
Secuelas
QUIERO SER SU ALFA
Capítulo I
Secuelas
Propósito...
¿Cuál es mi propósito?
¿Tengo un propósito?
¿Por qué sigo aquí?
¿Por quién sigo aquí?
¿Soy necesario?
¿Alguien siquiera me necesita?
Desde su posición, tirado en el suelo boca arriba en alguna de las tantas habitaciones ahora solitarias del complejo Avengers, Tony Stark contemplaba el techo con ojos vacíos carentes de vida. En su mano derecha sostenía una botella de licor a medio beber, mientras que en la otra tenía aún la caja con la nota que recibiera semanas atrás de quién en su momento fuera su Alfa, y que sin importarle, terminó por destruir el frágil mundo al que precariamente se aferraba con su... ¿Abandono? ¿Traición? ¿Mentiras?
Tony ya no sabía que le dolía más de todo eso, pero tener presente, que de regresar, lo perdonaría inevitablemente sin más a pesar del daño causado con tal de siquiera llegar a recibir las migas de su afecto, lo hacía sentir miserable.
Tony nunca fue un Omega sumiso u hogareño, o demás cosas que se esperaban debido a su casta.
No.
Tony era orgulloso, testarudo, caprichoso, ególatra, temperamental, coqueto, independiente, extrovertido, inteligente, abierto con su sexualidad, e incluso en ocasiones, dominante. Jamás se amedrento ante ningún Alfa, ni se dejó someter por uno, y mira que lo intentaron, a pesar de no estar realmente interesados en él.
Desafortunadamente para ellos, el nivel hormonal de Tony como Omega era bajo, TAN bajo, que se podía decir que era Omega de puro milagro. Así que, todos aquellos rasgos que podían distinguirlo como tal estaban presentes en su mínima expresión: para empezar, su olor era casi nulo, sus ciclos eran irregulares con periodos de celo que duraban si acaso un par de horas por lo que nunca usó supresores, su tasa de fertilidad apenas alcanzaba el 5%, y su olfato...
¡Su bendito olfato! Era tan malo como el de un beta, de ahí que no pudiera ser afectado por las feromonas Alfa.
O eso creyó.
Hasta el día en que lo conoció a él... Y todo cambió.
Antes de él, a Tony no le importaba tener un Alfa... O mejor dicho, fingía frente a todos que no le importaba tenerlo, porque de hacerlo, tendría que admitir también su penosa realidad. Era consciente, y siempre lo supo desde temprana edad, aunque si tuvo dudas al respecto, Howard se encargó de disiparlas en cada una de sus memorables borracheras recalcándole su inutilidad como Omega, mientras que su madre observaba como una espectadora más sin atreverse a intervenir jamás.
María lo amaba, estaba seguro de eso... Pero amaba aún más a Howard, él era, después de todo su Alfa.
Probablemente para otros Omegas en su situación, algo así habría sido devastador, desmoralizándolos irremediablemente, pero Tony no era otros y mucho menos cualquiera. Él se sobrepuso a una infancia solitaria abundante en cosas materiales, pero carente de amor, y se envolvió en una coraza protectora de cinismo y sarcasmo que hacían rabiar a Howard.
Más adelante, mucho tiempo después, por alguna extraña razón, el viejo Alfa intentaría acercarse a él para arreglar las cosas, pero ya con 15 años, Tony había dejado de buscar su aprobación y afecto, concentrado en explotar su potencial intelectual que lo ponía por encima de todos... Incluidos los Alfas. Además, sumado a esto estuvieron las fiestas a que asistía, entre drogas, alcohol y sexo que acaparaban la atención de los medios que lo exponían como un desvergonzado Omega libertino, empeorando con ello su relación.
En ese entonces, a Tony le daba igual lo que el mundo dijera de él, después de todo, era mejor que se centraran en eso en vez de lo otro. Y así, su campaña autodestructiva de adicciones dio comienzo. Tras la muerte de Howard y su madre eso no cambió, al contrario, escaló mayores niveles, pues al asumir su papel como nuevo dueño de Industrias Stark vivía cada día en una vorágine confusa de opulencia y excesos desmedidos en pos de no pensar y acallar el: "si hubiera."
De esa época... Era poco lo que podía recordar.
Luego vino Afganistán, y con ello las consecuentes culpas, las pesadillas, los remordimientos, las recriminaciones... Los traumas. Nunca a nadie le dijo lo malo que en realidad le pasó ahí, ni siquiera a Pepper y Rhodey que se mantuvieron a su lado apoyándolo, y sin quienes seguramente se habría desmoronado al enterarse de la dolorosa traición de Obadiah que por años consideró como un padre.
Cuando lo pensaba, se daba cuenta que tal vez esa fuera una advertencia de lo que le deparaba el futuro si confiaba ciegamente en alguien que parecía ser demasiado bueno en su vida. Desafortunadamente, la advertencia le pasó inadvertida, mientras que su mundo se complicaba más y más a raíz de convertirse en Iron-Man en un intento de reparar sus errores del pasado, cometiendo más en el proceso.
Hasta que llegó al momento clave en que lo conoció a él: Steve Grant Rogers, mejor conocido como el Capitán América.
Siendo totalmente honesto, la primera impresión que tuvieron no fue la mejor para ninguno de los dos, ya que al ser de personalidades tan diametralmente opuestas empezaron a chocar, pues como líder Alfa, el ídolo de América quería controlar completamente la situación... Y a su vez, como Omega rebelde, Tony se negaba a agachar la cabeza y seguir órdenes que no fueran las suyas, generando antagonismo a cada encuentro que tenían.
Más tarde comprendería que esto sólo se debió a la marcada atracción que surgió entre ellos al percibir sus aromas al conocerse, pero que ambos testarudamente se negaban a aceptar debido a su disparidad de ideas generando una fuerte tensión sexual que los mantenía frustrados e irritados la mayor parte del tiempo.
La excusa de Tony para su comportamiento era que fue la primera vez que olfateo y reaccionó verdaderamente a un Alfa en su vida, lo cual lo asustó en sobremanera, actuando a la defensiva en su contra. Eso, y el resentimiento que secretamente le guardaba por haber acaparado por años la atención de Howard sin estar siquiera presente, arruinándole con ello la vida al ser siempre el modelo ideal con el que lo comparaba, fallando miserablemente ante las irrisorias expectativas.
Como fuese, al término de detener a Loki y la invasión chitauri, las cosas mejoraron un poco entre ellos tras su acto suicida en el agujero de gusano que casi le cuesta la vida, pues esto le ganó, si no su aprobación, al menos el suficiente respeto para comenzar a trabajar juntos, pese a sus constantes discusiones y discrepancias, que contrario a lo que pudiera esperarse, los fueron acercando cada vez más, dándoles la oportunidad de conocerse hasta el punto de confiar el uno en el otro.
Que ingenuo.
Tal vez solo fue él quien lo vio así.
Para ese entonces, Tony ya lidiaba con una larga lista de problemas emocionales que aumentaron con ese incidente... Volviéndolo inestable. Particularmente, los ataques de pánico y ansiedad que sufría fueron devastadores en su ámbito personal, y a eso se añadió el regreso de viejos fantasmas que acentuaron sus inseguridades.
Ultrón sólo fue la cereza del pastel en una continua sucesión de errores que ya no podía sostener, sumando su creciente necesidad por proteger a aquellos que le importaban y hacer lo correcto empeoraba aún más las cosas. Wanda era un recordatorio constante de sus pecados, y lo que la joven le hizo ver... Una advertencia de lo que podría pasar si fallaba otra vez, e ilusamente intentó en serio no hacerlo de nuevo... Pero fracasó una vez más, perdiendo a Pepper en el proceso, que lo abandono al no ser ya capaz de soportar más la mierda que lo rodeaba
Fue en ese preciso instante cuando Steve le tendió la mano, y desesperadamente Tony se aferró a ella como un salvavidas ante su mundo moribundo, creyendo cada palabra que salía de su boca, cada promesa, cada declaración de amor que juraba sentir por él. Porque era Steve quien lo decía, el correcto y honorable Capitán América que jamás mentía, ¿qué de malo podía pasar? Así que hizo a un lado sus inseguridades y dudas, depositando por completo su fe en él.
¡Estúpido!
Tony cambió por él, dejando atrás su anterior vida egoísta —como Steve la llamaba— llena de excesos, proporcionándole a su Alfa todo aquello que pidiera o necesitara, ayudándole a adaptarse a esta nueva era tecnológica tan desconocida para él, aprendiendo a trabajar en equipo, formando una manada, construyendo un lugar al que con sus compañeros pudieran llamar hogar. Lo hizo todo por él, como se suponía debía hacer como su Omega.
Incluso, contra todas sus creencias... Le permitió marcarlo.
Pero eso no bastó para él cuándo su "querido" amigo omega apareció.
Los acuerdos de Sokovia fueron el detonante que desencadenó una situación que ya se encontraba ahí pero que Tony se negó a ver en el momento que Barnes regresó. Rhodey, su amigo Alfa, preocupado, se lo había tratado de decir numerosas veces cada vez que Steve cancelaba repentinamente sus planes, que olvidaba sus citas, desaparecía o sencillamente no llegaba a casa por estar buscando a su "amigo", un objetivo que se transformó en su obsesión. Aun así, testarudamente, Tony hizo oídos sordos, cerrándose a la amarga verdad.
Quizá de haberlo escuchado... Las cosas no habrían resultado tan mal.
Para él...
Para Rhodey...
Para todos.
Creyendo hacer lo correcto, Tony firmó los acuerdos, y desde ahí, todo se fue a la mierda. El equipo se dividió, se formaron 2 bandos y lucharon el uno contra el otro. Sin embargo, con todo... Tony siguió creyendo en Steve, incluso lo justificó, convencido de que, con base a su pasado plagado de errores, esta vez, también todo debía ser su culpa. Así que se presentó solo en ese bunker en Siberia queriendo arreglar las cosas y ofrecer su ayuda. ¿Y con que se encontró?
Mentiras y más mentiras.
Él lo sabía... Y se lo ocultó.
Lo traicionó.
Por él, por su "Bucky." Él asesino de sus padres.
Tony vio su mundo caer y destruirse en pedazo a cada golpe que daba y recibía, porque comprendió con escalofriante certeza que nunca nada fue real entre ellos. Sólo un mero cuento de hadas que se le permitió vivir, y que ahora tocaba su fin. Nunca fue el protagonista de esa historia de amor, nunca fue el héroe... Nunca fue nada. Lo supo mientras veía descender aterrado ese último golpe que Steve descargó contra su pecho portador del reactor Arc, único medio de su subsistencia. Lo supo cuando dejó el escudo. Lo supo cuando cortó su vínculo. Y lo supo... Cuando lo abandonó a su suerte, moribundo en ese frío suelo congelado.
Dolor, soledad, rabia, odio y desesperación se instalaron permanentemente en su alma, desgarrándola.
No fue suficiente para Steve.
No era suficiente para nadie.
Ya lo sabía, sólo se engañó pensando lo contrario.
Tirado en ese suelo congelado, cómo aquel en el que fue abandonado, escapándose su vida a cada segundo, se preguntaba:
¿Por qué no murió?
¿Por qué seguía aquí?
Porque si Steve no estaba ahí... Tony ya no tenía una razón para vivir.