
Día 25 - Hinnagami
Había vivido una extraña vida. El nacer de la creación de un humano la catalogaba como un yokai especial, extraño en si mismo. No tenía deseos, solo los cumplía, su único propósito era el de cumplir cada uno de los deseos de su amo, sin cuestionar.
Era una vida sin sentido, pero no lo sabía. No hasta el momento en que su dueño intentó apoderarse de su poder. ¿Para que necesitaba una muñeca como ella si era capaz de dominar sus poderes? Con ese pensamiento, el hombre buscó ayuda a un dios caído.
Aprovechándose de su inexistente voluntad la torturó hasta que el dios caído le concedió el poder a aquel humano, logrando librarse de sus ataduras. Ahora era una Hinnagami sin dueño, sin propósito. Ni siquiera habían arrebatado todos sus poderes, simplemente habían sido clonados sin dolor alguno.
El dios se apiadó de ella, y decidió otorgarle un deseo debido al capricho de aquel humano, y ella suplicó. Suplicó liberarse de las ataduras de sus poderes y ser capaz de vivir sin depender de un humano. Ante su petición dicho dios se lo concedió, liberó sus cadenas y ahora ella, libre era capaz de conceder deseos sin un dueño, sin la necesidad de exigir otro y otro, pero todo tenía una consecuencia.
Aquel dios no era bueno, por lo que tras concederle aquel poder creó el rumor de su existencia, una Hinnagami sin consecuencias, que era capaz de conceder cualquier deseo. Ese fue el inicio de su martirio. El conceder deseos sin atadura de dueño agotaba su energía, muchos intentaban aprovecharse, logrando que su cuerpo se lastimara, y le fuera difícil el vivir. Pasó así bastante tiempo, descansando a la intemperie, sin saber que hacer. Deseaba desaparecer… Quizás aquel era un mejor deseo.
Una noche de invierno, cuando la nieve cubría el camino. La joven Hinnagami se encontraba contra un árbol, con la respiración agitada. Pese a ser una muñeca, luego de que el dios interviniera, ahora parecía una pequeña niña, de no más de 8 años, por lo que el clima le afectaba, todo…
Creyó que era su momento, tal vez era lo mejor, ya no tenía fuerzas para vivir hasta que algo impidió que la nieve siguiera cayendo por su rostro. Alzó la mirada con dificultad viendo a una pareja, por unos momentos se asustó, en su condición no era capaz de conceder otro deseo, pero tampoco era capaz de huir.
- Lo has tenido difícil ¿verdad? – preguntó el hombre con cuidado acercándose a ella – se te ve cansada, y tu energía apenas y es perceptible – suspiró preocupado – descuida, no te haremos nada – sonrió - ¿Tienes un nombre? –
Sorprendida por sus amables palabras, negó ante su pregunta. Era la primera vez que la trataban de aquella forma, era la primera vez que oía dulzura hacia ella.
- ¿Te parece si te otorgo uno? – aquel hombre acarició con cuidado la blanca cabellera de la Hinnagami – siento que quedaría perfecto… Hitomi, por tus bellos ojos – con cuidado, y notando que ella le permitía, la cargó – descuida Hitomi, ya no estás sola, ahora nosotros estaremos a tu lado –
Y con solo aquellas breves palabras, su vida había cobrado un sentido.