Luna De Miel Infernal

Supergirl (TV 2015)
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Luna De Miel Infernal
Summary
—¡Detente! —le rogó Kara.Lena terminó de aflojar su cinturón de un tirón, desabrochó su pantalón y bajó su cremallera antes de que la rubia pudiera repetirlo.Se echó hacia atrás, dejando sus pantalones abiertos y revelando la gran protuberancia escondida sólo por sus boxers de color gris.—Está bien —dijo con dulzura.Kara respiró hondo y se relajó visiblemente.La pelinegra sabía que la estaba presionando, pero no tenía ninguna opción.Kara estaba siendo tan malditamente terca y no la escuchaba.
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Capítulo 13

Capítulo 13

 

—¿Quieres que me ocupe de esto? —preguntó su padre desde donde estaba sentado junto a la rubia, frente a la escalera de entrada.

—¡No vas a seguir casada con ella! —Escucharon gritar al padre de Lena en respuesta a alguna cosa que dijo la abuela.

—No —dijo Kara con un ligero movimiento de cabeza mientras agarraba la camisa que su padre le tendía y rápidamente se la puso—. Yo me encargo de esto.

—Si te hace sentir algo mejor, esta maldición casi ha terminado contigo —dijo su padre, dándole una tranquilizadora sonrisa mientras Kara se ponía de pie y arreglaba su ropa, haciendo lo mejor por ignorar a la audiencia que se rehusaba a marcharse.

—No hay maldición, papá —explicó antes de añadir—: Además, si había una, habría terminado en el momento que llevé a Lena a casa.

—Eso podría haber prolongado la maldición, hija.

—¿Y cómo sabes eso? —preguntó Kara, seriamente tentada a encender la manguera sobre su indeseada audiencia.

Su padre soltó una risita débilmente en tanto frotaba sus manos bruscamente en su rostro.

—Sólo confía en mí sobre esto. La maldición no termina hasta que pongas fin a esta pesadilla.

—¿Y cómo exactamente se supone que haga eso?

—¡Cómo te atreves a avergonzar a tu padre al casarte con una empleada! —gritó la señora Luthor, añadiendo sus pensamientos al asunto que hasta ahora Kara había acordado dejar que Lena manejara.

—Reclama a tu novia, hija —dijo du padre, poniéndose se pie—. Reclama a tu novia.

—¡Harías cualquier cosa por atención, Lena! ¡Cualquier cosa! —gritó una de sus bonitas cuñadas mientras Kara permitía a las palabras de su padre penetrar.

—¡No puedo creer que arruinaste nuestras vacaciones por esto!

—¡Eres tan egoísta, Lena!

—¡Nunca piensas en nadie más que en ti misma!

—¿A dónde vas Kara? —preguntó su padre cuando la rubia abrió la puerta y se dirigió dentro.

—A reclamar a mi esposa —dijo, dejando que la puerta golpeara detrás de ella.

Otra pausa lo suficiente larga para lanzarle miradas con diversos grados de disgusto, su familia continuó gritando a Lena, tratado de hacerla entrar en razón.

—¿Qué demonios está mal contigo casándote con alguien como ella? — demandó una de sus hermanas a la vez que señalaba en su dirección con una mano bien cuidada—. ¡Sé que no tienes mucho a tu favor, pero no significa que tengas que conformarte con una perdedora, Lena!

—¡Ella solo está detrás de tu dinero!

—¿Qué demonios está mal contigo? Estás tan desesperada por atención que estarías dispuesta a conformarte con una perdedora como... ¡ay! —gritó entre dientes el señor Luthor con una mueca de dolor que se convirtió en un encogimiento cuando la abuela tiró su bastón hacia atrás y le pegó una y otra vez, y probablemente le habría dado otro giro en dirección a su hijo si Kara no lo hubiera alcanzado y tomado suavemente antes que hiciera algún daño serio.

—Madre —dijo el señor Luthor entre dientes, mirado penetrantemente a su madre desde una distancia segura al otro lado de la habitación—, esto es por su propio bien.

—Esto no es tu elección —dijo la abuela con un gesto firme mientras discretamente se acercaba y...

—No —dijo Kara firmemente, colocando el bastón fuera del alcance de la abuela y su desesperada necesidad de golpear a su familia con la esperanza de que ellos podrían hablar sobre esto, pero el señor Luthor parecía tener una agenda propia.

—Lleva a las niñas a casa, cariño —dijo el señor Luthor con una sonrisa forzada mientras su atención se centraba en Kara y permanecía allí.

—Realmente pienso que debemos manejar esto como una familia — dijo la señora Luthor en un severo tono incluso mientras gesticulaba para que sus hijas se escaparan mientras todavía podían.

Cuando las tres mujeres salieron de la sala, ni una sola de ellas miró hacia Lena para ofrecer su apoyo.

Simplemente huyeron, dejando al señor Luthor manejar algunas cosas que claramente consideraban por debajo de ellas.

—¿Por qué no vas a tu habitación? —sugirió el señor Luthor, pero Lena obstinadamente se sentó allí, negando con la cabeza

—No

—Lena —dijo Kara con una suave sonrisa, la conmovió que la pelinegra se preocupara tanto que estaba dispuesta a sentarse allí y sufrir más de las sandeces de su padre por ella—. Todo estará bien. Lo prometo.

—No me iré —dijo Lena con mayor firmeza a la vez que levantaba la vista y encontraba la mirada de él directamente.

Sabiendo que no debía discutir con su esposa, y ya decidiendo que no valía la pena pelear con su jodida familia, decidió sentarse en el sofá al lado de su esposa y tomar su mano en las suyas mientras esperaban a que su padre terminara con la mierda y diera esto por terminado.

Kara no los mantuvo esperando mucho tiempo.

—Toma esto y deja a mi hija en paz —dijo el señor Luthor, sacando un sobre blanco y entregándoselo a Kara.

Manteniendo su mirada fija en el Señor Luthor, abrió el sobre y se lo pasó a Lena, quien lo agarró en sus manos temblorosas.

—Son cien mil dólares —anunció el señor Luthor cuando se hizo obvio que Lena no podía distinguir los números en el cheque. — Estoy más que dispuesto a duplicar eso si significa salvarte de este error, Lena.

 —No estoy interesada en su dinero, señor Luthor —dijo Kara, arrancando el cheque de las manos de Lena y entregándoselo al señor Luthor, quien parecía más enojado mientras deliberadamente se apartaba, negándose a tomar el cheque.

—Lo triplicaré.

—¡Por el amor de Dios! Si necesitan dinero, yo se los daré —dijo la abuela con un resoplido mientras alcanzaba su bastón, pero Kara no lo se lo iba a dar.

—Cristo —dijo la rubia, manteniendo su mirada fija en el señor Luthor—, por favor, lleve a la abuela a casa y recuérdele que si ella alguna vez sugiere darnos como mucho un centavo otra vez, podría arrojarla sobre mi rodilla y golpearla con su bastón.

En lugar de discutir, lo que había comprendido a esta altura que a ella le gustaba hacer mucho, la señora Luthor simplemente sonrió mientras su ayudante la llevaba fuera de la casa en su silla de ruedas.

—No estoy interesada en su dinero o sus relaciones familiares, señor Luthor. Me casé con Lena porque la amo y planeo hacerla feliz. Si eso no es lo bastante bueno para usted, entonces lo siento, pero no hay nada que pueda ofrecer que me haga alejar de la mejor cosa en mi vida —dijo, dejando caer el cheque al suelo cuando el señor Luthor se negó a tomarlo de regreso. —Ha sido una semana muy larga, así que, si no le importa, planeo tomar una ducha y acostarme temprano ya que tengo un desastre impresionante que arreglar en la mañana.

Con eso, la rubia se agachó y besó la frente de Lena, rezando para que no fuera la última vez, y se obligó a alejarse, sabiendo que tenía que darle libertad para manejar esta situación.

Sin importar como se sentía acerca de ellos, esta era su familia y ella nunca haría nada que se interpusiera entre ellos.

Por lo que, si tener a Lena en su vida significaba que tenía que aguantar las aburridas fiestas, las jodidas cenas y las incómodas reuniones familiares, entonces eso es exactamente lo que haría por ella.

Mantendría su boca cerrada, les mostraría a sus padres el respeto que los suyos le habían enseñado y simplemente estaría allí para ella.

Con ese deprimente futuro pesando mucho en su mente, caminó por el pasillo, tomó una ducha y se trepó a la cama mientras esperaba a que la pelinegra dijera o hiciera algo que le hiciera entender que le necesitaba.

Cuando nada pasó después de algunos minutos más, cerró los ojos y se resignó soportar más mierda de la familia de ella.

—Él se ha ido —susurró Lena con tristeza mientras se reunía con ella, acurrucándose en su contra.

—¿Estás bien? —preguntó, girándose sobre su costado para poder tomarla entre sus brazos.

—Estoy bien —dijo la pelinegra, enfocando toda su atención en pasar las puntas de sus dedos a través del cabello ralo cubriendo su pecho.

—Voy a hablar con él esta semana y tratar de arreglar esto —le prometió, a la vez que se resignaba al hecho de que tendría que hacerlo sin ceder a la tentación de moler a golpes a su nuevo suegro.

—No hay nada de qué hablar —dijo Lena con un encogimiento de hombros que la rubia estaba creyendo.

—Oh —dijo Kara, metiendo un mechón perdido de su cabello detrás de su oreja—, y ¿por qué es eso?

—Porque estoy bastante segura que mi familia acaba de repudiarme —dijo firmemente segundos antes de que su cuerpo comenzara a temblar contra el suyo y suaves sollozos, que estaba tratando de contener, finalmente encontraran un escape.

Mientras Kara la sostenía en sus brazos, su corazón se rompió junto con el de ella, y juró que nunca la dejaría sufrir así alguna vez de nuevo.

—¿Kara?

—Mmh —murmuró, besando su hombro mientras la rubia se movía para que ella pudiera acurrucarse sobre su lado, de espaldas a ella.

—¿Puedes hacerme un favor? —susurró mientras agarraba la mano de su esposa y la apretaba contra su pecho.

—Cualquier cosa —juró, sabiendo que haría lo que fuera necesario para arreglar esto para ella.

—Pon fin a esta luna de miel del infierno, por favor.

 

—Considérala acabada —juró Kara con una pequeña sonrisa mientras se inclinaba y besaba su hombro, más que feliz de poner esta mierda detrás de ellas y seguir adelante con sus vidas.

—¿Kara? —susurró mientras él cerraba sus ojos, más que listo para dejar este día atrás.

—¿Sí? —consiguió decir a través de un bostezo.

—N... no creo que esté terminado aún.

—¿Por qué dices eso? —murmuró, luchando por abrir sus ojos.

—¿Recuerdas al gatito?

—¿Sí?

—No puedo estar segura, pero creo que está sentado en el borde de la cama y parece que está a punto de...

 

* * *

—¡Hijo de puta! —Escuchó gritar a Kara mientras tropezaba violentamente por toda la habitación y por mucho que le hubiera gustado ayudarle, simplemente parecía que no podía dejar de reír.

—D... Deja de pelear —se las arregló para decir mientras se obligaba a extender la mano y agarrar el borde de la cómoda cuando su incontrolable risa y el calambre en su costado amenazaron con hacerla caer sobre su culo donde, sin duda, continuaría riendo hasta mearse de su esposa, mientras ésta luchaba por liberarse de la esponjosa pelota naranja pegada a su espalda.

—¡Eso es todo! —espetó la rubia, sonando de verdad cabreada, que en vista de lo que habían pasado el último par de días, era decir mucho.

Presionando una mano en su costado mientras trataba de recuperar el aliento, observó cuando la figura borrosa de Kara irrumpió por la habitación hacia el baño.

Unos segundos después, los sonidos de la ducha abriéndose y un gato siseando indignado llenaron la habitación, de lo contrario, tranquila.

Antes de que ella pudiera recuperar el aliento o comprobar para asegurarse que Kara estaba bien, la rubia vino a ella, levantándola en sus brazos y lanzándola sobre la cama.

—¿Q... qué estás haciendo? —logró decir entre risas.

—Poniendo fin a esta maldita luna de miel —gruñó mientras le rasgaba la ropa interior limpia del cuerpo.

—¿Qué estas...? ¡Oh, Dios mío! —jadeó Lena mientras su esposa enterraba la cabeza entre sus muslos.

—La luna de miel está jodidamente terminada —espetó, deslizando un dedo en su interior mientras ella yacía allí, tratando de entender lo que el sexo tenía que ver —eres mía —gruñó Kara posesivamente contra su clítoris mientras la provocaba hasta el punto que realmente no le importó que estuviera teniendo algún tipo de episodio psicótico, no mientras él se mantuviera haciendo esa cosa con su lengua.

—Kara. —Se encontró gimiendo su nombre mientras entrelazaba sus dedos a través de su cabello, animándola a continuar incluso mientras le enviaba la advertencia silenciosa de que se vería forzada a matarlo con sus propias manos si siquiera pensaba detener lo que estaba haciendo.

—Tan jodidamente dulce —gruñó la rubia contra su piel, lamiendo sin prisa mientras ella continuaba pasando sus dedos a través de su cabello, necesitando hacer algo mientras un zumbido placentero se propagaba por todo su cuerpo, dejándola apenas capaz de gemir su nombre —te amo, Lena —susurró suavemente en tanto se movía sobre su cuerpo.

La pelinegra envolvió sus brazos alrededor de sus hombros húmedos, extendió las piernas y quedó sin aliento cuando la rubia se deslizó dentro de ella.

Kara atrajo su rostro y la besó mientras se movía dentro con firmes golpes duros, claramente determinada a terminar antes que otra cosa pudiera suceder y poner a prueba su cordura.

Lena quería esto, la quería a ella y estaba determinada a conseguirla.

Le besó con todo su ser, suavemente succionando su lengua mientras sus embestidas se hicieron más duras, más decididas y, antes de darse cuenta de lo que estaba pasando, estaba gritando su nombre mientras la rubia murmuraba un:

—Gracias a Dios. —Una y otra vez hasta que el cansancio finalmente le reclamó y la pelinegra se sintió a la deriva con una sonrisa que rápidamente se convirtió en una risa sofocada cuando escuchó los inconfundibles sonidos de un gatito ronroneando.

 

 

 

 

Tres meses después...

 

—¿Todos estudiaron anoche? —preguntó Kara, levantando la vista de su escritorio para pillar a todos los estudiantes en su clase asintiendo con entusiasmo. —Entonces, ¿están listos para un examen sorpresa? —preguntó, conteniendo una sonrisa cuando sus expresiones se convirtieron en horror.

—¿Sí? —Fue la respuesta colectiva.

—Mentirosos —dijo, riéndose entre dientes mientras se levantaba e iba hacia la pizarra. —¿Por qué no revisamos todo para asegurarnos de que estamos despejados sobre el material? —sugirió, sacudiendo la cabeza con una risita cuando pilló sus suspiros de alivio.

—Vamos a empezar con el...

—Disculpa —dijo Lena, llamando su atención inmediatamente hacia la parte posterior de su aula donde ella estaba asomando la cabeza en el salón—. Lamento interrumpir, pero, ¿podría hablar contigo durante un minuto?

—Estábamos a punto de tener un repaso —dijo la rubia, mirando el reloj y observando la hora. Sólo quedaban veinte minutos de clase y sus estudiantes necesitaban desesperadamente este repaso si tenían alguna esperanza de aprobar el examen sorpresa que había planeado para mañana—. ¿Puede esperar hasta después de clases? —preguntó, odiando desalentar a su esposa, pero sabía que Lena entendería.

También sabía que ella le dejaría saber si era algo que no podía esperar.

—Oh —dijo Lena, empujando sus lentes en su nariz mientras se mordía el labio inferior—. Sí, por supuesto. Lo siento —dijo con una de esas pequeñas sonrisas adorables que la rubia amaba.

—Te veré en veinte minutos, cariño —dijo, ignorando las risitas disimuladas de un par de deportistas.

La pelinegra asintió distraídamente mientras acordaba:

—Está bien, veinte minutos.

Fue a recoger de nuevo la tiza, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que Lena no se había ido, sino que, en cambio, ahora estaba un poco más dentro del aula, apretando sus manos enfrente de ella mientras se movía con inquietud.

—¿Todo está bien? —preguntó la rubia, frunciendo el ceño cuando se dio cuenta de que su esposa estaba nerviosa.

—¿Eh? —preguntó ella, mirando como si hubiera olvidado que estaba en la habitación—. Sí, sí, por supuesto que lo está.

—Está bien —dijo la rubia en voz baja con lo que esperaba fuera una sonrisa tranquilizadora—. Entonces, te veré en veinte minutos.

—Veinte minutos —repitió Lena con un asentimiento firme incluso mientras seguía apretando sus manos.

Alcanzó la tiza de nuevo sólo para detenerse cuando notó una vez más que su esposa se había movido más adentro de la sala.

Por un momento, la vio seguir apretando sus manos y mordiendo labio inferior.

—¿Estás segura de que todo está bien? —preguntó, haciendo gestos para que sus alumnos se den la vuelta y miren al frente de la clase.

Lena sonrió, una sonrisa verdadera que lo calmó al instante.

—Sí, sí, por supuesto.

—Bien —dijo la rubia, empezando a regresar su atención a la pizarra cuando sus siguientes palabras lo hicieron detenerse.

—Es sólo que... —empezó a decir Lena, sólo para dejar que las palabras se apagaran.

—Es sólo que, ¿qué? —preguntó Kara, moviéndose alrededor de su escritorio y avanzando hacia ella.

La pelinegra negó con la cabeza y dijo con otra sonrisa:

—Puede esperar hasta más tarde.

Y con eso, finalmente se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.

Sin estar realmente segura de qué hacer con su visita, pero no realmente preocupada, la rubia se dio la vuelta y...

—Es sólo que estoy embarazada y quería decírtelo.

Tropezó con sus propios pies y dio un traspié hacia adelante.

La rubia se vio obligada a golpear sus manos en el borde del escritorio o caer completamente de culo mientras su mente corría para entender lo que ella acababa de decir.

—¿Q... qué? —preguntó, sin estar segura de haber escuchado correctamente.

—Sólo quería hacerte saber que estaba embarazada y que teníamos que detenernos en una tienda en el camino a casa esta noche para buscar un poco de leche —dijo Lena alegremente mientras la clase se la quedaba viendo en total conmoción mientras Kara se quedaba allí de pie, luchando por recuperar el aliento.

Se sintió asentir, sin estar realmente segura de por qué lo estaba haciendo, pero sentía que debía estar haciendo algo.

—Muy bien —dijo Lena, alegremente—. ¡Te veré después de clases!

Y con eso, la pelinegra finalmente salió de la sala justo cuando sus piernas finalmente cedieron.

Se aferró al escritorio como si su vida dependiera de ello, todavía luchando por entender las palabras que habían salido de la boca de su esposa.

¿Embarazada?

Lena estaba embarazada.

Iban a tener un bebé.

Un bebé, iban a tener un bebé porque Lena estaba embarazada.

Había conseguido embarazar a Lena.

Ella iba a tener a su bebé.

Ellas iban...

—¿Está bien, señora Danvers? —preguntó alguien, un chico o una chica, no estaba segura.

Todo lo que sabía era que definitivamente no estaba bien.

—¿Ne... necesita algo, señora Danvers? —preguntó alguien más.

La respuesta fue instantánea, los años de supervivencia Danvers quedaron a cargo en ese momento de crisis.

—Comida, necesito comida.

 

Fin

 

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