Under the milky way

BLACKPINK (Band) Miss A
F/F
G
Under the milky way
Summary
Chaeng ha perdido el sueño y sale todas las noches a buscarlo. Y siempre termina en el mismo lugar, con Suzy.Historia de como dos extrañas poco ordinarias, poco fiables la una de la otra quitan los carteles de se buscan el sueño compartiendo una cama.
Note
No sé, estoy deprimida así que la subo por aquí.

Prólogo

I

Con Suzy se conocieron por una amiga en común.

No hay mucho que Chaeng pueda recordar sobre ese momento. Quizás un par de cosas, de recuerdos engañosos; de una memoría que no podría rebelarse tan fácil, porque el rollo de la cámara desechable resultó estar dañado.  

El invierno todavía se coagulaba por las aceras y calles de Seúl, no muy diferente a la congregación de pétalos de cerezo del parque Yeouido en primavera. 

Era una estación extrañamente familiar para sus ojos, donde las personas volvían a tomar viejos hábitos, los cuales abandonarían tiempo después, fluyendo en un ciclo interminable de encuentro y pérdida.  

Así cuerpos, palpitantes y deformes, como ramitas quebradizas se enfundaron en grandes chaquetones abultados; las bolsitas calientes se metieron debajo de los bolsillos; las bufandas se enrollaron sobre una variedad de cuellos sólo para exterminar la violencia que ejercía un frío que en vez petrificar, calcinaba como un sol estival.

El viento se volvía en una corriente de aire calamitosa que convertía a cualquiera mal habituado en un sauce que se ladea de esquina a esquina. Y a pesar de eso, de los peligros que generaba, del doblegue de las personas que pedían a gritos más tibieza en esas manos frías e invisibles del invierno; no resultaba algo tan devastador como lo era la simple mención del  << Suneung*. >>  

No, porque nada generaba más terror que poner tus palabras en una conjugación en tiempo futuro.

<< Fue una cena — mencionaría alguna vez a su hermana mayor. >>  

Chaeng no podía saber si estaba en lo correcto o no.

¿Fue en un cumpleaños una simple cena entre colegas? 

En esos años llegó sentirse bastante plana. Plana en el sentido de que creía que carecía de dimensionalidad. Llegó a pensar que no existía más allá de su profesión. Lo cual para cualquiera no era nada extraño, pero tampoco nada saludable. Así que asistir a esa reunión fue más como una medida desesperada por tener una vida, que porque realmente quisiera asistir.

En la memoría se le reprodujo toda la cena como si sólo fueran una serie de platillos y sabores excéntricos; similar a una diapositiva inundada de rostros borrosos, y nombres que se removerían tan dentro de su cerebro nublado por los colores intensos de las luces. Justo como una tómbola que al girarse demasiadas veces sacara el nombre equivocado de un rostro que ya ni siquiera se puede acordar de haber conocido.

Suzy, sin embargo, fue un nombre que se había cosido permanentemente a su portadora.

Y a pesar de todo eso no hubo nada sorprendente sucediendo. No aquella vez.

En ningún momento entablaron una conversación. Ni siquiera un simple diálogo en esa incómoda media hora de sobremesa.

Nada de nada, nada que pudiera adornar con la palabra << extraordinario. >>

Esa nulidad siguió en la siguiente vez, como la vez después de esa y la que siguió de esa, y así el resto de veces hasta que el infinito ya no fue un número tan difícil de digerir en digitos.

Quizá Chaeng era una maldita exagerada. Porque podía llegar a serlo. Pero, Suzy por derecho propio resultaba ser una mujer bastante reservada. 

Y no es para nada extraordinario. Lo entiende. Las personas dentro de la industria del entretenimiento son todas iguales en ese aspecto. El trato siempre ha sido así entre colegas, sobre todos los que sólo reconocen por el nombre o por el rostro. No es más que simple superficialidad y eso no era malo. Era una forma de protegerse de las malas lenguas. 

Así se manejaban todos los conocidos y los extraños. Como esas figuras de porcelana china que su madre puso en lo alto de una repisa y miraba siempre con extremo cariño; habían sido un regalo de su padre, el desconocido abuelo Sok. 

Sólo que ‘estos’ son seres vivientes, como galaxias que no se tocan entre ellas, sino que viven expandiéndose, extendiendo una brecha que espera desgarrar el universo. 

Rara vez interactuarán sobre sí, por miedo a que la eclosión de dos núcleos pueda generar destrucción alguna. Incluso si eso suena como un miedo absurdo y que dos galaxias choquen, sólo representen más puntos titilando en el cielo.

A pesar de todo eso, Chaeng también tiene ese miedo presente. Porque no es más que un fenómeno que se ha transmitido de una generación a otra. Y ese invierno cruel de 2018 sólo le hizo volverse más aprensiva sobre ese hecho.

Así fue que en todas esas reuniones tenía el mismo comportamiento. Se encogía en una esquina, sonriendo de forma adecuada, apretando los cubiertos hasta hacerlos tararear alrededor de sus puños. Chaeng era parte del prototipo. Hombros rectos, mandíbula bien delineada, labios apretados en una especie de sonrisa, ojos atentos, rasgados, enormes, bolsitas de grasa debajo, en el párpado inferior.  Motes de rubor y un profundo entendimiento de las normas básicas. Destellos del borde filoso de las copas, vino tintado, servilletas abajo, acariciando su regazo. Piernas apretadas, pies adoloridos, tacones acuchillados sobre el suelo marmoleado y su piel pálida y exfoliada, tomando el tono amarillento de las luces que cuelgan ornamentadas en oro.

Nada eso pareció atraer la atención de Suzy, haciéndola sentir insignificante en algunos casos.

Ni siquiera envió un soplo de su aliento teñido por las notas de sabor del vino rosado que le gustaba pedir.

Chaeng terminó por entenderlo. No eran cercanas. No había forma de que lo fueran. No en esos primeros meses, ni los meses que siguieron.

Pasó un año.

Y todas sus interacciones se basaron en un leve cabeceo de de saludo y otro de despedida. No había elemento alguno que las uniera. No se parecían en nada. Únicamente se volvieron caras que se reconocerían por la calle; ¿Cómo si no fuera imposible no saber quién era Rosé ni quien era Suzy?

En esas reuniones, Suzy podía ser la evocación misma del silencio. A ratos — pocos — parecía poseerle la necesidad de intervenir en alguna de las conversaciones en la mesa. Cuando eso pasaba por alguna razón siempre terminaba haciendo que el resto de invitados se riera o encontrara entrañable un momento como ese.

Chaeng siempre tenía que taparse la boca con sus palmas en un intento de sofocar ese incendio dentro de ella vuelto en carcajadas. Era imposible de mitigar, porque Suzy, siendo Suzy, era como una raíz que poco a poco podía crecer dentro de las personas. No había forma de cortar esos tallos, incluso si el silencio era el pesticida perfecto.

En esas cenas también sus << amigos >> no dudaban siempre en señalar los atributos en que Suzy resaltaba y de los cuales Chaeng carecía

El primero es que Suzy era coreana. Y Chaeng era como la estevia. 

Ella era una impuntual en toda la regla. Mientras Suzy que era coreana hasta la médula; llegaba siempre treinta minutos antes de la hora citada. 

La forma de ser de ambas en cuanto a la puntualidad generaba gran alboroto. Demasiadas críticas, poco constructivas, y más lacerantes en torno a Chaeng. 

Siempre decían lo mismo, con un tono burlesco y para nada simpático: << Aprende de Suzy-ssi. >> Chaeng entonces siempre respondería de la misma manera. Un encogimiento de hombros. Algo tan occidental de su parte que les resultó bastante ofensivo a la gran mayoría. 

Su comparativa menos favorita fue cuando resaltaban que ya no había idols como antes. Esa exaltación de la primera y segunda generación, y ese desprecio tan marcado a la tercera, alegando que había más << falsos coreanos >> . El comentario era tan inquietante que sólo se dedicaba removerse incómoda en su asiento. Hacía oídos sordos bebiendo un poco de su vino atintado, pero, que a su paladar tenía un sabor avinagrado. 

Trataba de tragar esa sensación desabrida de la boca, incluso limpiando su paladar con pedacitos de pan de trigo.

Ella los odiaba.

Aceptaba ir porque no quería ser irrespetuosa al rechazar una invitación como esa.

Suzy, en cambio, toda esa situación le parecía causar particular gracia. 

Se reía. Su risa tenía una especie de sazón particular. Es cuando Chaeng más notó que se diluía esa capa dura de reserva y se dejaba entrever un toque humano que se veía gratis. Ella echaba su cabeza hacía atrás mientras sus hombros convulsionaban de una forma poco armoniosa. Alejada de toda la instrucción que pudo haber recibido alguien que pasaba por un periodo de entrenamiento y un periodo de debut. Era humano, era poco elegante. 

Y a pesar de eso los labios de Chaeng se arrugaban en una mueca. Como si le hubieran enterrado un puñal en el pecho. Corrección, le enterraron un puñal en el pecho. Porque la sola idea de que esa risa fuera causada por algo que la dañaba, le hacía sentir tan agraviada que…

No, sin duda, no había forma de que ambas fueran amigas.



 

 II

Una madrugada, vuelve a extraviar el sueño. 

Lo busca en todos los lugares donde pueda estar. Debajo de la cama, en las esquinas oscuras de las paredes. En alféizar de la ventana de su habitación. Lo intentó hallar atrapado en su closet, porque un sin fin de cosas ha ocultado tan dentro de esas puertas poco fiables y demasiado delgadas. Lo busca en la nevera; en la alacena, en las gavetas de abajo; en el retrete; en el lavabo; en las tuberías; en la habitación de su hermana; debajo de las frazadas; en la almohada; en la abertura de la cabecera de su cama; también lo busca en velas aromáticas; en infusiones en bolsitas; en una playlist en Spotify de un usuario cualquiera; en una conferencia súper aburrida que su padre solía ver como si fuera la mejor Sitcom de la historia. Pero no es así.

Pensó en un punto que los duendes se lo llevaron. Ya estaba preparando una especie de dura negociación con esos << Goblins de mierda, nada parecidos a Gong Yoo >> , cuando su estómago se sintió desamparado. 

Entonces se rinde.

No sería la primera vez, dudaba que fuera la última en que el sueño se extraviara de esa forma. Cree que después de estar meses en una gira por América del Norte, Asia, Europa y parte de Oceanía, lo único que haría por siempre sería dormir. 

No es así. 

El antojo de un picante ramyun instantáneo navega entre su cerebro y comienza a buscar algo de ropa adecuada. Se pone un buzo color verde musgo, ata su cabello en un moño desordenado, y se calza un sombrero de pescador que ocultaba la mitad de su rostro de los francotiradores que olían su nombre a cientos de kilómetros. La otra parte la tapó con una mascarilla negra y se quitó los pantaloncillos de su pijama, reemplazándolos por unos chándal que pertenecían a la merch de la empresa; que solía repartirla de forma gratuita entre sus empleados.

La tienda de conveniencia no estaba para nada lejos del apartamento de su hermana. Alice, se había mudado a Seúl hace un par de años. Justo después de licenciarse por la Universidad de Sídney en Derecho Internacional, decidió matricularse en un posgrado en la Universidad Nacional de Seúl en un intento de: << Reconectar con su cultura >> . En realidad, era una especie de excusa para estar cerca de Chaeng. Solamente no quería que fuera evidente. Entre tanto, también comenzó a trabajar en un buffet, que después de concluir sus estudios la contrató. << No será para siempre —, le dijo una vez. >> Sabe que en algún momento su hermana se irá, pues estaba tan arraigada a Australia que le era imposible decir que Seúl era permanente. 

Al menos por ahora, Chaeng piensa disfrutarla, con esa duda que evoca si también Seúl sería sólo una intermitencia más en su vida.

De cierta forma todo eso le causa risa. Porque eso mismo había prometido cuando tocó el timbre con una sonrisa nerviosa y un par de maletas gigantes a punto de desbordarse en el marco de la entrada. No pensó que las cosas cambiarían tan rápido, que ellas se irían tan rápido. Y Allie no tuvo más remedio que aceptarla, como quien recoge a un cachorro sin hogar que ladea cabeza con esos ojos desamparados y quebradizos. 

Después de la gira y una luz verde por parte de la agencia, el resto de las chicas se habían mudado fuera del dormitorio grupal. Tampoco Chaeng quiso quedarse atrás, no quería verse como una tonta. La cosa es que no tenía un plan. El resto sí, desde principios de año, cuando alguien planteó la idea. Así que al ver como los integrantes del dormitorio se desdibujaban, empacó todo lo que pudo de su pieza.

Allie fue el nombre que apareció en su cabeza desorientada tan pronto cuando el conductor del taxi le preguntó la dirección a la que se dirigían. No creía que su hermana fuera una desalmada y la dejara durmiendo en la calle; quizás en algún hotel o Airbnb. 

Sus padres la asesinarían si ese fuera el caso. 



III

Arrastra pesadamente hacia adelante la manija de la puerta de cristal intentando abrirla cuando notó que en realidad había una indicación en inglés que decía: push . Que tonta. Sus mejillas se sonrojaron y esperó que nadie observara su tropiezo. 

Al entrar se sentía el mismo frío que hacia afuera. Saluda con una torpe reverencia al encargado que únicamente siguió en lo suyo y camina en pasos apresurados hacia la sección de productos instantáneos. Hay una gran variedad de ramyun. Se relame los labios mientras alza el brazo para alcanzar su favorito. El que tiene el envoltorio rojo y promete ser bastante picante por las llamas estampadas entre los hanguls . Después busca una bebida a temperatura ambiente. Un poco de jugo de uva en una cajita. Paga todo con su teléfono y el encargado le echa una larga mirada. Parecía estar intentando buscar algo ella. A instantes teme que ser reconocida. Luego siente que un suspiro de alivio se atora en su garganta, al observarlo remover la cabeza y terminar de hacer la transacción; como si no hubiera encontrado lo que buscaba. Toma el ticket arrugado que él arrancó de la máquina con exasperación; y casi corre a refugiarse de más miradas indiscretas a la zona designada donde estaban las máquinas de café y el microondas. 

Su parte favorita es el proceso de cocción. Echar el agua caliente sobre el ramen y esperar a que la pasta se ablande. Luego toma un paquete de queso manchego pequeño, con envoltorio azul y lo mete dentro revolviendo un poco. Lo mete en el microondas y espera a que el temporizador llegue a cero. Con el pitido instando abandonar sus pensamientos se apresura sacarlo. Antes de meter la mano y quemarse, saca algunas servilletas color café, que a instancias dicen que son biodegradables y las usa como si fueran guantes de cocina.

El camino hacía la barra donde las personas podían sentarse miserables a comer, es lento, lento como el paso de esa tortuga que corría contra la liebre. El ramyun se tambalee y Chaeng se muerde la lengua. Hay una hilera de bancos y todos se posicionan para que veas frente a la calle. Nota que hay sólo una persona ahí encorvada. La examina comer ferozmente, apresurada. Le parecía igual a ese relato de Cortázar* donde hablaba sobre el tiempo; fue de las últimas cosas que leyó para literatura en Melbourne y que se puede relacionar con la cultura coreana. La idea de que el tiempo los persiguiera en vez de ellos perseguirlo.

Chaeng toma una decisión que cree pertinente. Se sienta a cinco bancos de él. Los cuenta con sus ojos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Se relame los labios satisfecha en una mueca de sonrisa que nadie puede ver, ni siquiera su reflejo. Es una maldita sombra. También nota sin querer hacerlo un par de guantes térmicos en la mesa, al lado del tazón de ramyun del extraño; junto a este hay un teléfono que no deja de zumbar. No quiere ver más, pero es imposible no ver el logo de IG encendiéndose cada maldito rato con un zumbido que hace que la mesa se mueva. El extraño se había quitado los guantes para comer. Chaeng no puede evitar repasar esos dedos largos y rojizos en las aristas que sobresalen al unir cada pequeño hueso.

Un rato después siente que es irrespetuosa por haberse quedado suspendida como estúpida mirándolo. Niega con la cabeza para sí misma y se quita su mascarilla. Destapa el ramyun dejando que los finos hilos de hilo lleguen a su nariz contentando su estómago. La comida siempre le produce un extraño efecto de serotonina en el cuerpo. Lo mismo que el éxtasis de un orgasmo a un esqueleto tenso.

Sus ojos son tentados nuevamente por el extraño. Esto para ella resuena como la situación más heterosexual que ha tenido sobre un hombre en años…

<< Lo de Playing With Fire le da náuseas de sólo recordarlo. >>

El extraño que está sentado a cinco bancos, lleva una sudadera térmica color negra. La reconoce como un modelo que ha visto en un puesto de segunda mano del mercado de pulgas Dokkaebi que está cerca del arroyo << Cheonggyecheon >> al que va con su hermana después de una mañana de iglesia.

Chaeng piensa que incluso se deben de haber topado una vez. Pero es imposible de saberlo. Porque la población de Seúl crece en cada instante y a su percepción todos son rostros imprecisos en su memoria. 

Y si quisiera reconocerlo le parece imposible. La capucha se alza cubriendo su cabeza haciéndolo ver como una carpa que sólo tiene cinco minutos para comer lo que pueda antes de ir a su próxima cita agendada con algún anciano en un geriátrico. Es tan similar a Teddy Oppa que siente que puede oler su colonia Bleu Channel.  

No quiere seguir siendo grosera. Se dedica a sorber sus fideos mientras mira lo que la ventana puede ofrecerle. Rastros de invierno desplegados en cada parte de la ciudad. Automóviles con carrocería encerada en movimiento súbito. Personas caminando sin intención alguna de detenerse a respirar. Ella misma contemplándose desamparada, sin el sueño de su lado. 

Es ahí que las alertas se encienden para ella. Un par de ojos parecen rastrearla a cinco banquillas. Al girarse se encuentra con dos contornos almendrados que tienen una tonalidad marrón, casi ennegrecida por la sombra que se bordea sinuosa hasta la punta de esa nariz pálida. Hay sospecha, hay bruma. Pero al verle los labios encuentra reconocimiento instantáneo.

Si algo sabe sobre reconocer personas es que siempre hay algo que los diferencia. Un pequeño borde, una protuberancia, un lunar, un ojo más grande que el otro, una ceja más recta y otra más curva. Nada simétrico es perfecto. Chaeng lo supo al momento de ver como esos labios no se cerraban del todo, sino que rodeaban el centro dejando ver un dos dientes esmaltados con un leve toque amarillento. Como los de un conejo que sale de su madriguera para ver el mundo.

Palidece tanto que su estómago vira. Traga el bilis que quema en su garganta dejando una tos bastante ruidosa. Al parecer es como desenfundar un arma de manera sorpresiva. A prisa, como puede, sin tirar el ramyun, ni el jugo. 

Da una reverencia de casi noventa grados. 

Se siente torpe y sosa.

Es imposible que  haya podido reconocerla. Entonces borra ese momento como más heterosexual de su vida y Playing With Fire sigue teniendo la delantera.

¡Sunbaenim!

Sus dedos se empuñan detrás de la espalda intentando dar una sonrisa que transmite amistosidad.

— Oh, eres tú.

Las primeras palabras de Suzy, Chaeng siente que se tatúan debajo de la manga. Es la primera vez que le dice algo de manera directa. Se oye casi decepcionada y el estómago Chaeng cae y siente que toda la vergüenza  viaja hasta la punta de sus orejas, y se asienta como melaza.

Suzy no se inmuta ante la forma en que Chaeng reacciona. Como cambia de tonalidades como un vil camaleón o la decepción instantánea que brilla en su iris al recibir la gelidez de sus palabras. No, no le importa. Se centra otra vez en su actividad de sorber ramyun contra las cuerdas del reloj en su teléfono y da pequeños tragos sobre la pajilla de su americano con hielo.

Chaeng se sienta de nuevo en su banquillo. Se deja caer suavemente. Su paladar se inunda de un sabor similar a jarabe para la tos. No sabe que más decir. Suzy no parece querer nada de ella y la idea de que sea así le causa congoja. Una que no debería estar apretándose sobre su garganta. Pone sus manos en sus rodillas y yergue su espalda. 

Nada más sale de su boca, ni de la boca de Suzy.

Y lo único que nota es que a cinco bancos de distancia la ve sorber la misma predilecta marca de ramyun extra picante. La idea que le guste también le enferma, porque se supone que no se parecen en nada. Chaeng es un día lluvioso y Suzy, es un día simple.

Al terminar ese tazón, Chaeng la ve partir.

No se gira para despedirse. 

Chaeng siente que no existe en absoluto. Eso la alivia y al mismo tiempo le causa insatisfacción.

No es algo que importe mucho. La gente ha sido ha si con ella, sobre todo algunas aprendices cuando firmó con su agencia.

Se ocupa de sus propios asuntos, de su propia búsqueda por cerrar los ojos y despegar hacía una tierra menos brutal.

Al regresar una hora más tarde a su habitación, el sueño sigue sin aparecer.

Chaeng no sabe que más hacer.

 

IV

Comienza a frecuentar la tienda tanto como puede, la mayor parte de las noches en que el sueño no llegaba. La mayor parte de las veces la figura de Suzy está encorvada ahí, sorbiendo  fideos como si no le importara el mañana. Chaeng es educada, se esfuerza por siempre dar una buena impresión con las personas. Así que siempre le saluda con una leve inclinación en su dirección y deja escapar un susurro empujado por el aire estático de la tienda. << Sunbaenim. >>

Suzy tampoco es tan grosera. Únicamente no parece importarle. Da un asentimiento de reconocimiento y eso es todo lo que Chaeng sabe que ella puede darle.

Sigue la misma brecha de cinco asientos. Comprueba el clima desde la ventana. Ha hecho esto las últimas ocho noches. Espía un buen rato las calles esperando a que de alguna forma Suzy hable. Pero, se rinde siempre por el final.

Así es como se amolda a la línea de silencio. Tanto como puede. Chaeng es ruidosa y poco cuidadosa. Sin darse cuenta siempre tiene pequeños traspiés. Tampoco es como si fueran cercanas. Asistían a las mismas cenas, pero, nunca se sentaron juntas, ni se pintaron en la misma conversación.

Le molesta mucho esa actitud de la actriz. Esa forma tan indiferente y poco sútil de actuar cuando algo no le interesa. Odia tanto ese desinterés, ese pragmatismo con el que se habitúa a estar cerca de ella, sin ningún contacto.

Suzy ni siquiera lo intenta. Nadie dice nada. Se sentaba en esas reuniones apática; con la pierna cruzada y sonriendo de vez en cuando algún actor unos años mayor de forma pícara, como si divirtiera verlo atragantarse con su trago. Chaeng miraba discretamente. Era como ver esas películas de cine de arte. La protagonista, con el pelo suelto con leves ondulaciones de un tono rojizo. A veces parecía nadar perdida en su cabeza y cuando eso pasaba nadie hacía una insinuación de su melancolía. Grosera y a la vez profundamente arraigada a esa identidad que se traspapelaba en su forma de vestir, en su manera de comer, de asentir.

Eran diferentes. Ninguno de ellos la trataba como si tuviera lepra; ni señalaron su poco interés por participar. 

Es cierto que Suzy tiene una reputación; Chaeng no sabe si es intachable o no. Pero, tiene una. Algo que la alza sobre sus propias cabezas, una identidad ya cimentada fuera de su grupo. Porque en Corea ya no era Suzy de Miss A . Era Suzy a secas o Suzy acompañada con el título del << Primer Amor de la Nación. >>

Lisa, la única persona que cree que es bastante prudente para quejarse de Suzy y esas reuniones entre ‘amigos’ sin la necesidad de querer ir aterrorizarlos, siempre le dice lo mismo. Señala la obviedad de que la trataran con respeto. Las personas caminarían como si hubiera cáscaras de huevo en el suelo a su alrededor. Quizás Suzy no fuera tan popular como Blackpink en el resto del mundo, pero, no necesitaba de eso para infundir respeto. << Es una Korean Sweetheart no le debe nada a nadie. >> Allie la seguía por Instagram y sabía que si le preguntara a su hermana sólo diría que es un modelo a seguir y alguien fácil de contemplar. Chaeng estaría de acuerdo con eso. 

Odiar a Suzy sería difícil. Estaba en todos lados. No había manera de despreciarla ni un poco, ni descansar de su cara, ni de su cuerpo. Estaba en las carteleras de las paradas de autobús en << Seocho-gu >>, en los anuncios publicitarios de << Chum Churum >>, en el cine de Yongsan con alguna película recientemente estrenada, o en alguna parte del catálogo coreano de Netflix. No había lugar que Suzy no haya monopolizado. Estaba en todo, música, televisión, cine, modelaje. 

Era un modelo a seguir.

Así es que no le quedaba más que desprenderse de su enojo. 

Dedica su tiempo a disfrutar de la quietud que le otorga los cinco bancos de distancia. 

Con el paso de las noches se acomodan en una extraña rutina de mutismo reconfortante. Donde no existe expectativa alguna que deba cumplir para satisfacer a alguien imposible de tratar.

Eso, hasta esa madrugada en particular, donde por segunda vez tienen un breve y conciso intercambio de palabras:

— Eres tú, otra vez.

Chaeng tiene la boca llena, se dedica a sentir presurosa. La ha tomado desprevenida.

— Tengo antojo de ramyun en la madrugada — es lo que dice. 

No quiere explicar de más. Ya le ha pasado que las personas se enojan con ella por ser bastante parlanchina a la hora responder una pregunta. Así que guarda de bajo de la lengua como ha tenido que empapelar las calles de la ciudad con carteles de se busca: << ¡Sueño extraviado, por favor llamar a este número si lo ve! >> Da una sonrisa simple para no molestarla más de lo que puede molestarla.

Piensa que quizás se quede ahí. Suzy se gira y ve hacia la ventana. Hay una mirada contemplativa y por el reflejo del vidrio Chaeng puede trazar sus emociones en un fruncimiento de cejas.

— No es saludable.

La respuesta es hipócrita a su parecer. Suzy también va todas las noches y compra la misma marca de ramyun . No se lo señala, porque sería una falta de educación con sunbaenim . Eso es algo que Chaeng siempre tiene presente cuando se sienta a cinco bancos de distancia. Nunca faltarle el respeto a alguien que está por encima de ella y que la pueda arrollar con una lengua filosa — es fácil denotar que Suzy tiene una —. Entonces muerde la lengua.

Ya.

Es la única respuesta coherente que puede ofrecerle.

Se avergüenza de no ser vocal. ¿Dónde está la fuerza de la naturaleza que puede lidiar con el carácter de una persona con sol en aries, y de dos personas con sol en capricornio, y aun así darles el suficiente terror como para que caminen de puntillas sobre ella cuando está molesta?

Por suerte no dicen nada más. 

Chaeng sigue sorbiendo sus fideos en silencio. De manera lenta. Disfruta de la lentitud de comer. Siempre ha sido así. Le gusta saborear cada pequeña cosa que encuentra, cada pequeño sabor de las especias en el caldo, de la textura viscosa de los fideos y de los pedazos artificiales de las verduras deshidratadas. 

Es como ir sin preocupaciones en el asiento de copiloto de un automóvil en marcha. 

Si su mundo fuera ese, sin duda Suzy sería la conductora. Andaba siempre de prisa, pisando el embrague hasta el fondo como si no hubiera tiempo para lanzar algún resuello.

A Chaeng tomarse un momento — algo que aprendió de su crianza en Australia y en Auckland — puede contemplar las cosas. Como ahora que nota que debajo de la capucha hay una especie de gorra de béisbol calzada en la cabeza de Suzy. Era negra y hasta este punto se pregunta si todo lo que usa Suzy es  de ese color y si lo es, nuevamente vuelven a tener algo en común a su pesar.

Lo llamativo es el escudo bordado en el frente. Tenía el contorno mostaza y dentro tres franjas. Dos azules y una en el medio era amarilla, del mismo tono que el contorno. Por encima se elevaban tres estrellas amarillas. Con el paso de las noches comenzó a darle un poco más de sentido. Por ejemplo, dentro de las franjas azules se desprendían más puntos, con picos, pequeñas estrellas y en la franja amarilla había una escritura bordada de forma geométrica y ancha, casi inteligible: << CABJ. >>

A Chaeng le picaba mucho la curiosidad de lo que representaba esa gorra. Se veía algo vieja y desteñida de algunos lados. Como si tuviera una gran historia que contar. Pero, tampoco era tan idiota como para no respetar el espacio personal que Suzy había marcado.

Y cuando regresaba a su habitación estaba tan agitada por la pérdida del sueño que se olvidaba de buscarlo en Naver .

No le quedaba más que dejar que eso también se perdiera en los rumores de la media noche.

Lo que sí la tomó desprevenida fue una breve mirada que Suzy le regaló antes de irse.



 

 V

Unas noches después, la lluvia cae de forma oblicua.

Chaeng se lamenta de no haber mirado el pronóstico del clima. Ni traer un estúpido paraguas. Se pega a la fachada de la tienda lo más que pueda, rezando para que el aire no se ponga contra ella y haga que la lluvía caiga con más rudeza. Hay algunas gotas fugitivas que punzan sobre la piel desnuda de sus manos, que se impregnan por su gorro hasta hacer que los bordes se caigan. La pequeña cornisa la protege poco. Pero hace demasiado frío como para soportarlo más. La lluvia es como agujas que se entierran sobre ella, duelen como un latigazo eléctrico.

No quiere empaparse más de lo que está.

Sus ojos aprecían la capa densa de nubarrones en el cielo nocturno. Entiende que es una lluvia que no para en un instante. No es una leve llovizna. Es una lluvia que estremece los huesos a quien despliega su furia. 

Observa después la punta de sus Nikes blancos. Apenas los acaba de comprar y ya se están pintando de un color marrón; delante de ellos, bajando por los tres peldaños, las aceras parecen haber encharcado demasiado rápido. Se muerde el labio durante un gran rato. No sabe si debe llamar a Allie o no.

La cosa es que tiene que llamar a Allie. Pero, no quiere llamarla. Su hermana poco sabe de sus idas a la tienda de conveniencia en las madrugadas. Poco sabe de la distancia de cinco bancos, del olor a ramyun cegando su nariz, de los colores de las farolas de los autos que pasan por ahí, de las expresiones que se graban en el cristal. Allie duerme, porque el sueño siempre la considera. Porque quizás la ame más que a cualquier otra persona, porque merece descansar de lo mortífero que es vivir en un lugar del cual no te sientes parte.

Chaeng no quiere molestarla. No de esa manera. Ya está haciendo bastante dejando que se aloje en la habitación vacía que iba a ocupar como estudio. Sin pagar algún tipo de renta.

Lo peor pasa. El viento amaina la lluvia, hace que vague hacía ella con total ímpetu. No le importa quién sea, ni a que se ocupe, ni si no tiene que enfermarse mañana.

La lluvia es como la persona que siempre se sienta a cinco bancos. No le importa con quien se tope. 

Y lo peor para Chaeng es que de no ser por la repentina aparición de Suzy. Allie habría perdido la oportunidad de besar a Andy Samberg en ese sueño con notas de << I Want It that Way. >>




VI

 

A diferencia de esas otras veces Suzy por fin se había detenido. Había olvidado dar cuerda a ese reloj que se encimaba sobre ella todas las noches.

Qué alivio.

Se extendió más de lo habitual, encorvada en su banquillo a cinco extremos.

Entre tanto, el teléfono no dejó de vibrar. Notificaciones y llamadas rezumaban en su intermitente pantalla de bloqueo. La mayoría nadaban hasta quedarse ancladas, pérdidas, ignoradas. Algo que no se alejaba tanto de la representación que Chaeng tenía sobre Suzy en su cabeza.

La gran mayoría de llamadas venían de una misma persona, una persona sin nombre, sin foto, sin etiqueta, sin emoji. Agendado con un mísero punto y aparte.

Chaeng nunca le había visto de esa forma. Algo inquieta. Le recuerda al miedo que sentía a los ocho años cuando esperaba en la sala de espera del consultorio dental del doctor Thomson. La impaciencia que se filtraba ante el batimiento de sus pies, como si ejercer más rapidez fuera lo suficiente como para hacerla volar. Muchas veces Suzy ponía los ojos sobre el teléfono, se llevaba las puntas filosas de sus uñas postizas a los labios y se quedaba pensativa; parecía dudar si debería dar señales de humo o quedarse tan quieta como estaba.

No se atrevió a preguntarle si todo estaba bien. No quería invadir su espacio personal puntualmente delimitado en cinco bancos.

Lo que hizo fue apresurarse a comer y salir pitando de ahí, sin notar las nubes densas. Ni el llamado de la lluvía.

Todo en su cabeza giró en preguntas, preguntas que brotaban de la nada. Todas hacia una imagen imborrable de Suzy encogida en su asiento y su teléfono casi gritándole en la cara.

Si no fuera por la lluvía, Chaeng estaría demasiado lejos de Suzy.

Se habría largado y hecho que esos banquillos no fueran cinco, sino ocho.

Sin embargo estaba ahí. Apretada contra el cristal, como si estuviera sintiendo el vértigo al permanecer, parada al borde de una torre muy alta. 

El clic de la puerta sonaba al abrirse y cerrarse. Las personas entraban y salían. No había paraguas que comprar. Ni nada que pudiera hacer, sólo resignarse a llamar a Allie o correr por la lluvia una cuadra. 

Entonces Chaeng nota a Suzy. No fue algo complicado. Cada vez que alguien entraba y salía sus ojos vagaban en algún extraño rayo de esperanza. Algo que le alentara saber que decisión tomar. 

Suzy se sitúa al lado. El teléfono está cernido en su pecho y tiene una mochila azul marino, como la noche de la marca Passport colgando ligeramente sobre uno de sus hombros. Ese tipo de mochilas son bastante populares en América, ha visto una infinidad de personas usándolas cuando paseaban por las calles de L.A ., sintiendo un eterno sol veraniego capturándolos como presas. Chaeng relame sus labios en una especie de mueca. Suzy escruta la lluvia de manera detenida. Por un momento delibera que quizás están en igualdad de condiciones. 

Al parecer no es así. En un segundo sus hombros se hunden.

Como si fuera un chiste cruel de una comedia con público en vivo, Suzy saca un paraguas de esos que caben en un bolso pequeño. Lo extiende y abre justo frente a su cara. 

Y amargamente Chaeng cree que nunca estarán en igualdad de condiciones. Nunca será tan premeditada, tan intimidante, ni siquiera tan indiferente como Suzy.

Las cejas se le humedecen mientras se fruncen de manera cómica. Sus labios permanecen apretados en una línea fina y no puede evitar abrazarse a sí misma con fuerza. Una onda de aire pasa por ahí. Se mete por debajo de su piel haciendo que se le ponga de gallina, haciendo que apriete de los dientes temblorosos; se le aguadan los ojos y ese sentimiento de ser un perrito pateado vuelve a ella. Vuelve a otoño del 2019, unos meses atrás y se ve a sí misma, parada frente a la puerta del departamento de su hermana con esa mirada llena de la pérdida de algo. ¿Qué ha perdido Chaeng? ¿Qué pierde ahora?, aprieta sus puños haciendo arrugadas en su chaqueta. Es 2012, es verano y aferra sus dedos en la correa de la funda de su guitarra. Sus padres salen por la puerta de cristal y la mujer de sonrisa amable que le ha dado el recorrido por toda la empresa atenaza con fuerza su mano sobre el hombro. << Todo va salir bien, ya veras. >> se queda zumbando en sus oídos mientras siente que pierde algo, que le arrancan algo de forma despedida del techo.

Box Hill es una palabra pegada en su boca. 

Está plagado de cariño, de rayos de sol, de césped cegador, de bicicletas, de notas de piano desafinadas, de una voz que ya no es suya, nunca lo fue. Y entonces se siente avergonzada de volver a ser sacada de sus malditos pensamientos por una crepitación tan fría de viento que la hace sisear ladeándose un poco. 

Suzy lo presencia todo. 

No dice nada, nunca dice nada. Los ojos arden como ardieron una vez las yemas de sus dedos hasta sangrar. 

Cuando pensó que se iría, que Suzy pondría el paraguas en su cabeza y bajaría los peldaños que desnivelan la tienda de las aceras de Seúl, no lo hace. No es la figura difusa de su familia abandonando la puerta de cristal junto a otro guía. Mientras el rastro de tinta sobre su dedo aun no seca. No hay un contrato recién firmado en su mesa, no hay torpe y emotiva despedida. No hay una mirada lejana. No hay más que perdida y lluvia, pero aún no puede dejar de sentirse como si no pudiera recordar qué perdió al principio.

Suzy la ve, sus ojos marrones son tan nítidos que Chaeng siente que el corazón se le detiene. Siente que por primera vez la ve en verdad. Era tonto, quizá. Pero, no puede evitar pensar eso. No puede evitar creer que por primera vez Suzy nota su existencia, cuando ha habido veces en que ha querido que lo haga. Siente muchas cosas, ingrávida, eufórica, estúpida. Es que siempre ha sido así, demasiado fácil ante las mujeres bonitas. Ante las sunbaenim . La marca de labial de Tiffany Hwang permanece invisible en su cuello, pero ahí está. 

No ayuda en nada esa gota de agua que salpica la garganta de Suzy y zigzaguea hasta hundirse dentro de su camiseta. No hay forma de ocultar que Suzy es guapa, incluso aún escondida bajo la mascarilla, bajo la visera que ensombrece sus ojos.

Lo que pasa es que no espera la siguiente sucesión de eventos:

— ¿Tienes cómo volver a casa?

Chaeng se paraliza. La bomba impacta en su cara y su única reacción sincera es apuntarse con el dedo índice tembloroso. Como si negara la existencia de ella misma, y pensara que se dirige a otra persona, alguna que ha salido de la nada. Pero al ver el asentimiento tranquilo que Suzy le envía, se atreve a responder.

— En realidad, vuelvo caminando — frota su brazo sobre la tela de su chaqueta. Intenta calentarse en vano.

Hay charcos que se tiñen por las luces anaranjadas de los faroles sobre el concreto. Hay un sentimiento que comienza a teñirle las mejillas de rojo y hacerla removerse como un gusano que es sacado de la tierra húmeda. 

Otra ventisca la vapulea con desprecio. Sus dientes tiritan.

Suzy entrecierra su mirada en su dirección. De la nada saca un objeto bien guardado en el bolsillo de su sudadera.

— Tómala, colócala en tu cuello de esta manera —, se da cuenta de que era una bolsa caliente al momento en que se la tiende. Es blanca traspasada con líneas color musgo.

Chaeng espera que su expresión de aturdimiento no se vea cómica. Lisa siempre le dice que tiende a tener reacciones graciosas. Hay memes suyos en todo internet cuando algo la toma desprevenida. Tal vez este también pueda ser uno.

La bolsa arde como el asa de esa pequeña olla peltre que tocó por accidente a los cinco años. Es la misma sensación sobre su palma, fuego que late vivo y comienza la tarea de calentar sus húmedas manos vueltas hielo. Se la coloca contra el hueco que se crea en el borde de su esternón y se apoya contra parte su tráquea. Se siente aliviada al instante, es como una ráfaga de calor que hace que sus extremidades se sacudan como un desfibrilador enterrado en el pecho. 

Se inclina levemente con torpeza para darle las gracias.

Suzy parece en realidad bastante complacida. Chaeng piensa que después de hacer su buena acción de la noche se va ir esta vez. Sin embargo se queda, a la espera de algo. 

Chaeng no lo entiende. Suzy tiene las cejas arrugadas y aprieta sus manos sobre el mango del paraguas.

— Apresúrate. Iremos juntas, te llevaré en mi auto.

Con la cabeza señala un Saab 900 descapotable con la carrocería negra. Chaeng lo reconoce porque hace unos meses Jisoo le prestó un libro de relatos de Haruki Murakami llamado << Hombres Sin Mujeres >> , ahí está uno de sus relatos favoritos llamado << Drive My Car. >> Donde curiosamente el auto del personaje principal es un Saab 900 que googleó. 

¿Será otra cosa que tengan en común?

No piensa más en eso. Tiene que decidirse si irá o no. Suzy la espera y Chaeng se siente un poco dudosa. 

La lluvia no da tregua, es un campo de guerra que derrama sus lágrimas sobre el el polvoriento asfalto. 

Tiene tantas opciones y termina por asentir con lentitud.

<< ¡A la mierda! — piensa. >>

Suzy observa el asentimiento que poco a poco toma más decisión. No da una respuesta vocal, sólo un asentimiento. Uno hosco. Sus pies están plantados sobre la acera húmeda y poco le importa extender el paraguas en dirección a Chaeng. La lluvía comienza sujetarse sobre su Sunbaenim de forma gratuita. No se estremece y su rostro no cambia, sigue impávida, con la firmeza de un roble de cien años. Los pulmones de Chaeng se aprietan, drenan el paso de aire al sentir esos ojos, ese par de almendras sobre ella. Esa expresión es la misma que su padre le daba al vigilarla como un halcón desde un banco en el patio de juegos de un pequeño y corroído parque infantil en Auckland. Recuerda el polvo sobre su ropa, el color desteñido de la pequeña caja de arena, la tierra áspera compactada en sus puños.

Los ojos de Suzy son como los ojos de su padre y eso le estremece hasta la lengua al intentar decir Freud.

Pero aun así, los ojos de Suzy son como su padre, le prometen tanto y nada al mismo tiempo. 

Esa fue quizás una de las primeras veces que Suzy que le indica: << No voy a dejar que nada malo te pase. >>

No lo tiene que decir verbal, su vocabulario se expande sobre una variación en su mirada.

El agua chisporrotea como un sartén ardiente sobre el forro de nylon del paraguas. Poco a poco se sitúa al lado de Suzy que sigue sin inmutarse en una perpetua expresión de tranquilidad.

El caminar juntas es como una acción milimétricamente calculada. Es como formar parte de un escuadrón de antibombas que hace una maniobra para evitar de tonar una gran cantidad de explosivos.

Sin embargo, son sólo dos extrañas aprendiendo a caminar juntas. Una al lado de la otra bajo una gran tormenta que salpica las puntas de su zapatos y hace que sus dientes se astillen. Son sólo dos personas aprendiendo a navegar con dos remos en una balsa contra las corrientes fluviales de ese río que se forma sobre la calle y que parte rumbo a las alcantarillas más cercanas y de ahí al mar.

Es diferente a los cinco espacios del banquillo. El tiempo detenido, la lluvia esparciéndose en un bautismo helado. Los hombros rozándose con un grupo de capas de tela que rechazan el verdadero contacto de sus pieles. Chaeng olvida qué es respirar, a Suzy le parece temblar la mano que sujeta el paraguas.

Así que intenta no estar tan cerca. No quiere excederse, no quiere molestarla. Desde que Seúl se convirtió en la ciudad en que viviría ha intentado nunca incomodar a nadie. Menos a sus sunbaes

Al llegar al Saab Suzy quita el seguro con un clic. 

Y al entrar la nariz de Chaeng se baña con un perfume a menta, después registra un olor, uno que le confunden los sentidos. Huele a yerba seca, a madera, es un aroma fuerte, que amarga su paladar, huele a fermentación.

Se toma un par de minutos. Suzy se baja la capucha y descalza la gorra poniéndola sobre el maletero. Se supone que la caminata ha sido corta. Pero en realidad se siente tan agitada como correr un triatlón.

Suzy se sacude las gotas de la frente y lanza un suspiro lastimero que sólo Chaeng puede sentir. Ambas se ponen el cinturón y Chaeng siente alivio instantáneo que cruza su mente y viaja a su cuerpo. Se desinfla como ese castillo que rentaron para el cumpleaños número nueve de una de sus primeras amigas de Melbourne cuando la fiesta se acabó. La lluvia sigue piadosa por las calles, por las aceras, por los techos. Sigue inundando transeúntes con tanto egoísmo que sentir lástima por sí misma y por el resto de las personas.

Pero en el auto, aisladas no que nada de la lluvia. Sólo ellas mismas, el testigo ocular y la víctima. Ya no hay hedor la acera mojada, ya no hay gotas que filtren y se claven como agujas. Ya no hay frío que cale como un cigarrillo que se consume tan rápido en los labios de su padre.

Muchas cosas parpadean en su cabeza en esta ocasión. La mayoría tienen que ver con Suzy y su acto abnegado. Va contra toda perspectiva egoísta que ha compungido sobre ella. En cinco segundos le ha revolcado la pizarra con toda la hipótesis que ha creado al largo de ese año y medio que la conoce. 

Lo único que sabe es que la lleva de regreso al edificio donde vive su hermana. El vidrio elevado y las gotas reventándose sobre el parabrisas. Suzy conduce como no esperas de alguien que corre persiguiendo el tiempo. Conduce como si no condujera, como si el cambio de marchas no existiera en su vocabulario, es suave como ir en un enorme ferry para cruzar de un lugar a otro. Conduce mientras Chaeng se recarga contra la parte acolchada del asiento. Por un segundo siente que por fin encuentra el sueño entre el sonido de las luces direccionales, en el sonido del pequeño borboteo del motor. Es sólo una cuadra y quería ser la pasajera de Suzy y que la lleve hasta Busan para tener sólo más tiempo.

La radio cambia de un éxito de Taeyeon hasta un programa de noticias. Gravity aún se presiona en su propia memoria y se adueña de la melancolía diluida por el agua. Alguien habla sobre un nuevo virus en China y no le importa mucho. Pasará lo que tenga que pasar. La bolsa caliente arde en su cuello. Cinturón de seguridad oprime sus costillas.

Y cuando gira en dirección a Suzy la ve bañada por las luces del semáforo, por las luces de las fachadas, delineada con la piel vuelta anaranjada por el alumbrado público.

Seúl lucha contra un diluvio no tan digno de un pasaje del génesis. Lo que hay de nieve se derrite o se congela en las calles. Y todo eso sólo nace por el capricho de algo que se forma en el océano y que terminará ahí de una forma u otra.



 

 VII

Chaeng regresa a su departamento esa madrugada. Su mano rodea la empuñadura color caramelo del paraguas de Suzy.  

Las gotas resbalan sobre el suelo laminado y ella se deja caer de bruces contra el pequeño escalón antes de hundirse dentro de una sala ennegrecida. El golpe de su trasero contra el suelo es seco y sordo. Las suelas de sus zapatos tienen restos de lodo aguado que ha impregnado desde el vestíbulo del edificio; hasta el ascensor; y por el pasillo en dirección al apartamento de su hermana. Está completamente agotada y el sueño, aunque no llega a sus párpados, si revuelve su mente.

Suzy es indescifrable, como una sopa de letras con las palabras alrevesadas.

Las que su madre hace con exceso todos los días, por miedo al Alzheimer que padeció el abuelo Sok.

Y es cuando se talla las palmas en las costuras de su chándal que recuerda las palabras de Jennie. Lo dijo hace muchos años, al darle el recorrido de bienvenida al ser la aprendiz más longeva de los grupos de chicas, pero por ahora, son las únicas que le dan una coherencia a todo esto, que es tan descabellado para ella.

<< Bueno, Rosie. Las cosas son así aquí. Las personas pueden ser bastante egoístas de buenas a primeras. Sin embargo, hay veces en que tienen pequeños brotes de bondad. Así que aprovéchalos, aquí se necesitan mucho de esos — susurró contra su oído de forma dulce. >>

La bolsa sigue latiendo viva sobre su esternón.

 

 VIII

Como agradecimiento, la siguiente vez que se vieron le compra una lata de cerveza.

Es de su marca favorita llamada Fitz y por alguna razón le gusta más que la OB que es más popular en las personas. Lisa, por otro lado, siempre que compran juntas un six pack sugiere Cass Fresh o una cerveza de raíz de la marca A.W. Allie es más de Corona , una marca de cerveza mexicana que ha encontrado en los frigoríficos de todas las tiendas de los países a los que ha viajado. Si tuviera que preguntarle  a su padre, sin dudarlo él elegiría Pirate Life , la cual es una marca australiana que siempre toma después de una larga jornada laboral. Su madre a pesar de los años en el extranjero sigue siendo una mujer coreana tradicional por lo tanto prefiere tomar soju o Maekgeolli que es un licor hecho de arroz — y por lo mismo a veces también disfruta de un buen Sake —. Jennie se amolda a todo, se dice a sí misma que es una todo terreno. Acepta cualquier sugerencia mientras le garanticen la experiencia de estar ebria cuando acabe el tiempo de beber. A diferencia de ellas, Jisoo odia la cerveza y sólo la toma en casos extremos, por eso siempre que beben las cuatro hay algún vino de por medio o un algún tipo coctel para su total deleite.

No sabe en realidad que pueda gustarle a Suzy aparte del americano con hielo. Pero comprar cerveza en agradecimiento por algo es lo que ha aprendido de su padre. Ese gesto se ha trasplantado en su hermana y ella de forma orgánica. Así que no duda en tenerlo con Suzy.

Sólo que… Bueno, le causaba cierta aprensión irrumpir en el espacio personal de su sunbaenim . En realidad se arrepiente casi al instante de deslizar la lata de cerveza. Sobre todo por la aprehensión en el rostro de Suzy al irrumpir en su espacio personal.

Por una breve cantidad de tiempo Chaeng escribe toda una novela que trata de Suzy repudiándola por haberla ofendido de esa forma. Llega un punto en que miles de excusas se deslizan por la punta de su lengua y que quiere incinerar todo en una espiral de balbuceos poco fiables, que la terminarían haciendo ver como un perro que se arrepiente de una travesura. Ya se ve a sí misma, volviendo a sus cinco espacios de diferencia con el rabo entre las patas, excusándose con la lepra.

Se pone pálida como papel tan pronto como las cejas de Suzy se disparan hacía arriba. Hay un gesto de consternación genuina surcando a través de sus ojos.

Por suerte gracias, por la gracia de Dios, quizá. Después de un largo silencio estrangulado, nota como Suzy palmea el asiento desocupado en su lado izquierdo.

No dice nada, Chaeng tampoco dijo algo al momento de presentar esa bandera blanca. Suzy rara vez externa cosas de forma vocal. En cambio, inclina su cabeza en agradecimiento con una especie de expresión conmovida. Toma la lata en sus dedos con ligereza, destapandola con un clic y el resuello que brota desde la abertura que se genera, hace que se le desplomen los hombros con alivio.

Se sienta, lo más tranquila que pueda. Por dentro es como un perro animado. Por fuera se siente como una estatua que no sabe cómo demonios comportarse.

Esta es la primera vez que beben juntas.

No hay conversación. No tiene caso que exista una. Disfrutan de este silencio acompasado por pequeños sorbos; del excesivo pitido de productos escaneados y registrados sobre una pantalla; del murmullo de los clientes perdidos en los pasillos que usan sus manos como ojos tanteando anaqueles; como del tarareo constante del dependiente que se ve consumido por el turno nocturno, y que encuentra el consuelo sellando sus labios con el borde de unicel de un vaso con café humeante.

Suzy la lleva a casa otra vez.

Afuera no llueve. Siguen remando bajo el silencio de Seúl, uno que se eleva y baja como un fuelle. Uno que es lo bastante piadoso con el temor de la oscuridad y que deja las luces encendidas de los faroles y de algunos edificios. El Saab está a la altura de la conductora, se mueve como un fantasma. Chaeng se mantiene callada en el asiento pasajero siendo encendida y apagada por franjas de anaranjadas, y de las sombras. 

Piensa que ese es el lenguaje que manejan.

Su lengua vernácula, más allá del inglés o del coreano, de cualquier otra, incluso las que permanecen muertas en los grabados y las piedras. Es el silencio espaciado casi tan cósmico como la oscuridad de sus habitaciones; uno de miradas, pequeñas, breves, momentáneas, como una fotografía instantánea, como una serie de momentos capturados en algo tan desechable como las cámaras del supermercado en Melbourne. Sobre todas las cosas, tiene la sensación de que había una seguridad que nadie nunca ha podido darle. Puesta ahí, en ellas sentadas una al lado de la otra en esa barra, como dos fantasmas que comparten sus hallazgos en el mundo de los vivos.

Incluso si no es verdad, lo cree.




IX

Suzy se atreve a preguntarle por qué viene cada noche.

Aquello la toma desprevenida. Casi se atraganta con los fideos. Traga tan duro que se le aguan los ojos. Suzy la contempla, por un instante sus cejas se elevan en un gesto preocupado y en otro, ya no está ahí. La anima con una simple señal a que bebe el caldo humeante y bañado de especias del ramyun .

Chaeng lo hace, luego procede a contestarle.

— He extraviado mi sueño —, su nariz se respinga de forma infantil y se siente bastante tonta un rato después.

Suzy no se inmuta por su elección de palabras. Ni por pequeño momento párvulo. Se lleva los palillos a la boca y toma un gran sorbido mientras mastica lentamente con los labios sellados.

En sus ojos hay una especie de mirada que trae consigo un exhalado: << continua… >>

— E- Eso es todo.

Chaeng se apresura a decirle. La torpeza invade su cuerpo hasta encogerse. 

Piensa que su elección de palabras fue tonta y tan corta como los trayectos nocturnos en el Saab .

— Yo también.

Chaeng sonríe ante la respuesta que Suzy exhala.

Oculta los sospechosos tamborileos en su caja torácica mirando hacía afuera. La nieve sepulta la ciudad, como en esa primera vez en que se conocieron. Y ese es el único recuerdo que ahora permea en su cabeza. 

La nieve en realidad suele ponerle muy nostálgica. Ese día le había dicho a Allie que tendrían que instalar cadenas de nieve en el auto. Pareció entender lo que Chaeng trataba de transmitirle, un chiste interno entre ellas. 

No era más que una anécdota infantil. Allie la envolvió con su brazo y besó la esquina de su cabeza, como lo hacía su madre cuando era pequeña cada vez que decía algo que la hacía saltar en carcajadas. 

Cada invierno en Auckland, el gobierno neozelandés obliga a los ciudadanos a tomar precauciones contra la nieve. 

El invierno siempre llegaba como un matón cinco pies más alto, con una excesiva fuerza en sus puños que hacían estremecer a cualquiera. Los autos tenían que prepararse para ese hito. Las ruedas eran bautizadas con cadenas para arrastrarse por la nieve o con llantas especiales.  De lo contrario, las papeletas de las multas adornaban los parabrisas sujetas por el limpiacristales, como si fueran luces de navidad colgando sobre las cornisas de las casas.

Su padre odiaba eso, tanto como odiaba las llamadas fuera de las jornadas laborales. Su madre siempre lo obligaba a recordarlo.

A ella llegan unas tremendas ganas de advertirle a su padre de las nevadas. 

Por eso más tarde, ya de vuelta en su habitación lo llama. Espera a que conteste y cuenta las dos horas de diferencia entre Ciudad Victoria y Seúl.

Rosie… — la voz de su padre suena bastante preocupada al otro lado de la línea.

En esos momentos se siente pequeña. 

Se siente como tener siete años de nuevo. Oculta debajo de la cama en su pequeño apartamento en Auckland . Con su padre agotado hasta el extremo, con la corbata desanudada y rastros de sudor seco en su cabello revuelto, buscándola para explicarle de forma más paciente que mudarse a Melbourne Victoría , lejos de Ginny y Chuck — sus amigos desde el preescolar — es la mejor opción a futuro que puedan tener. Más ingresos, más tiempo de papá en casa, un patio, una vida menos preocupada por las facturas.

Papá… Sólo quería que recordarás — pronuncia en inglés. Siente una alivio al usar su lengua materna. Pero, al mismo tiempo, una oleada de nervios la golpea. Su padre nunca ha sido un tipo que se enoje fácilmente, siempre ha estado disponible para hablar con ella, para atenderla tanto como puede, incluso en esos días sombríos en Auckland cuando se la vivía trabajando horas extra. 

 — Las cadenas para la nieve.

¿Cadenas para la nieve? — él repite en la misma lengua anglosajona con esa mezcla de acento neozelandés y australiano.

— asiente firmemente y luego se palmea el rostro al darse cuenta de que él no la podía observarla — Cadenas para la nieve — vuelve a confirmar. 

¿Por qué tendría que recordar cadenas para la nieve…? — suena confundido.

Porque no quiero que te multen. Tal vez mamá lo olvidó mencionar, pero….

Rosie — él la detiene con esa voz tan cariñosa. La conoce bastante bien, sabe que creará remolinos con ese tema —. Todavía es verano.

La reacción llega a ella poco a poco. Como cuando acompañaba a su madre al trabajo en ese salón de uñas y tenía que adaptarse al olor de los químicos como la acetona o el barniz de uñas. Todo para ayudar a su padre a cubrir las facturas y parte de los gastos que implicaba ser una familia de cuatro integrantes.

Se puso colorada mientras muerde su mejilla interna. Casi puede escuchar a su madre diciéndole que pare, porque puede hacerse daño. Las lecciones de geografía del señor Shapiro en quinto año vuelven a ella como una pared de ladrillos que aparece de la nada en una autopista.

No puede evitar pensar que es una idiota. Se lleva la mano libre a la frente. Imita al gesto de la mano fría que su madre ponía sobre ella cuando tenía fiebre.

¡Lo siento tanto!

Está bien, Rosie, no pasa nada. A veces papá también olvida los efectos de la línea del ecuador. Duerme un poco, ¿Sí?

Sí…

Al colgar cae como un tronco talado de un árbol sobre las frazadas con los ojos bien abiertos.

Todavía sin sueño.

 

Chaeng deja caer su trasero en el asiento vacío al lado de Suzy.

Justo como la venía haciendo todas esa madrugadas. Como si fuera una cosa tan cotidiana que se vuelve imperceptible en su memoria. Son imágenes que desechará cuando algo nuevo tiene que grabarse en ella. En sus años de aprendiz aprendió que la imperceptibilidad y la cotidianidad estaban ligadas con la mala memoria. Lo hizo al notar que tanto sus músculos hechos polvo como el atronador grito del profesor de baile ya no le hacían ni siquiera una amago de llanto, al punto de ni siquiera parpadear. Entendió entonces que << cotidiano >> es no sentir y que fácilmente también puede añadir << invisibilidad >> dentro de ese campo semántico.

Por eso al sentarse con Suzy esa noche, ya no se siente igual de ayer. Ya no traza un patrón incómodo en su lengua apretada contra sus dientes. No juega restregando el borde de sus uñas contra el esmalte melocotón de las otras. No busca formas de calmar su nervios al fijar sus ojos fuera de la ventana. En cambio, sólo observa. Y en el vidrio empañado se encuentra con el reflejo inquieto de Suzy, y Chaeng siempre la mira, una, dos, tres, cuatro, cinco, demasiadas veces porque se siente tan real e irreal a la vez, como si muchos años después, encontrará por fin uno de los pares perdidos de su calcetín favorito en su vieja habitación en Box Hill. 

Todavía no lo entiende del todo. La dicha y la desdicha compaginándose dentro de ella como los remolinos que se crean en las alcantarillas rebasadas.

La vida quizás está tocando a su puerta ahora. 

La toca de la misma forma en que las luces de un tono clínico hacen que su piel tenga un toque levemente amarillento; de la misma forma que un enfermo. 

Voces firmes resuenan en ambivalencia, son de un pequeño televisor que bien podía caber dentro de una bolsa de papas medianas, está puesto en una esquina del mostrador en dirección al interior de este. Es ahí donde se apoya el dependiente y escucha atento todo lo que dicen los presentadores. 

Últimamente el mundo se ha vuelto caótico. Hay demasiado pánico e incertidumbre recorriendo todo el entramado de la sección de noticieros. Transmiten imágenes que sólo creyó ver en una de esas películas imposibles de digerir sin la seguridad que nada de eso era tangible. 

Cuadro por cuadro, personas en trajes blanquecinos de plástico y tres mascarillas sobre su cara, nublan cualquier contacto con su entorno, como astronautas que tienen miedo del oxígeno, como Wuhan China se haya vuelto un planeta remoto con un aire nocivo que haga pudrir los riñones al momento de aspirar. 

Imágenes inundan Twitter . Las ha visto cada una. Gente al borde de la muerte en hospitales en China. En China, donde Lisa está atrapada grabando Youth With You 2 . Lejos de todas ellas. Lejos de la protección que pudieran brindarle. Jennie está mal, la ha visto y tiene la misma expresión que inunda los rostros de las personas que chocan contra ella en ese pequeño recorrido del apartamento de su hermana a la tienda de conveniencia. Las mascarillas abandonan el mercado de idols en busca de anonimato, ahora se han vuelto tan cotidianas que todos se vuelven camaleones. 

Tal vez el punto más esquizofrénico fue cuando alguien perjuró haber escuchado las siete trompetas del apocalipsis fuera de su casa. 

Sus padres están histéricos, los consume la preocupación de saber que sus dos hijas están lejos de ellos — de la misma que a ella le abruma saber que Lisa tampoco está en Seúl —. La impotencia hace que sus juicios se nublen y entren en pánico. La verdad es que deberían saberlo; en la calle han estado repartiendo cupones de agitación colectiva, junto a cupones de dos hamburguesas de Burger King pagando por una. 

Su padre y ella han hablado de eso, en la última vez que estuvo en Melbourne para In Your Area Tour . Fue quizás la charla que tenían que tener sí o sí. Y de cierta forma ayudó a perdonarse a ambos. La obstinación viene de él.

Allie está cansada también. Al ser la hermana mayor sus padres llenan la bandeja de su teléfono con llamadas y mensajes. Eso más el trabajo que la mantiene atrapada en un cubículo de dos metros cuadrados resultaba ser estresante. 

<< Están siendo pesados. ¿Puedes contestarles tú? Mamá está por tener una especie de derrame en el ojo si no contestas tus mensajes —, le avisó una vez que Chaeng estaba muy concentrada trazando patrones repetitivos en las seis cuerdas de su guitarra. >>

El pronóstico de los meses siguientes no se oye para nada alentador. 

Y  a pesar del miedo que se vuelve intrusivo al adherido como un post-it sobre su nuca, sigue huyendo hacía esa tienda de conveniencia, sigue huyendo en dirección a Suzy.

Era como si perpetuamente ambas se vieran arrastradas ahí para navegar entre sus medias noches. 

Tal vez incluso con la vaga esperanza de que en algún momento, << Sueño >> aparezca cruzando el umbral.

 

XI

Desliza su iPhone por la mesa hacía Suzy.

— ¿Qué es esto? 

Chaeng se encoge de hombros. Termina mordiéndose el labio inferior.

Una parte de ella se quiere dar una bofetada. Sabe bastante bien que ese tipo de respuestas vagas no son bien recibidas. Incluso cuando era niña a su madre le disgustaba ese tipo de contestación que era tan natural para Allie y para ella.

La cosa es que no sabe como explicarle a Suzy lo que quiere saber.

El contenido del artículo lo lee perfectamente, lo digiere, interioriza. Pero el dejarlo salir, eso es un caso diferente. Es imposible sin pasar vergüenza. Y aun cuando se replantea cambiar de tema, no lo hace. 

Los ojos de Suzy la observan de manera paciente. 

A Chaeng no le queda más remedio que comenzar a hablar. No puede evitar sonrojarse un poco el proceso. 

— Es sobre un estudio neurológico realizado por la Universidad Estatal de Pensilvania .

Los dedos de Suzy manipulan la pantalla de forma rápida. La luz que se desprende del dispositivo le delinea parte de su cara y de sus manos. Es como un papel sudoroso. Está escrito en inglés y es de BBC News , se advierte con leer parte del link, el logo y la rúbrica de un color rojizo. 

Se queda esperando algún tipo de réplica por parte de Suzy. Pero nada sigue por asomarse. Ni siquiera un gesto por muy vago. Suzy sigue siendo esa línea borrosa de horizonte en un domingo de playa. 

Y sólo suelta un suspiro sin ilegible. El teléfono se desliza de vuelta a su lugar. 

Chaeng se atreve a verla y se arrepiente al instante. La forma en que Suzy la ve le hace querer arañar el vidrio templado hasta romperlo y huir de ella. Es estremecedora. Y no puede evitar que se le ponga la piel de gallina. 

Respira hondo agregando algo más.

— Está en Estados Unidos.

<< Que idiota. >> Se lame el labio inferior. El sabor cereza del bálsamo labial que aplicó antes de venir se abre paso en su paladar. 

Suzy asiente de manera que parece asimilar de a poco la información.

— Sí, sé dónde queda Pensilvania, no soy estúpida.

Lo siento.

Y ese << lo siento >> es como uno más del montón.

Después del episodio del << Jajangmyeon >> Lisa comenzó a darle algunas reglas y lineamientos primordiales que toda persona crecida en el extranjero debe de saber utilizar. << Harán tu vida menos complicada de lo que ya es — había dicho. >>

Una de las cosas que detallo fue que muchas personas solían ofenderse con facilidad; había ciertas aprendices mayores a ellas que solían ser crueles con  ambas. Chaeng no entendía el porqué y por más cruel que sonara, ni siquiera su ventaja tener ascendencia coreana parecía darle algún tipo de distinción sobre Lisa. 

Cuando se lo planteó a Lisa, ella se lo explicó de la siguiente manera: << Mira, incluso si puedes camuflarte como una —, hizo un considerable silencio dramático mirando la apariencia desordenada de Chaeng con disgusto. — te huelen y detectan que no hueles aquí, sobre todo que en tu vida has comido ajo crudo por placer. Seamos sinceras, nadie que conozcas a parte de tus padres lo hace. Y cuando eso pasa, que te huelen como perro de brigada anti-drogas, para ellos es como si pisaran mierda cada vez que compartan el mismo oxígeno. >>

Por eso, para Lisa << lo siento >> cuya transcripción en hangul batallaba por recordar en su primer año como aprendiz, se convirtió en un recurso fundamental. Era un sistema de defensa, el último recurso que le quedaba para no empeorar las cosas y no terminar dando una mala impresión. Incluso si eso significaba sólo estar en un rincón fingiendo no existir de ninguna manera fuera de sus clases. 

Sin duda fue difícil acostumbrarse a disculparse a cada rato. Incluso por cosas que no eran su culpa.

Fue borrar toda su memoria, verbal, muscular, cognitiva. 

Ser reprogramada desde fábrica. 

La explicación de Lisa fue tan melodramática como veraz. Parecía sacada de algún número musical del Melbourne Theatre Company al que su padre las llevó una vez cuando ganó algunos boletos en una rifa del trabajo. Esa función en específico sintió un estremecimiento en los discos de la columna que le hicieron saber que quería eso, deseaba tanto estar plantada sobre un escenario, cantando, sintiendo las vibraciones de las de la audiencia palmas que aplaudían en dirección hacía ella.

Y para lograr aquello, por contrario a lo que pensaban, tuvo que aprender a decir: << Lo siento. >>

Una disculpa que no venía de lo profundo del corazón, que en realidad era sólo una reacción en cadena como lo era un golpe ante un repentino toque.

<< Lo siento. >> sirvió como una forma de inflarles el ego.

<< Lo siento >> sirvió para tratar a las chicas que se metían con Lisa y con ella. 

Las que solían llamarlos por apodos como << Cara de simio >> o << StupidAussie >>

Entonces ella aprendió que una reverencia de noventa grados, una expresión de total arrepentimiento y un << lo siento >> era la fórmula correcta. El boleto de oro. Fue como tener un salvavidas cuando estaban por saltar en las aguas profundas y ennegrecidas del atlántico a media noche. 

Llegó un punto en que en vez de decir << hola >> , fue decían << lo siento. >>

Así como se asentó ese miedo irascible dentro de ella, de que si alzaba su voz sería vapuleada.

Suzy parpadea y sus cejas se fruncen con dureza.

— Deberías comer tu ramyun — movía sus hombros con simpleza —. Se puede enfriar y es horrible cuando eso sucede.

Su voz no tiene un ápice autoritario. A diferencia de su expresión que si lo denotaba. En realidad sonaba como una puerta abierta. Comienza a pintar círculos con los palillos sobre el ramyun. Luce pensativa.

Chaeng infla sus mejillas con recelo.

Hace eso cuando algo le molesta. 

No sabe si Suzy se da cuenta de ese tipo de reacción, ni lo que implican. Sabe que es una persona observadora, lo ha descubierto poco a poco. 

A pesar de que poco a poco interactúan, ambas siguen siendo muebles cubiertos con tela empolvada, como la de las casas arronzadas en el olvido de su viejo barrio en Auckland; con la hierba crecida y las ventanas tapiadas con retazos de madera. Con Allie tenían un juego divertido, que consistía en tener un punto si encontraban una casa con las ventanas tapiadas y otro punto si se encontraban una quemada. Había doble puntuación si estaban tapiadas y quemadas. Hubo más  juegos de exploración como el de los graffitis o el de los chicles pegados debajo de la mesa del  patio de comidas del supermercado.

Los silencios se mezclan como los fideos rizados con el queso manchego ante el movimiento ondulado de los palillos. 

Últimamente ya no compraba su ramyun ni ningún aditamento. Suzy lo hacía. De manera habitual, Chaeng compraba el soju de melocotón, a veces de fresa, otras veces puro. Todos de la marca Chum-Churum — como una broma a Suzy

Todo eso parecía como una garantía de que Suzy albergaba cierta esperanza de que Chaeng entrara por la puerta de cristal cada noche.

Era como si supiera que el sueño no volvería nunca. Y ahora tendrían que conformarse con ese ambiente que crearon ahí. Frío como la sección de frigoríficos; pálido como las luces de los hospitales. Un ambiente que denotaba todo ápice honestidad que a día hoy Chaeng cree no tendría con nadie. Esa construcción de intimidad vuelta silencio, vuelta en unos asientos pegados a la ventana en una tienda de conveniencia en Mappo-gu .

— Podría estar hablando de cualquier otra Pensilvania. No la de Estados Unidos — Chaeng agrega de manera tardía completamente fastidiada.

— Pero, sólo hay una Pensilvania en Estados Unidos. Pen State , lo leí en Las Ventajas de Ser Invisible .

Ignora la mención de uno de sus libros favoritos, como si Suzy y ella no tuvieran más piezas que las unieran más allá del ramyun , el soju, Murakami y el insomnio. 

Por otro breve segundo se resiste a señalar una anécdota pequeña. Lo bastante superficial como para seguir siendo conocidas, casuales, víctimas de las medias noches. Un objeto gratuito de las burlas de Allie y de las chicas. 

Los vasos rotos en sus mejillas se reflejaron sobre el cristal que las aleja de la calle e intenta esconderlos con los bordes desalineados del sombrero de pescador negro. 

Suzy eleva una ceja retadora en su dirección. 

No puede evitar entonces vomitar la información: — Antes confundía Pensilvania con Transilvania. ¡En mi defensa suena igual!

Al liberarlo deja escapar un gemido. 

Su frente se estrella contra la madera en un golpe seco. Auch . Puede sentir que todo se remueve, los vasitos se giraban en entremedio de ellas. Había gotas de caldo salpicando sus mangas y escucha un quejido molesto por parte de una Suzy que se eriza como un gato ante la repentina reacción de Chaeng.

Nota que sigue sin decir nada.

Chaeng en realidad esperaba que fuera como esos videos que ha visto de ella circulando por Youtube o sus fotos absurdas de IG con esas poses irónicas, llenas de diversión. En cambio, solamente es una abstracción de sí misma, una coreana desde la punta de su cabello negro, hasta sus pies, posiblemente tán palida como las capas de nieve dura y grumosa acumulada en las esquinas de la acera después del paso de la máquina de nieve.

Gira su rostro en dirección a ella. 

Todavía pegada a la superficie gélida de la mesa. Su mejilla se estremece.

Nota que Suzy limpia el desastre que generó.

Después de poner los vasitos de vidrios en su forma habitual, destapa el soju que todavía conservaba su esencia escarchada sobre el vidrio verdoso.

Suzy comienza a servirlo. Chaeng se apresura a erguirse como el tallo de un girasol. Toma uno de los vasitos de vidrio de boca ancha, situado de la misma forma en que se sientan, imitando ambos bancos pegados el uno al otro. Pero en qué realidad estos vasos se vuelven en un puente entre ambas. Como dos penínsulas cercanas que rara vez interactúan. Acuna el vasito con ambas manos, el resplandor de la luz tintinea como el del flash activado de una cámara. 

Los ojos de Suzy permanecen plegados en dirección al hilo de soju que comienza caer de forma elegante sobre el vaso. El alcohol atesta el aire nauseabundo y hace que el banquillo de Chaeng se sienta como una isla flotante. 

Los labios de la sunbaenim se tuercen en una mueca de plena concentración.

Al examinarla de cerca, siente que se le enrojecen las mejillas. Suzy siempre logra quitarle el aliento, se queda absorbida por la imagen que tiene frente a sus narices.

No hay lógica alguna. No puede ser real… Suzy no es real. No. De ninguna forma puede serlo.

Esas facciones, esos bordes suaves, esa mandíbula cuadrada y para nada lineal, no eran reales. No sabía si eran los tragos anteriores o el calor del ramyun , pero estaba ahí, sofocada, como si estuviera en un sauna. Es incómodo de todas las formas posibles.

Su garganta está cerrada. Y un pensamiento poco coherente resplandece en su mente: ¿Así se sintió Juan cuando Jesús le lavó los pies?

La duda genuina y poco veraz hace que rebote hacía atrás, como un momento de lucidez. El soju entonces tiembla y termina por salpicar parte de la mano de Suzy. 

No parece feliz por eso.

Pero Chaeng tampoco debería estar feliz. 

Jerárquicamente, era menor entre las dos. Se supone que debe de servir el primer trago y no lo hizo, tampoco sirvió los que le siguieron. Suzy lo hizo.

Es como si no confiara en que Chaeng pueda hacerlo. 

Suzy no respeta las reglas para beber.

Una vez le indicó que no era necesario que se girara cada vez que sorbía un poco de alcohol. Y cuando Chaeng la interrogó a respecto de no dejar que le sirviera su trago respondió directa y sin tacto: << No tienes buen pulso al servir. >>

Era cierto. 

La mayoría del tiempo le tiemblan las manos.

No protestó esa vez. No porque no cree que deba protestar. Si no que a Suzy genuinamente le gusta servir alcohol. Lo nota por la forma en que sus hombros rectos bajan y su mandíbula se relaja. Hay una especie de aire religioso que sale por los poros de su piel. 

Además de que tiene una gran maestría en su forma elegante de destapar y servir el soju. Ese tipo de manera por el que los hombres harían un cumplido.

Otra forma de realzar su teoría de que Suzy es un cyborg. 

Vamos, una persona así, no puede ser humana, piensa.

Una noche se aventuró a preguntarle en dónde había aprendido a servir licor de esa forma. La respuesta vino acompañada de un toque de crudeza y miseria: << De mi padre. >> Suzy fue moderada. Repasó sus dedos por su abrigo y fingió que esa respuesta no crujía sobre su piel como si fuera vidrio atrapado en una prensa.

— ¿Me estás escuchando?

Chaeng parpadea. Suzy llevaba minutos llamando su atención. A veces pasa que se queda arraigada en sus pensamientos.  Y no hace más que aumentar la vergüenza. 

— ¿Sucede algo sunbaenim ? — el retraimiento goteaba en su voz. Da un sorbo rápido controlando la reacción del sabor isopropílico del soju contra su paladar.

— Sólo quería saber qué decía el artículo.

Chaeng abre los ojos con fuerza.

No había reparado en que quizás Suzy no dominaba el inglés como lo hace Chaeng.

Se toma un momento para responder. Quería que las palabras que salieran de su boca tuvieran al menos cierta cohesión al momento de intentar darle una resolución. Algo que no fuera complicado de digerir.

— Habla sobre factores del insomnio. En realidad expone muchas terminologías científicas que pueden dar raíz a estas — usa sus manos como si fueran una extensión de las ideas que se quedaban colgadas en el aire —. Sobre todo, lo que quería que vieras era la parte en cuando hablan de los niños. Aluden que no les gusta dormir solos y que les gusta colarse en la cama de sus padres. Todo por miedo y que dormir con un adulto les genera cierta seguridad. Digo… ¿Quién no busca la seguridad de sus padres?, digo, yo lo hacía, pero, cuando papá me explicó que no debería seguir haciéndolo, digo, él dice… << Rosie, ¿Si no lo intentas, quizás te arrepientas? > > — las palabras de su padre se astillan en su corazón, que sangra un poco por la cicatriz de una niña abandonada en un edificio lleno de desconocidos que la ven como una inversión a futuro, una pesadilla. En cambio, sonríe con ese destello aguado en sus ojos —. Así que me colaba con Allie y me dejaba dormir…

— Puedes ir al grano…

— ¡Oh, sí! — abre los ojos de forma graciosa y se enfoca de nuevo —. En algunos casos, como cuando existe un episodio traumático. Ponen de ejemplo a una pareja de hermanos. Uno de ellos vivió de cerca un atentado y se salvó por un pelo. Entonces ese avistamiento le volvió imposible dormir sin recordar. Ya sabes, la memoria es un factor importante. Comenzó a dormir con su hermana, hablo de dormir, ¡Dormir!

— Sé que es dormir — Suzy responde con una expresión que dice que no-es-idiota .

— ¡Lo sé, lo sé, sólo no quería que…!

— No, esto no es Game of Thrones .

— Gran serie…

— Prosigue, por favor.

— Bueno… Hmmm, ¿Dónde me quedé?

— Los hermanos que duermen juntos, dormir, sólo eso.

— Ah, sí, sí, sí. Dormía con su hermana para sentirse más tranquilo. De hecho, ambos encontraron consuelo el uno con el otro. Explican que es una buena forma de inducir el sueño… dormir con alguien. Digo, no creo que esté bien. Porque necesitamos aprender a realizar actividades por nuestra cuenta. Por ejemplo, las chicas y yo pusimos límites para no ser tan dependientes…

Se muerde la lengua evitando decir: << Por eso nos fuimos a vivir por separado. Para sentir que podemos vivir bien solas. Para que yo deje de sentir que no puedo vivir sin ellas… pero, ¿En verdad lo hago? >>

No. 

Eso era demasiado íntimo para contar.

Da una pequeña sonrisa, casi tensa. Toma otro sorbo de soju.

— La realidad es que… Suena como algo inquietante. A tener un miedo arraigado a lo desconocido.

Suzy toma su vasito de un trago sin gesticular. 

Chaeng lleva la cuenta y es el trago número dos.

Nunca excede el límite de tres vasos en toda la hora que permanecen ahí.

— No… En realidad suena como algo estúpido — dijo un rato después de haberlo meditado con el propio destello de su reflejo.

Chaeng se queda mirando su vasito, estaba casi vacío. Tenía los ojos quietos como los de un venado que tiene un rifle apuntando en su cara. Tal vez la expresión de Bambi ante el sonido de las detonaciones que acabarían por siempre con su infancia. 

Pasmada, deja escapar un pequeño chirrido y termina el resto del soju que estaba ahí estancado.

— Para mí es interesante… — musita de forma muy baja. Imperceptible.

No quiere ofender a Suzy rebatiendo.

A ningún superior le gustaba ser contrariado. Siempre eran firmes con sus palabras. Incluso si remaban hacia el borde de una filosa cascada no importaba. Tenías que aceptar que estabas por morir sin más.

Iba a soltar otro << lo siento. >> En cambio, se muerde la mejilla. La carne arde dentro de ella.

— Come tu ramyun.

Suzy hace un gesto pequeño. Tímido. No era necesario que añadiera la razón.



XI

No se da cuenta de la forma en que al ver su reflejo, Suzy se siente horrorizada por la crueldad en su lengua.

 

 XII

Las dudas son demasiado ruidosas últimamente.

Han sido demasiadas noches. 

Demasiadas dudas retozando sobre el agua de su estanque mental. 

Chaeng siente que va a colapsar en algún momento. 

Siente que todo le pesa. 

Le pesan los días, las conversaciones con sus padres, las miradas de su hermana, la bandeja llena de mensajes, el futuro, las llamadas de Teddy diciéndole sobre adelantar tiempo en el estudio antes de que todo se cierre. 

La sensación de ser reemplazable se le sube por los brazos como si fuera uno de esos bichos que se colaba por las mangas de su remera de unicornios favorita en la infancia. 

Recuerda la picazón de las puntas recortadas del césped en el jardín, en los suburbios de Box Hill .

Recuerda el verde cegador, el cielo pintado de celeste, las nubes que su madre solía contarle eran tiritas del cerebro de una gigante llamada Ymir en la mitología nórdica. 

Termina flotando. 

Su cuerpo perdido a la deriva, sin ápice de movilidad. 

Sus extremidades desprendidas como las de Alejandro Magno en esa película biográfica sólo vio una vez.

No existe el miedo a hundirse.

En realidad se siente como si el agua se colara por sus oídos dejándole con el sonido distorsionado de su entorno.

Piensa en como besaría los retazos de su mejilla, como sería su cuerpo un archipiélago de pequeñas islas en los bordes más altos de su cuerpo.

Es tan… abrumador. 

Todo el recorrido. Su teléfono. Se aferra a él como si se tratara de toda su identidad.

Está nevando y la nieve cae por sus párpados, se añade a sus pestañas como si fuera ceniza del Vesubio.

Conoce todo el recorrido de memoria. 

A una cuadra está la tienda de conveniencia. Para llegar a ella pasa por un café que está cerrado a esa hora y que sólo se ve una malla metálica con el logo estampado de una taza deformada por líneas angulosas. Ve una serie de departamentos costosos, autos estacionados, gente que todavía camina como fantasma sobre las calles. Pasa cerca de un restaurante Vietnamita, al lado hay una librería cristiana llamada Holly Books . Y una tienda de discos, y esa florería donde pidió los arreglos florales para los cumpleaños de Jennie y Jisoo respectivamente. 

Conoce el camino y las líneas que hacen que las aceras se dividan en recuadros. 

Sabe cuando tarda el semáforo en cambiar de color y siente una sensación que le adormece los huesos al momento en que en su rostro se pintan en las luces neón de la fachada de la tienda.

Suzy está ahí sentada, la ve por la ventana. Reconoce esa gorra negra con el escudo que dice  << CABJ. >>

Al cruzar el umbral de la puerta da una mirada al encargado. Sabe que se llama Sin Dae-Jung y odia el turno nocturno. Hace un gesto de saludo, él hace lo mismo y vuelve a sorber su vaso de café y centrando toda su atención en una guía de preparación para ser funcionario público.

Chaeng se desploma sobre el banco. Se siente como Joji en << Slow Dancing In The Dark. >>

Siente que ha dejado un rastro de sangre en todo el camino hasta la tienda. Que hay una flecha sobre su espalda, está febril, está adolorida. Se siente como si no tuviera fuerzas, como un objeto inanimado que se deja caer sin resistencia alguna. Y sólo logra no besar la baldosa porque su brazo se pone como soporte. Se aprieta sobre la barra inclinándose al filo de esta. La madera se cierra contra su caja torácica.

Se ha rendido , piensa. 

Esa búsqueda incansable en los lugares más apartados de su mente no han dado frutos. Está buscando algo que parece haberse marchado; como si ella fuera una maltratadora y eso que busca huyera lejos. 

Tal vez el sueño tomó el tren de media noche que cruza el Atlántico sobre un puente de arcoíris. Tal vez, encontró un circo y se unió. Ahora prepara un espectáculo con un tipo llamado Césare y un doctor de apellido Caligari. 

Incluso puede ser que sea sólo un acto de escapismo puesto por un ilusionista que quiere liquidar por fin a Blackpink . Esos que no tienen rostro y se ocultan por detrás de un nickname. Ha visto muchos últimamente. En cada publicación en Twitter ponen un: #Blackpinkdisband.

Intenta no tomárselo personal. 

Pero es humana y la flecha se clava en su carne haciéndola llorar. 

Chaeng es un ternero, uno pequeño que fue alimentado, fue embellecido para verlo morir ante la poca piedad de las personas. Lo sabe, separada de sus padres muy joven, reformada en un espacio raquítico. Sabe toda la reacción súbita ante la muerte, porque la vive cuando fue empujada al límite, sabe de la resignación, de la respuesta fisiológica que es cagarse al ver como la sangre de otro se desparrama. Lo dijo Ocean Voung en un pasaje de <<  On Earth We're Briefly Gorgeous. >>

Ella lo había visto en una excursión a un matadero la cual la tuvo dos meses sin comer carne; porque no podía no vomitar. Lo miró en las mil películas de la vida de Jesús que transmitían en la iglesia; lo supo cuando Saramago narró la forma en que sacrificaban a los corderos en << El Evangelio Según Jesúcristo. >>

Chaeng no es Kanye West para sentirse como Jesucristo. Pero, se siente vagamente identificada con él.

Entiende el dolor que genera ser amada y odiada.

El odio se cimenta de forma dolorosa.

Y ahora siente que se está desmoronando; como el viejo edificio donde vivió con su familia en sus primeros años de vida en Auckland. 

No quiere hacerlo. No quiere ponerse mal como Jennie se puso.

Recuerda encontrarla una vez a media noche, la puerta de su habitación entreabierta; estaba sobre el suelo de linóleo, puesta como un bebé que aún no sale del vientre de su madre, uno que ha dejado de latir y yace inerte en un charco de su propia sangre y placenta. Piensa las manchas de lágrimas que ruedan en la forma en que Jisoo apunta y dispara sin titubear con la mandíbula apretada en su computador a las 4 AM; en Lisa, que repasa las viejas fotos de su infancia en Tailandia y lee el último mensaje que su madre envió hace unas horas, como si eso fuera suficiente para ella. Cuando no lo es. 

Chaeng sabe. Sabe que tenían que salir de ese lugar. De ahí. 

De sentirse que no son nadie, que no merecen nada.

También vienen a ella las transcripciones llenas de misoginia y crueldad. 

Piensa en como golpearon su piel con total brutalidad, justo en sus costillas, donde nadie puede ver los hematomas de diferentes tonalidades, todos ellos son un bello tatuaje degradado del azul al amarillo. Un veneno que transmuta en su sangre y que la hace adicta a seguir repasando esa poesía convertida en odio.

Respira con dificultad. 

Es como si algo tan teñido de ese sentimiento que no puede entender, acotará sus fosas nasales.

Está tan exhausta que podría morir ahí.

Las palabras escuecen fuera de su teléfono que aprieta fuertemente dentro del bolsillo de su chaqueta.

Suzy la mira. Lo sabe sin tener que elevar sus ojos para encontrarse con ese par de almendras. Sabe del desamparo que transmite, como si las sombras se hicieran más filosas sobre los bordes de su rostro.

En vez de deslizar su paquete ramyun a su dirección. Lo atenaza en sus dedos y lo prepara ella misma para Chaeng.

Cuando regresa y pone el tazón humeante, con un par de palillos desechables encima, por fin puede verla. 

Siente que se le han podrido los dientes ante la forma en que se aprietan. 

No puede dejar de pensar en esa publicación.

Está consumiendo su cabeza como una vela a punto de extinguirse, sin más cera que la mantenga viva. 

No ha dejado de repasar sus dedos sobre el teléfono.

No ha dejado de corroer su cabeza. 

Chaeng quiere decirle a alguien que a veces es tan débil que es comida por todas aquellas palabras. Es fácil que la derriben. No es una estaca firme, sino que está al borde de caer hacia un lado.

¿No es… eso es lo que es…?

Su espalda se dobla como una coma.

Y ve a Suzy que la mira con expectación. Está alejada del sentimentalismo. 

Quizás Chaeng se encuentra en ruinas porque ha leído todos los citados y ha visto el número de me gustas de esa publicación. Podrían igualar a un tercio de la población de Seúl. Le da entender que hay una porción de mundo que la odia, sin motivo aparente.

Cierra los ojos y es como si estuviera de nuevo en esa habitación de hotel. Las luces apagadas y con un calor de mediados de junio sobre ella; está fuera de ese escenario, no hay nadie coreando su nombre y eso deja un sabor feo en su boca. << No soy real —, repetía mirando su mano desdibujada en la negrura de la oscuridad. — No soy real. >>

Esta vez, en cambio, lo es. Es real y está ahí, aspirándose los mocos. 

Siente que todo en su rostro se desfigura en tristeza.

No ha sido un buen día , quiere decirle a Suzy. Y ella sigue mirándola, recordándole que es real con esa forma en que sus ojos atraviesan su cráneo haciéndolo estallar.

Chaeng entonces rebasa el límite de inundación y da amplitud al desbordamiento tan pronto como deja que fluyan las palabras entorpecidas de su boca.

Yo no me acosté con ese tipo…  

Suzy hace lo que nunca ha hecho: un simple toque en el hombro de Chaeng, un pequeño  apretón que intenta detener la destrucción causada por la ola de un tsunami que esta vez se puede predecir.

— Vámonos de aquí.

 

XIII

Terminan en el Penthouse de Suzy. Chaeng se ha quitado la pesada chaqueta de los hombros quedando en su raída camiseta blanca. 

No hay luces encendidas, más que las que se cuelan por la gran ventana que es un tercio de la pared. Las formas de los edificios se dibujan y se prenden como estrellas color menta, que se delinea por sus rostros.

Una de las cosas que más le ha sorprendido es la distancia que Suzy conduce hasta Mapo

Vive en la otra punta de la ciudad. Es una distancia lo suficientemente larga como para que resulte fastidioso viajar casi todas las noches. Lo que más le deja perpleja es la tienda de conveniencia que está cruzando la calle. Se quedó mirándola cuando pasaron de largo rumbo al estacionamiento subterráneo de su edificio.

Se lo ha preguntado cuando estaba sentada en el escaloncito del recibidor mientras desanudaba sus Nikes .

— ¿Por qué vas tan lejos? Ahí tienes una tienda de conveniencia.

Suzy tuerce los labios en un gesto nervioso.

— Ahí no venden mi marca de ramyun favorito.

Chaeng no dice nada.

Hay millones de posibilidades y no se le plantea ninguna. En cambio, se pone las pantuflas que Suzy le entrega y la sigue dentro.



XIV

Ahora están ahí, sentadas sobre el suelo desnudo. 

Hay tanta soledad rumiando las paredes que es tan trágico. 

Muy diferente al salón de Allie, lleno de retratos familiares, pinturas, piezas sacadas de un bazar, de la casa de sus padres. Este lugar está desnudo, con muebles rústicos que no van para nada con Suzy. Las paredes tienen un color crema que no le gusta. Pero, se muerde la lengua para no quedar como una huésped ingrata.

Suzy prepara té para ambas. Quizás no vaya nada bien con ramyun . Pero, el soju tampoco iba bien con el ramyun . Chaeng le ayudó a transportar dos tazas. Ella trajo una de esas teteras eléctricas que conectó en un enchufe cerca de la televisión; una jarra y un filtro; y un paquete con té de hojas sueltas.

Descubre entonces que a Suzy le encanta el té, sobre todo disfruta el proceso de infusionar.

Ambas se reúnen sobre la mesa para café. 

Suzy dobla sus piernas y Chaeng las tiene abrazadas contra su propio pecho; como si eso le diera cierta firmeza a su espíritu roto. De vez en cuando se seca las lágrimas con el dorso desnudo de sus muñecas. Están secas porque todo su depósito de estás se vacío en ese Bentley como si fuera una especie de Tifón rozando las costas de Japón.

Otra cosa que aprende es que Suzy no es buena para consolar. No de la forma convencional como lo son un par de palabras dulces y una caricia o palmada. Aún así hace todo lo posible para brindar cierta certeza y la certeza es una manera también de denotar consuelo. 

Eso lo aprendió de su unnie favorita: Jisoo.

La voz de Suzy se modula diferente. Deja ese lado el tono estridente e imperativo. Se tiñe de suavidad y un rasgo muy similar a la timidez. A veces tiembla. Y le recuerda entonces a un pollito que esponja sus plumas intentando inducir algo de calor.

Mientras tanto, Chaeng tiene cinco años nuevamente y se ha caído de la bicicleta que tenía los manubrios adornados con tiras coloridas que su padre mismo había añadido. Lo único diferente de ese sentimiento es que su madre no está ahí para brindarle algún tipo de consuelo. No hay nadie, en realidad. 

Sólo… Suzy intentando atenderla, como un socorrista sin experiencia alguna en maniobras de RCP

— Usualmente, soy más excéntrica — la ve rascarse la parte trasera de la oreja derecha. La lengua de Suzy se enreda en un par de ocasiones. Es como si tuviera la misma torpeza que Chaeng tuvo en sus primeros intentos de comunicarse en coreano. 

Casi similar a olvidar su propio idioma.

— ¿En qué sentido? — su voz es gangosa por las flemas en su garganta y toma uno de los pañuelos de la caja que está sobre la mesilla. Se suena los mocos girando hacia un lado, para no molestar a su sunbaenim

Siente que su rostro tiene una quemadura que le deja la piel a carne viva. Que es muy evidente, que es muy fea, que la hace lucir como todo lo que no debe de ser Rosé.

Suzy no parece inquietar sobre eso. En realidad no hay ningún juicio corriendo en sus ojos. Parece incluso que toda esta reacción que tiene Chaeng le es tan familiar y que ha pasado miles de veces frente a ella.

Se mantiene tranquila preparando el té.

A pesar de que dice que no se ve tan excéntrica, sigue siéndolo.

— Soy más precisa. De hecho, uso un método chino para servirme una taza de té. Pensé que sería mejor algo menos rudimentario. Sólo té simple.

— ¿Cómo en bolsita? — Chaeng preguntó.

Suzy arruga la nariz. Ahora sí parece disgustada. 

Mira a Chaeng como si sus palabras fueran una aberración de la naturaleza.

Sus manos estaban ocupadas. Estaba agregando las hojas del té sobre el filtro ajustado en la jarra. Sin medirlas al puro tanteo de la cuchara. Se nota la experiencia que se impregna en ella.

— Lo siento… 

Suzy sacude la cabeza.

— No, no, no te disculpes — después maldice algo inaudible y esboza una sonrisa que a Chaeng le recordó bastante a Stitch cuando le dijo << hola >> a Lilo —. Las bolsitas de té no son ideales. Tiene toda una serie de polímeros y plásticos que pueden afectar a tu salud. Es mejor un buen té de hoja suelta o pirámide al menos.

— ¿Pirámide? —, parpadea.

— Es como el de bolsitas. Pero el material del filtro es biodegradable — explica pacientemente sirviendo el agua sobre el filtro, mojando las hojas desde una larga distancia en círculos. 

Eso sin duda era fascinante. Suzy sigue hablando sobre té, como si fuera más fácil que hablar del elefante rosa en la habitación. Y eso la hace abrirse a expresar más palabras de las que ha dicho en todo ese largo invierno que han pasado en esa tienda de conveniencia. El agua dentro de la jarra se tinta de un tono amarillento que se va haciendo más fuerte hasta llegar a un color ambarino. Ve como deja reposar las hojas encerradas en el filtro con la jarra tapada.

Esperan algunos minutos, Suzy le explica que las hojas tienen que abrirse un poco más.

Quita el filtro con las hojas húmedas dentro. Lo lleva a la cocina y cuando Chaeng le pregunta si va a tirarlas le dice que puede infusionar con ellas un par de veces más. La sigue para ver como las guarda en un recipiente. Nunca le ha interesado para nada la forma en que las personas preparan el té. Siempre ha sido bastante rudimentaria al respecto. A Jennie y a Lisa, por ejemplo, les gusta ese lado ceremonial de ver su preparación. Pero, sólo en casas de té. 

Cuando vuelven a sentarse en el suelo, Suzy le sirve un poco de té a Chaeng en una taza pequeña sin asa que tiene estampada  << La Noche Estrellada >> de Van Gogh.

Las yemas de sus dedos arden sobre la taza.

El olor cítrico inunda su nariz destapando las fosas nasales, destila cierta dulzura que hace mirar a una Suzy que espera que dé el primer sorbo con cierta inseguridad.

— Se ve bien.

— Lemmongrass y manzanilla — contesta,

— ¿Es tu favorito?

Suzy sacudió la cabeza de forma negativa.

— Pensé que tal vez sería bueno para ti.

— Oh. No soy mucho de té. Sólo té verde con leche — lanza una risilla nerviosa que luego se apaga.

 Suzy asiente un poco tímida.

— Su función principal de este té es relajarte.

— No tenías que hacerlo — se refiere a traerla a su apartamento. Suzy sacude la cabeza otra vez.

— Sigues siendo mi hoobae .

Sentencia como si fuera la cosa más obvia. 

Lo que hace ver lo mucho que tiene arraigado su sentido de la responsabilidad.

— Muchas gracias, sunbaenim .

Hace una leve inclinación alzando la taza con ambas manos.

— Lo que trato de decir es… De cierta manera creo que he estado en tu lugar. Yo entiendo como son los días malos. Pensé, no sé, que tal vez pueda calmarte una taza de té. A mí me calma una taza de té después de un día difícil. Lo encuentro un poco consolador. 

— Supongo.

Da un sorbo y se arrepiente porque se quema la lengua. 

Suzy evita que derrame el té sobre el suelo ante su reacción súbita.

Sus manos se reconocen entre sí mientras ambas sujetan la taza.

Comparten una larga mirada, sus ojos parecen beberse hasta el más mínimo titilar en las pupilas que se van expandiendo hasta dilatarse. 

Hay palabras que no se dicen y que se vuelven un puente que se transmite entre el toque de sus dedos sobre el ardor de la taza. Es como si pareciera que respira, que está viva. 

Se siente como si sostuvieran el mundo con sus manos.

La respiración de Chaeng desaparece y se queda quieta esperando algo que no sucede.

— Olvidé decirte que estaba caliente.

Suzy se retrae, toma la taza de las manos de Chaeng con suavidad y la pone en la mesa.

 

XV 

Continúan bebiendo té en silencio.

Chaeng se acostumbra a la abrumadora oleada de sabores que le impactan en el paladar. Suzy le cuenta algunas cosas al azar. Todas sobre té. Luego Chaeng tararea una vieja canción llamada << Under the Milky Way Tonight >> , Suzy parece conocerla porque se une a ella. Ambas canturrean, mientras más se internan en la letra como si de un espeso bosque lleno de abetos, arces y cedros se tratara.

Es bastante tonto. 

Se siente tonta. 

El comentario sigue picándole las rodillas, pero, se siente bien. 

Incluso los párpados comienzan a pesarle. 

Suzy bebe su taza, da pequeños sorbos y le cuenta sobre esa compra exitosa en Amazon sobre una marca de yerbas llamado << Playadito.>> 

Ella es agradable cuando despeja todas esas nubes espesas lejos de ella. No es la persona más abierta, sigue habiendo algunos candados con códigos cifrados ahí. Sigue siendo tremendamente terrible para consolar. 

Pero, es asertiva cambiando la conversación algo tan común como la diferencia entre un filtro infusor de acero inoxidable y una especie de pinza. Chaeng aprende que todo se trata del espacio que le das a las hojas de té para retozar a su gusto.

— Es igual que nosotros, ¿Sabes? No podemos vivir siempre compactados. Al igual que las hojas de té, necesitamos espacio, para tener la libertad de exprimir y sacar a relucir nuestros sabores. Es así como se sacan provecho a las cosas.

— Suena bastante poético si lo dices de esa forma.

— Bueno, preparar té tiene un aire poético. No como el café.

— ¡Oh, café en París!

— Sí…

— Pero el té es muy edgy a veces.

¿Edgy?

— Básicamente eres tú — Chaeng bromea y Suzy pone los ojos en blanco.

Luego se quedan atestadas en un silencio cómodo.

— Por favor dime lo que quieres decirme.

— ¿Cómo supiste que estaba por plantearte algo? — Suzy eleva una ceja cruzándose de brazos.

— Te estabas mordiendo el labio y mirándome como un gato. ¿Qué sucede?, Sunbaenim .

Alza la mirada y al mismo tiempo que una sonrisa engreída se inmiscuye en sus labios. Ha logrado invertir los papeles por un leve momento.

Como si Suzy no supiera quitarle el habla con un par de palabras directas…

— ¿Quieres intentarlo?

— ¿Eh?

— Del experimento de Tran… Pensilvania.

Chaeng parece confundida hasta que recuerda de lo que se trata. Termina por quedarse tiesa. Y luego sus ojos se abren de manera cómica.

— ¡¿Dormir juntas?!

— Sí.

— ¡Jesús! — ¿No, que era la cosa más estúpida que había oído?, piensa.

Chaeng la mira como si le hubiera crecido una segunda cabeza que se hiciera llamar Rebecca.

— No es… ¿No es algo muy poco recatado para ti?

— También estoy agotada y tú estás peor que yo. Mírate parece un panda.

— ¡Oye, eso no fue muy amable de tú parte!

— Los pandas son lindos.

Chaeng se detiene en seco cualquier tipo de protesta. Gira su cuello hacia la voz de Suzy y la contempla con los ojos tan abiertos que pensó que sus cuencas oculares se saldrian de ahí.

— ¡¿Indirectamente estás diciendo que soy linda?!

— No grites, no quieres que los vecinos se quejen. Odio este lugar y a ellos más — bufó.

Chaeng rueda los ojos.

Se instala otro largo periodo de silencio antes de que suelte un suspiro.

— Bien…

— ¿Bien? — Suzy pregunta examinándola con detenimiento.

— Sí…

— Sólo con fines científicos — es lo que le dice con una especie de torsión en sus labios que era más como una amago de sonrisa traviesa.

— Sólo con fines científicos — Chaeng repite con cansancio.

Terminan el té. 

Suzy lava las tazas en el fregadero y Chaeng la observa callada. El agua chisporroteaba sobre el lavabo de acero y la madrugada se vuelve más fría afuera. 

Ahí, la calefacción del interior le hacía retornar a la primavera en Melbourne.

Cuando Suzy acaba de fregar todo, Chaeng la sigue a la habitación, que tiene toda esa línea rústica e impersonal que se adueña de todo el lugar.

Suzy le presta un pijama y le da un cepillo de dientes sacado del envoltorio. 

Al final se sientan en la orilla de la cama, ambas roídas por sus ruidosas mentes.

— Algo que tenga que saber.

— No me toques con tus pies fríos.

— No pensaba hacerlo — Chaeng promete.

— Es bueno saberlo. ¿Qué lado quieres?

— Derecho — usa su dedo índice para señalarlo.

Ambas se acomodan en la cama. Las almohadas eran bastante esponjosas y las sabanas lisas. Chaeng se cubre hasta la barbilla mientras Suzy la sábana sólo llega hasta sus costados.

— Me iré temprano. Mañana — Chaeng admite muy avergonzada por toda la situación.

— Está bien.

El silencio las vuelve a dominar. No hay más que pequeñas vibraciones en el ambiente. El ruido del purificador del aire, el sonido de las sábanas en constante movimiento.

Después de un rato es simplemente molesto.

— Necesito algo aburrido, no podré cerrar mis ojos y dormirme simplemente.

Chaeng va de un lado a otro.

— Estás desordenando mis sábanas — Suzy señala.

— Este lugar no es bastante ordenado.

— No sé si recuerdas que estás criticando a la dueña de la cama y del sitio en general.

— Doy un punto de vista objetivo. Sunbaenim , puede hablar sobre el té o algo extremadamente aburrido.

— ¡Oye, el té no es aburrido! — Suzy se sienta dejando que las sábanas se corrieran como una fina cascada hasta su regazo.

— Lo es. Los seres humanos normales prefieren café.

— Primero bebés mi té, luego lo insultas. Me siento ofendida. ¿Dónde está el respeto?, eh.

Chaeng aspira con fuerza de manera exagerada.

— ¡Lo siento mucho sunbaenim !

— Bien.

— ¿Música?

— Un tono para dormir.

— ¿Conoces Asleep de The Smith ?

— Dije un tono para dormir. No un: << quiero morir. >>

Ambas son rectas de forma horizontal. Intentando evitar cualquier contacto físico. La cama era lo bastante amplia para evitar un roce involuntario de sus músculos.

— Pon Asleep .

Suzy parece rendirse.

— ¡Hoy ganó la música! —, Chaeng ríe de forma divertida mientras su rostro resplandece por la luz que emitía el aparato electrónico. Ajusta el volumen para no molestar a ningún vecino gruñón y pone el teléfono entremedio de ellas.

Es la frontera imaginaria que habían sembrado juntas.

El piano comienza a sonar en una especie de bucle de sueño, llenando los rincones huecos de las paredes y el silencio que sólo emitían exhalaciones pequeñas. Ambas se giraron para reconocerse como si fueran dos cordilleras en paralelo. Sin tocarse, sólo observando el relieve que se crea a través de la sombra y que parece nevado por la blancura de esas sábanas de seda.

No se están tocando, pero Chaeng apela a la existencia de una fuerza magnética que las empuja y las repele al mismo tiempo. Como jugar con dos imanes.

<< Sing to me to sleep, sing to me to sleep. >>

La primera vez que escucha la canción tenía seis años. Su padre era fanatico de The Smiths y tenía un vinilo de << The Queens is dead >> , él cuál le había contado esa vez, compró con su primer salario cuando era joven.

Allie y ella se sentaron junto a su padre en el suelo moqueta de su viejo apartamento en Auckland mientras el vinilo daba vueltas, siendo rayado por una aguja y el gramófono emitía una melodía tan melancólica, como ese invierno en que Suzy y ella se conocieron por primera vez por una amiga en común. 

Porque fue ese invierno en que Chaeng se sintió tan sola, al igual que se encuentra ahora. Lejos de las chicas que buscan salvar las ruinas de Blackpink , que por ahora no les permite avanzar estando juntas las cuatro; asfixiadas como las hojas de té en esas pinzas. 

La voz quedita seguía susurrando. 

Las pestañas batían en pequeños intervalos. 

Los párpados se tornaban en plomo.

Suzy está ahí. 

Tumbada respirando pesadamente. 

Siendo una figura sobrepuesta en la oscuridad.

Las extremidades de Chaeng se destensan y se permite cerrar los ojos sintiendo completamente como la música la invade por completo. Yaciendo en el centro de todo, del universo, de la vida, de lo que existe y lo que no lo hace.

Es aquí cuando siente que todo se conecta. Que las melodías son terminaciones nerviosas, como raíces que viajan debajo de la tierra y van a donde van. Hacía Suzy, que se combustiona a su lado.

<< Bye, Bye, Bye, Bye, hmm… —, siguió la raya que Steven Morrissey trazaba. >>

Y es con Suzy que encuentra aquello perdido. 

Aquel sueño que pensó haber extraviado en la extensión del tren rumbo a Nunca Jamás

No fue necesario buscarlo más.

Esta vez él se presenta solo… 

XVI

<< Wish I knew what you were looking for

Might have known what you would find

Wish I knew what you were looking for

Might have known what you would find



Under the Milky Way tonight

Under the Milky Way tonight

Under the Milky Way tonight

 

Under the Milky Way tonight … >>

The Church

[ Traducción]

Ojalá supiera lo que estás buscando

Podría haber sabido que lo encontrarías

Ojalá supiera lo que estás buscando

Podría haber sabido que lo encontrarías

 

Bajo la vía láctea esta noche

Bajo la vía láctea esta noche

Bajo la vía láctea esta noche 

Bajo la vía láctea esta noche…