Las niñeras - Charlie x Lola

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Las niñeras - Charlie x Lola
Summary
Lola desea pasar tiempo de calidad con Charlie, su novia. Charlie ya se había comprometido a cuidar a Gus.A Lola no le quedará de otra que ayudar a Charlie a cuidar al niño, si desea pasar el mayor tiempo posible con ella.
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Capítulo N°07 – Los gestos de amor

Para el atardecer, Lola y Charlie llevaban a Gus a la Estación Fantasmal. El niño se había estado durmiendo por el camino; Charlie quiso cargarlo, pero Lola se ofreció a hacerlo, por no decir que discutió con Charlie hasta hacerla ceder. Cuando lo consiguió, Lola se subió al niño a la espalda. Cargar al niño fue constante estrés, y Charlie supo el porqué.

– Tranquila; no va a babear en tu hombro – le dijo Charlie, después de proferir una risita jocosa.

– No estaba pensando eso.

Sí lo pensaba.

Su caminata fue corta; como el sistema del metro ya estaba en funciones, ellas fueron a la estación cercana al Barco Pirata.

Chuck ya las estaba esperando en el andén de la estación. Él saludó con sendos besos en las mejillas de Charlie. Lola, que no se esperaba la misma cortesía, estuvo a punto de pasarlo de largo. Él tuvo que llamar su atención. Lola se agachó y él, con toda la caballerosidad del mundo, le dio su respectivo par de besos como a Charlie.

Lola dejó a Gus en uno de los asientos del tren que estaba en andén, en que Chuck había puesto un colchón. Lola se hizo a un lado sin más, mientras que Charlie se acercó para despedirse de un beso en la frente, con cuidado para evitar despertarlo.

Los tres adultos se reunieron fuera del tren. Chuck volvió a besar las mejillas de Charlie, y le agradeció una vez más su ayuda. También se despidió de Lola de la misma forma, pero también tomó sus manos y las apretó las suyas propias.

– Quiero disculparme por el desencuentro que tuvimos esta mañana. Me dejé llevar por una mala impresión.

– Acepto tus disculpas – le dijo Lola –. Yo también quiero disculparme. No fue muy… cortés contigo.

Dicho esto, Chuck subió al tren y partió de la estación. El andén quedó sumido en un silencio sepulcral. Lola, al reparar en lo espeluznante que era la estación, se dio media vuelta para irse. Pero Charlie, tomándola de la mano, se lo impidió.

– Había olvidado que a ti te gustan los lugares espeluznantes como éste – le dijo Lola con un deje de fastidio.

– Quiero hablar contigo – le dijo Charlie.

– Mira, no espanté al niño con intención – repuso Lola a la defensiva –. Además, ya me disculpé con él.

– Gus me dijo que no lo hiciste – le Charlie.

– Estoy segura de que sí lo hice.

No estaba segura.

Fue entonces que Lola reparó en la actitud de Charlie; no era acusativa, sino ameba.

– No te pongas así, mi amor – le dijo Charlie –. Él también me dijo fuiste muy amable con él… a tu manera, por supuesto.

– ¿”A mi manera”?

– Yo sé que te cuesta mucho interesarte por los demás, y aunque es obvio que no fuiste precisamente amable y amorosa con Gus, si pude ver que te esforzaste.

– ¿Y eso es un logro por…?

 Charlie se acercó a Lola. Su cercanía provocó en Lola una inesperada sensación de vértigo. Charlie tomó la mano de Lola y, de forma reverencial, besó el dorso de su mano. Entre los besos que le daba le dijo, conmovida:

– Sé que lo hiciste por mí; porque me amas.

– Por supuesto que te amo, ¿acaso no lo sabías? – repuso Lola, después de girarse, en un esfuerzo por que Charlie no viese el rubor en su rostro.

Después de darle más besos en el dorso, Charlie le dijo:

– Claro que lo sé. Pero aprecio cada gesto que haces para demostrármelo.

Lola se giró de súbito hacia Charlie, lo que dejó al descubierto su rostro sonrojado. Charlie se rio, pero no con malicia, sino enternecida… Lo cual no impidió que Lola volviese a girarse, y comenzase a balbucear incoherencias. Sin embargo, no duró mucho así; Charlie la hizo girarse y la besó. Ella agarró Lola de la cintura y la pegó contra su cuerpo, para después abrazarla. Lola se sobresaltó el principio, pero el dulce calor de los labios de Charlie la calmó, y respondió al beso.

Su besuqueo terminó con ellas sonrojadas, contentas y enamoradas.

Y Charlie, además, se sentía juguetona, como sugería la forma sensual en que ella movía la yema de su dedo sobre la piel de Lola, muy cerca de su busto.

– Ya que por fin estamos libres, podemos ir a tu casa. Descorchar una botella. Charlar un poco. Tomar una ducha juntas…

– Me gusta la idea… Pero la verdad es que estoy exhausta; ha sido un día muy ajetreado – le dijo Lola –. Pero, como veo que estás interesada en pasar el tiempo conmigo, podemos descorchar esa botella y pasar la noche viendo películas, ¿te parece?

– Pues claro, mi amor. Esperemos a próximo tr-

– ¡No! Eso no – repuso Lola –. Este lugar me da escalofríos. Vámonos caminando.

– Pero, ¿no estabas c-

Esta vez fue Lola quien tomó la mano de Charlie y la sacó de estación.

Ellas salieron juntas de la estación. Después de pocos metros de caminata, Charlie se percató que Lola había soltado su mano. Charlie se detuvo y levantó sus manos. Lola miró alternativamente las manos entrelazadas y el rostro interrogante de Charlie. Al final, solo se encogió de hombros.

– No me has soltado y estamos en un espacio público – le dijo Charlie –. ¿No sé supone que quieres mantener nuestra relación oculta?

– Era nada más para que los paparazis nos dejaran tranquilas, pero ya no me importa – le dijo Lola –. ¡De hecho!, es mejor que lo sepan. Ver a dos mujeres tan maravillosas como nosotras juntas será una bendición para sus ordinarias vidas.

– Sólo tú puedes ser tan encantadora y vanidosa al mismo tiempo – le dijo Charlie entre risas.

– Por eso sales conmigo, bebé – le dijo Lola, con su ego por las nubes.

Y las dos caminaron juntas, con los últimos rayos de sol iluminando su camino.

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