… Phi, no entiendo por qué debemos esperar. He tenido mucho tiempo para pensar, llevo mucho tiempo esperando y creyendo que nunca podría…”, Nat se interrumpió, mordiéndose los labios. “Sólo quiero saber si es real.”

Y tal vez, una pequeña parte de él tenía miedo que si dejaba pasar más tiempo, Max cambiaría de opinión. 

“Quiero saber” continuó, apretando las manos en sus rodillas “... quiero saber qué se siente que me desees”, admitió, bajando la voz y mirando al piso. 

De repente, sintió el aliento de Max en su mejilla, una mano grande y cálida apoyada en su espalda. 

“No digas cosas así de la nada” Nat sintió un beso en su mejilla y movió el rostro, encontrándose con la misma mirada intensa de antes. “¿Cómo puedes dudar que te deseo? Nat, es sólo que eres joven. No tengo nada que pueda ofrecerte que Nong no tenga. Entonces, quiero que sea perfecto, pero apenas tenemos tiempo a solas…”

“No necesito nada”, le interrumpió Nat, moviendo de forma nerviosa las manos sobre sus rodillas. 

Nat quería creerle. Racionalmente, sabía que Max no le mentiría, no jugaría con él de esta manera, pero la parte irracional de él seguía teniendo miedo. La mano de Max, todavía apoyada en su espalda, se movió de arriba hacia abajo, en un intento de ofrecer consuelo, pero Nat tembló levemente. La camiseta que llevaba era ligera y casi podía sentir el tacto de los dedos de Max en su piel. ¿Cómo podía decirle que lo quería era eso? Ser tocado, ser acariciado, experimentar el ser deseado por este hombre por primera vez. 

Cuando alzó los ojos, Nat sabía que la expresión en su rostro estaba llena de deseo, el mismo que a veces fallaba en controlar y que se avergonzaba de ver cuando debía reaccionar a sus trabajos. La mano de Max se detuvo abruptamente y Nat ladeó la cabeza, los ojos fijos en su boca. Notó la manera en que tragó saliva, pero no se atrevió a alzar la vista. Si lo miraba y Max lo rechazaba otra vez, no sabría cómo reaccionar. 

“Nong”, jadeó Max. 

La mano que le acariciaba la espalda subió hasta la cabeza de Nat y gentilmente, tiró de su cabello para obligarlo a mirar hacia arriba. La noche era lo suficientemente luminosa y Nat se lamió los labios al ver que la sonrisa que usualmente adornaba el rostro de su phi se desvanecía para dar paso a una mueca que era casi depredadora.

“Nong, no me mires de esa manera”, susurró, acariciándole la mejilla. 

Nat no respondió, sólo parpadeó y una de sus manos se movió de forma inconsciente a las rodillas de Max y ese toque fue suficiente para que Max perdiera la paciencia y atacara los labios de su nong. 

Usualmente, había algo en los besos de Max, una forma de contenerse, de no dejar que sobrepasaran un cierto límite y Nat era capaz de sentirlo, de notar esa línea imaginaria que su phi había decidido que no debían cruzar. Sin embargo, esta vez no habían límites y si no hubiera estado sentado, tal vez sus piernas no habrían sido capaz de sostenerlo en pie, especialmente cuando los labios de Max succionaron un costado de su cuello y Nat sintió dientes apretando ligeramente su piel. Gimiendo, apoyó las manos en la arena estirando las piernas por instinto, y sonrió cuando Max no se apartó sino que se movió con él y sus manos se apoyaron en los muslos de Nat y los separaron sin esfuerzo alguno, antes de ubicarse entre sus piernas. 

Nat sintió el calor en sus mejillas ante la acción. Era un poco extraño el saber perfectamente cómo se sentía tener a su phi entre las piernas, con incluso menos ropa entre ellos, y a la vez, sentir que era una sensación completamente nueva. Esta vez no era Khon Diao o Nong Kram, era simplemente Natasitt, sin una pizca de maquillaje, y sin direcciones sobre qué hacer o cómo reaccionar, abrumado al sentir el peso ajeno sobre su cuerpo. 

Max lo empujó suavemente hacia el piso y regresó a besarle el cuello, lamió el lóbulo de su oreja, sus manos acariciando el abdomen de Nat, causando que nuevos escalofríos recorrieran el cuerpo de Nat. Sólo cuando vio la luna llena en el cielo, y fue consciente del rumor de las olas cerca, Nat recordó dónde estaban y apretó los labios, sin saber qué decir. No quería detenerse, pero estaban fuera del hotel, y sabía que debían haberlos seguido, siempre alguien iba detrás de ellos. Podían verlos.

Sin embargo, cuando Max se apartó, Nat le rodeó la cintura con las piernas, dispuesto a reclamar si pensaba irse. Los ojos de Max se fijaron en sus piernas, cubiertas por un short y regresaron al rostro de Nat, titubeando por un momento. 

“He pensado en esto”, admitió, y en su tono de voz, Nat supo que no le era fácil admitirlo. Antes de poder preguntar en qué exactamente, Max usó la punta de un dedo para acariciar sus piernas, primero sus rodillas, siguiendo la piel desnuda hasta llegar al borde de los shorts y subir, tocando por encima de la ropa. “Quería tocarte así. Si me contengo es porque no quiero asustarte, N’Nat.” 

“Nat ya no es un niño”, respondió, su respiración agitándose cuando Max metió las manos por debajo de su camisa y la levantó, lamiéndose los labios ante la visión del pecho desnudo de su nong. “Nat no tiene miedo.”

Max le dedicó una sonrisa que hizo que Nat temblara, a medias con anticipación y a medias con un miedo provocado por los nervios y por saber que sería capaz de hacer cualquier cosa que Max le pidiera. Siempre le había asustado la fuerza de su atracción por él.  

“N’Nat, puedo detenerme todavía”, ofreció, aunque a la vez, se acercó hasta que su aliento cálido chocó con la piel del pecho de Nat y su lengua acarició suavemente un pezón, su mirada fija en el rostro de Nat. 

“Alguien podría venir”, agregó Max, diciendo lo mismo que Nat pensaba, pero no se detuvo. Sus dientes se cerraron alrededor del pezón que lamía y mordisqueó como no le era permitido en las grabaciones. El leve dolor que Nat sintió se vio opacado por el ramalazo de placer que le invadió. 

“Cada vez que hago esto quiero morderte”, comentó de forma casual. Nat se arqueó, pensando lo mismo. Cada vez que veía a Max acercarse a su pecho, sólo pensaba en qué pasaría si se arqueaba un poco más, si le ofrecía sus pechos para que los mordiera y los marcara. “N’Nat, ¿sabes lo difícil que ha sido contenerme?” 

“No lo hagas, phi” rogó Nat. No le importaba rogar si se trataba de él. 

Max regresó a besarle los labios, bajando las caderas y Nat sintió su erección y apretó los dedos en su espalda como respuesta, suspirando, sintiendo que se derretía por dentro. Nat estaba duro también, desde que empezaron a besarse, pero era la primera vez que Max no se apartaba, que le dejaba sentir el relieve de su miembro frotándose contra el suyo y el saberlo hizo que Nat sintiera que su cabeza flotaba, mientras su cuerpo pedía más sensaciones. 

“No voy a hacerlo aquí, Nong”, jadeó Max, besando su frente. Nat aprovechó el momento para pegar los labios a su cuello, chupando y mordiendo como Max lo había hecho antes.

En ese momento, atrapado bajo su cuerpo, e intoxicado por la sensación de tenerlo cerca, Nat no encontró una buena razón para no hacerlo. 

“¿Por qué no?” se quejó, cuando recuperó el aliento. 

Max le besó la comisura de los labios y atrapó sus manos, que se dirigían hacia el borde de sus shorts y lo obligó a mantenerlas en la arena, apretando sus muñecas. 

“No te muevas, N’Nat, no podré parar si me tocas. Sé un buen chico.”

Nat gimió de forma lastimera, pero se quedó quieto incluso cuando Max liberó sus manos y lo tomó de las nalgas, elevando las caderas de Nat para causar más fricción entre ellos, antes de tenderse sobre él, y dejar besos en su cuello. 

“¿Puedes correrte así, Nong?”, preguntó, jadeando y simulando embestidas que arrancaron gemidos ahogados de los labios entreabiertos de Nat. “Quiero verlo, déjame verte.” 

Nat asintió, cerrando los ojos, apretando la arena bajo sus dedos para luchar contra la tentación de moverse y tocarlo porque quería obedecer, quería ser bueno para Max. Sentir a Max gimiendo en su oído, sentir su erección contra su abdomen, oír su voz jadeando su nombre, eran suficientes para llevarlo al límite. 

“Quiero saber qué se siente estar dentro de ti”, susurró Max, su tono dulce y gentil a pesar de las palabras que estaba usando. Nat apretó las piernas alrededor de su cintura, queriendo fundirse en él y con él. “Córrete para mí. Hazlo N’Nat, bebé…”

Nat apretó los dientes en el hombro izquierdo de Max, ahogando un grito, sintiendo que el orgasmo llegaba de repente, y lo invadía en oleadas. Max lo abrazó, apretándolo sobre su cuerpo y Nat supo que también había terminado al sentir humedad sobre su abdomen. Temblando, abrió los ojos y observó la luna sobre sus cabezas y recordó de repente que seguían en la playa. Los latidos de Nat se aceleraron por una razón diferente, pero no llegó a sentir arrepentimiento, ni pánico. Max todavía estaba sobre él, besando su pelo y un costado de su rostro, sus manos recorriendo los costados del cuerpo de Nat y simplemente sentirlo así impidió que Nat se arrepintiera de nada. Después de todo, él lo había pedido.

“¡Phi!” se quejó, cuando pudo hablar. Por más cómodo que se sintiera, la arena empezaba a picarle. “Me tendré que dar otro baño.” 

La risa de Max le hizo cosquillas en el cuello y Nat se encontró sonriendo también.

“Nong me rogó, no puedes culparme ahora.”

Nat no podía negarlo. Se sentía cómodo y no escuchaba a nadie cerca, tal vez no sería malo quedarse así un tiempo, abrazado a Max, por más incómodo que fuera la arena y la humedad en sus shorts. 

“Pero P’Max es el adulto responsable”, murmuró y se arrepintió de sus palabras cuando Max se levantó.  

Nat se sentó, esbozando una sonrisa de disculpa. La diferencia de edad siempre había sido un tema delicado para Max.

“No pongas esa cara, N’Nat”, Max sonrió y le ofreció una mano que Nat tomó. Cuando estuvo de pie, Max se acercó y le arregló la camiseta, sacudiendo la arena pegada en su espalda. “¿Sabes? No era muy responsable de nada antes de conocerte. N’Nat fue la primera persona que sentí que era mi responsabilidad.”  

“Pero ahora soy tu novio” murmuró Nat. Era diferente, o eso creía él. Ya no quería seguir siendo sólo la persona de la que Max debía hacerse cargo. 

Max se inclinó, acariciando su mejilla. 

“Lo eres. Y eres un adulto y no puedo estar más orgulloso de ti. No puedo quererte más de lo que ya lo hago. Pero todavía quiero cuidarte. Y no me voy a ir sólo porque bromees, N’Nat, no te asustes. No quiero que cambies.”

Nat sonrió y lo abrazó, incapaz de decir nada más. Todavía sentía que estaban aprendiendo a manejar su relación y su experiencia era poca o nula. Iba a seguir teniendo miedo y a dudar, y a no saber cómo actuar, pero Max era Max después de todo, y no había nadie en quien Nat confiara más.