Día 21 - Tsurara Onna
Naciendo desde la soledad de las personas, las Tsurara Onna se alimentan de aquellos sentimientos durante los inviernos. El reflejo del carámbano y la mente distraída provoca que, en breves momentos se vea una ilusión, una que cobra vida, dando origen a la yokai.
Ella había nacido de la soledad de aquel joven actualmente huérfano. Lo observó en silencio desde la tormenta de nieve, escuchando sus desesperados sollozos desde el interior de su hogar.
A paso suave, se acercó a la puerta y con sus habilidades, comenzó a absorber la soledad, aliviando el dolor de aquel muchacho. Los días pasaron, y ella se alimentó de la soledad y la angustia que nacía del joven, hasta que finalmente desapareció.
Esa noche en particular, la tormenta era más fuerte de lo normal, por lo que el joven, al ver a través de la ventana, notó a una bella mujer observándolo. Preocupado por la salud de aquella bella dama, salió apresurado en su ayuda, ofreciéndole ingresar a su hogar; ella con una amable sonrisa aceptó, fingiendo no conocerle.
Comenzaron conociéndose, al menos para él; conversando de trivialidades, hasta que los sentimientos afloraron sin que ninguno se diera cuenta. Él sabía que ella era una yokai, por lo que cuando preguntó su nombre, descubriendo que no tenía alguno, decidió otorgárselo. Un nombre era algo tan intimo para un ser como ella, que el hecho que él se lo diera, era lo más valioso que había recibido en su corta vida.
Anzu, un breve pero hermoso nombre, haciendo referencia a la dulzura de la joven yokai.
Ese fue el comienzo de una historia, lenta y dolorosa de dos seres que se fueron enamorando poco a poco. La tragedia era inminente y el destino incierto. Al momento de que el invierno llegó a su fin, Anzu desapareció sin dejar rastro o explicación alguna.
Era el destino de las Tsurara onna, quienes solo tenían permitido vivir durante los inviernos. Si bien regresaría, era desconocido si él resistiría nuevamente la soledad hasta que ella llegara nuevamente a sus brazos, o incluso, si sería perdonada por desaparecer.
Debían confiar que, pese a no haber mencionado nada en esos momentos, sus corazones conectados, permitirían mantener vivo el amor que nació entre ambos aquella noche de invierno, para reencontrarse una vez más.