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La pelea por el alma del Valle había terminado. No más enemigos por vencer, no más viejos millonarios con cola de caballo dispuestos a comprar trofeos, no quedaba ningún recuerdo o marca de Cobra Kai tal como se lo prometió a Kreese. Eso significaba que no había más guerras por luchar.
Los mayores empacaron sus cosas y fueron a la universidad, excepto Robby y Tory quienes por lo pronto prefirieron quedarse y conseguir un empleo. Los menores disfrutaban de una vida cotidiana para un adolescente y seguían con el karate como deporte.
El Sekai Taikai fue una locura, los mejores dojos y senseis reunidos en un solo lugar para demostrar quién era el mejor del país. Pero ver a su hijo con el trofeo en mano siendo aclamado por el público fue lo mejor, Robby merecía todo lo bueno que estaba logrando.
Daniel y Johnny perdieron la cuenta de las entrevistas que dieron y las fotos para las que posaron, estaban en la cima del mundo.
De repente, la voz de Daniel preguntando si podía apagar la luz lo trajo de vuelta al presente.
─ Sí. ─ Daniel suspira.
─ Buenas noches. ─ El castaño apagó la luz y se acostó dándole la espalda.
Así que se convirtieron en ese matrimonio monótono.
Daniel y Johnny empezaron su relación un mes antes del Sekai Taikai, una noche que decidieron darse un descanso así que salieron a caminar por la playa.
El ojiazul reunió el valor suficiente para abrir sus sentimientos y confesarle al castaño que lo amaba. Johnny cerró los ojos esperando recibir una golpe, pero Daniel le dio un dulce y largo beso en su lugar.
Estaban desnudos, jadeando y sudando cuando decidieron que debían casarse.
Los primeros meses fueron maravillosos, hasta que la etapa de la luna de miel se acabó.
Todos querían comprar un auto en el concesionario del gran sensei LaRusso. Todos los millonarios de Encino querían que el sensei Lawrence diera lecciones privadas a sus hijos. El dinero les vendría bien así que aceptaron el trabajo extra.
Pero el trabajo extra causó estragos, los dos llegaban tan cansados que su cama era lo primero que buscaban. El estrés no tardó en aparecer arrastrando a su paso la serenidad de su hogar, bastaba con dejar una taza sin lavar o mover algo de su lagar para que alguno de los dos estallara en cólera e iniciara una pelea.
Johnny no quiso seguir observando al hombre a su lado y se giró del otro lado quedando de espaldas a Daniel.
La pantalla de su celular se encendió al recibir una notificación de una aplicación que Amanda le descargo. Rio bajito al pensar lo irónico que era llevarse mejor con la ex esposa de su esposo que con él.
Cansado de sus pensamientos alcanzó el teléfono y comenzó a leer anécdotas de gente desconocida. "El día que tanto temía llegó, mi esposa olvidó nuestro aniversario". Johnny gruñó molesto, nada de eso le estaba ayudando en nada.
Estaba por dejar el celular de nuevo en su lugar cuando un mensaje publicado hace apenas unos minutos llamó su atención.
"Si te gusta la piña colada y quedar atrapado en la lluvia.
Si no te gusta hacer yoga, si tienes la mitad de un cerebro.
Si te gusta hacer el amor a medianoche en las dunas del cabo
Entonces yo soy el amor que has buscado.
Escríbeme y escapémonos."
Johnny sonrió como hace mucho no lo hacía, ese hombre sabía cómo llamar la atención utilizando las palabras correctas.
─ Johnny, si vas a jugar con el celular vete a otro lugar y déjame dormir. ─ Era Daniel quejándose otra vez.
El ojiazul no estaba de humor para discutir así que se levantó de la cama y fue al baño dispuesto a ser el primero en responder.
Tarde o temprano lo arruinaría, como lo ha hecho con todo lo bueno en su vida. Además, ese mensaje gritaba su nombre pues lo describe a la perfección. Era una señal.
"Si, me gusta la piña colada y quedar atrapado en la lluvia.
No me gusta mucho la comida sana, yo soy más de champaña.
Tengo que encontrarme contigo mañana al mediodía y terminar con toda esta burocracia en un bar llamado O' Malley donde planearemos nuestro escape."
Tal vez no era un experto en poesía, pero quedó satisfecho con la respuesta.
Le dio a enviar y regresó a la cama.