
Día 31 - Arie
Solo una vez había salido a la superficie, dejando su cómodo hogar en las profundidades del océano.
Solo una vez… y había bastado para haberlo irritado.
Los dioses le habían otorgado la habilidad de predicar profecías, acontecimiento que no le llamaba en demasía, pero debía cumplir, puesto a que era su deber.
Arie era su nombre, un yokai de los océanos, encargados de profesar eventos relacionado a su elemento.
Aun así, cuando llegó el momento crucial, con su llamativa y abstracta apariencia salió de su hogar.
Ascendió a la superficie y se acercó en dirección a un pueblo hasta lograr hacer contacto con los humanos a la distancia.
A través del sonido de las olas y el tormentoso viento, predicó la aproximación de mejores tiempos. Una vez acabada su labor regresó a su hogar, orgulloso de su accionar, mas todo cambio al momento en que, a través de oráculo de cristal “observó” hacia afuera.
Los humanos habían hecho un comunicado en relación a su profecía y, junto a ello un dibujo de quien había otorgado dicho mensaje, él. ¡Vaya sorpresa que se llevó en esos momentos! Puesto a que la apariencia reflejada en la tinta plasmada, claramente no pertenecía a él.
Era cierto, en realidad no era capaz de vislumbrar por completo el dibujo, puesto a que no poseía ojos con los cuales observar el tormento.
Solo el presentimiento y las risas de los cielos verificaban el evento.
Encaprichado por el vil error de los humanos, Arie se encerró por completo.
¡¿Qué gracia tenía predicar eventos si su bella y abstracta imagen sería manchada por completo?!
Definitivamente se quedaría en la comodidad de su hogar bajo el mar.
Humanos, quien los necesitaba, existían otros quienes predicarían su palabra.
Por ahora disfrutaría de su tabaco, el maquillaje y el aburrimiento.
Porque definitivamente no volvería a salir a un nuevo encuentro.