
Jean x Eula
Si existe algo que Jean siempre hace es ayudar a otros y por eso si ella ve como unos fatuis tratan de cazar a una pequeña sirena Jean va a detenerlos. No importa que los rumores digan que las sirenas son criaturas sanguinarias y peligrosas, ella va a hacer lo correcto.
La pelea no duró ni dos minutos. Jean observó a la niña pequeña.Tanto su aleta como su cabello eran del mismo color azul como el cielo pero existía en sus ojos frialdad difícil de ocultar.
-¿Estas bien?
-Si. Gracias por su ayuda Maestra Intendente. Me llamo Eula.
Hablaba formalmente pero Jean distinguió el ligero temblor en su voz. No importaba que pretendiera que no sentía nada, era visible que estaba asustada. Jean sacó de su bolsillo un diente de león y se lo dio a la sirena.
-Toma, es un regalo para ti.
Su hermana Barbara amaba jugar con dientes de leon y cuando estaba triste o asustada eso la ayudaba a calmarse. Tal vez esa pequeña flor era de ayuda para hacerla sentir mejor. Eula tomó el diente de león y luego miró a Jean.
-Cuando crezca casate conmigo.
Jean casi se reía al escucha aquella pregunta. A veces los niños eran muy ocurrentes.
-No puedo, eres muy pequeña.
Eula frunció el ceño con coraje.
-Cásate conmigo o me vengaré.
-Esta bien. Cuando crezcas me casaré contigo.
Que importaba lo que dijera si cuando fuera adulta sucederían una de dos cosas, lo olvidaría o se avergonzaría de eso cuando entendiera de que trataba el matrimonio. A veces era buena idea decir una mentira piadosa a los niños.
Jean se frotó los ojos. Ese día hubo mas papeleo de lo habitual y terminó trabajando horas extras. Había sido una semana agotadora y Jean decidió que sería buena idea dar un paseo antes de irse a acostar. Su lugar elegido fue la Estatua de los Sietes en Levantamiento pero antes que pudiera llegar al árbol una voz proveniente del río la detuvo.
-Jean.
Jean sonrió al ver de quien se trataba.
-Buenas noches Eula ¿Todo bien?
-Si, quería avisar que las misiones de la Compañía de Reconocimiento ya están listas.
Jean sintió como se le quitaba un peso de encima. Se alegraba que Eula se hubiera unido a los Caballeros de Favonius, Eula era una mujer muy excepcional y hacía que su trabajo fuera más fácil por ser tan competente.
-Te ves muy mal deberías descansar inmediatamente. Tienes que cuidar tu salud mas.
-Cada día suenas mas como Barbara.
-No te regañaríamos si nos hicieras caso pero ignoras constantemente a tu familia, a tus amigos, a todos los Caballeros de Favonius y a tu prometida. Me preguntó si Barbatos tiene que aparecer y ordenarte que descanses para que por fin tengas un horario decente de sueño.
Jean pensó en Venti, que probablemente estaba borracho en algún lugar. Pensar en su arconte la hizo darse cuenta que no debía relajarse y seguir trabajando duro.
-Ven aquí. Conozco esa mirada de cuando estas pensando en trabajar.
Eula jaló a Jean y la hizo acostarse en sus piernas.
-Cierra los ojos por un momento. Voy a cantar para ti y espero que lo aprecies porque eres la única que tiene permitido oírme.
-Lo se. Soy afortunada.
Jean cerró sus ojos y dejó como aquella voz se llevara todas sus preocupaciones y en su lugar su mente se llenó de recuerdos bonitos. Ella y Barbara jugando en la playa, las cenas con su hermana y sus amigos, y hasta sus días con Eula desde su susto cuando una adulta Eula le dijo que se iban a casar, la amistad que surgió en el trabajo, las primeras citas y finalmente cuando Eula le dio el anillo pidiéndole que fuera su esposa.
Jean cerro los ojos y dejó